Coloquio

Edición Nº47 - Marzo 2019

Ed. Nº47: La perspectiva jasídica acerca del Tikún Olam

Por Eliezer Shemtov1 2

En lo relativo al mundo y la existencia, hace tiempo llegué a la conclusión de que existen dos posibilidades: 

1) en definitiva, nada importa; 

2) todo realmente importa, lo que se desprende a su vez de otras dos posibilidades: 

1) el mundo es un accidente cósmico; 

2) el mundo es una creación Divina.

 
 Si el mundo es un accidente cósmico, la lógica indicaría que nada realmente importa, ya que nada tiene un valor intrínseco. La vida y los bienes del prójimo le “pertenecen” por la sola razón de que nadie se los ha quitado. Si a mí se me ocurre quitárselos, ¿quién me puede decir que no lo haga? Rige la ley darwiniana: la supervivencia del más fuerte. Si el universo es una creación Divina, en cambio, todo importa, ya que no hay nada que exista sin ser creado y, por ende, la mera existencia de algo implica que tiene un propósito insustituible. Si esto así no fuere, ¿por qué motivo fue creado?

No es el objetivo del presente artículo determinar si el mundo es una creación Divina o un accidente cósmico. Mi objetivo aquí es compartir la visión de quien cree que el mundo en general y la vida humana en particular son creaciones Divinas. Ciertamente, hay muchos matices entre los “religiosos” mismos con respecto a este tema; quiero compartir aquí mi visión personal, basada en las enseñanzas de mi maestro, el Rebe de Lubavitch, Rabino Menachem Schneerson, que su mérito nos proteja.
 
El objetivo de la creación del cosmos
 
El que parte de la premisa de que el mundo tiene Creador, indefectiblemente se preguntará ¿con qué fin? ¿Qué le faltaba a Di-s, Todopoderoso, para que se le ocurriera crear este mundo? ¿Cuál fue Su objetivo?
 
Una de las respuestas tradicionales postula que lo único que le “faltaba” a Di-s previamente a la creación del mundo era la posibilidad de dar, ya que para dar tiene que haber un otro a quien dar; al ser Él la única existencia, no había a quién dar. Entonces Di-s creó un mundo para poder dar y así ejercer la bondad.
 
Ahora bien, ¿qué significa brindar “bondad”? ¿No vivimos acaso en un mundo en el cual parece haber más maldad que bondad? ¿Falló el experimento del Todopoderoso?
 
Analicemos la cuestión.
 
En Rosh Hashaná conmemoramos la creación del universo. Más específicamente, Rosh Hashaná coincide con el sexto día de la Creación, el día en el cual fue creado el ser humano. ¿Por qué conmemorar la creación del universo en el aniversario del sexto día, día en el cual se creó el ser humano, en vez del aniversario del primero, día en el cual los cielos y la tierra fueron creados de la nada?
El hombre como razón de ser de la creación del mundo
 
La respuesta que nuestros sabios dan a este interrogante es que fue recién con la creación del ser humano, dotado de libre albedrío, cuando el mundo llegó a ser “funcional”. Fue recién con la creación de este que Di-s pudo brindar Su bondad máxima: permitirle a otro entrar en un vínculo con Él. La naturaleza del vínculo entre Di-s y el hombre, homo sapiens —u homo locutus (“medaber”), según la clasificación tradicional judía—, asume distintas características: rey y súbdito, creador y creación, padre e hijo, etc. Una de las dinámicas de dicho vínculo es la de “socios”.
El hombre como socio de Di-s en la Creación
 
¿Qué significa ser “socio” de Di-s?
 
De acuerdo con la filosofía judía clásica, Di-s creó el mundo incompleto. Él creó la “materia prima”, y es nuestra tarea “perfeccionarlo”.
 
En los relatos de la creación del mundo y del hombre en particular abundan las referencias tanto explícitas4 como implícitas5 a este concepto.
 
Ahora bien, tenemos la obligación y la oportunidad de desarrollar este mundo “incompleto”, pero ¿cómo saber si una determinada acción avanza o retrocede su desarrollo? ¿Cuál es el punto de referencia según el cual se miden las cosas? Para saber si uno avanza o retrocede, debe saber primero dónde se encuentra y adónde tendría que llegar.
 
