Coloquio

Edición Nº51 - Noviembre 2019

Ed. Nº51: China: los desafíos demográficos del gigante asiático

Por Andres Bancalari

A lo largo del último año, la República Popular China (RPC) ha celebrado dos importantes aniversarios. Por un lado el pasado 1 de octubre, se conmemoró el septuagésimo aniversario de la fundación de la RPC, con grandes actos, desfiles militares, y celebraciones a lo largo y ancho del gigante asiático.

 

Previamente, en diciembre del 2018 se celebró el cuadragésimo aniversario de la reforma y apertura económica impulsada por Deng Xiaoping, la cual logró transformar el país hasta convertirlo en la segunda potencia económica del mundo.
Ambas celebraciones tienen una importante conexión, ya que en conjunto nos permiten analizar las dos grandes etapas (1949-1978 y 1978-2019) que la RPC ha vivido desde su fundación.
Los primeros años fueron tiempos complejos, marcados a través del fuerte liderazgo de Mao Tse Tung, hasta su muerte acaecida en 1976. Durante ese período, su líder y el Partido Comunista Chino, se consolidaron en el poder, pero desde el punto de vista del desarrollo económico, los retrocesos fueron importantes.
 
Luego del año 1978, comienza un proceso de reformas económicas y sociales, teniendo como gran acierto el incorporar el mercado de manera progresiva y aceptar la diversificación controlada de las formas de propiedad, apostando además por la innovación, lo que lleva a que en el 2019 China avance tres plazas en el ranking de países más innovadores del mundo, situándose en la posición 14ª de un total de 129.
 
En este contexto, son varios los desafíos que enfrenta China para mantener su crecimiento económico y consolidar su rol a nivel global.
 
El presente artículo analiza uno de los aspectos centrales de la sociedad china: su demografía, tomando como base que la situación demográfica de China, fue en el comienzo de las reformas el principal motor de desarrollo, ya que China se encontraba entre las naciones más pobres del mundo y era un país predominantemente rural y agrícola, lo que le permitió contar con abundante mano de obra barata.
 
China se ha caracterizado en estos cuarenta años por su enorme capacidad de adaptación a los cambios, y su permanente y casi obsesiva observación de los procesos sociales y económicos del resto del mundo, de forma de imitar lo positivo y controlar lo negativo.
 
Pero en el tema demográfico la solución no es sencilla, y ha sido para las autoridades chinas una fuente de constante preocupación desde hace varias décadas.
 
Curiosamente, los problemas a los que se han enfrentado las autoridades al comienzo del crecimiento económico, y los de los tiempos actuales, son diametralmente opuestos. En primer lugar fue el problema de una población creciente y “fuera de control”, que llevó al gobierno a establecer la política del hijo único.
 
Esta política, establecida en 1980 y culminada en 2015, buscó poner un freno a la expansión demográfica debido a los desafíos que debían afrontar en lo relacionado a la alimentación, educación, vivienda y acceso al mercado laboral de una población, cuyo crecimiento en ese momento, parecía no tener límite.
 
La política del hijo único, permitía a los matrimonios de la etnia Han (91 % de la población), tener solamente un hijo, lo que llevó a que la tasa de fecundidad del gigante asiático cayera abruptamente.
 
Adicionalmente, y dado el rol central que el hombre ocupa en la sociedad china, las restricciones en la cantidad de hijos que cada matrimonio podía tener, llevaron a que se produjera una significativa disparidad en el género de los nacimientos registrados, lo que determina que China presenta actualmente un desbalance en la relación de género de su población, con un estimado de entre 20 y 40 millones de hombres superando la población femenina.
Durante las primeras décadas de funcionamiento de la política del hijo único, el gobierno alcanzó su objetivo primordial logrando que las cifras globales de población redujeran su nivel de crecimiento exponencial. Actualmente, la población de China se sitúa en los 1.419 millones de personas, versus los 966 millones que estaban registrados en el año 1978.
 
Pero, si bien en el año 2015 se modifica esa política del hijo único y se permite tener dos hijos, los resultados no han sido hasta el momento los esperados por el gobierno de Beijing. Las nuevas clases medias que han surgido luego de cuatro décadas de crecimiento económico, parecen mostrar un comportamiento similar a la de los países desarrollados, y no se observa hasta el momento un crecimiento significativo en los índices de natalidad ubicados actualmente en 1,63.
 
Esta tasa de fecundidad de China (que para muchos analistas está sobredimensionada), se encuentra muy por debajo del nivel de reemplazo, y China comenzó a enfrentar las crecientes presiones asociadas con la continua baja fecundidad.
De esta forma, los desafíos demográficos son otros, bastante similares a los de la mayoría de los países de la OCDE, pero con las propias características de la sociedad china.
 
Si bien existen tasas de fecundidad similares en esa región del mundo (Japón y Corea del Sur) donde sus autoridades buscan soluciones a este fenómeno, a diferencia de estos países, recordemos que pese al vertiginoso crecimiento económico de China de los últimos 40 años, la segunda economía del mundo sigue siendo una potencia emergente. Esto quiere decir que aún no se ha consolidado a nivel del conjunto de su población en un sistema donde se encuentren previstos de forma total los gastos que representa una población envejecida.
 
