Coloquio

Edición Nº37 - Noviembre 2016

Ed. Nº37: Un continente, dos políticas

Por Abraham Zylberman

Las políticas de Alemania nazi hacia los judíos en los países ocupados de Europa occidental

El concepto de conquista del espacio vital y supremacía de la raza aria ocupaban el aspecto central en la ideología del nacionalsocialismo desde el mismo momento de la fundación del Partido y la enunciación de sus objetivos en su plataforma política el 24 de febrero de 1920:

Art. 3: Reclamamos tierras (colonias) para alimentar a nuestro pueblo e instalar en ellas a nuestro excedente de población.

 

Art. 4: No pueden ser ciudadanos del Estado más que los integrantes del pueblo. Sólo pueden formar parte del pueblo quienes tengan sangre alemana, sin tomar en cuenta su creencia religiosa. Por lo tanto, ningún judío puede ser miembro del pueblo1.

 

El medio para concretar estos objetivos fue la guerra, que habría de ser el medio para ocupar territorialmente otros países a efectos de su explotación económica y el dominio de los grupos étnicos, definidos como inferiores, para ponerlos al servicio de la etnia racialmente superior. Por otra parte, la guerra también era necesaria para oponerse con firmeza a otro enemigo: el bolchevismo, “porque una victoria el bolchevismo no conduciría a otro Tratado de Versalles, sino a la aniquilación y al exterminio total del pueblo alemán…Estando sobrepoblados, no podremos mantenernos en las condiciones tradicionales…La solución definitiva está, respectivamente, en la extensión de nuestro espacio vital y en la ampliación de nuestras bases de suministro de materias primas y víveres…He aquí las tareas que hay que emprender: 1. El ejército alemán ha de ser capaz de afrontar la guerra dentro de cuatro años; 2. La economía alemana ha de adaptarse a las necesidades bélicas dentro de cuatro años…”2.

 

De acuerdo a la concepción estratégica de Hitler, la primera etapa de la expansión territorial debía ser la anexión de Austria y Checoslovaquia – justificada por el derecho a la autodeterminación: la “repatriación” de los austríacos y los alemanes de los Sudetes al Reich común de todos los alemanes por ser todos de la misma raíz étnica –. Pero por sobre todo, éstos eran actos estratégicos, que servirían de base a nuevas acciones en el Este y Sudeste europeo. El paso siguiente era la conquista de Polonia – primera etapa en la ocupación de territorios proveedores de materias primas, alimentos y mano de obra -.

 

A pesar de las garantías inglesas, sostenía sus demandas planteadas ante Polonia, iniciadas en 1938, y dio órdenes para la preparación de la campaña militar contra ella: “…el comportamiento actual de Polonia requiere que hagamos efectiva una protección militar de nuestras fronteras…con el fin de eliminar cualquier amenaza por ese lado…La tarea de la Wehrmacht es aniquilar al ejército polaco. Tomando esto en cuenta, hay que hallar y preparar un comienzo de ataque sorprendente. La movilización general, sea en forma camuflada o abierta, se realizará conforme a los planes, en el último momento posible…”3  Polonia rechazó las demandas alemanas, que incluían la devolución de Danzig al Reich y la construcción de líneas internacionales de carreteras y ferrocarriles en su territorio. Pero las verdaderas intenciones de Hitler eran completar nuestro espacio vital en el Este y asegurar las bases de nuestra alimentación4  Al amanecer del 1º de septiembre de 1939, los tanques alemanes se desplegaron hacia la frontera con Polonia, la atravesaron y en pocos días, terminaron por ocupar el país. Alemania había sido arrastrada por sus líderes a una guerra que, finalmente, habría de destruirla. Hitler esperaba que tanto Francia como Inglaterra permaneciesen neutrales, pero el 3 de septiembre éstas le declararon la guerra.

