Coloquio

Edición Nº61 - Junio 2023

Guerra Híbrida entre Irán e Israel: Nuevos desafíos frente a viejas amenazas

Por Janiel David Melamed Visbal

Introducción

Tras 75 años desde la proclamación del Estado de Israel, han sido muchos los retos sorteados en materia de seguridad nacional. Sin embargo, se avizoran nuevos desafíos. Especialmente, aquellos relacionados con los dilemas enmarcados de la guerra híbrida que actualmente se desarrolla con la República Islámica de Irán y las múltiples implicaciones de seguridad regional que de ella se desprenden. 

El término híbrido es usualmente utilizado para describir el resultado obtenido a partir de la mezcla de dos elementos diferentes. En el caso de la guerra híbrida, estos elementos son la guerra convencional (regular) y la guerra no convencional (irregular). Esto quiere decir que es un tipo de enfrentamiento bélico donde bien pueden mezclarse el uso de capacidades militares equiparables en un escenario de enfrentamiento interestatal (tierra, mar, aire), o también, a la comisión de actos de terrorismo, el uso de milicias como actores armados delegados en entornos urbanos densamente poblados, los ciberataques, las campañas de desinformación mediática o incluso el eventual uso de armas no convencionales. Todas estas características descritas se encuadran en el estado actual de las complejas relaciones entre Israel y la República Islámica de Irán.

Ahora bien, contrario a lo que pueda reflejarse del estado actual de las convulsas relaciones entre Irán e Israel, ambos estados no siempre se identificaron mutuamente como rivales regionales. Por ello, la aproximación respecto al estudio de las relaciones políticas formales entre estos países debe originarse, idealmente, con una primera etapa ubicada temporalmente desde la proclamación formal del Estado de Israel en 1948 hasta la revolución islámica iraní y el consiguiente derrocamiento en 1979 del Sha de Irán, Mohammed Reza Pahlavi. 

Desde la perspectiva israelí, la primera etapa de este relacionamiento estratégico se fundamentaba en las bases de la llamada “Doctrina de la Periferia». Esta doctrina, formulada e implementada por el entonces Primer Ministro de Israel, David Ben-Gurion, promovía el establecimiento de tres anillos de relaciones en el perímetro ampliado del Estado. Primero, con aquellos países no-árabes y no-musulmanes fronterizos con Estados árabes. Segundo, con grupos de personas no-árabes y no-musulmanes que vivían dentro de los países árabes/musulmanes. Finalmente, un tercer grupo que comprendía aquellos Estados alejados geográficamente de Israel que se sentían amenazados por el nacionalismo árabe militante o que tenían razones domésticas o regionales para buscar lazos con Israel.

Por ende, la promoción de relaciones al norte, con Turquía y las comunidades cristianas maronitas en el Líbano; con Irán, los kurdos y los drusos en el nororiente y/o con Sudán, Etiopía y sus comunidades cristianas al sur, ganaron relevancia estratégica.  Por lo tanto, en esta primera etapa de poco más de 30 años, son numerosas las ocasiones en las que la cordialidad y los intereses comunes entre Israel e Irán, guiaron la interacción de estos dos actores no árabes en un entorno regional predominantemente árabe. 

A partir de la revolución islámica iraní de 1979, sin embargo, el tono y la calidad de las relaciones diplomáticas cambiaron rápidamente y experimentaron un franco y progresivo deterioro, convirtiéndose en uno de los desafíos geopolíticos más complejos de la región y caso de estudio como referente entre las llamadas guerras híbridas existentes en el sistema internacional. 

