Coloquio

Edición Nº28 - Noviembre 2014

Ed. Nº28: Nuevos retos y nuevas alianzas en el medio oriente

Por Jonathan Spyer

Traducción: Renée Dayan

Hay dos puntos que destacar sobre la región de Medio Oriente en el período anterior al estallido de las convulsiones históricas actuales, que comenzaron en 2011. En ese tiempo, la región se definía por una competencia entre un bloque de países y movimientos liderados por la República Islámica de Irán, y la antigua dispensación, la antigua Pax Americana, por así decirlo, que había predominado en la región desde el final de la Guerra Fría en 1990. A tres años de esta convulsión histórica, que aún no ha concluido, podemos observar con cierto interés y cierta confianza que uno de estos bloques ya no existe realmente. 

El bloque regional liderado por Irán, en todos sus componentes, todavía está muy presente y es muy capaz para actuar a nivel concertado y regional. Sin embargo, el bloque liderado por Estados Unidos (E.U.) ya no se encuentra en ningún lugar. Ya no es un grupo coherente e identificable de estados alineados con E.U. que actúan en concierto. Este es un acontecimiento fascinante y vale la pena considerar cómo se generó.

Es fácil entender como el bloque encabezado por Irán sigue existiendo. Sólo tenemos que observar empíricamente que ni uno solo de los componentes de ese bloque ha caído como consecuencia de los disturbios populares de la Primavera Árabe. También vale la pena observar que el régimen de Bashar al-Assad en Siria, el único elemento de esa coalición que fue amenazado y permanece amenazado como consecuencia de la agitación popular, se ha beneficiado enormemente por su membresía en el bloque regional liderado por Irán.
 
El dictador sirio se benefició específicamente del hecho de que cuando se encontraba en problemas en marzo de 2011 y, posteriormente en muy serios problemas desde principios de 2012, experimentó la agradable sensación de tener a sus amigos alrededor de él, haciendo todo lo posible para asegurar que sobreviviría ese problemático período. Assad, un miembro del bloque regional dirigido por Irán, ha contado con el apoyo decidido de todos los componentes relevantes de la alianza de la que eligió ser miembro – el propio Irán, por supuesto, Hezbolá desde el Líbano, el gobierno de Maliki en Irak, y un número de otras fuerzas menores.
 
Ante la desagradable ola de problemas que surgían, el bloque se reunió y actuó como uno para proteger a sus miembros más vulnerables. El único miembro de ese bloque que salió perdedor, al menos en parte, fue el enclave de Hamás en Gaza. Hamás compró la ilusión, que muchos de nosotros también supusimos era cierta, de que había un nuevo bloque emergente, un centro de poder de Qatar y los Hermanos Musulmanes. Por ello, quiso dejar el bloque regional liderado por Irán. Como sabemos ahora, no va a crearse tal bloque, y Hamás está tratando con cierta vergüenza de encontrar su camino de regreso a la buena relación con sus antiguos patrones en Teherán y tal vez también en Damasco.
 
Por lo tanto, es relativamente simple entender la supervivencia del bloque regional dirigido por Irán. Comprender la desaparición del bloque regional liderado por E.U. es más complejo y más interesante. Creo que se puede encontrar una explicación en los detalles de lo que ha sucedido en los últimos tres años, en especial con respecto a cuatro países de Medio Oriente: Egipto, Bahrein, Siria e Irán.
 
En relación a Egipto, por supuesto, la cuestión es clara. El fracaso de Washington para respaldar efectivamente el régimen de cliente de treinta años del presidente Hosni Mubarak fue lo que llevó a la caída de Mubarak. Esto aterrorizó no sólo al propio ejército egipcio sino, más importante, quizá también al Reino de Arabia Saudita y a los Emiratos del Golfo, alineados con E.U. Desde su punto de vista, esto era algo que salió de la nada. No podían entender cómo podía ser posible que no comprendieran la tan básica naturaleza de las relaciones patrón-cliente en el Medio Oriente. Este sentimiento es el que se aprecia surge muy claramente desde el punto de vista saudita. Así que en primer lugar, la falta de apoyo al cliente en Egipto, el torpe intento de hacerse amigos con -y creer en- el Movimiento de la Hermandad Musulmana que llegó al poder en Egipto produjo la fascinante situación en la que se encuentra Egipto actualmente. Existen dos fuerzas: por una parte el régimen de Sisi (el gobierno de facto) y, por la otra, la Hermandad Musulmana. Cada una acusa a la otra de una supuesta identidad judía y de ser amigos de los americanos. Hoy en día estamos viendo un re-estreno del régimen de Mubarak, excepto que mientras Mubarak fue un fiel sirviente de los americanos, Sisi está haciendo todo lo posible para ser cualquier cosa menos su amigo.
 