 

La velocidad de la guerra relámpago había sorprendido al mundo y preocupado a Stalin, que se preparaba a ocupar los territorios que integraban la región que le correspondía según el reparto de agosto de 1939 (pacto Molotov-Von Ribbentrop). Utilizó la necesidad de Hitler de tener el campo libre en el oeste para conseguir reformas en el plan original. Lituania pasó a la esfera rusa y Polonia fue repartida: la zona occidental volvió al Reich, la central fue ocupada como Gobierno General por Alemania y la oriental pasó al dominio soviético.

 

Hitler se convenció de la imposibilidad de realizar sus metas imperialistas sin una guerra contra las potencias del Oeste. Estaba decidido el ataque para fines de septiembre. El mal tiempo obligó a postergar las actividades y entonces, se vio atraído por la idea de atacar Noruega. Había observado con interés y recelo la guerra desatada por la Unión Soviética contra Finlandia. Para impedir una eventual expansión soviética hacia el Oeste y una intervención de las potencias occidentales, ordenó ocupar militarmente Noruega y Dinamarca en abril de 1940. Esta ocupación permitía evitar el corte de los suministros de minerales que llegaban desde Suecia a través de Noruega y que eran vitales para el país. De esta manera conseguía otro objetivo: ampliar la zona de operaciones de las fuerzas navales y tener una base de operaciones para sostener una guerra en el Atlántico, convirtiendo así a Alemania en potencia naval mundial.

 

A pesar de los éxitos obtenidos, consideraba que debía llegar a un acuerdo con Inglaterra acerca de la división de Europa e incluso, del resto del mundo. Era consciente del peligro que representaba para sus proyectos de expansión y establecimiento de un imperio continental europeo regido por Alemania, la existencia de dos potencias como Estados Unidos y la Unión Soviética. Estas potencias estaban en condiciones de cercar a Alemania y en la temprana fase de su expansión, octubre de 1939, escribía Hitler que “ningún tratado o acuerdo con la Unión Soviética puede garantizar una neutralidad duradera de ese país…La mayor garantía contra una intervención soviética consiste en demostrar la superioridad alemana…Seguramente el intento de ciertos círculos norteamericanos por poner al continente europeo en contra de Alemania, no tendrá éxito por el momento, pero en un futuro puede rendir los resultados apetecidos…El tiempo, una vez más, trabaja en contra de Alemania”.5

 

Estas consideraciones lo impulsan pues a atacar a Francia, un enemigo doble: por un lado, el aliado de Gran Bretaña en el continente; por otro, el vencedor que humilló a Alemania con el Tratado de Versalles. La derrota de Francia era la condición imprescindible para permitir la expansión en el Oeste y al mismo tiempo, presionar a Inglaterra a flexibilizar su postura ante Alemania y llegar a un acuerdo y alianza con ella. El ataque comienza el 10 de mayo de 1940, comenzando por Holanda, luego Bélgica y finalmente, Francia. Al cabo de seis semanas, se impuso como el dueño de Europa occidental, con un ritmo de guerra relámpago – como ocurriera en el Este – . El gran poderío de Francia estaba roto, Inglaterra era expulsada del continente – Dunkerque – y Holanda, Bélgica y Luxemburgo estaban ocupadas. Contrariamente a lo esperado por los expertos militares, la campaña representó un triunfo de las tesis militares de Hitler. Al finalizar la campaña en junio, había alcanzado la cima de su popularidad y conseguido eliminar las corrientes de oposición presentes en el cuerpo de oficiales, como también obtuvo una autoridad sin límites a los ojos de buena parte de los viejos representantes de la vieja Alemania y de los miembros de una élite nazi no muy conforme con el rumbo tomado por el Tercer Reich en los campos económico y de la política exterior, después del estallido de la guerra.

