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22 de noviembre de 2022 - vaticano

Palabras del Presidente del Congreso Judío Mundial, Ronal Lauder, ante el Papa Francisco

Ronald S. Lauder es Presidente del Congreso Judío Mundial, la organización internacional que reúne y representa a más de 100 comunidades judías alrededor del mundo. Durante la reunión del Comité Ejecutivo que tuvo lugar en el Vaticano el 22 de noviembre de 2022, y frente al Papa Francisco, Lauder inauguró la iniciativa Kishreinu. 

Su Santidad:

En nombre del Congreso Judío Mundial, y de los miembros de comunidades judías de todo el mundo, le agradecemos por recibirnos con tanta calidez. Asimismo por su continua amistad y por encima de todo, por su enérgica postura contra el antisemitismo y el odio hacia los pueblos.

Creo que lo que estamos haciendo juntos hoy es muy importante no sólo para católicos y judíos, sino para todo el mundo.

Recordamos cómo un documento –Nostra Aetate– cambió la relación entre la Iglesia Católica Apostólica Romana y el mundo judío.

Y ofreceremos la respuesta judía a Nostra Aetate con Kishreinu.

Kishreinu es la palabra hebrea que significa “nuestro vínculo”. Y solidificará los fuertes lazos que existen entre nuestros pueblos. Al mismo tiempo, servirá de guía para que toda la gente, de todas las religiones, viva en paz.

Lo que lo torna aún más importante es que proviene de un pasado difícil.

Un pasado que no olvidamos. Un pasado que no ignoramos. Pero un pasado que es pasado -y juntos, miramos hacia adelante.

También somos realistas y sabemos que el mundo presenta desafíos constantes, y citaré del último párrafo de Kishrenu:

“Del mismo modo en que ustedes están luchando contra el antisemitismo, estaremos a vuestro lado en todo ataque contra el catolicismo”.

Nos esperan muchos desafíos, pero los enfrentaremos juntos y lo que hacemos hoy aquí convertirá a nuestro mundo en un lugar mejor para nuestros hijos.

Nuestros hijos, nuestros nietos, y todas las generaciones futuras de todas las confesiones.

Le agradezco. Le deseo lo mejor. Y que Dios bendiga a toda la gente de nuestras dos religiones. Gracias

 

Discurso de apertura de Ronald Lauder de la reunión del Comité Ejecutivo del Congreso Judío Mundial

Ciudad del Vaticano, 22 de noviembre de 2022

 

Cardenal Koch,

Sra. Presidente de la Comunidad judía de Italia – Noemi di Segni,

Representantes de las comunidades judías del mundo,

Sus eminencias:

Sus excelencias:

 

Permítanme comenzar diciendo lo siguiente…

Como presidente del Congreso Judío Mundial que representa a 100 comunidades judías del mundo, les agradecemos esta cálida y amable bienvenida.

Si bien somos conscientes de la importancia histórica de este día en el que por primera vez en 2000 años el Vaticano acoge a una organización judía internacional en este lugar simbólico, quizás más importante aún es que comprendemos el profundo significado que subyace a los eventos de hoy y el motivo por el que estamos aquí.

Con Nostra Aetate, la Iglesia Católica comenzó por reconocer ciertas verdades básicas: que todas las personas se acercan a medida que los lazos entre nosotros se fortalecen.

Las emotivas palabras de Nostra Aetate llegaron con estas verdades universales:

Que todas las religiones tienen dificultades con los mismos misterios de la vida:

  • ¿Qué significa ser humano?
  • ¿Cuál es el propósito de nuestras vidas?
  • ¿Qué es el pecado?

Todos enfrentamos la muerte y las preguntas eternas que la suceden.

Nostra Aetate le dijo al mundo que los lazos que nos unen como seres humanos son mucho más fuertes que aquello que nos separa.

Desde 1965, esos lazos, esos vínculos, se han fortalecido. Y lo han hecho gracias a lo que comenzó aquí en el Vaticano hace 60 años.

A otro nivel, Nostra Aetate fue incluso más específica. Su redacción fue directa y clara en cuanto a la relación entre la Iglesia Católica Apostólica Romana y el pueblo judío. Afirmó lo siguiente para que el mundo lo escuchara:

El odio, las persecuciones, las exhibiciones de antisemitismo, dirigidos contra los judíos no eran aceptables.

En ningún momento y por parte de nadie.

Ese mensaje atravesó el mundo como un rayo y la respuesta en las comunidades judías fue un destello de tremenda gratitud.

