Edición Nº56 - Diciembre 2021
Ed. Nº56: Masada no volverá a caer
Por Diego Chamma
Masada es tanto un sitio judío moderno como antiguo.
Los lazos de cada pueblo hacia el pasado son muy importantes, especialmente en el pueblo judío, siendo la difusión de los acontecimientos que se van revelando de la misma tierra que por siglos estuvo olvidada, un asunto de Estado. De esta manera la historia antigua se convierte en un instrumento del nacionalismo para crear conciencia de un pasado común y una memoria colectiva que cohesionan a la comunidad. La intensa y vasta labor arqueológica en Israel es muy representativa, dando a conocer los restos de un pasado que, según sea interpretada por los investigadores, puede llegar a ser más o menos mítico.
Uno de los lugares turísticos más visitados en la tierra de Israel es Masada, una gran fortaleza construida por el rey Herodes durante el primer siglo a.e.c. con dos imponentes palacios, complejos de baños termales, piscina y grandes depósitos de almacenamiento de alimentos, entre otras cosas. El lugar fue ocupado por el último grupo rebelde resistente a los romanos durante la gran rebelión (66-70 e.c) donde de acuerdo con Flavio Josefo, única fuente que disponemos, son Sicarios quienes resistieron heroicamente para luego suicidarse con tal de no recibir el castigo Romano.
¡Masada no volverá a caer! El grito del poema de Ytzjak Lamdan, escrito en 1927, parece imponer una orden sobre los dos mil años en los que este evento estaba olvidado o aún desconocido. Nada se comenta en la literatura rabínica acerca de Masada, tal vez porque desde sus páginas los rabinos no querían escribir ni recordar historia o eventos históricos. El autor del poema lo escribe en un contexto que él interpreta similar al del pequeño grupo rebelde frente a los romanos. El pequeño Yishuv, rodeado por las fuerzas árabes, es el último bastión al que aferrarse para mantener la esperanza sionista. En medio de la fatalidad brilla un rayo de esperanza, el poema tuvo un éxito sin precedentes.
En Masada observamos dos realidades distintas: por un lado, los hechos sucedidos allí en torno al 73-74 e.c., y por el otro, la narrativa propiciada por el Estado de Israel, que de acuerdo con Bernard Lewis, si bien no fue propuesta directamente, supo aprovechar y convertir en culto nacional el suceso descrito en las páginas del considerado “Traidor” historiador judío Romano.
Para comprender mejor este proceso debemos ver y analizar el contexto. La costumbre de respetar los derechos locales de los territorios que conquistaba obligaba a Roma a acatar la Torá, reconocida como la ley judía y referida a la vida civil y religiosa sin diferenciarlas.
Las contradicciones que emanaban de la Torá frente al mundo romano, sumadas a los anhelos y deseos de independencia de pequeños grupos que levantan y enarbolan ideas mesiánicas latentes en los últimos siglos, justifican el accionar de estos pequeños pero aguerridos grupos, quienes con total fe y entrega no tienen problemas de enfrentarse a Roma. En este contexto es escrita la única fuente que llega a nuestras manos, “Las Guerras Judías” de Flavio Josefo, que fue conservada por el Cristianismo y en realidad fue escrita posteriormente a los hechos una vez instalado en Roma, con Jerusalén y su Templo en ruinas. Sus conceptos principales, influenciado por escritores clásicos como Tucidides y Polibio, parecieran advertir sobre lo inútil que es enfrentarse al poder Romano. Un claro ejemplo de esto es cuando Josefo le declara a Vespasiano que será el nuevo Cesar, pasando a ser una herramienta del Dios de Israel. A pesar de su apologética al judaísmo, el escrito le quita a los romanos la responsabilidad de la guerra, y pone la trágica derrota en manos en una minoría extremista formada por Zelotes y Sicarios.
Dentro de este contexto, Josefo nos relata sobre Masada, basado seguramente en los “comentarii”, que el asedio no habría durado tres años, sino de dos a tres meses. Según cuenta, un grupo de Sicarii, dirigidos por un tal Menajem, tomaron la fortaleza de Masada. Un pequeño grupo de esta facción es expulsado de Jerusalén y consigue huir a la fortaleza con Eleazar ben Yair a la cabeza. Una vez terminada la revuelta, el nuevo procurador de Judea Flavio Silva se dirige hacia Masada, y hace las cosas al estilo romano, rápido y efectivo. Al ver que no quedaba esperanza, el líder de los rebeldes lanza dos arengas, convenciendo a sus seguidores de cometer suicidio. En realidad solo los últimos se suicidarían, ya que ellos se harían cargo de sus familias. Una mujer anciana y otra joven, junto a sus cinco hijos, relatan lo acontecido merced a haberse escondido.