 

El ataque a la Unión Soviética se demoró por la situación balcánica que debía ser resuelta. Rumania, después de la abdicación del rey Carol en septiembre de 1940 quedó bajo el poder del general Antonescu, convirtiéndose en satélite alemán. También tuvo que intervenir en Grecia, tras el fracaso del intento italiano por conquistarla permitiendo que Gran Bretaña se asegurara bases en el país. Para garantizar el paso de tropas alemanas a Grecia, fue necesario acordar con Yugoslavia, Hungría y Bulgaria. Se obtuvieron los acuerdos pero por cuestiones internas de Yugoslavia, el país fue invadido y dividido entre Alemania, Italia y sus aliados balcánicos. Grecia fue ocupada y Hungría y Bulgaria se convirtieron en aliados de Alemania. El 22 de junio de 1941, un año después de la firma del armisticio con Francia, invadió la Unión Soviética. Los ejércitos alemanes se internaron en el país, pero el avance arrollador que Hitler había imaginado resultó inalcanzable. Llegado el invierno, los generales podían prever un desastre militar. Unos meses después, el 7 de diciembre, entra en guerra Estados Unidos.

 

A fines de 1941, Alemania estaba inmersa en una guerra sin esperanzas, pero antes de que la perdiera totalmente, los nazis utilizaron el escaso tiempo para intentar establecer su Nuevo Orden en la Europa ocupada. Aunque Hitler se refirió con frecuencia al Nuevo Orden en sus escritos y discursos, nunca fue éste tema de un plan detallado y concreto. Pero los discursos de los líderes y los decretos dictados para el gobierno de los territorios ocupados evidencian los objetivos: la Nueva Europa sería explotada económicamente a beneficio de la raza superior, que incorporará a elementos utilizables de las poblaciones conquistadas, pero no a los “infrahumanos” – como judíos, eslavos, intelectuales polacos, comisarios soviéticos – . Éstos tendrían que ser exterminados o empleados como mano de obra esclava. Martin Bormann escribió a Alfred Rosemberg en 1942: “Los eslavos existen para trabajar para nosotros; en cuanto ya no nos sirvan, pueden morir. Por ello, la vacuna obligatoria y los servicios sanitarios alemanes son superfluos. La fertilidad de los eslavos es indeseable…la educación es peligrosa…Por lo que respecta a los alimentos, no deberían percibir más de lo absolutamente imprescindible. Somos los amos, Somos los primeros.”6

 

Hitler fue absorbido gradualmente por la dirección de la guerra y hasta noviembre de 1944 pasó la mayor parte del tiempo en su cuartel general permanente en Prusia oriental. Los administradores civiles tuvieron manos libres para llevar adelante todo tipo de prácticas en aras de cumplir con el objetivo señalado por el liderazgo. Alfred Rosemberg fue ministro de los Territorios Orientales cuyos países eran gobernados por una autoridad central y una cadena de mandos, muchas veces conflictiva. La calidad moral de muchos funcionarios en territorio ocupado era dudosa. Por otra parte, la concesión de participar en el gobierno de las poblaciones nativas fue siempre tema de controversia.

 

La política seguida con los judíos respondía a los lineamientos del Führer. Ésta tuvo varias etapas, acorde al desarrollo y el agravamiento de las medidas antijudías:

 

1.    1933-1935: medidas sueltas, discriminatorias, sobre la base de decretos de emergencia y de plenos poderes. Sus objetivos eran aislar económica y profesionalmente a los judíos, presionándolos para abandonar Alemania.


2.    1935-1938: Promulgación de las leyes de Nuremberg7 y adopción de medidas acorde a sus contenidos.


3.    1938-1941: pogroms8 y primeras deportaciones en masa a los guetos en Polonia, después del estallido de la guerra9.


4.    1941-1945: exterminio físico por diferentes métodos (fusilamiento primero y cámaras de gas luego).

 

Sin embargo, la misma no era igual en todos los países, sino que dependía de diferentes factores, especialmente políticos e ideológicos. En el Oeste vivían unos 600.000 al comienzo de la guerra y cerca del 36% murieron. En el Este, donde las comunidades eran mayores, el número de víctimas alcanzó entre el 80 y 90%. ¿Por qué estas diferencias porcentuales? Si bien la ideología nazi aspiraba a un mismo objetivo para todos los judíos, había disparidades respecto a la implementación de la política antijudía, al régimen establecido en cada país ocupado y por lo tanto, al destino que enfrentaron los judíos. Esta situación motivaba el lento progreso de las medidas antijudías, a la que se agregaban otras consideraciones.