Razones de antagonismo

Hay tres razones fundamentales que encuadran la guerra híbrida que se desarrolla entre estos pesos pesados de la geopolítica regional.  En primer lugar, esta compleja animadversión se condiciona a partir de un profundo rechazo del establecimiento político-religioso iraní, a la proclamación misma del Estado de Israel en lo que consideran tierras palestinas y sagradas para el islam, especialmente Jerusalén

En segundo lugar, los componentes religiosos, políticos, ideológicos de la revolución islámica iraní en aras de luchar contra la influencia norteamericana y la de sus aliados en la región. Dado que Israel es el único Estado no musulmán desde el mediterráneo hasta la India y que adicionalmente, es uno de los principales aliados estratégicos de los Estados Unidos en la zona, es considerado como un implante artificial en la zona e igualmente equiparado como un elemento de profundo rechazo. Por ello, no debe sorprender que algunas de las expresiones usualmente utilizadas desde las altas esferas del poder político, religioso y militar iraní para referirse a los Estados Unidos sean como el “Gran Satán” y, consecuentemente, a Israel, como el “Pequeño Satán”.

Finalmente, el más reciente de estos elementos puede ilustrarse en el decidido interés iraní por desarrollar un programa nuclear, según ellos, exclusivamente con fines pacíficos, pues buscan facilitar el tránsito de energías fósiles a otras fuentes alternativas.  Este argumento, proviniendo de un país que posee algunas de las reservas más grandes del mundo en petróleo y gas, no termina de convencer a muchos actores estatales en la región, siendo Israel, tan solo uno de ellos. 

Hezbolá como un actor delegado (proxy)

A lo largo de las décadas siguientes a la revolución islámica de 1979 son varios los acontecimientos que han caracterizado la materialización y evolución de esta guerra híbrida. En este cumulo de referentes, la creación de Hezbolá durante la guerra civil libanesa marca un punto fundamental en la implementación de actores derivados en la política exterior iraní de lucha y resistencia indirecta en contra de los intereses de Israel. 

Podría decirse que la instrumentalización de Hezbolá como organización delegada se alinea con una forma poco convencional de política exterior iraní para garantizar su posicionamiento hegemónico en la zona. Básicamente, se instrumentaliza a esta organización para desestimular el intervencionismo de actores extranjeros en zonas de influencia iraní.  

Desde entonces y por casi cuatro décadas, Hezbolá ha demostrado gran efectividad en el desarrollo de operaciones militares y ataques en contra de enemigos mucho más poderosos que Irán desde el punto de vista militar, demostrando a su vez un inusitado alcance transnacional que supera ampliamente su inicial desempeño focalizado en Líbano.

De acuerdo con la base de datos del terrorismo global de la Universidad de Maryland, Hezbolá es responsabilizada por más de 400 ataques terroristas desde 1983 en Irak, Bulgaria, Líbano, Siria, Israel, Arabia Saudita, Chipre Turquía, Egipto, Grecia, España y Argentina; donde se la señala como responsable de los atentados suicidas contra la Asociación Mutual Israelita de Argentina (AMIA) en 1994 y la Embajada de Israel en Buenos Aires en 1992, dejando más de 100 víctimas fatales y 400 heridos entre ambos episodios. 

Líbano, Siria y Gaza: Frentes de batalla extendidos en el entorno regional.

Entre Israel e Irán, hay alrededor de 1.700 kilómetros de distancia. Por lo tanto, las dinámicas de confrontación han venido ocurriendo en territorios que podrían describirse como puntos de encuentro común. 

Un claro ejemplo, puede ilustrarse en el Líbano durante la guerra del 2006. Este enfrentamiento ha sido referenciado de múltiples maneras dependiendo del marco cronológico en la que se le sitúe. Algunas de estas referencias incluyen denominaciones como la segunda guerra del Líbano, con ocasión al previo despliegue militar que Israel desarrolló en ese país desde 1982 hasta el 2000. Otra caracterización de la guerra, especialmente entre analistas del mundo árabe, la identifican como la sexta guerra árabe-israelí, en alusión al complejo entramado de conflictos bélicos (1948, 1956, 1967, 1973, 1982) que históricamente mantuvieron Israel y varios de sus vecinos árabes a lo largo de los años. 

