Coloquio

Edición Nº63 - Diciembre 2023

Mujeres que se sustentan a sí mismas: Rachel Auerbach, Joan Ringelheim, y en sus nombres tantas mujeres más

Por Magdalena (Mado) Reznik

 

Me parece que los problemas que atañen  a las mujeres en tanto  mujeres y a los hombres en tanto hombres tienen una intensidad especial en una situación extrema como el Holocausto. –Yehuda Bauer

¿Quién va a hablar por nosotros? La famosa pregunta lanzada al futuro por Oneg Shabbat (el archivo creado durante el gueto de Varsovia), comenzó a conjugarse también  en género mujer. Oneg Shabbat y los grupos de auto ayuda en el gueto contaban con la presencia de muchas mujeres en importantes cargos. Emanuel Ringelblum, el historiador que organizó y coordinó esa enorme misión, lo dejó por escrito: “El futuro historiador deberá dedicar una página a la mujer judía en la guerra. Ella llenará una página importante en la historia judía por su coraje y resiliencia. Gracias a ella, miles de familias lograron sobrevivir al horror de aquellos días” (1).

 

Rachel Auerbach (1899-1976), una de las sobrevivientes de Oneg Shabbat, puso todo su esfuerzo para garantizar que se recordara a las víctimas por quienes fueron y no sólo por cómo murieron. Esta concepción, tan avanzada para su época, intentaba no revictimizar y dejar un aviso en un horizonte de “futuro anterior” (2).  Ya durante la guerra sus ideas eran muy precisas: “Con cada ser humano que muere, muere un mundo entero. La conciencia de este hecho debe convertirse después de esta guerra en un nuevo lema del pacifismo y en un nuevo retorno al reconocimiento del individuo, tan pospuesto durante el totalitarismo actual en favor de lo abstracto de la colectividad. Con la muerte de un polaco, un alemán o un ruso, muere todo un mundo, que existe en diferentes variantes. Con la muerte de cada nuevo superviviente del Holocausto de los judíos polacos, muere su conocimiento. Muere una especie. Muere el conocimiento de sus experiencias más importantes, incluida la experiencia del Holocausto”(3). 

 

Terminada la guerra, su actividad fue imparable. Para Auerbach era fundamental encontrar los archivos enterrados. «No descansaré y no dejaré descansar [a los líderes judíos] hasta que se encuentren” (4). En 1946 participó de las excavaciones de las ruinas del Gueto en la búsqueda del legado de Oneg Shabbat. Esto permitió localizar gran parte del archivo. También fue una de las  fundadoras de la Comisión Histórica Central Judía en Polonia y recorrió gran parte del país en ruinas buscando testimonios. Su trabajo En los campos de Treblinka de 1947 fue el resultado de su visita al Lager en 1945 como miembro de una delegación gubernamental polaca.   

 

En su doble calidad de víctima e historiadora, Auerbach abría el difícil camino tanto en la historiografía de la Shoah como en la legislación internacional de incluir el testimonio de las  víctimas. No sólo se mantuvo fiel a los objetivos de Oneg Shabbat (“Todo debe quedar registrado sin omitir ningún hecho. Y cuando llegue el momento –como seguramente sucederá– que el mundo lea y sepa lo que han hecho los asesinos” (5)), sino que también introdujo una cuña conceptual en el desarrollo de la jurisprudencia internacional. 

 

Fiel a su proyecto, trabajó junto a Rafael Lemkin, el jurista que acuñó el concepto de genocidio. Ambos prepararon un trabajo para el Juicio de Nuremberg, en el que Auerbach ofreció dar testimonio por primera vez, exigiendo establecer su credibilidad en las formas reconocidas por la ley. Se presentó a sí misma como testigo presencial de los crímenes nazis y declaró: “Baso mis conocimientos en este caso sobre la experiencia personal mientras vivía en el gueto judío en Varsovia, sobre conversaciones con testigos presenciales y sobre lecturas auténticas de documentos relacionados con las prácticas de ocupación alemanas” (6). La importancia de esta concepción radicaba en la posición de las víctimas judías, en su capacidad para oponerse a la barbarie nazi con los ojos puestos en los juicios que se realizarían (7). “Durante la ocupación trabajé también en archivos judíos secretos relacionados con el tratamiento de la población judía por los alemanes en donde realizamos varios estudios sobre este tema”, expresa Auerbach para que no queden dudas (8).