 

El 22 de junio de 1942, la Oficina de Seguridad del Reich (RSHA) instruyó respecto de la deportación en masa de los judíos de las regiones ocupadas en el Oeste: se comenzaría en julio y agosto con 40.000 judíos de Francia ocupada, 40.000 de Holanda y 10.000 de Bélgica, para destinarlos a trabajar en el campo de Auschwitz. El resto de los países contaban hacia 1940 con 2000 judíos en Noruega, 8000 en Dinamarca y 50000 en Italia. Eichmann, encargado de la cuestión judía en la RSHA, solicita primero la deportación de los judíos extranjeros, numerosos en Bélgica – más del 90% – y en Francia – más del 50% -, contando con la participación de los gobiernos locales. Lo medios colaboracionistas apoyan las persecuciones: en Francia el Partido Popular Francés impulsa las deportaciones en las que colabora la policía local; en Holanda también colabora, además de la policía, el movimiento nacionalsocialista de Anton Musert; en Noruega el partido nacionalista de Quisling; en Bélgica donde los oficiales municipales se opusieron a la persecución, en particular tras la orden de portar la estrella amarilla en junio de 1942, colaboraban con los nazis los rexistas de Leon Degrelle.

 

¿Qué diferencias podemos encontrar entre las conductas haca los judíos en el Oeste respecto del este? Tomando en cuenta el momento de la conquista y el lugar conquistado, los países orientales eran considerados parte del “espacio vital” alemán y se les impuso una política de dominio total y absoluto, un gobierno de las SS y la anulación de las administraciones locales. Esta política se estableció en base a consideraciones ideológicas y por lo tanto, la actitud hacia la población local no judía fue acompañada por un régimen de terror y sojuzgamiento. En el oeste, los países eran considerados como parte de la nación alemana o afín a ella desde el punto de vista racial y cada país tuvo en vigencia un sistema diferente. Las características de los gobernantes y oficiales alemanes, las luchas por el poder entre ellos, influyeron en la implementación de las políticas.

 

Otro factor importante fue la actitud de la población local dispuesta a ayudar a los judíos, sobre todo en el momento de las deportaciones, y la ubicación geográfica de cada país. La huida era más fácil de aquellos lugares que estaban en el límite de la influencia nazi. Tal fue el caso de Francia, de donde podían escapar a España o Suiza y Dinamarca, donde podían hacerlo a Suecia.

 

Factores políticos aconsejaban evitar el desenfreno violento y la brutalidad, para no fortalecer la tendencia anti-alemana y la propaganda de la resistencia. Las autoridades de ocupación, tanto civiles como militares frenaban este desenfreno de tiempo en tiempo pues no disponían de efectivos policiales suficientes y era necesario requerir el concurso de la policía local, lo que permitía a los propagandistas alemanes afirmar que los países en cuestión se libraban voluntariamente de sus judíos. Así lo sostiene el Hamburger Fremdenfront el 24 de julio de 1942: “Desde Ámsterdam nos comunican que los ciudadanos holandeses manifiestan una viva animosidad contra los judíos. Éstos se han dirigido a la Wehrmacht en demanda de protección. La Wehrmacht, a pesar del odio eterno que les guardan, brindó amparo a los judíos y accediendo a su propio pedido, los ha trasladado a Alemania, donde serán empleados según sus capacidades. Como reconocimiento a tanta generosidad, los judíos han puesto a disposición de los alemanes víctimas de los bombardeos ingleses, sus mobiliarios y departamentos”.

