Edición Nº55 - Julio 2021
Ed. Nº55: Educación en tiempo de corona
Por Damián Filut
El sistema educativo Israelí con la llegada de la pandemia
Con la llegada del Covid-19 todas las reglas del juego han cambiado y la educación no fue la excepción. Una de las limitantes que más rápido se entendieron fue el distanciamiento social, que para la educación tuvo consecuencias nefastas. El modelo educativo del siglo XXI (hasta la pandemia), igual que el del siglo XX y tristemente también del siglo XIX está basado en la presencialidad, en las aulas, en las instituciones educativas.
La opción más clara, durante el aislamiento, en la realidad del siglo XXI era la virtualidad, pasar los procesos conocidos a un medio digital y enfrentar el sorpresivo reto que esta nueva realidad proponía. Para Israel, teóricamente, siendo la Nación Startup esto debería ser una salida relativamente manejable.
El término de la Nación Startup, creado por Dan Senor y Saul Singer en su libro que lleva este mismo nombre, se explica que Israel con una población de alrededor de nueve millones de personas, es uno de los países que concentra la mayor cantidad de startup (de alta tecnología) en el mundo y siendo este sector uno de los principales sectores económicos del país. En consecuencia, esta tecnología, la quisiéramos ver en todos los ámbitos de nuestras vidas, incluso en el sector educativo.
Es importante resaltar que esto si se veía como una componente sobresaliente del sistema educativo israelí reflejado en programas e infraestructura. Este cuenta con programas de excelencia tecnológica, competencias cyber, matemática y makers, programa de computadoras para estudiantes y maestros, programas con proyectores y tablets entre otros.
El 15 de marzo del 2020, se decidió cerrar los colegios a causa de la ola de contagios, pero no el sistema educativo. Lo que sucedió a continuación fue una rápida respuesta del Ministerio de Educación de todo los instrumentos y plataformas a disposición para poder transferir los procesos educativos de las aulas a las computadoras. La realidad era que el Ministerio cuenta con un departamento que se encarga del área tecnológica y contaba con una gama amplia de respuestas.
Se orientaron todos los recursos existentes en una única dirección. Padres, estudiantes y maestros pudieron ingresar muy rápidamente una plataforma en línea, en la cual se encontraban a disposición: catálogos con explicaciones y demostraciones de cómo utilizar las herramientas para las clases sincrónicas (Zoom, Meet, etc.); catálogos pedagógicos de cómo transformar contenidos en relevantes para la nueva realidad digital; tablas con días y horas por edades y asignaturas de clases abiertas a disposición; mini cursos grabados (moocs) en una variedad de temáticas y clases especificas en temas centrales de los programas de alta calidad. Esta plataforma se encontraba en continua renovación y rápidamente apareció una ampliación del catálogo de aplicativos para trabajar en el medio digital. En la plataforma también se podía pedir ‘clases particulares cortas’ para preguntas especificas en áreas de mayores relevancias. Otros dos aspectos que no fueron dejado de lado fueron los abuelos y el mundo emocional de los estudiantes. La tercera edad fue el segmento etario más golpeado por la pandemia ya que los aisló por completo y de manera prolongada. Dentro de la plataforma se invitaba a mantener contacto con los abuelos durante la pandemia. Por último, había una sección donde los estudiantes documentan y comparten como iban enfrentando el aislamiento social, lo que pretendía no dejar a los estudiantes en su soledad emocional.
Esto era adicional a las cuentas de ZOOM que se les abrieron a los maestros, para poder trabajar con sus estudiantes de manera corriente. Si esto no fuese suficiente se hicieron alianzas con compañas de cable para poder también televisar clases para las diferentes edades y contenidos.
