Coloquio

Edición Nº61 - Junio 2023

Israel: Ejemplo exitoso de “Menos es Mas”

Por Ariel Coremberg 

 

Israel es citada como ejemplo exitoso, sobre todo en América Latina, de políticas económicas y públicas que impulsaron su desarrollo económico en un contexto adverso.

A pesar de la abundancia en recursos naturales de América Latina y ausencia de conflictos bélicos, nuestra región sigue caracterizándose por una profunda fragilidad económica y social. Mientras que, para América Latina, mas es menos; para Israel, menos, es más. Israel demuestra que no hay excusas basadas en adversidades geográficas, geopolíticas y bélicas para el desarrollo económico y social. Efectivamente, Israel sufre continuamente conflictos bélicos y atentados desde su creación, pero los robos y crímenes comunes son infrecuentes. América Latina no se caracteriza por sufrir atentados y conflictos bélicos continuos, aunque sí por la inseguridad y crímenes asociados al narcotráfico.

Los resultados en términos de desarrollo económico son impresionantes. En el año 1950, a dos años de su creación, Israel disponía de un ingreso por habitante del 25% de los Estados Unidos mientras que en el presente su nivel de vida relativo respecto de Estados Unidos se duplicó llegando al 70%. Mientras que en América Latina su ingreso relativo por habitante se mantuvo en 11% desde hace 70 años. El volumen físico de producción de bienes y servicios por habitante israelí creció a un ritmo del 2% promedio anual desde mediados de la década de 1960 hasta el presente, el doble que América Latina.

Pero crecer al 2% en lugar del 1% puede resultar indiferente y casi imperceptible para las personas involucradas en la sociedad que pueden no percatarse de ese crecimiento en un año, brindando la sensación de completo estancamiento de un año al otro. Sin embargo, lo que a primera vista luce como una pequeña diferencia en el crecimiento anual del PBI per cápita puede significar una profunda transformación social cuando se toma en cuenta un horizonte de una generación, 30 años. En efecto, lo que denominamos “ley de pequeños números” en analogía con la “ley estadística de grandes números”, demuestra que las pequeñas diferencias se acumulan. Nuestra región logra un crecimiento acumulado de un 40% del ingreso inicial en 30 años, mientras que la sociedad israelí casi duplica el nivel de vida en una generación, implicando una transformación radical de su nivel de vida en una generación. 

Esta diferencia es crucial para entender como cada país brinda bienestar a sus habitantes. Un israelí de 30 años duplica su ingreso a sus 60 años mientras que un latinoamericano duplicará su nivel de vida recién cuando tenga… 100 años.

Por supuesto, para juzgar los cambios que se producen en una sociedad no solo alcanza únicamente con el PBI per cápita, pero sin duda es una primera condición necesaria para que la sociedad se transforme sustancialmente. 

Asimismo, para que el crecimiento sea juzgado como satisfactorio por parte de la sociedad, ello dependerá de lo que una sociedad espera obtener de su economía y el bienestar que efectivamente genera. En efecto, todos los indicadores sociales de Israel han mejorado notablemente desde su creación en 1948, alejándose de las cifras típicas de país en vías de desarrollo hasta acercarse y parecerse a las de los países desarrollados. El desempleo, la pobreza y la inequidad en la distribución de los ingresos son sustancialmente menores que en nuestra región. 

¿Cuál es la diferencia sustancial para que América Latina sea una máquina de desperdiciar oportunidades? La diferencia está en la macroeconomía, las fuentes de su crecimiento, sus instituciones y la sociedad, que explican porque hoy Israel ya es miembro del grupo de países de la OECD. 

Israel se caracteriza por la inflación nula, un Banco Central independiente del poder político, un estado eficiente y profesional enfocado, además de la defensa, en generar las condiciones para crear nuevas empresas y sectores focalizados en los sectores de servicios basados en conocimiento. A mediados de la década de 1980, en Israel, así como en varios países de América Latina, imperaba la alta inflación, el endeudamiento insostenible y el desorden de las finanzas públicas. Israel aplicó un programa “heterodoxo” de estabilización y crecimiento con varias características comunes a otros países de América Latina como Argentina, Bolivia y Brasil. Sin embargo, solo en Israel ello tuvo un éxito cabal, logrando abatir definitivamente la inflación, disminuyendo notablemente el desempleo y la pobreza. 