 

Había que tener en cuenta también a aquellos judíos de nacionalidad extranjera: “abstenerse provisoriamente de deportar a unos 30.000 judíos holandeses, belgas, franceses, noruegos…a fin de poder realizar con ellos un canje eventual…cuidando que esos judíos tengan lazos familiares o relaciones económicas, políticas o amistosas con personalidades enemigas…”10

 

El programa inicial del RSHA se ejecutó en parte. En Holanda, donde los judíos “comprendieron rápidamente que estaba en juego en las deportaciones al Este”11 cesaron de responder a las convocatorias. En Francia, la gran redada parisina de julio de 19422 prevista para 25.000 personas, sólo alcanzó a la mitad de esa cantidad, consecuencia de numerosas informaciones transmitidas por la policía y al administración. Sin embargo, no todo era optimismo: numerosos delatores tentados por las recompensas ofrecidas, entregaban a los judíos. Por otro lado, batidas parciales, aumento en los límites de edad, intrusión en los asilos, hospitales, prisiones, permitieron ir elevando el número de deportados.

 

DOS EJEMPLOS: DINAMARCA, FRANCIA

 

La pequeña comunidad danesa pertenecía en su mayoría a la clase media o media alta y estaba totalmente integrada a la sociedad. Esto se manifestaba, por ejemplo, en el alto porcentaje de matrimonios entre judíos y no judíos, uno de los más altos del mundo. La comunidad estaba concentrada en Copenhague, casi en su totalidad. Aún antes de la conquista nazi, los judíos daneses ayudaron a 4500 judíos refugiados llegados de otros países. Crearon un comité especial para tal fin, como también varias granjas de capacitación agrícola que permitieron trabajar en el campo a centenares de jóvenes refugiados. Al producirse la ocupación alemana, quedaron unos 1500 refugiados, llevando la población judía a unas 7500 personas.

 

Dinamarca fue ocupada sin oposición ni resistencia, lo que permitió que mantuviera su autonomía interna, preservara la vida de sus ciudadanos y mantuviera la integridad territorial del país. La capitulación estipulaba también que las relaciones diplomáticas entre ambos países continuarían y los daneses podrían administrar el país exceptuando las relaciones exteriores. En el acuerdo, una cláusula determinaba la protección a los judíos del país, que había sido exigida por lo daneses. A pesar de las presiones alemanas y del pequeño partido nazi danés, la mayor parte de la población defendió con tenacidad a los judíos y los nazis renunciaron transitoriamente a su objetivo.

 

El cambio comenzó hacia agosto de 1943, cuando a raíz de las actividades de las organizaciones de la resistencia danesa, estimuladas por las victorias aliadas, llevaron a los nazis a reconsiderar su política. La creciente tensión entre daneses y alemanes nazis, hizo resurgir la cuestión judía y las cláusulas de la capitulación fueron reconsideradas. El gobierno siguió ejerciendo sus funciones hasta el 28 de agosto de 1943, cuando en vista de la creciente oposición manifestada por el pueblo danés durante los últimos años de la guerra y las nuevas demandas acerca de los judíos, renunció y al frente de la administración se puso Werner Best. Al día siguiente, declaró el estado de excepción, el ejército fue desarmado y la marina procedió a hundir sus propios barcos.

 

Best aprovechó el momento para comenzar con la deportación de los judíos. En la noche entre el 1 y 2 de octubre los alemanes comenzaron a arrestar judíos. La noticia de la deportación fue filtrada por el agregado naval de la embajada alemana, Georg Duckwitz12 a los daneses, quienes a su vez pusieron sobre aviso a los judíos. Les fueron provistos escondites y luego, la mayoría fue trasladada a Suecia. Solamente 500 judíos fueron deportados, gente de avanzada edad y que no tenía ni la fuerza ni el ánimo para escapar. Los deportados fueron enviados a Terezin, donde siguieron recibiendo la ayuda danesa en forma de encomiendas e incuso exigiendo el derecho de visitarlos, pues eran ciudadanos daneses. No fueron trasladados de Terezin a Auschwitz y la mayoría se salvó.