Cuenta la leyenda que el sabio Arquímedes, formulador de la ley de la palanca, habría dicho: “Dénme un punto de apoyo y moveré el mundo”. Probablemente, esto será imposible de lograr físicamente; sin embargo, para el que parte de la premisa de que el mundo tiene Creador, sí es posible “mover el mundo”. ¿Hacia dónde? Desde hace 3 330 años, momento en que recibimos la Torá en el Sinaí, tenemos definido en qué dirección es hacia adelante y en cuál es hacia atrás, hacia arriba y hacia abajo.  
La finalidad de la creación del mundo
 
Como hemos dicho, el objetivo último de todo es lograr un mundo en el cual rija la bondad. Pero, ¿cómo se hace para definir la “bondad”?
 
El hombre por sí solo no es capaz de definir la bondad, ya que el ser humano es por definición subjetivo: lo que es bueno según los criterios de uno será considerado malo según los criterios de otro. ¡La gente ni se pone de acuerdo en si está bien o mal darle una moneda a los malabaristas que trabajan en los semáforos! Según la visión del posmodernismo, es más que evidente que el hombre no puede definir nada más allá de lo que a él o a ella le parece. Según tal filosofía, no hay verdad sino “narrativas”, todas igualmente válidas. En otras palabras, “todos tienen razón”.
 
Si bien pueden haber también muchas interpretaciones en cuanto a lo que Di-s define como el bien —la ortodoxia no es monolítica—, por lo menos se parte de la premisa de que existe una definición del bien, y la discusión se centra exclusivamente en determinar cuál es el bien y cuáles son sus matices aceptables.
 
Para el que cree en Di-s y en el origen Divino de la Torá, el bien máximo para uno, su entorno y la sociedad en general es vivir de acuerdo con los valores definidos y transmitidos por Di-s en la Torá. No hay tema que surja en la vida del hombre sobre el cual Di-s no tenga Su opinión, la cual se halla expresada en la Torá. Puede costar encontrarla, pero está ahí; todo está ahí. Más aún: la Torá puede entenderse como el plano según el cual Di-s creó el mundo. Si un objeto, una persona o una situación existen en el ámbito terrenal es para que se plasme la voluntad Divina tal como aparece expresada en la Torá.
Tikún olam
 
Aquí llegamos al tema central de nuestro ensayo: Tikún olam, o “arreglar el mundo”.
 
Tikún olam es —en su origen— un término y concepto religioso muy antiguo. De hecho, el término tikún olam es parte de una frase más completa: Letakén olam bemaljut shin dáled iud, “arreglar el mundo bajo el reino de Di-s”. Mencionamos esta frase tres veces por día como parte de la plegaria de cierre Aleinu leshabéaj. Esta idea de vivir y trabajar para mejorar el mundo se ha popularizado mucho a través del jasidismo. (Hoy en día, muy a menudo se ve usurpada y hasta tergiversada por quienes quieren suplantar el judaísmo tradicional milenario por un sistema de valores más liberal y moderno, menos imbuido de religiosidad.)
 
Adoptar la primera parte de la frase mientras se ignora la segunda parte es una contradicción, ya que ¿quién puede pretender “arreglar” el mundo si deja a Di-s afuera? Sin Di-s no hay por qué arreglar el mundo, ni para qué, ni cómo. Todo es un accidente, y nada está ni bien ni mal. Quizás las cosas no sean como a uno le gusten, pero cambiarlas para que sean conformes a las preferencias de cada cual no necesariamente implica “arreglar”…
 
Aclarada esa anomalía, volvamos al tema de Tikún olam en su implicancia original: reparar el mundo para que funcione como su Creador quiere.
La justicia social
 
Uno de los grandes desafíos para el ser pensante sensible es cómo lograr la justicia social; ahora bien, el primer desafío es determinar qué se entiende por una sociedad justa. Los dos polos del espectro político-económico son el capitalismo y el comunismo. ¿Cuál es el equilibrio ideal entre los privilegios y las responsabilidades de aquel que trabaja y gana mucho más que los demás? ¿Se incentivan y se premian la ambición y la creatividad o se las castigan?
 
La Torá abunda en leyes sociales que regulan este conflicto de ideas. Respeta la propiedad privada y a la vez dictamina que un porcentaje de lo generado debe ser destinado para los menos afortunados. De hecho, la palabra tzedaká, que se traduce comúnmente como “caridad”, en realidad quiere decir “justicia”.  El destinar el diezmo de la producción para los pobres no es un acto de generosidad, sino un deber moral. Lo que uno da además del diezmo será considerado generosidad, ya que no es obligatorio.
 