Todos los Papas posteriores han reafirmado y extendido estas palabras. El Papa Juan Pablo II promovió el diálogo entre nuestros pueblos.

El Papa Benedicto XVI habló del diálogo continuo de reconciliación y cooperación.

El Papa Francisco ha contactado continuamente al pueblo judío, y nuestra presencia hoy aquí, es un indicio más del fuerte compromiso del Papa con la reconciliación.

Todo esto viene después de siglos de violencia dirigida contra las comunidades judías simplemente porque nosotros, los judíos, elegimos creer en nuestras tradiciones.

La violencia comenzó en la Antigüedad, continuó en la Edad Media, y llegó a un crescendo durante mi vida, en la década de 1940, con un evento que conmociona al mundo hasta el día de hoy.

Tristemente, en muchos lugares del mundo vemos hoy un aumento del odio hacia los judíos, que se asemeja en gran medida a lo que hemos visto antes.

Esta es una razón más por la que los judíos agradecen el apoyo de la Iglesia Católica y del Papa Francisco.

Dos décadas después del Holocausto, la Iglesia Católica, una vez y para siempre, declaró inaceptable el antisemitismo- “en cualquier momento y por parte de cualquiera” -y por eso, el pueblo judío le agradece.

También quisiera recalcar la importancia de la apertura de los archivos del Vaticano a los investigadores por parte del Papa Francisco, para que se pueda conocer la historia de la Iglesia durante el papado de Pío XII.

Es sólo a la luz de la verdad que la reconciliación puede comenzar genuinamente.

Es la manera mejor y más justa para que nuestras religiones avancen juntas.

El pueblo judío tiene una enseñanza rabínica tikun olam que plantea que es nuestra tarea reparar el mundo para que sea un lugar mejor para toda la gente y las futuras generaciones.

Creo que lo que la Iglesia Católica demostró y lo que el Papa Francisco ha reforzado, incorpora las enseñanzas de tikun olam.

La Iglesia Católica ha ayudado a reparar el mundo convirtiéndolo en un lugar mejor para toda la gente.

No puedo dejar de imaginar qué hubieran pensado nuestros antepasados de los últimos dos milenios sobre lo que está ocurriendo hoy:

Que la Iglesia Católica Apostólica Romana reciba al Congreso Judío Mundial aquí en este famoso salón, una comida Kasher servida en el Vaticano. Estoy seguro de que estarían gratamente sorprendidos.

El judaísmo es una religión basada en la comunidad. No tenemos jerarquías. Nadie habla en nombre de todo el pueblo judío.

Lo que une a los judíos es nuestra fe en Dios, nuestra Torá, nuestro Talmud, y nuestra preocupación por el prójimo. En épocas tanto de alegría como de problemas.

También nos une nuestra tierra, decretada por Dios a Moisés.

Israel es absolutamente vital para el pueblo judío debido a nuestras raíces históricas, ya que nuestros antepasados construyeron el templo allí porque el Rey David instituyó su capital en Jerusalén, donde sigue estando hasta la actualidad.

Los aquí presentes estamos ansiosos por promover nuestro vínculo con la Iglesia Católica.

Hoy lanzamos el proceso de Kishreinu, la palabra hebrea de “nuestro vínculo”.

Es el comienzo del proceso colectivo en el cual cada comunidad ofrecerá su aporte, se completarán a la brevedad, y se presentarán al Papa en una fecha posterior.

Kishreinu refuerza el futuro común de nuestros pueblos, e introduce una nueva etapa en el vínculo católico-judío.

Este vínculo ha crecido en las comunidades locales de todo el mundo durante mucho tiempo.

Mucho antes de esta ocasión más formal, las comunidades locales judías y católicas se acercaron.

En Nueva York, he trabajado con sus Cardenales en reuniones privadas y en eventos públicos durante más de 40 años.

Nunca olvidaré al Cardenal O’Connor que conmovió con sus palabras, cuando en 1988 participamos juntos en un evento para conmemorar el 50° aniversario de la Noche de los Cristales Rotos.

“¡Quien quiera romper una ventana”, nos dijo el Cardenal, “que venga y rompa mis ventanas, porque esta noche, yo soy judío!”

Y si bien los católicos deben proteger a los judíos, los judíos también deben librar de daño a los católicos y a todos los cristianos.

En 2014, escribí un artículo en el New York Times, cuando me sentí frustrado porque nadie salía en defensa de las comunidades cristianas que estaban siendo devastadas en partes de África y de Medio Oriente.

El título del artículo era: “¿Quién se alzará en defensa de los cristianos?”