 

Hacia 1940, en vísperas de la invasión alemana, vivían en Francia 350.000 judíos, de los cuales más de la mitad no poseía ciudadanía francesa. En su mayor parte eran extranjeros, refugiados de los países que ya estaban bajo el dominio nazi. No se integraron social ni económicamente a Francia, entre otros motivos, por carecer de ciudadanía y por las limitaciones que imponía el gobierno para emplear a estas personas, fundamentalmente en relación a los refugiados de Alemania. Se dedicaban principalmente al pequeño comercio y las artesanías. El sector más antiguo de la población judía estaba arraigado al país, se concentraba en las grandes ciudades y pertenecía a la burguesía local. La fragmentación interna influía también sobre su organización social y religiosa y cada sector manejaba en la práctica sus asuntos de manera independiente.

 

Una característica desde el aspecto político y relacionado también con el futuro de los judíos, fue la compleja relación entre el Estado y la administración nazi. En virtud del tratado de alto el fuego firmado el 21 de junio de 1940 entre Alemania y Francia, el país fue dividido en dos zonas: una de ellas fue ocupada por la Wehrmacht y la otra conservó su independencia hasta noviembre de 1942. A la zona ocupada, que gravitaba en torno a París y a la zona industrial del norte, pertenecían los 2/3 del territorio francés. La otra zona, la llamada “zona libre” tenía sede Vichy y a su frente estaba el mariscal Petain, héroe de la Primera Guerra. Estaba dominada por las fuerzas de la derecha nacionalista francesa. Durante un corto período, entre 1942 y 1943, hubo una pequeña franja en el sur bajo el dominio italiano.

 

Esta división le permitió a los franceses un margen significativo de autonomía. Y en este sentido se diferenciaba de los países que estaban bajo el completo control alemán – Bélgica y Holanda – como de los países que tenían gobiernos títeres – Noruega, Eslovaquia, Croacia.

 

El Reich alemán trató de obtener la colaboración del estado de Vichy en su lucha contra Gran Bretaña y por ello, se mostró complaciente, en cierta medida con él, permitiéndole mantener la soberanía sobre el imperio colonial francés. Sin embargo, hubo dificultades por el intento alemán de poner al servicio de su economía de guerra el potencial económico, laboral y armamentista de la Francia ocupada. La reincorporación al Reich de Alsacia y Lorena no contribuyó a modificar la actitud de Petain de entrar en guerra junto a Alemania.

 

Los alemanes necesitaban de una gran colaboración y apoyo de los franceses para la ejecución de las diferentes etapas de su política y de hecho, el régimen de Vichy no sólo cumplió la mayoría de las órdenes alemanas en lo relativo a los judíos, sino que también legisló por su propia iniciativa leyes antijudías. En octubre de 1940, por su propia iniciativa, el régimen de Vichy inaugura una política antisemita de Estado, parte activa de una revolución nacional que marca el inesperado regreso de los enemigos de la Emancipación. El régimen instituyó una ley general inspirada en el espíritu de las Leyes de Nuremberg: el Estatuto Judío, que definía quién era judío, dando inicio a su separación del resto de la población. En noviembre de 1941 se creó la Oficina General para Asuntos Judíos en Francia, destinada a supervisar la actividad de los judíos y toda su vida comunitaria. Todas las propiedades de los judíos fueron posteriormente confiscadas, les fue prohibido dedicarse a profesiones libres y trabajar en el servicio público francés. Particularmente vulnerables eran los judíos extranjeros y por ello fueron elegidos como las primeras víctimas de las persecuciones, tanto por el régimen de Vichy como por los alemanes. Ya desde 1940 fueron concentrados en campos de trabajo, donde murieron las primeras víctimas.

 

Producida la ocupación, muchos judíos franceses sintieron el peligro que los amenazaba y huyeron hacia la zona libre. Más de 100.000 judíos abandonaron sus casas en esta etapa transformándose en refugiados. Entre quienes escaparon se encontraban muchos de los líderes de la comunidad, que quedó sin un liderazgo experimentado. Al firmarse el tratado entre Alemania y Francia, Petain convocó a los ciudadanos a regresar a sus hogares. Alrededor de 30.000 judíos lo hicieron y otros 30.000 lograron atravesar la frontera sur durante los primeros meses, buscando un lugar de refugio.