El éxito en su momento del programa se debió a una impresionante consolidación fiscal que llevó el déficit fiscal de alrededor del 12.5% del PBI a 2.5% y el aprovechamiento de las mejoras de términos del intercambio y la asistencia de Estados Unidos. Los elementos heterodoxos iniciales del plan tales como los acuerdos de precios, desagios de contratos o “pisar” tarifas de servicios públicos o el tipo de cambio fueron instrumentos de corto plazo que permitieron lograr una desinflación rápida, al tiempo que en el mediano plazo se lograba ordenar las finanzas públicas; pronto estos instrumentos fueron dejados atrás como un recuerdo de la historia.  

Sin embargo, la clave del éxito del plan de estabilización fue sobre todo el Acuerdo entre los principales partidos y representantes sindicales y empresariales que cedieron  y tuvieron confianza en el logro de los resultados. La prudencia fiscal y monetaria se ha logrado gracias al fortalecimiento de sus instituciones de política económica, entre ellas el Banco Central, que han ganado reputación y credibilidad de la sociedad israelí. 

Mientras, países como Argentina, Venezuela y Nicaragua siguen teniendo inflación crónica al borde de la hiperinflación. El resto de América Latina, si bien ha dejado la inflación atrás, aún sigue batiendo récords de pobreza, polarización de los ingresos, inseguridad y disrupciones institucionales. 

La inversión en educación es 5% del PBI casi como el promedio de los países OECD. Esa cifra claramente se traduce en mejor calidad y bienestar. La inversión en innovación y desarrollo (I+D) de Israel es del 4.1% de su PBI gracias a una importante generación de empleo de alta calificación en sectores intensivos en conocimiento, base de la hoy denominada “start up nation” israelí. Evidencia de ello es que de acuerdo a estimaciones del Centro de Estudios de la Productividad base ARKLEMS+LAND, la contribución del capital conocimiento al crecimiento en Israel es positiva y creciente. En efecto, productividad, tecnologías de información y comunicación (TIC´s) y calificación del trabajo han sido especialmente dinámicos durante las últimas décadas, superando en algunos casos al de los países desarrollados. 

El Ahorro Israelí, la profundidad de su mercado de capitales y sistema financiero y la Inversión Extranjera Directa son de tal magnitud que han convertido a Tel Aviv en la ciudad más cara del mundo. El ahorro nacional es aproximadamente del 23% y ha sido sistemáticamente superior en dos puntos porcentuales a la tasa de inversión desde hace dos décadas. Es decir que Israel no necesita recurrir al ahorro externo de no residentes para aumentar la inversión. En otros términos, el ahorro de los israelíes canalizado a través del sistema financiero y del mercado de capitales financian la inversión sin necesidad de recurrir a deuda externa. Desde comienzos del siglo XXI, las inversiones de porfolio de no residentes fueron sistemáticamente positivas.  

No obstante tanto más importante ha sido la inversión extranjera directa (IED), que desde el último plan de estabilización de 1985 pasó de USD 112.3 millones a la impresionante suma de USD 27.8 billones. Pero lo notable es la composición de la inversión extranjera que está constituida por inversiones “greenfield”, nuevos establecimientos productivos asociados al sector I+D y a las startups y en segundo lugar a la reinversión de utilidades de las empresas de IED ya existentes. Esta importante y constante entrada de capitales externos refleja una amplia confianza en el sistema económico israelí que garantiza los derechos de propiedad y los giros al exterior pari pasu con el inversor israelí.   

Las exportaciones israelíes per cápita son aproximadamente USD 15 mil, siete veces más que el promedio de América Latina. Israel realizó un impresionante upgrading de valor agregado: mientras que en 1960 su principal exportación eran los diamantes (30% del total) y las de origen militar, en el presente los servicios basados en conocimiento son el 30% del total. Mientras que se sigue generando exportaciones del sector agrícola intensivo (flores, frutas) y manufacturas de origen agropecuario, lo cual resulta notable siendo un país árido. Asimismo, la política pública genera los incentivos para aprovechar las oportunidades cambiantes de la economía global, permitiendo la diversificación de destinos y productos de sus exportaciones y el origen y calidad de sus importaciones. 