Con respecto a Bahrein, en 2011, una vez más, la percepción de que Occidente no actuaba o no comprendía lo que estaba sucediendo en ese país dio lugar a la intervención militar de la Fuerza Escudo Península, encabezada por Arabia Saudita. Para aquellos de nosotros que miramos cercanamente la región, éste fue un proceso asombroso en el que los militares sauditas en realidad ponían un día de trabajo en el campo, algo que no se ve todos los días. Esto nos debe dar al menos una pequeña pausa. En efecto, si los saudíes sintieron la necesidad de salir de sus habitaciones con aire acondicionado y caminar por las hirvientes calles de Bahrein, esto debería decirnos que algo muy malo y muy extraño ha estado ocurriendo.
 
Los aliados de E.U. en la región perciben la falta de acción para ayudar a tiempo a la oposición siria como otro ejemplo del fracaso occidental para responder adecuadamente a los desafíos planteados por los acontecimientos regionales que comenzaron en 2011. Como resultado de este fracaso, la rebelión siria ha sido dominada por elementos yihadistas.
 
Por último, en relación a Irán, los mismos aliados de E.U., principalmente Arabia Saudita e Israel, creen que Washington ha entendido mal la importancia de la elección del supuestamente moderado presidente Hassan Rouhani. Creen que las negociaciones con Teherán dejarán fuera a un Irán con ambiciones regionales y sus habilidades intactas, y preparado en la cúspide de su capacidad nuclear.
 
En conjunto, estos cuatro elementos se combinan para generar un fuerte sentido de desconcierto y temor por parte de algunos aliados de E.U. – siendo el Reino de Arabia Saudita uno, los Emiratos Árabes Unidos (EAU) otro y, por último, Israel, que también entraría en ese grupo. Y con respecto a algún otro aliado de E.U., anterior o reducido, principalmente a Egipto, hay un sentido real y duradero de ira y traición.
 
¿Qué está emergiendo para tomar el lugar de lo que fue el bloque de Estados alineados con E.U. en la región? En este sentido, podemos comenzar a vislumbrar el surgimiento de una alianza Cairo-Riad. La cercanía entre Sisi y la monarquía saudita es especialmente notable. En el futuro podremos aprender – al menos no me sorprendería aprender- que el golpe de Estado del tres de julio, fue, en cierta medida, una producción saudita o facilitada por Arabia Saudita. Ciertamente, el rápido reconocimiento del nuevo gobierno egipcio por parte de Arabia Saudita y los EAU tras el golpe de Estado fue significativo, así como las rápidas declaraciones financieras y promesas hechas por ambos países.
 
En cualquier caso, podemos ver allí el principio de una alianza muy estrecha, lo que va a atraer a muchos de los jugadores árabes sunitas, incluyendo las monarquías más pequeñas de Bahrein, EAU, Kuwait, y probablemente también el Reino Hachemita de Jordania y la Autoridad Palestina de Cisjordania de Mahmoud Abbas. Hay también indicios de la cercanía a Sisi y, por tanto, el deseo de oponerse conjuntamente a la Hermandad Musulmana y Qatar para trabajar juntos con ese fin. Esa alianza buscará desafiar al bloque regional encabezado por Irán en un período que ahora se abre. Este fue el primer punto.
 
El segundo punto es con respecto a los acontecimientos cerca de casa. Esta emergente competencia entre los sauditas y sus diversos clientes, por un lado, y el bloque regional liderado por Irán en el otro, puede ser identificada en muchas partes de la región. Podemos encontrarlo en el norte de Yemen, Bahrein, y en alguna medida u otra en el este de Arabia Saudita. Pero es más intensa en el área que comienza en el punto más oriental de la frontera entre Irán e Irak y termina en el litoral mediterráneo. Esta tierra abarca tres estados que aún se conocen oficialmente en los mapas como Irak, Siria y el Líbano, pero (y éste es realmente el segundo punto) en realidad es el escenario de una guerra sectaria que tiene lugar a lo largo de esa frontera.
 
Así, es muy posible que ya no sea sensato hablar de una guerra civil siria o una insurgencia sunita emergente en Irak, o un estado de tensión en ciertos pueblos y ciudades en el Líbano. Tal vez todos estos conflictos deben ser vistos como producto de un solo conflicto vinculado. La evidencia empírica de esto es muy clara. Por ejemplo, recientemente hemos visto una imagen muy significativa del régimen de Assad en la ciudad de Yabrud, poniendo fin a una ofensiva de casi un año en las Montañas Qalamoun, que, por supuesto, no podría haberse logrado sin la seria contribución de combatientes de Hezbolá, con algún costo político real para Hezbolá en el Líbano.
 
Dentro de las provincias occidentales de Anbar y Ninawah en Irak, vemos el surgimiento del Estado Islámico en Irak y Siria (ISIS). Durante los últimos dos años, esa organización ha estado jugando un papel vital en la insurgencia contra Assad en Siria y ahora controla una gran parte del territorio en el oeste de Irak, incluyendo la ciudad de Faluya, el sitio de la batalla épica librada en 2005 por el Cuerpo de Marines de Estados Unidos. Hoy en día, Al Qaeda está de vuelta con el control allí. Este es otro ejemplo de la forma en la que las fronteras se están desmoronando.
 
Más al norte, vemos una sola área contigua de la soberanía de facto kurda que se extiende desde la frontera entre Irán e Irak a través del norte de Irak, y luego 200 kilómetros dentro de Siria, todo el camino hacia Ras al-Ayn y luego los otros dos enclaves en Kobani y Afrin hacia la costa mediterránea de Siria.
 