 

Auerbach, la superviviente, la historiadora, la que dirigía una de las cocinas del Gueto de Varsovia, produce este legado, desdibujando avant la lettre la línea entre el historiador como experto y única voz autorizada y la víctima-testigo. En ese momento histórico se abría un nuevo campo jurídico: el de las atrocidades: “El campo [de la investigación jurídica de atrocidades] a menudo se dejaba en manos de aficionados y recientes académicos, entre ellos un par de mujeres expertas como (…) Auerbach –que estaban confinados a los espacios periféricos de la ley de política internacional, situado en la intersección del lobby político, la documentación, y la historia pública. Aunque una luminaria académica como Hannah Arendt ridiculizó al personal (predominantemente masculino) del Instituto de Asuntos Judíos por su minucioso trabajo documental (porque esto sólo produciría toneladas de periódicos en lugar de ´ganar una guerra´)”(9).

 

A partir de 1951, Auerbach se instala en el recién erigido Estado de Israel en el que continúa en darle forma y materialidad a su concepción del rol de los testigos. Ingresa a Yad Vashem, donde establece y perfecciona el Departamento de Recogida de Testimonios. Dentro del desarrollo de la institución, Auerbach mantuvo una postura firme en relación a la participación necesaria de los sobrevivientes. Durante su largo período de trabajo, se enfrentó constantemente con otras posturas teóricas y metodológicas sin desanimarse ni dejar de bregar por sus ideales teóricos.

 

Llegado el momento del juicio a Eichmann en 1961 participó activamente promoviendo su concepción: los testigos sobrevivientes debían estar en primer lugar, otorgándoles un rol de agentes y sacando la carga de la prueba de los documentos nazis. Así se lo trasmitió al fiscal general Hausner. Auerbach trató de organizar el orden de la presentación de los testigos sobrevivientes. Atendiendo a la definición de genocidio, propuso mostrar la relevancia del aspecto cultural. Sin embargo, la estrategia de la fiscalía prefirió centrarse en los testigos que habían combatido con armas. Los héroes silenciosos de Auerbach, que resistieron en el gueto principalmente de manera espiritual y material, pasaron a un segundo plano. ¿Cómo podía dejar que se olvidara lo que quedó registrado en el archivo Oneg Shabbat?: “En el trágico caos destructivo de nuestros días, sin embargo, en nuestra vida actual podemos observar destellos de actividad creativa, el lento desarrollo y nacimiento de fuerzas que están construyendo una base para el futuro” (10). Este caso la hirió y se sintió traicionada en sus ideas. Tiempo después confesó que (durante su propio alegato) estaba tan nerviosa e irritada que no pudo testificar adecuadamente. En una de sus cartas, escribió: “Estoy profundamente herida y no me recuperaré ni fácil ni rápidamente” (11).

 

Una vez más, Auerbach y su concepción quedaron relegadas. Gideon Hausner, en el libro publicado años después, sólo mencionó brevemente las ideas que aportó Auerbach al juicio a Eichmann (12). Sin embargo, nada de todo esto la desanimó. Continuó su labor hasta jubilarse en 1968. Nunca dejó de preocuparse por el enorme legado que significaban los testimonios de los sobrevivientes, no sólo desde el punto de vista jurídico-político, sino también en cuanto a la posibilidad de catarsis (desvictimizándolos), y a cuestiones metodológicas  que marcaron el modo de investigación propias de su campo. 

 

La postura de Auerbach ha sido de una importancia sustancial: las víctimas, en su rol de testigos (en juicios y en repositorios), pasaban a ser agentes de la historia. Este giro fue fundamental dentro de la historiografía al transformarlos en documentos fundamentales, convertirlos en actores de su propias vidas y simultáneamente otorgarle a la Shoah profundidad de campo. 

 

Con el paso de los años las diversas olas feministas marcaron una cuña en los estudios y análisis sobre el Holocausto. A comienzos de la década de 1980 comenzaron a emerger las preguntas que surgían entre investigadoras y sobrevivientes. En Estados Unidos, Joan Ringelheim ( 1939-2021) se preguntó dónde estuvieron las mujeres durante la Shoah. Junto con otras académicas comenzó a desglosar este campo (13) y a destacar que hasta ese momento los análisis habían sido neutros en cuanto al tema de género. 

