Coloquio

Edición Nº49 - Julio 2019

Ed. Nº49: Salud y salud mental en la agenda judía

Por Mirta Goldstein

Uno de los problemas aun silenciados y ocultados dentro de la comunidad judía, es el aumento de las dolencias físicas, psíquicas y emocionales, en muchos casos desencadenados por factores ambientales intracomunitarios. La depresión juvenil y los suicidios suelen mantenerse ocultos para no enfrentar, por ejemplo, la angustia ante el conflicto endogamia vs. exogamia como propio de los grupos que mantienen tradiciones y el judaísmo no se excluye de dicha problemática.

Mientras los medios masivos y no sólo los científicos, se ocupan de la difusión de los nuevos malestares y sufrimientos que aquejan sobre todo a los niños y adolescentes, en los espacios judíos éstos parecen no existir. En los ámbitos ortodoxos se niegan las influencias ambientales y en los ámbitos menos practicantes se pone demasiado énfasis en los factores sociales del contexto que obviamente influyen. En síntesis, en ambos espacios se niegan y desconocen que tenemos dolencias físicas y psíquicas que involucran a factores culturales judíos.
 
No conozco foros sobre Salud ni sobre Salud Mental organizados por las comunidades. Si bien debemos reconocer el papel de consejeros que ejercen los rabinos ante situaciones traumáticas y pérdidas dolorosas, no se realizan investigaciones respecto de los factores ambientales judíos que afectan la salud general. Por ejemplo, la asimilación y mixtura de algunas familias generan pérdidas identificatorias y desgarros en la identidad con sus concomitantes consecuencias transgeneracionales, en los ámbitos ortodoxos la represión sexual genera desenlaces de violencia doméstica, ludopatías y/o afición a la pornografía.  
 
Hay un claro aumento de la drogadicción en adolescentes judíos, el cual no se aborda como un tema de valores dentro de la comunidad, que, paradojalmente, sostiene valores permanentes.
 
Muchos conflictos se abordan desde la perspectiva particular sin incluir una perspectiva que profundice en los conflictos de cada comunidad judía y del judaísmo en general. Se han estudiado las enfermedades genéticas judías, pero jamás se han abordado sus consecuencias psíquicas.
 
Nuestro concepto de Tzdaká nos convierte en responsables sobre los adultos mayores y los pobres, pero salvo en tiempos de catástrofes como el atentado a la AMIA, no se concretan proyectos de protección y prevención de manera comunitaria.
 
Por ejemplo, la entronización que hacemos del niño para la familia judía, muchas veces lo conduce a una dependencia emocional prolongada; si bien esto es parte de la cultura occidental, no se lo aborda como conflicto en una comunidad que sostiene la protección del niño como valor fundamental.
 
Todos los años los niños leen la Hagadá y escuchan que el mundo exterior es hostil. ¿Qué siente ese niño? Si es verdadero, como lo es, el aumento del antisemitismo en nuestros días a nivel mundial, ¿cómo preparamos a ese niño ante sus temores y angustias y como enfrentamos la vulnerabilidad que nos habita en cada generación? Repetimos cada Pésaj “le dor vador” o en cada generación, pero no hablamos del trauma profundo que esas palabras inscriben.
La Memoria colectiva es un pilar de la transmisión del judaísmo, pero esa Memoria es también un factor comunitario que produce desde indiferencia hasta síntomas.
 
Estamos implicados en las consecuencias que producen nuestros modos aceptados de transmisión. Doy ejemplos que me parecen permanecen en el tiempo. La transmisión de la memoria de la Shoá aún sigue produciendo afecciones afectivas. Si bien buscamos vías cada vez más delicadas de transmitir nuestra historia, continúa siendo traumática en tercera y cuarta generación
 
La Shoá se ha abordado desde diversas perspectivas, pero no he encontrado foros sobre su incidencia en la salud física y afectiva. Hablamos del silencio de los sobrevivientes, de las inhibiciones de las segundas generaciones, pero no hablamos de los efectos traumáticos en el seno de lo público judío.
 