Hasta este momento la situación compartida parecería ser positiva o bien controlada, pero lamentablemente había algunos retos que no fueron contemplados. Por parte de los maestros, solo un grupo muy pequeños estaba familiarizado con lo que era la educación digital y los procesos sincrónicos y asincrónicos. Esto quería decir que no importaba cuanta tecnología se encontraba a su disposición, el no saber usarla o no de la mejor manera suponía un problema muy grande. En lo que se refiere a los estudiantes, ellos son de la generación del smartphone y las redes digitales, pero no hubo compatibilidad con los procesos educativos que los maestros y su falta de experiencia en este medio proponían. Sumado a esto, en un comienzo la cantidad de horas era excesiva, ya que se hizo un ‘copio y pego’ lo cual no era real, posible ni correcto. Por último, los padres de familia y la infraestructura tampoco se encontraban listos: había más niños que computadoras, los niveles de conectividad se encontraba fuera de control (todo el país estaba en línea), algunos padres de familia seguían trabajando y por último ser maestro es una profesión, no todo padre conseguía mediar estos procesos.
La que logró de manera más sistemática y exitosa lidiar con esta situación – dentro de las limitaciones – fue la educación superior. Ejemplos varios de universidades que pospusieron el inicio de semestre y capacitaron de manera intensiva a los docentes de cómo dar clases en línea. En casi todos los casos, la educación superior manejaba, previo a la pandemia, plataformas y procesos sincrónicos y asincrónicos. Es por esto, que las dificultades por parte de los estudiantes e infraestructura estaban presentes, pero fueron más tolerables.
Vale resaltar que también surgieron varias iniciativas independientes de en las redes sociales y en núcleos en línea de educadores y líderes sociales, ofreciendo otras alternativas y espacio de dialogo de cómo debería ser la educación en estos tiempos.
En perspectiva, es claro que el sistema educativo ‘tiro de la palanca’ de emergencia y lo que se experimentó, a pesar de ser la Nación Startup, fue educación en línea de emergencia. El sistema se encontraba en crisis, pero intento mostrar sus mejores dotes, algo así como ‘ahogarse’ con estilo. Entre otras cosas, un 27% de los estudiantes en Israel no tenían acceso a internet, mientras que hasta el final del año lectivo pasado (julio 2020) un 20% de los estudiantes (primaria y secundaria) no tenían computadoras.
De esto aprendimos que cualquier proceso previo a la pandemia que Israel ya tenía en marcha fue muy significativo para poder enfrentar la situación. En otras partes del mundo donde no había infraestructura, programas, o políticas en relación con la educación digital, la situación fue y sigue siendo más complicada. En las condiciones actuales, gobiernos que quieran o hayan comenzado estos procesos, ya sea por temas presupuestarios o de organización, se encuentran frente a un reto muy grande.
En términos educativo se aprendió que la capacitación docente debe continuar, ya sea a través de procesos de actualización o de aprender nuevas herramientas es básico para el mejor funcionamiento del sistema. El sistema es tan fuerte como el más débil de sus educadores y una realidad tan incierta, es más rentable invertir que encontrarse dentro de la crisis presupuestando los cambios que ya no son importante pero inevitables.
Ya terminando un año educativo de corona (septiembre 2020 – julio 2021), el sistema educativo israelí lidió con retos que no se imaginaba. Logró repartir 135 mil computadoras a niños y adolescentes (número significativo en relación con la cantidad de estudiantes en el sistema educativo israelí) a principio del año educativo, que representaba un 83% de los planificados. Logró también implementar sistemas híbridos que combinaban clases presenciales con virtuales, ‘capsulas’ educativas y dio un salto muy importante en la integración de TICs en la educación. Por parte de los estudiantes, ellos suman a su resume un nuevo hito que podrán ser contando a las futuras generaciones.
A manera de conclusión, los últimos 20 años hemos hablado de la cuarta revolución industrial, de la tecnología y como esto afecta a nuestras vidas. La academia y en diferentes marcos se vienen tratando la integración de TICs en la rutina y en consecuencia también en la educación. Al parecer solo con la llegada de la pandemia pudo dar este salto tecnológico o empuje del cual tanto se habló. Quizás podríamos decir que el siglo XXI no empezó en el 2000, sino en el 2020 cuando el mundo tuvo que poner en práctica todo aquellos que durante los últimos 20 años se discutió e investigó.