La gente preguntaba, ¿Por qué está planteando esta pregunta el presidente del Congreso Judío Mundial?

Mi respuesta: ¿Y quién mejor que él para hacerlo?

Si es lo correcto, ¿qué importa quién lo dice?

Otro ejemplo excelente de esta camaradería local lo encontramos aquí mismo, en este salón. Involucra al Papa Francisco y a uno de nuestros miembros que está hoy aquí.

Cuando Jorge Bergoglio era obispo de Buenos Aires, contactó a nuestra comunidad judía local y se convirtió en amigo cercano de nuestro joven líder, Claudio Epelman.

Esta amistad no estaba dirigida por la Iglesia Católica ni por el liderazgo judío.

Se trataba simplemente de dos seres humanos. Si, que profesaban diferente fe. Pero dos seres humanos que compartían los mismos valores, que se deseaban mutuamente el bien, y francamente sentían aprecio mutuo.

¿Acaso no es esa la base de cualquier amistad? Y ésta se mantiene hasta la actualidad.

Honestamente, esto ocurrió miles de veces en todo el mundo, rabinos y sacerdotes y laicos, trabajando juntos en épocas de crisis y también en épocas de calma.

El Papa Francisco es el ejemplo principal de nuestro compromiso universal con un futuro mejor.

En algunos países, en algunas parroquias locales, Nostra Aetate ha ido más allá que en otras, y esperamos que las palabras del Papa se implementen por doquier.

Hay una razón más por la cual la oportunidad de este evento es tan importante.

Se produce en una época de crisis social, de guerra, y de gente que se aleja de sus religiones.

Vemos los resultados de este éxodo de la religión organizada, y no son buenos.

El hecho concreto es que la gente necesita las bases morales que la religión aporta, porque cuando abandonamos las reglas milenarias que han servido de guía a los seres humanos durante miles de años, con demasiada frecuencia la gente encuentra un rumbo a seguir en nuevas causas que no son justas ni piadosas.

Los judíos y católicos comparten los mismos códigos morales que se encuentran en las 10 reglas básicas de la vida que Dios dio a Moisés en el monte Sinaí.

Si la gente pudiera simplemente respetar estos 10 mandamientos, sus vidas y las vidas de otros serían tanto mejores.

Compartimos incluso más.

Compartimos el deseo de todas las religiones, de todos los hijos de Dios, de vivir juntos en paz y armonía. Todos nosotros -judíos y católicos- tenemos un futuro común.

Construiremos ese futuro juntos en pos de una coexistencia más profunda, más estrecha, y mejor, para todo el mundo.

Dejamos atrás un pasado difícil. No hacemos caso omiso de él. No olvidamos. Pero miramos hacia adelante, juntos. Y nada podría ser mejor para los hijos de Dios que vivir juntos en paz, en armonía, y en la casa del Señor, por siempre.

Finalmente, hablo aquí como presidente del Congreso Judío Mundial.

Pero si me lo permiten, por un momento, les hablaré como norteamericano.

Todo norteamericano de una cierta edad tiene la fecha de hoy grabada por siempre en su memoria.

Precisamente en este día, 22 de noviembre de 1963, fue asesinado nuestro querido presidente, John F. Kennedy.

El Presidente Kennedy fue el primer católico apostólico romano elegido Presidente de Estados Unidos.

Fue elegido con uno de los márgenes más reñidos de toda la historia norteamericana, y recibió el amplio apoyo de la comunidad judía norteamericana que ayudó a su elección.

Todos los norteamericanos, tanto judíos como gentiles, lloraron la muerte del presidente Kennedy. Los católicos de todo el mundo estuvieron de duelo.

Pero creo que el Presidente Kennedy estaría complacido si supiera que tantos años más tarde, la comunidad judía y su iglesia Católica Apostólica Romana están sentadas aquí, juntas, como hermanos y hermanas, en el Vaticano, creando una nueva alianza para beneficio de toda la humanidad.

Como dijo una vez el Presidente Kennedy: “En el análisis final, todos habitamos este pequeño planeta. Todos respiramos el mismo aire. Todos valoramos el futuro de nuestros hijos”.

Les diré, como hombre que representa a 100 comunidades judías del mundo, que lo que estamos haciendo hoy aquí, refuerza dicha creencia.

Hacemos esto por nuestros hijos y nuestros nietos.

Lo hacemos por todas las generaciones futuras.

Reparamos el mundo, no para nosotros, sino para ellos y pedimos la bendición de Dios al dar estos pasos juntos.

Muchas gracias y que Dios los bendiga.