En muchos casos se buscan terapeutas no judíos y en otros solo se los acepta si son creyentes. Esto promueve una clara falta de neutralidad de los profesionales ante el dolor psíquico al cual, para seguir negándolo, se lo trata como “problema de conducta”. En otros casos se buscan soluciones medicamentosas (psicofármacos) que facilitan la absolución de consciencia con el argumento de que son problemas genéticos.
 
Este último argumento es fácil de rebatir pues si hay factores genéticos y nos conducimos según la genética judía, estamos ante factores transgeneracionales culturales que reproducimos sin saberlo.
 
Los temas de salud mental, rara vez están en las agendas institucionales porque se los considera ajenos a las problemáticas de “comunidad”. Lo que deseo destacar en que éstas problemáticas no son el único factor en los desenlaces del padecer emocional, pero contribuyen a sostenerlo.
 
En las sociedades más desarrolladas, principalmente en sentido cultural y educacional como puede serlo la sociedad argentina, observamos un número creciente de profesionales dedicados a la Salud Mental y a sus ramificaciones: psicología, psicoanálisis y psiquiatría. En ningún caso estos profesionales son convocados comunitariamente, salvo los psicopedagogos en los gabinetes de las escuelas.
 
Mi propuesta apunta a generar un debate sobre Salud Mental dentro de las comunidades. No se trata solo de construir proyectos para los que portan capacidades especiales, o de tratar autónomamente el problema del bullying en las escuelas. Se trata de debatir profundamente estos temas en las agendas institucionales como situación sintomática que afecta a particulares y a la comunidad en su desempeño.
 
¿Alguna vez nos planteamos los efectos afectivos que implican, por ejemplo, promover los exilios? Las capacitaciones en el exterior para formarse mejor en determinadas áreas, generan desgarros familiares y pérdidas emocionales y no solamente logros a alcanzar. Si bien este parece ser un dilema particular, todos sabemos el peso que esto tiene dentro del sionismo, en el seno de la expertis ortodoxa que promueve el estudio en medios judíos del mundo, y dentro de la academia internacional.
 
Tampoco abordamos como temáticas comunitarias la reproducción asistida, la adopción, el avance de la melancolía. Las crisis económicas y sus efectos depresivos no se abordan como problema comunitario. Pobreza y riqueza son primero temas humanos y de recursos resilientes y no solo económicos por lo cual algo debería incluirse en las agendas para aliviar el dolor psíquico.
 
Muchos son los conflictos que devienen de la pertenencia. En el seno del International Council of Jewish Women (ICJW) hemos trabajado la soledad emocional de la mujer Almaná y Aguná siendo estos conflictos inherentes a la condición judía y sus mitzvot. ¿Hemos abordado esta problemática desde la sensibilidad femenina y sus implicancias? Aún no.
 
Por ello también nos cuesta abordar la violencia intrafamiliar, el abuso y el incesto.
 
Se realizan infinidad de congresos sobre estos temas en todos los países, pero no ha llegado a mis oídos que se aborden desde el judaísmo comunitario.
 
Es cierto que los rabinos promueven una ética judía sobre estos temas, ¿pero no deberíamos incluirlos en una agenda pluralista e interdisciplinaria en la cual lo religioso participe, pero no sea la única voz?
La Red de Mujeres Judías Argentinas se ocupa de la difusión de las dificultades de la mujer actual, pero su participación, como filial argentina del ICJW, no llega al interior de las reuniones comunitarias para considerar proyectos que profundicen en ellas.
 
Mi propuesta es organizar foros interdisciplinarios sobre salud y salud mental que no excluyan las determinaciones judías ni los efectos sobre la comunidad de algunas dificultades sociales e individuales que se presentan como síntomas.
 
En lugar de estigmatización, me parece que en tales foros se podría blanquear condiciones y situaciones que merecen un trabajo de elaboración y de duelo por sus consecuencias.
 
La salud mental de la población mundial está en jaque en nuestros días.  ¿Estamos fuera de ello o, en tanto judíos activos en los lazos intra e intercomunitarios, somos partícipes de los problemas?
 
Entiendo que los profesionales especializados, los educadores y los políticos deben trabajar en conjunto, pero solo se logrará algún resultado si no se desoyen ni ocultan los factores ambientales intracomunitarios judíos.