Según Tessa Rajak, buena parte de lo relatado podría aceptarse como cierto, por la dificultad que implica la creación de ficción tan perfecta. Esta presentación heroica del episodio de Masada por parte de Josefo puede considerarse como un contrapeso final frente al absoluto triunfo de los romanos sobre los judíos en el 70-71. e.c. Algo así como una compensación para sus compatriotas “¿en la diáspora?” ante la humillación y la derrota infligidas por los romanos: la obra literaria necesitaba un final que no fuera el de la destrucción.
El destierro del pueblo judío tras la destrucción del templo y del Estado transformó la propia imagen del judío y su reflejo en la historiografía. Mas la continuidad se preservó tanto en la lengua y la escritura como en el recuerdo y la conmemoración. Los rabinos fueron no sólo los suplantadores sino también los custodios y herederos de la antigua tradición a la que adscribieron su propia legitimidad.
Me gustaría agregar la teoría propuesta por el profesor Shlomo Sand quien defiende la idea de que no hubo deportación alguna del pueblo judío de su tierra, entre otras cosas por una razón meramente práctica: los romanos no tenían la costumbre ni los medios necesarios para hacerlo.
No es casual que a partir de la destrucción del segundo Templo, poco se alude a los eventos históricos en la literatura judía. Así, el interés judío por la historia presentan fases diversas. En el Antiguo Testamento reviste primordial importancia su carácter histórico para remarcar su ideología religiosa.
La época del segundo Templo trae aparejado un rotundo cambio de actitud, los rabinos quedan como dueños indiscutibles de la situación, afirmando la legitimidad en la tradición, defendiendo su autoridad. El interés de la literatura rabínica no es la historia propiamente dicha, antes más bien expresa por ella cierto recelo. La explicación, según Bernard Lewis, se encuentra en que uno de los principios básicos de la historiografía es el de ofrecer garantías de autoridad y dentro del judaísmo, la autoridad la conforman los rabinos.
Durante la edad media, la literatura historiográfica judía, es pobre y dispersa, no hay un enfoque hacia una nación, un Estado, pero sí lo hay hacia una idea bien plasmada en la literatura rabínica, que hasta promueve un rechazo hacia su escritura, por ejemplo en los dichos de Rambam, (Maimónides).
La historiografía judía tal vez comienza en el renacimiento, con el interés por saber propio del humanismo. Los nuevos letrados eran en su mayoría rabinos y judíos devotos, pero además eran europeos del siglo XIX, especialmente alemanes, entre ellos Jost y Graetz, y comienzan a escribir bajo su contexto historiografía hebrea, no solo a través de obras eruditas sino también a partir de la novela biográfica. Sus protagonistas eran los continuadores de Yavne, con Rabi Iojanan ben Zacai y su episodio frente a los romanos, pero a raíz de la aparición del sionismo fue operándose un cambio gradual, la búsqueda de raíces, afianzar la identidad nacional, rehacer el marco histórico dentro de un territorio que definiera al Estado de Israel.
No es de extrañar que con el advenimiento del sionismo y el establecimiento del Estado, las obras de Josefo hayan vuelto a leerse con sumo interés. Especialmente lo sucedido en Masada se convirtió en un símbolo de la resistencia y el heroísmo judíos, un elemento central de la memoria colectiva israelí. Muchos historiadores y sociólogos la han denominado “la Narrativa de Masada”, que resumida en pocas líneas, podemos observar algunos sutiles cambios con la fuente original: los sicarii pasan a ser Zelotes, supervivientes del asedio a Jerusalén, quienes se instalan en Masada y convencidos por su líder deciden luchar hasta el final. El suicidio se ignora o se sugiere, especialmente por los problemas que esto presenta en la religión judía. El mensaje claro es que el israelí debe estar preparado para sacrificarse por la nación, para que un Holocausto, o un nuevo Masada no vuelva a ocurrir.