 

La ola de rechazo no tardó en llegar, incluso de otras intelectuales, como Cynthia Ozick, quien no dudó en sostener que Ringelheim estaba realizando la pregunta moralmente equivocada, ya que conducía a erradicar a los judíos de la historia, de manera similar a como lo hacían los revisionistas. Ozick sostenía que “(…) a las mujeres les pasó, y es sólo un detalle que las mujeres eran judías. (…) Su proyecto [el de Ringelheim] es, en mi opinión, una falsedad ambiciosa…. El Holocausto les sucedió a víctimas que no eran vistas como hombres, mujeres o niños… sino como judíos” (14). Pero el así llamado “detalle” se amplió de tal forma que abrió un gran campo de investigación, al permitir comprender con mayor profundidad qué les sucedió a las mujeres durante la Shoah. Ringelheim lo expresa con claridad: “El objetivo final [del nazismo], es decir la aniquilación, no describe el proceso” (15). No sin razón, surge un poderoso dictum: distintos horrores dentro del mismo infierno. Las mujeres sufrieron un doble peligro: por ser judías y por ser mujeres (16). Se iniciaba la etapa necesaria del trabajo de campo: la elicitación de testimonios. Con el tiempo esta perspectiva les permitió a las víctimas mujeres poder relatar sus experiencias con mayor confianza. 

 

Ringelheim, doctora en Filosofía, tuvo desde su adolescencia la curiosidad intelectual de estudiar tres tópicos: racismo, antisemitismo y Holocausto. A esto se le unió a comienzos de la década de 1970 su interés por la cuestión de género. Se destacó por la honestidad  intelectual: en sus escritos expresa el modo en que su pensamiento va creciendo y madurando a medida que trabaja con las víctimas sobrevivientes. Ringelheim se define en sus memorias como “una visitante histórica [del Holocausto], pero no una visitante casual” (17).

 

Trabajó en el Museo del Holocausto de Washington desde 1987 hasta 2007. Uno de sus objetivos principales fue crear un departamento y una sección dedicados al estudio de las mujeres. Debió enfrentarse a distintos obstáculos y nunca llegó a ver su objetivo cumplido. Sin embargo, consideró que era importante bregar por los estudios de género dentro de la institución. Ringelheim se lamentó por no haber podido lograrlo, sin embargo, “(…) valía la pena librar la batalla sobre las experiencias de las mujeres durante el Holocausto. Fue la trayectoria que elegí. [Porque] (…), el Holocausto marcó mi vida” (18).

 

En tanto filósofa, Ringelheim sostiene que un enfoque de género permite estudiar las realidades de las mujeres en tanto mujeres: ¿qué les hicieron los nazis?, ¿qué hicieron las mujeres?, ¿qué recursos tenían? Nada de esto implicaba una comparación denigratoria de los hombres, sino el comienzo de una nueva ventana de investigación. Al ver el desarrollo de los estudios de género, Ringelheim subrayó varios puntos a investigar: cómo jugaron las relaciones entre biologismo y sexismo (violaciones, partos, abortos, abusos, intercambio sexual, etc.); cuáles fueron sus recursos; ¿hubo diferencia en la forma de relacionarse entre sí?; la inanición, ¿muestra  disimilitud entre mujeres y varones? 

 

Su visión se vuelve política y su autocrítica intenta salir de la mistificación de las víctimas, ya que advierte que esto impediría comprender su magnitud, sus características e implicancias. “El Holocausto es una historia de pérdidas, no de ganancias. Después de todo, la mayoría de los judíos fueron asesinados en Europa. Además, entre un cuarto y la mitad de la población gitana fue asesinada. Quizás fueron asesinados doscientos cincuenta mil hombres homosexuales. La lista continúa. Incluso si podemos encontrar diferencias, incluso si las mujeres se mantuvieron mejor que los hombres, ¿cómo puede considerarse una ganancia real? (…) Debemos mirar críticamente las muchas formas en que las mujeres se mantuvieron; sus estrategias no siempre fueron positivas, por lo que cabe plantearse la pregunta más difícil: ´¿qué han hecho las víctimas?´ (19)» Esta mirada política del feminismo (apartándose de la variante cultural) hace que las preguntas cambien, porque ¿alguien realmente sobrevivió al Holocausto? Ringelheim marca una diferencia semántica importante entre “sobrevivir” y “mantenerse o sustentarse”, para poder incluir a todas las víctimas del nazismo, tanto las que sobrevivieron como las que murieron.