El judaísmo nos enseña que la riqueza personal no es un mero resultado de los esfuerzos personales, con lo que uno no le debería nada a nadie; por el contrario, la riqueza proviene de la bendición Divina, la cual corona con éxito los esfuerzos del hombre, quien se hace depositario de la confianza de parte de Di-s por cuanto lo ha designado administrador efectivo de Sus bienes terrenales. En concreto, Di-s concede al rico el 90% de sus bienes a título de “comisión” por administrar correctamente el 10% restante.
 
Este concepto, además de definir la responsabilidad que uno debe tener para con el prójimo, sirve también para redefinir completamente el vínculo con el dinero. El dinero no es apenas un trofeo generado por el esfuerzo personal; es un desafío y una oportunidad que Di-s le da a uno para poder “arreglar” el mundo material, elevándolo a un plano superior. Es un medio, y no un fin en sí mismo.
La función del dinero
 
La gente trabaja —y mucho— para ganar dinero. No solo trabaja para ganar su sustento sino para ganar mucho más que eso. ¿Será un buen negocio trabajar tanto para generar más dinero? El nivel más inferior de la existencia es el mineral. El nivel más elevado es el humano. ¿Qué sentido tiene convertir vida humana en metal? ¿Qué sentido tiene convertir algo de valor infinito en algo de valor acotado?
 
La respuesta breve es que es el destino que uno le da al dinero lo que determina si se trata o no de un buen negocio. Si para uno el dinero es un fin en sí mismo, es un mal negocio, ya que convierte un potencial de valor infinito en algo de valor limitado. Si para uno el dinero es un medio por el cual puede generar aún más bondad en el mundo, resulta ser un buen negocio. Cuanto más da —y no cuánto más retiene—,  tanto mayor es el retorno que genera su inversión de tiempo y esfuerzo.
Tikún olam à la fugu
 
Uno de los platos más cotizados en la cocina japonesa es el fugu. Se trata de un pez que contiene un veneno sumamente mortal, y es todo un arte extraer ese veneno y preparar el pez para el consumo humano. Dicen que es una verdadera delicia.
 
¿Qué tiene que ver el fugu con Tikún olam?
 
Según las enseñanzas jasídicas, la tarea principal por la cual el alma baja a este mundo físico y se reviste en un cuerpo es realizar Avodat habirurim, o  la labor de refinamiento. El mundo es una mezcla de bien y de mal, y la consigna es saber esquivar el mal y aprovechar el bien. Un fugu en su estado natural es un peligro. Pasando por las manos de un experto, se transforma en un manjar. Lo mismo ocurre con los venenos y delicias espirituales.
 
Esa es la esencia de Tikun Olam. Hace falta acceder y activar el potencial Divino oculto dentro de cada coyuntura de la experiencia humana. Y tal como en el caso del fugu, cada uno no puede decidir intuitivamente cómo lograrlo. Hace falta un entrenamiento muy meticuloso, basado en una tradición milenaria. Ahí no vale ni pluralismo ni postmodernismo. El veneno del fugu no es tan políticamente correcto ni sofisticado… Más vale hacerle caso a la abuelita japonesa, que sabe lo que hace aunque no entienda cabalmente el porqué de cada paso.
¿Cómo se hace para cambiar el mundo?
 
El otro día me llamó un amigo y me preguntó qué estaba haciendo. —Tratando de mejorar al mundo —contesté.
 —¡Pah! ¡Qué tarea ambiciosa te propusiste!”
 —La verdad es que no es tan difícil. Todo está tan mal que cualquier cosa positiva que uno haga ya lo está mejorando…
 
De hecho, el sabio Maimónides6, parafraseando el Talmud7 dijo algo parecido: uno debe verse siempre equilibrado entre el bien y el mal, y ver así el mundo entero. Con una sola buena acción, una sola buena palabra o un solo buen pensamiento puede inclinar la balanza hacia el lado del bien, y así traer Redención para sí y para el mundo entero.
Uno puede y debe practicar Tikun Olam en el micronivel y en el macronivel. Cada elección que uno hace en su vida personal, por insignificante que parezca, tiene un impacto cósmico, ya que ¿cómo se puede cuantificar el valor de una buena acción? A su vez, no alcanza con conformarse y ocuparse de la vida personal de uno; hace falta estar atento y sentir la responsabilidad de aprovechar cada oportunidad que se le presenta a uno en su contacto con el mundo que lo rodea.
 