La formación de capital humano fue clave para el éxito productivo exportador de Israel. A contrapelo de su desventaja geográfica y geopolítica, este país recibió un flujo notable de inmigrantes sin mayores conflictos internos que se agregaran al eterno conflicto con los palestinos. La sociedad israelí ha sabido incorporar la inmigración al sistema productivo sin mayores conflictos aun cuando la cantidad de inmigrantes en términos relativos es notablemente superior a la del mundo desarrollado. Los inmigrantes representan un 25% del total de la población en Israel, un 14.5% en los Estados Unidos, 10.4% en la Unión Europea y 1.4% en América Latina. 

A diferencia de la experiencia europea, la inmigración es aprovechada tanto por el sistema de innovación como por la agricultura intensiva. La inmigración de capital humano de alta calificación proveniente de los países de la órbita soviética que permitieron fortalecer su sistema de innovación, principal rubro de exportación, con alta complementariedad público-privado, y los “fallashas”, judíos de origen etíope, cuya fuerza de trabajo fue aprovechada por el sector de exportaciones de productos de agricultura intensiva de alto valor agregado. 

La tierra prometida se ha transformado en una “épica del desarrollo” que va más allá de los discursos y se ha concretado en la performance de sus principales indicadores económicos y sociales. Pero ello solo es posible con un estado eficiente con burocracia meritocrática calificada, independiente de los intereses partidarios que impidan las filtraciones ineficientes y la corrupción. 

Israel presenta una elevada presión tributaria, medida como recursos tributarios, es del 25% del PBI mientras que resulta del 20% en la Unión Europea, 14.4% en América Latina y 11.2% en los Estados Unidos. No obstante, la sociedad israelí acepta una presión tributaria relativamente elevada en tanto y en cuanto se brinden bienes y servicios públicos de calidad además de los prioritarios gastos que conlleva la defensa y la seguridad, y no se despilfarre el gasto público en ineficiencia y corrupción. 

Israel se caracteriza por una amplia clase media pujante con movilidad social ascendente, que demanda no solo mejoras en su bienestar sino también por sostener los valores republicanos. Los recientes conflictos religiosos y políticos han generado cierta reversión en los tan necesarios flujos de inversión del exterior. No obstante, debe señalarse que la baja tolerancia a la corrupción y a la cooptación de poderes como lo han demostrado las masivas movilizaciones recientes, son una garantía republicana que fortalece la seguridad jurídica para los negocios y las inversiones.  

A pesar de los populismos en boga en el mundo, y de las diferencias políticas y religiosas, la democracia israelí sigue garantizando los derechos individuales, la rendición de cuentas de sus gobernantes y el chequeo y balance de las cuentas públicas. 

Hoy, el 75 aniversario de su creación, encuentra a Israel con elevados standard de vida próximos al mundo desarrollado y una pujante y masiva clase media que quiere tener confianza en sus gobernantes. Precisamente la fortaleza de la moneda israelí refleja la confianza de una sociedad en si misma. Esperemos que estos fundamentos positivos se sostengan a futuro y se logre por fin la paz tan ansiada de Israel con sus vecinos que permita consolidar estos logros para las futuras generaciones. 


Ariel Coremberg es Profesor en la Universidad de Buenos Aires, la Universidad de San Andrés y la Universidad Centro de Estudios Macroeconómicos de Argentina (UCEMA). Es director del Centro de Estudios de Productividad – ARKLEMS y miembro del Club Político Argentino. Ha sido consultor del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), Banco Mundial, la Comisión Económica para América Latina (CEPAL) y ha participado en los grupos de análisis de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OECD). Sus áreas de investigación abarcan la Macroeconomía de América Latina y Países Emergentes, Capital Humano, Desarrollo, Recursos Naturales, Riqueza y Cuentas Nacionales, entre otros. Tiene una licenciatura en economía por la Universidad de Buenos Aires, una maestría en economía por la U. Torcuato DiTella y un doctorado en economía por la U. Nacional de La Plata.