En cada uno de estos casos, se ha producido una ruptura de las fronteras y el surgimiento de un solo conflicto. ¿Por qué ha sucedido esta ruptura? La geografía es el factor clave aquí: Siria es el centro, por supuesto, de un área de tres países. Si las fronteras de Siria se desintegran, no quedan fronteras reales. La frontera sirio-libanesa ya ha colapsado, al igual que la sirio-iraquí, lo que significa que los parámetros de estos conflictos se han diluido en una sola.
 
Dentro de esa zona de conflicto, hay fuerzas apoyadas por Irán, por un lado, operando de una manera coherente y coordinada con el primer ministro iraquí Nouri al-Maliki, por ejemplo, la apertura de su aire y el espacio de tierra a la transferencia de armamento iraní a las fuerzas de Assad. Por el otro lado, hay un caótico revoltijo -el entrecruzamiento de diversas fuerzas sunitas intentando, cada uno a su manera, jugar un papel en la batalla contra Assad. En la parte sur de Siria, los sauditas están intentando construir sus fuerzas de clientes, mientras que en el norte, los turcos están permitiendo a los insurgentes yihadistas entrar en Siria para luchar en la zona de Kasab, cerca de la costa del Mediterráneo alrededor de Latakia.
 
Esto parece ser una lección objetiva sobre a dónde se dirige la región. Aún permanece como un bloque coherente, y ese bloque de países y movimientos es la coalición liderada por los iraníes. Por otro lado, hay un intento de diversas fuerzas sunnitas -siendo los sauditas la más significativa- de organizarse de forma efectiva contra las ambiciones iraníes, y de hacerlo en la ausencia percibida de cualquier patrón o liderazgo occidental.
 
Este intento está tomando una forma caótica y produciendo resultados confusos en una serie de paísesen un conflicto que se extiende por la región. Esto ha dado lugar a un alarmante incremento en la potencia de algunas de las fuerzas islamistas suníes yihadista que estaban, habíamos creído hasta no hace mucho tiempo, en un serio declive. Hasta hace poco, si alguien hubiera dicho que en 2014 surgiría un estado de facto soberano de Al-Qaeda, que absorbería grandes extensiones del oeste de Irak y partes de Siria, habría sido llamado un lunático. Pero esto es algo que ha llegado a pasar ante la sorpresa de todo el mundo.
 
¿Qué significa todo esto para Israel? En la medida en la que antes de 2011 había en la región un bloque encabezado por occidente, Israel era una especie de miembro de facto. Fue, sin duda, una membresía profundamente problemática, ya que este bloque también incluía a países que no tienen relaciones oficiales con Israel y cuyas culturas políticas son profundamente hostiles no sólo al Estado judío, sino también a los judíos; Arabia Saudita es el ejemplo clásico de esto. Pero cuando los estadounidenses se situaron en la parte superior de la pirámide, esto era algo que uno podía imaginar sucedía desde hacía tiempo. Hoy en día es mucho más difícil ver a Israel como miembro de uno de estos bloques. No va a ser miembro del emergente eje Cairo-Riad.
 
No obstante, debemos observar que la existencia de enemigos comunes permitirá a estos países seguir trabajando juntos. Tomemos, por ejemplo la coordinación de seguridad que tiene lugar en el norte del Sinaí entre Israel y las fuerzas del general Sisi. Ciertamente, todos los funcionarios con los que he interactuado enfatizan que ésta es una relación muy positiva y productiva. Me imagino que en varios otros contextos, pueden generarse relaciones similares con los sauditas, los jordanos o con cualquiera con la que se tuviera que construir.
 
Todas estas relaciones se han mantenido en el nivel más básico de cooperación de seguridad como resultado de enemigos comunes; no procederán más allá de eso. La pregunta es, ¿en qué medida esto es una tragedia? En Irlanda del Norte se solía decir: “La situación es desesperada, pero no grave”. Esa evaluación probablemente se aplica a nuestra región también. Sería bueno, por supuesto, ser amigos de todo el mundo. He viajado mucho en el mundo árabe y desearía que todos los israelíes tuvieran la oportunidad de conocerlo como lo hice yo. Por otra parte, Israel es un país exitoso capaz de defenderse a sí mismo y preparado para desarrollar relaciones más productivas y más profundas con los países más hacia el este, más allá del mundo árabe, y también más al oeste. Las condiciones en los países que lo rodean no representan un gran peligro para el futuro de la salud y la seguridad de Israel. Y esa es la situación en la que Israel se encuentra hoy en día, a pesar de que no es capaz y no será capaz, de desarrollar contactos más profundos e intensos con el mundo árabe, cuando menos no en un futuro cercano. El mundo árabe está sufriendo convulsiones históricas; nadie sabe cómo van a terminar. Cuando hay una tormenta, un capitán prudente y sensible busca un puerto seguro en el cual anclar su barco. Yo creo que esto será lo que regirá la estrategia israelí, al menos en el futuro inmediato.