Nuestros sabios señalan8 que, a diferencia de los animales, el hombre fue creado solitario. Esto nos enseña que basta con la existencia de un solo hombre para dar sentido a la existencia del mundo entero. Todos los minerales, plantas y animales no pueden lograr lo que un solo hombre puede, ya que, por poseer libre albedrío, puede elegir actuar de acuerdo con la voluntad Divina o en contra, y, por lo tanto, únicamente sus decisiones y acciones tienen implicancias de valor moral.
 
Hoy tenemos más de 7 000 000 000 de seres humanos en el planeta, pero basta con uno solo para lograr el salto cualitativo. Así es: la diferencia entre 0 y 1 es mayor que la que existe entre 1 y 7 000 000 0009
Ejemplo de Tikún olam a nivel micro
 
Hace unos años, estando con mi familia de visita en Nueva York, vi un aviso en un diario del barrio anunciando una liquidación en una zapatería cercana. Cualquier par de zapatos salía 19,99 dólares. Fuimos con los chicos a visitar la zapatería y, efectivamente, hubo un par de zapatos que le vino bien a uno de los chicos. Al pagar le di al dueño un billete de 20 dólares, y él colocó los zapatos en una bolsa.
 
—¡Muchas gracias! —dijo.     
—¿Y el cambio? —pregunté.
 
Me miró con cara rara. —¿Cuánto me dio? —preguntó. —Le di 20 dólares, y en el aviso decía que los zapatos salían 19,99. Me debe un centavo.
 
El hombre vaciló, pues no sabía si estaba hablando en serio o no. Finalmente, buscó hasta encontrar una moneda de un centavo y me la dio.
 
Entonces tomé la moneda y la deposité en una de las alcancías de tzedaká que el dueño del negocio tenía en su mostrador.
 
—¿Vieron, chicos? —dije a mis hijos. Esa moneda en el bolsillo no tiene mucho valor monetario. Ni siquiera el dueño del  negocio sabía si  tenía o no alguna. Pero ahora, al colocarla en una alcancía de tzedaká, cumpliendo con esto una mitzvá, acabo de transformar algo de valor monetario insignificante en algo de valor espiritual incalculable.
Ejemplos de Tikún olam a nivel macro
 
Abundan ejemplos de Tikún olam a nivel macro en las enseñanzas y los proyectos iniciados por el Rebe de Lubavitch.
El Rebe fundamenta teóricamente su accionar en el fallo de Maimónides en cuanto al deber que el judío tiene de difundir el código de valores universal conocido como Las siete leyes de los hijos de Noé.
 
Históricamente, dicho deber no fue cumplido, ya que durante milenios tratar de influir en la sociedad en cuestiones basadas en la religión judía implicaba un gran peligro. Dado que las condiciones del mundo actual sí lo permiten, concluyó el Rebe, hay que aprovechar las oportunidades de introducir dicho código en las sociedades que nos rodean.
 
Dicha iniciativa ha sido reconocida en los últimos cuarenta años por medio de proclamas presidenciales firmadas todos los años por el presidente de los EE.UU. en ocasión del aniversario del nacimiento del Rebe de Lubavitch, en las cuales se reconoce su aporte a la educación de la sociedad en general más allá de su pertenencia religiosa específica10. Un ejemplo de ese aporte es su apoyo a la propuesta del Minuto de silencio11 , según la cual cada día escolar en el sistema de educación pública debería comenzar con un minuto de reflexión durante el cual cada alumno piense sobre el objetivo de su vida. De esa manera se inculca en el alumno la concientización de que la información no es nada más que una herramienta, cuyo verdadero valor se define según los valores éticos de los objetivos para los cuales se utilizará.
 
Este reconocimiento llegó a su expresión máxima en el año 1995, cuando el Congreso de los EE.UU. otorgó al Rebe de Lubavitch la Medalla de Oro12, el máximo reconocimiento gubernamental otorgado a un civil.
 
En el dorso de la medalla figuran cuatro palabras en inglés y dos en hebreo. Las cuatro palabras en inglés son: benevolence, ethics, leadership, scholarship. (benevolencia, ética, liderazgo, erudición.)  Las dos palabras en hebreo son: Letakén olam (reparar el mundo).
 