El “padre” de la arqueología bíblica israelí, Yigael Yadin, a partir de la independencia de Israel lidera una actividad arqueológica bajo el auspicio del joven Estado y el primer ministro Ben Gurión, y conforman el “círculo Bíblico” con el objetivo de apropiar la historia en toda la región, excavando con una herramienta en la mano y el Tanaj en la otra, interpretando los hallazgos validando lo relatado en el texto. Ya en los años 30, Shemaria Gutman intenta poner el tema sobre los movimientos juveniles y en 1932 alcanza la cima de Masada. A su vez excavó en el Golán la ciudad de Gamla, que curiosamente Josefo describe como una ciudad que presenta dura resistencia a los romanos, y muchos de sus habitantes eligen lanzarse por el escarpado con tal de no aceptar la servidumbre romana. No es sino con las grandes excavaciones llevadas a cabo por Yadin en Masada, entre 1963-1965, donde el Estado dice presente de manera muy particular al darle sepultura con honores militares dirigidos por un Rabino oficial al descubrimiento polémico de 25 cadáveres, junto al hallazgo de 11 ostracas con inscripciones en hebreo donde una puede leerse “Ben Yair” adjudicando (sin total seguridad) por parte de Yadin en su libro Masada; Herod’s Fortress and the Zealots´ Last Stand, al sorteo realizado por los últimos jefes de familia previo al final y su correspondiente suicidio. Es importante remarcar el título del libro, donde los sicarii brillan por su ausencia, la propiedad es de otros.
Toda esta nueva narrativa se ve expresada en el discurso de Yadin en su libro, unida a la costumbre militar de jurar fidelidad al Estado por una de las unidades más importantes del ejército israelí, la ascensión de grupos escolares completando el ciclo educativo de adoctrinamiento, al escuchar el último discurso de Ben Yair en la cima, generalmente en el amanecer o al crepúsculo. La parte religiosa dice presente al realizar ceremonias rituales en la sinagoga de Masada.
Como mencioné anteriormente, en los años 80’ del siglo XX los investigadores comienzan a ver diferencias entre el relato de la única fuente y la narrativa “oficial”, el ejemplo del cambio de los Zelotes por los Sicarios, que la narrativa omite que estos rebeldes antes de llegar a Masada masacran a la población de Ein Guedi, tal cual narra Josefo, tal vez en busca del “Shemen Apharsemon” cultivo de la zona, muy preciado por los romanos.
La autora Marina Diaz hace mención en su artículo a una tercera narrativa o contranarrativa sobre Masada, que hace foco en Jerusalén instantes previos al final, donde el líder rabínico Rabi Iojanan ben Zakai responde de manera muy diferente a estos extremistas, dialogando con el futuro emperador, saliendo de la ciudad en un ataúd debido a que los rebeldes no permitían salir del sitio a nadie con vida, pidiendo, tal vez suplicando, un lugar donde erigir la continuidad judía. Esta vez basada en contra del fanatismo religioso, el militarismo mesiánico y el absolutismo ideológico que ve en sectores sociales del actual Israel peligros paralelos con la religiosidad irracional de los zelotes/sicarii.
Podemos observar el importante lugar que ocupó y sigue ocupando Masada en la memoria colectiva israelí, reforzando la soberanía judía en Israel en una sociedad resquebrajada por sus múltiples fracturas no solo de índole laico-religiosa.
Más allá de que el judaísmo siempre ha sido una religión con gran vocación comunitaria, es excluyente con los no creyentes. Los seguidores de la tercera narrativa sobre Masada ven esta negación de Israel a convertirse en un Estado laico donde todas las comunidades estén representadas, como un peligroso acercamiento a las posiciones fanáticas de los defensores de Masada. Mientras las narrativas sobre Masada siguen funcionando, en los últimos años han aparecido numerosas opiniones negativas sobre el suicidio de los sicarii, si tenemos en cuenta los paralelismos que la sociedad israelí puede establecer entre éste y el terrorismo inmolador islamista.
De acuerdo con sociólogos el punto de inflexión en la sociedad puede verse marcado luego del asesinato del primer ministro Itzjak Rabin en noviembre de 1995, perpetrado por un judío “Zelote” ortodoxo radical. Entonces los guías de turismo de Masada comenzaron a cambiar el discurso y la manera de presentar el relato acerca del celo religioso. A partir de los años 90’ el concepto esbozado por los zelotes durante el sitio a Masada cambia radicalmente, ya que la sociedad israelí, comienza a entender que Rabin fue asesinado por un fanático, por lo tanto, no podía funcionar para ellos celebrar la historia sobre el fanatismo religioso, que culmina en un suicidio en masa. En otras palabras, lo que una vez fue una historia clara de heroísmo ahora parecía una historia compleja sobre los ideales del sionismo. ¿Cuán lejos es aceptable llegar por una causa?