Sin embargo, resulta más ilustrativo y apropiado, referirse a ella como la primera guerra iraní-israelí ya que, por primera vez, las capacidades militares de Irán e Israel se enfrentaban a través de un Hezbolá que había experimentado un importante proceso de fortalecimiento bélico. Con el abastecimiento de mejores misiles y cohetes de fabricación iraní, sirios, rusos chinos o norcoreanos (como aliados estratégicos), se buscaba superar la limitada capacidad de penetración de cohetes lanzados anteriormente por Hezbolá hacia Israel y que tradicionalmente golpeaban a las comunidades israelíes ubicadas al norte del territorio. 

Hezbolá logró lanzar aproximadamente 4.000 cohetes de mediano alcance hacia Israel. Está inusitada capacidad operativa, causó enormes estragos, destrucción de infraestructura, la muerte de alrededor de medio centenar de civiles y cerca de un millón de ciudadanos de Israel bajo el alcance de sus plataformas de lanzamiento, ocasionando con ello el desplazamiento de cerca de 250.000 ciudadanos hacia refugios y zonas al centro del país. Algo realmente, fuera de lo ordinario.

Por otra parte, la política de afianzamiento estratégico iraní también está presente en Gaza. Este enclave costero, por su proximidad territorial con Israel, se condiciona como un teatro de operaciones ideal en el cual, las diferentes milicias palestinas pueden servir de instrumentos de presión político-militar, tal como ocurre con otros actores delegados desde el Líbano o Siria.

Estas milicias palestinas, cumplen a cabalidad los postulados de la Teoría del Agente-Actor Principal. En este orden de ideas, Irán (actor principal), se constituye como un importante auspiciante, político, económico y militar, tanto de HAMAS como de la Yihad Islámica Palestina y otras milicias locales, a las cuales delega responsabilidades de interés común, mientras a través de su financiamiento armoniza costos y beneficios. 

En Siria, el atrincheramiento de los intereses iraníes sirve también a este entramado. Su consolidación sobre el teatro de operaciones militares representa una ventaja estratégica de gran valor, pues se constituye un tercer frente de batalla contra Israel, adicional al que ya tienen establecido en Líbano y Gaza. La relevancia de este hecho impacta directamente en la capacidad de presión y amenaza que puede ser ejercida desde Teherán y proyectada regionalmente. 

En primer lugar, porque a través de este frente Hezbolá (su proxy más relevante) tendría, por consiguiente, mayor capacidad de repliegue en su ya encarnizada lucha asimétrica contra Israel. En segundo lugar, la mayor disposición territorial que tiene Irán en Siria ha provocado un creciente despliegue de una importante fuerza militar allí en función de asesoramiento y operatividad, según las necesidades lo ameriten.  

Podría afirmarse entonces que ya sea de manera directa o indirecta, la cercanía territorial entre Siria e Israel representa para Irán un botín preciado en su capacidad de presión militar y que esto incide directamente en la capacidad de disuasión que puede generar Irán sobre Israel, especialmente ante el desarrollo de su programa nuclear y las constantes tensiones que alrededor de este se han generado. 

El programa nuclear iraní

Este último punto es quizás, el desafío más complejo. Existen múltiples ambigüedades alrededor del programa nuclear iraní, sus orígenes y la manera en que es percibido a nivel regional y global. 

Contrario a lo que muchos lectores pueden llegar a imaginar, el programa nuclear iraní no es un desarrollo reciente en las complejas dinámicas geopolíticas de la zona. De hecho, han pasado siete décadas desde su gestación. Un análisis mesurado de sus implicaciones originales, revela que sus inicios estaban ligados a unas agendas geopolíticas de cooperación que en su momento no generaron tanto revuelo. Dicho con otras palabras, sus antecedentes se remontan al inicio de la década de los cincuenta, cuando Irán era parte de los países con mayor proximidad estratégica a los Estados Unidos en la región.  