 

En 1996 viaja a Sarajevo y su mirada respecto del Holocausto se profundiza, marcando la percepción conceptual de lo extraño y lo familiar (retomando las categorías freudianas), ya que sostiene que el conocimiento que brinda el estudio es diferente al de la experiencia de las víctimas. Así va cerrando un gran arco de su concepción.

 

En sintonía con Auerbach, como si fueran las voces solistas de un coro, Ringelheim sostiene que es imposible predecir “(…) si el conocimiento de la historia del Holocausto cambiará algo. Pero una cosa es segura: si no hablamos, si no nos ocupamos de la historia, nada cambiará. Es nuestra única esperanza. Incluso si es sólo una esperanza” (20)

 

En la tarea de estas dos mujeres, una sobreviviente historiadora y otra filósofa, quedan cobijadas miles de mujeres, en una línea de tiempo que va desde Oneg Shabbat hasta este tiempo incierto. Alena Munková Synková, sobreviviente del Gueto de Terezín, lo ha dicho con rigor: “No somos víctimas. Fuimos víctimas. Pero queremos que nos recuerden, sobre todo los jóvenes, para que esto no se repita” (21). Hay una flecha lanzada, aunque en un tiempo no lineal, un tiempo-ahora en las palabras de Walter Benjamin.

 

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Magdalena (Mado) Reznik es Doctora en Filología por la Universidad Complutense de Madrid. Es docente, escritora y artista visual. Desde hace décadas se dedica al estudio del Holocausto. Ha publicado varios libros y artículos. Entre sus libros se cuentan Día y Niebla: Terezín, encrucijada de poetas; En primera persona: Testimonios desde la utopía; Las columnas del Futuro; y Las garantías del sueño. También editó libros en los que combinó imágenes y textos. Sus obras visuales se encuentran en colecciones privadas y públicas en varios países (Rusia y Canadá, entre otros) y realizó diversas exposiciones colectivas en Estados Unidos, México y Argentina. 

 

Notas

  1. En: Kassow, S. (2207). Who will tell our story? Indiana University Press, pág. 239.
  2. En mi investigación en curso La caligrafía levinasiana, utilizo este concepto sobre la ética de los testimonios durante la Shoah.
  3. En: https://www.jhi.pl/en/articles/a-bit-stubborn-rachela-auerbach-part-2,82.
  4. Cohen, O. (2007). Rachel Auerbach, Yad Vashem, and Israeli Holocaust Memory. Polin, 20, pág. 197.
  5. Cohen, O. (2007). Op.cit., pág. 201.
  6. Bilsky, L., Weinke, A. (eds.). (.2021). Jewish-European Émigré Lawyers. Twentieth-Century International Humanitarian Law as Idea and Profession. Wallstein Verlag.  Pág. 79.
  7. En las palabras finales de Auerbach como testigo en el juicio a Eichmann en Jerusalem se ve claramente esta concepción: “En mi opinión, el Dr. Ringelblum fue el primero en comenzar a redactar una gran acusación, hay un camino directo que va desde ese lugar del gueto hasta esta sala del tribunal” (…).
  8. Bilsky, L. (2021), Op. Cit., pág. 95.
  9. Bilsky L. (2021), Op.cit., pág. 107.
  10. Kassow, D. (2007), Op. Cit., pág. 13.
  11. Cohen, B. (2007). Op. Cit., pág. 201.
  12. Hausner G. (1966). Justice in Jerusalem. Harper & Row.
  13. Ringelheim, J. (1981). “The Unethical and the Unspeakable: Women and the Holocaust. Lecture at the National Conference for Christians and Jews”. En: https://www.museumoftolerance.com/education/archives-and-reference-library/online-resources/simon-wiesenthal-center-annual-volume-1/annual-1-chapter-4.html
  14. Ringelheim, J. (2021). The Strange and the Familiar. Outskirts Press.
  15. Ringelheim, J. (1995). Women and the Holocaust: A Reconsideration of Research. Signs, Vol. 10, No. 4.
  16. Algo similar puede establecerse de los niños, los ancianos y los discapacitados/enfermos, no sólo atendiendo a cuestiones de género, sino a los estándares establecidos por los nazis.
  17. Ringelheim, J. (2021). Op.cit., pág. 83.
  18. Ringelheim, J. (2021).  Op.cit., pág. 109.
  19. Ringelheim, J. (2021). Op. cit., pág. 98.
  20. Ringelheim, J. (2021). Op. Cit., pág. 162.
  21. Reznik, M. (2016). Día y Niebla-Terezín, encrucijada de poetas. Enargeis. Pág. 5.