Además del reconocimiento personal hacia el Rebe y su aporte a la sociedad, la medalla implica el reconocimiento por parte del gobierno más poderoso de la actualidad —y de la historia— del credo judío de Tikún olam. Eso mismo es un gran paso en el proceso de Tikún olam.
 
Otra de las grandes innovaciones orientadas a  “arreglar” el mundo es el encendido de menorot o janukiot en espacios públicos en Janucá13. Originalmente, nuestros sabios instituyeron que cada uno encendiera la janukiá o menorá al anochecer en la ventana o puerta de la casa que dé hacia la calle con el objetivo de publicitar el milagro representado por las llamas de Janucá. Estas llamas representan también la búsqueda de iluminar la oscuridad espiritual de la calle con la sagrada luz de la velas de Janucá. En 1974 el Rebe introdujo la iniciativa de llevar esto a un nivel mayor: no solo que la calle reciba la iluminación de la menorá encendida en las casas, sino que la calle misma sea una fuente de dicha luz milagrosa y Divina.
 
Hoy en día ya es “normal” ver una menorá gigantesca encendida en la Plaza Roja frente al Kremlin14, frente a la Puerta de Brandeburgo en Berlín15, y ni que hablar en Roma, Atenas, Madrid, París y Londres, capitales de civilizaciones que en algún momento de su historia más o menos reciente buscaban eliminar al pueblo judío y lo que este representaba de sus tierras, e incluso de la misma faz de la tierra. Para entender la implicancia de que hoy en día estos lugares sean fuentes de luz espiritual judía, hace falta tener apenas un poquito de perspectiva y conocimiento de la historia.
La culminación del proceso
 
Uno de los fundamentos16 del judaísmo es la final llegada del Mashíaj —el ungido—, quien redimirá el mundo y dará inicio a la era mesiánica, cumpliendo así con el objetivo para el cual el mundo ha sido creado.
 
¿Es esta una idea por tomar en sentido literal o es nada más una utopía irrealizable?
 
La respuesta depende de quién pregunte. Para quien cree que el mundo es un accidente cósmico, la idea de un Mashíaj suena fantasiosa y hasta ridícula. Para quien parte de la base de que el mundo es una creación Divina con un propósito muy definido, no es difícil entender que es una realidad alcanzable en el sentido literal. Dado que todo lo que existe es una creación Divina, y que lo que distingue a uno y otro en este aspecto es nada más la cantidad y densidad de las capas que ocultan dicha condición, es posible pensar que, al penetrar esas capas y revelarse esa esencia común, habrá una verdadera armonía y reinará la paz en el mundo.
 
Dadas las condiciones presentes en el mundo, ¿estamos cada vez más cerca o más lejos de dicha realidad anhelada?
 
Hay un pasaje del Zohar17 que arroja una luz muy interesante sobre el tema.
 
El Zohar hace referencia al versículo de la Biblia18 que habla del inicio del diluvio: “En el año seiscientos de la vida de Noé, en el mes segundo a los diecisiete días del mes, ese día estallaron todos los manantiales del abismo y se abrieron las compuertas de los cielos”. Dice el Zohar al respecto que, además de ser un relato histórico de lo ocurrido hace miles de años, el versículo es también un vaticinio de lo que habrá de suceder.
 
En el sexto siglo del sexto milenio, dice el Zohar, la tierra se verá inundada con conocimiento celestial y terrenal, y esto preparará el mundo para entrar al séptimo milenio…
 
Estamos actualmente en el año 5779 desde la Creación, o sea, ingresamos al octavo siglo del sexto milenio. El sexto siglo del sexto milenio, o sea el año 5500, corresponde al año 1740 de la era común. Hubo dos acontecimientos revolucionarios que ocurrieron en esa época: la Revolución Industrial y el nacimiento del movimiento jasídico por obra del Baal Shem Tov, es decir, una verdadera inundación de conocimiento “terrenal” como también “celestial”.
 
El Rebe de Lubavitch explica19 que la coincidencia de dichos acontecimientos no es casual. Una cosa complementa la otra en el proceso de preparar el mundo para la llegada del Mashíaj, época en la cual, como lo expresara el profeta Isaías20, “la tierra se llenará del conocimiento de Di-s tal como las aguas cubren el mar”. Es la aceleración en la cantidad y calidad del conocimiento científico, como también del conocimiento de los secretos de la Torá, lo que hará posible que se cumpla dicha profecía. La ciencia es el cuerpo que permite hacer llegar la comunicación a todas partes, y la Torá es el alma que provee el contenido que es necesario transmitir. También: las ciencias nos dan las herramientas que nos enseñan cada vez más cómo hacer las cosas; es la Torá que nos define cuándo y para qué es correcto utilizar dichos conocimientos.
 