Otras de las ambigüedades alrededor del programa nuclear iraní, es que no es recibido de manera homogénea por muchos actores regionales o internacionales. Es decir, si bien es cierto que el programa nuclear iraní acapara la atención de la comunidad internacional, no siempre lo hace con posiciones alineadas hacia su favorabilidad. Ello, debido a las preocupaciones que de él se desprenden como eventual antesala de un programa nuclear con fines militares y de las posibles implicaciones que ello tendría para la paz y la seguridad global. 

Desde la perspectiva israelí, existen dos escuelas de pensamiento respecto a las posibles consecuencias de que el programa nuclear iraní derivara efectivamente en el desarrollo de armas nucleares. Ambas coinciden en que los resultados serían malos para Israel, en un caso problemático, y en el otro nefastos. 

Por ejemplo, una de estas escuelas de pensamiento afirma que, de concretarse esta realidad, Irán no estaría interesado en usar esta capacidad nuclear para procurar la destrucción del estado de Israel. Más bien, la utilizaría como palanca para incrementar su influencia hegemónica a nivel regional y como elemento de disuasión frente a posibles agresiones regionales, al estar rodeado de potencias nucleares.    

En este sentido, en lugar de advertir un asentamiento de las hostilidades mutuas, prevén un incremento significativo de las agresiones por parte de Irán y sus actores delegados (proxy), que no necesariamente incluyen el uso de armas nucleares. Para ilustrar esta afirmación, el ejemplo de Hezbolá en Líbano es bastante ilustrativo. Consideran que una de las razones por las cuales Hezbolá contiene su accionar armado contra Israel, se fundamenta en las eventuales retaliaciones que tendría que enfrentar. Si Irán tuviera capacidades nucleares que ampararan a Hezbolá, la libertad de respuesta israelí se vería disminuida.

Algunos comentarios de miembros del establecimiento de defensa de Israel, parecen confirmar esta postura. Por ejemplo, Carmi Gillon, antiguo Jefe del Servicio de Seguridad (Shin Bet), declaró que el acuerdo nuclear con Irán había neutralizado la mayor amenaza del mundo. Adicionalmente, el General Gadi Eizenkot, en su momento el Jefe del Estado Mayor General de las Fuerzas de Defensa de Israel, afirmó que con todas sus fallas el acuerdo está funcionando para evitar la realización del proceso de fusión nuclear iraní.

La otra escuela de pensamiento considera que el régimen de la República Islámica de Irán está comprometido con la destrucción del Estado de Israel desde hace décadas y que el programa nuclear iraní esconde una finalidad militar. Por lo tanto, frente a esta circunstancia, una vez que tengan armas nucleares, el régimen iraní no dudaría en utilizarlas contra Israel.  

Por ende, desde esta aproximación, para Israel un adversario como Irán, dotado eventualmente de capacidades militares nucleares, es una verdadera pesadilla. En esa circunstancia, concluyen que no serían procedentes las consideraciones de disuasión bilateral que imperaron durante la Guerra Fría, donde la teoría de la Destrucción Mutua Asegurada (MAD por sus siglas en inglés) mantuvo al margen, la posibilidad de confrontación entre los Estados Unidos y la Unión Soviética. 

Desde la Guerra del Yom Kippur (1973), la posibilidad de que Israel tuviera un nuevo ciclo de enfrentamiento bélico convencional con algún actor estatal de la región, parecía poco probable. El escenario de seguridad descrito a lo largo de las últimas décadas, hace que esta posibilidad renazca y que lo haga, de la mano con el uso combinado de otras formas de conflictividad multidimensional. 

Ello, sin lugar a dudas, determinará el cumulo de desafíos a vencer en los años venideros. 

 

Janiel David Melamed Visbal es Doctor en Seguridad Internacional (UNED-España). Magíster en Seguridad Nacional (Universidad Reichman-Israel). Investigador académico del Departamento de Ciencia Política y Relaciones Internacionales de la Universidad del Norte (Colombia). Autor de los libros Conflicto armado en Siria: Campo de batalla geopolítico por el Medio Oriente (2020) y Estado Islámico: Una amenaza a la seguridad internacional (2017).