Con un sistema de pensiones en desarrollo, el mayor desafío es lograr que los ingresos provenientes de la población económicamente activa, puedan solventar los gastos jubilatorios de una población que ha incrementado la expectativa de vida de los 66 años en 1978 a los 76 actuales. . De momento no es el caso, y peor aún, la Academia China de Ciencias Sociales estima que para el año 2035 el sistema nacional de pensiones se quedará sin fondos.
 
Adicionalmente, las transformaciones en la pirámide poblacional indican que desde el año 2012 la población económicamente activa (el principal activo y motor para su despegue económico) se encuentra en un declive, lo que permite al FMI pronosticar que para el año 2023 China se enfrentará por primera vez a un déficit de mano de obra.
La pregunta que circula hace ya varios años en el mundo académico y de los organismos internacionales es si ¿China será vieja antes de ser rica?, o, ¿si China será rica antes de ser vieja?
 
No es una pregunta menor ya que una pirámide demográfica en la cual una parte significativa de la misma se encuentra por encima de los 65 años presenta desafíos importantes. De acuerdo a las Naciones Unidas, la población de China por encima de los 65 años alcanzará al 24% de la población, versus el 9% que tenía en el año 2013.
Adicionalmente, dada la extensión territorial de China y las características propias de su modelo de desarrollo, se agregan dos elementos adicionales que complejizan el panorama.
 
El primero es que las ciudades costeras fueron durante las décadas de 1980 y 1990 los polos del desarrollo económico de ese país, transformando en un imán para las poblaciones empobrecidas de las provincias centrales, lo que llevó a que se produjera el mayor flujo migratorio de la historia de la humanidad con más de 260 de millones de migrantes internos.  
 
Esto hace que actualmente exista una diferencia sustancial entre la expectativa de vida de las provincias de la costa oriental (Shanghai o Zhejiang), que tienen actualmente valores similares a los países más desarrollados del mundo (Suiza e Inglaterra respectivamente); mientras, que en las regiones autónomas de Tibet o Xinjiang, la cifra es similar a las expectativas de vida de países como Moldavia o Argelia, y en las populosas provincias centrales de Guizhou y Chongqing los valores son similares a los de Camboya y Vietnam.
 
Con el nuevo escenario, el gobierno ha buscado a largo de la presente década  limitar los flujos migratorios internos hacia las provincias de la costa como forma de fomentar que el desarrollo económico, industrial, educativo y de mejora de la calidad de vida de las provincias centrales se acerque a las de las provincias de la costa.
 
Este proceso, comienza a mostrar sus efectos, resultando en un factor positivo para las grandes urbes costeras ya que las mismas se encuentran al máximo en lo referido a la población que pueden sustentar, por lo que, para mantener y mejorar el complejo equilibrio medioambiental sobre la calidad del aire los espacios públicos y el acceso a la vivienda es necesario limitar la expansión que tuvieron estas ciudades en las décadas pasadas (tengamos presente que la “lucha contra la polución” ha sido uno de los principales objetivos del gobierno de Xi Jinping) ,
 
El segundo elemento, propio de las sociedades asiáticas y especialmente las de Asia Oriental, es que en términos de su población estamos frente a una sociedad cerrada, donde la presencia del inmigrante no es habitual ni fomentada.
Probablemente esta sea la gran diferencia con los Estados Unidos, y es lo que lleva a Naciones Unidas a proyectar que para el año 2100 la población de este país seguirá en continuo crecimiento y llegará a los 478 millones de habitantes, mientras que en el caso de China la proyección indica una reducción hasta los 941 millones.
 
Conscientes de esta situación, y de las necesidades poblacionales de China en las próximas décadas, es que desde Beijing se está experimentando con un  nuevo enfoque en temas demográficos, como lo que ocurre en algunas zonas fronterizas de China.
 
Dada la resistencia y el desconocimiento que el inmigrante provoca en la sociedad china, los nuevos experimentos apuntan a mayores flujos migratorios con los países fronterizos que permitan un incremento de la mano de obra sin generar mayores resistencias.
 
Seguramente, y en caso de resultar exitoso, este modelo se extienda a otras zonas limítrofes de China, siguiendo el tradicional camino de “cruzar el río tanteando las piedras”, pero en el tema migratorio, el tamaño de la población china hace que las soluciones a buscar sean de una mayor escala.
 
Durante las primeras tres décadas del crecimiento económico de China (1978-2008), el centro de las preocupaciones del gobierno era lograr que los masivos flujos de migrantes internos que cada día llegaban a las metrópolis costeras, pudieran acceder a trabajo, vivienda y educación para sus hijos.
 
Actualmente esas tensiones son menores, y el foco en lo interno está puesto en otros temas como la calidad medio ambiental de las ciudades, o integrar a la vida económicamente activa a los más de ocho millones de graduados universitarios que el país genera cada año.
 
El tiempo sigue pasando y los problemas demográficos de China se están acentuando. Las soluciones propuestas no parecen encontrar aún las respuestas necesarias que el modelo de crecimiento necesita, y la demografía se está transformando en el mayor desafío económico de la China contemporánea.