Los resultados de la sinergia entre la Torá y las tecnologías de la comunicación están literalmente en la palma de tu mano. Cada vez hay más acceso a más información. Ya prácticamente no hay secretos. Todo está al alcance de todos —wifi mediante— en todo momento y lugar. Cada vez es más fácil comunicar las ideas más profundas al mundo entero en forma instantánea. El mundo está en un claro proceso de avance hacia la posibilidad técnica de que una sola persona realmente llegue a todos y —si es una persona que reúne las características necesarias— llegue a lo más profundo del alma, a la esencia misma que nos une a todos.
 
En ese día, las diferencias se verán, no como motivos de conflicto, sino de armonía y sinergia.
El objetivo por el cual este maravilloso mundo fue creado habrá sido logrado: un mundo “reparado” en el cual todos pensarán, sentirán y actuarán y todo funcionará en consonancia con su esencia y propósito Divinos.
 
Usted, querido lector, ¿qué opina?
 
 
Notas
 
1 rabino.shemtov@jabad.org.uy
2 El autor agradece a la Prof. Esther Oxman por su colaboración editorial.
3  Las fuentes judías clásicas sobre el tema van desde Génesis 1:1 hasta voces más contemporáneas, entre las cuales recomiendo las siguientes:
1) la carta escrita por el Rebe en 1962 sobre el tema de la edad del mundo según la ciencia y la Torá:  es.chabad.org/library/article_cdo/aid/1328128/jewish/La-Edad-del-Mundo.htm;
2) un artículo de Tzvi Freeman (2018), donde explica a su manera inimitable los conceptos expresados en dicha carta del Rebe (¿Cuántos años tiene el universo de acuerdo al judaísmo?, en www.jabad.org.uy/media/pdf/1063/lVOu10630314.pdf, pág. 22);
3) una traducción del texto fundacional de la cosmovisión jasídica articulada por el fundador de Jabad, Rabí Schneur Zalman de Liadí (1745-1812): Shaar Haijud Vehaemuná, en es.chabad.org/library/article_cdo/aid/693815/jewish/Shar-HaIjud-VeHaEmun.htm (Es altamente recomendable estudiar este texto con alguien instruido en el tema, ya que aborda conceptos y expresiones imposibles de entender correctamente sin una formación adecuada. Para una iniciación al tema, recomiendo esta versión castellana del texto: http://www.jabadlaplata.org.ar/el-tania/el-portal-de-la-unicidad-de-di-s-y-la-fe.)
4 Por ejemplo: Génesis 2:15.
5 Véase algunos ejemplos: Pirkei de Rabí Eliézer, 3; Rashi, Bereshit Rabá, 11:6; Bava Batra, 25b.
6 Mishné Torá, Teshuvá 3:4.
7 Kidushín, 40b.
8 Sanhedrín 4:5.
9 ¿Para qué, entonces, hacen falta 6 999 999 999 de “repuestos”? Nadie es meramente un “repuesto”. Resulta que cada uno de nosotros es único en algo, y sin nuestra existencia faltaría lo que solo nosotros podemos aportar. En otras palabras, cada uno de nosotros es el 1 en relación al 0 que representa nuestra no existencia.
10 en.wikipedia.org/wiki/Education_and_Sharing_Day; www.chabad.org/therebbe/article_cdo/aid/1167628/jewish/Education-and-Sharing-Day-USA.htm
11 en.wikipedia.org/wiki/Education_and_Sharing_Day
12 https://www.jta.org/1994/10/20/archive/lubavitcher-rebbe-awarded-the-congressional-gold-medal
13 en.wikipedia.org/wiki/Public_menorah
14  www.jpost.com/Diaspora/Lights-around-the-globe-Fighting-the-darkness-with-Jewish-light-517896
15 Ibid.
16 Mishné Torá, Hiljot Melajim, Cap. 11.
17 Zohar, Tomo 1, 117a.
18 Génesis 7:11.
19 Likutei Sijot, vol. 15, pág. 42.
20 Isaías 11:9.