Masada continúa siendo un importante relato en un nuevo frasco, un test de auto conciencia que debe atravesar a la sociedad israelí y al judaísmo en general, pudiendo interpretar la historia de diferentes maneras según la ideología o inclinaciones políticas. Masada se transforma en una ventana al presente judío, nuestra política está siendo interpretada por israelíes y por judíos diaspóricos que se presentan y hacen sus ceremonias en este lugar. Es por ello que es una poderosa historia.
La forma en que la sociedad israelí percibe este relato y lo transmite ha ido cambiando con el tiempo en función de la situación política, pero existe un sustrato en la identidad nacional que habla de Masada como un episodio heroico, a pesar de la existencia de narraciones alternativas. En cualquier caso, lo que se pone de manifiesto, en este caso como en otros, es la relevancia que para el presente sigue teniendo el pasado. Los nacionalismos siempre han recurrido a él para argumentar y brindar utilidad política del pasado para justificar comportamientos y actuaciones del presente. Así vemos que la historia no solo es útil para entender el presente, sino en muchos casos para justificarlo y legitimarlo.
En mi opinión, son varias las implicaciones educativas que podemos comprender y algunas modificar. Los planes combinados de estudio y turismo a Israel, para las instituciones educativas de la diáspora, mantienen una impronta sionista a la vieja usanza, y realizan la subida a Masada por la rampa para llegar al amanecer, donde el guía lee parte del “discurso” de Ben Yair, en algunos casos como si estuviera presente el mismo líder en el lugar. Si fuese presentado como la creación de Josefo, quien no estuvo presente y que con el objeto de enriquecer sus escritos hace uso de recursos literarios, como lo hacen hoy en día los escritores, se acercaría más a la verdad.
Desafortunadamente, vivimos en una sociedad donde la pertenencia es más importante que la verdad. Sin embargo, como educadores debemos perseguir la segunda, no con el objetivo de romper tradiciones o dejar de visitar el lugar, sino para al comprender las implicancias: entendamos que el fanatismo conduce a acciones que no tienen vuelta atrás.
Los valores actuales no implican al heroísmo en el contexto de una causa perdida. No es héroe aquel que haya dado su vida por sus principios. Puede ser que lo sea, pero el heroísmo en estos tiempos radica en tender puentes entre los estamentos concebidos y estructurados y los nuevos, donde la tolerancia, la igualdad en las pretensiones, religiosas, étnicas y político territoriales tengan su lugar, sin importar el relato transmitido en un momento y lugar.
Un caso para nombrar es el del Rabino Benny Lau, quien está haciendo grandes esfuerzos por unir los quiebres de una sociedad religiosa que no puede escuchar acerca de diversidad sexual. Lau declaró “No es bueno que el hombre esté solo” para legitimar según él las relaciones con el colectivo LGTB.
En lo personal, despierto gran emoción por Masada, donde tuve la oportunidad de excavar en el año 1998, junto a Doctor Guy Shtibel, en un corto pero intenso periodo de tiempo, bajo la autoridad del gran Prof. Ehud Netzer Z”l. Todas las mañanas subiendo por la misma rampa, debo reconocer que la narrativa sionista se hace muy presente, asi como por las noches observar y escuchar el espectáculo de luz y sonido. También he presenciado espectáculos culturales en el anfiteatro artificial de la zona oeste. ¿Cómo deconstruir la narrativa? Tal vez presentándola como lo que fue. El heroísmo de aquellos que recibieron el relato sirvió para reforzar y acompañar una epopeya necesaria en la creación y consolidación del Estado. Hoy debemos cuidarnos de que ese espíritu que contagió y logró envalentonar a muchos no justifique a aquellos quienes se creen dueños de la verdad, y mantienen un monopolio y el poder de decisión sobre cuestiones religiosas, culturales y políticas desplegadas en un radical extremismo.
El repaso y la relectura de la historia revisada, debería generar en primera medida, la posibilidad de problematizar concepciones que traemos en nuestro bagaje, preconceptos transmitidos cultural y políticamente.
Debemos motivar e incitar a que nuestros alumnos por lo menos se los cuestionen, no en términos de buenos y malos, con mucha más profundidad en cuanto a los objetivos del momento, despiertos en todas las culturas que buscan forjar aún hoy su identidad. Porque Masada es tanto un sitio judío moderno como antiguo.