 

En el otoño de 1940 cuando Francia comenzó a adoptar un ritmo normal y la población comenzaba a adaptarse a vivir bajo el dominio nazi, también comenzó la reorganización de la vida judía bajo el régimen de Vichy. Sin embargo, las tensiones entre judíos ciudadanos y no ciudadanos impidió la consolidación de una posición consolidada en la comunidad. Aún antes de que el régimen de Vichy publicara el Estatuto Judío, los judíos de Europa del Este crearon un comité clandestino en París llamado Amelot, cuyo objetivo era organizar actividades asistenciales en la comunidad. El intento de hacer participar a judíos ciudadanos fracasó, pues éstos temían colaborar con extranjeros en una época de nacionalismo y xenofobia.

 

En marzo de 1941 y en parte por la presión alemana se crea el Comisariado General para Cuestiones Judías a cuyo frente es nombrado Xavier Vallat, un reconocido nacionalista católico y antisemita. Tres meses después se promulga un segundo estatuto de los judíos, más severo que el primero y extiende el censo al sur del país y la arianización de los bienes judíos. Este antisemitismo de Estado rompe con 150 años de emancipación y permite comenzar llevar a cabo la política alemana. El primer paso es la apertura en agosto de 1941 del campo de Drancy, al norte de París. Poco después, en noviembre, Vallat crea la Unión General de Israelitas en Francia, por presión del representante de Eichmann en el país, Dannecker, a la cual deben obligatoriamente afiliarse todos los judíos de Francia antes de tener que entregarle, a partir de 1943, una contribución personal.

 

Hacia marzo de 1942 comenzó la deportación, ante la sorpresa de los judíos. Muchos comenzaron a buscar lugares de refugio y miles lo encontraron en aldeas y ciudades de provincia, con la ayuda de habitantes locales. Otros intentaron cruzar la frontera y llegar a Suiza. A fines de abril se incorporó al gobierno como primer ministro Pierre Laval, que estaba dispuesto a colaborar con los nazis. Vallat fue reemplazado y comenzó la persecución a todos los judíos, franceses o extranjeros.

 

La policía francesa aceptó reunir y arrestar para su deportación, a cambio de una amplia autonomía. En junio de 1942 los judíos de la zona ocupada fueron obligados por los alemanes a portar el signo distintivo a efectos de su fácil identificación, comenzaron los arrestos masivos y restricciones de movimientos. Las redadas llevadas a cabo por la policía francesa, continuaron todo el verano. La más conocida fue la del 16 al 17 de julio, donde 7000 de los 12.000 arrestados fueron encerrados en el Velódromo de Invierno sin alimentos, agua y sanitarios durante días, hasta su envío al Este.

 

En noviembre de 1942, fuerzas alemanas e italianas ocuparon la zona de Vichy. En la zona controlada por Italia, los judíos fueron protegidos hasta que fueron desplazados por los alemanes, después del intento de rendición de los italianos ante los aliados. Comenzaron a arrestar a los judíos y algunos intentaron huir a España o Suiza, pero el viaje era muy peligroso y muy pocos lo lograron. Otros fueron escondidos por franceses a riesgo de sus propias vidas.

 

Aproximadamente 77.000 judíos fueron deportados de Francia y sólo 2000 de ello sobrevivieron. Cerca de 70.000 fueron enviados a Auschwitz y el resto a Maidanek, Sobibor y Treblinka. Durante toda la guerra, el movimiento de resistencia, el maquis, actuó tanto contra los nazis como contra Vichy. Su máximo líder fue Jean Moulin, representante de De Gaulle, quien fuera asesinado por Klaus Barbie en 1943. Muchos judíos participaron en actividades clandestinas, en la resistencia francesa y en organizaciones judías como la mítica Armée Juive. Al ser liberada Francia, en agosto de 1944, los dirigentes del extinto gobierno de Vichy huyeron a Alemania.

 

Notas

 

1 En: T.Buron y P. Gauchon: Los fascismos, FCE, 1983
2 Del memorándum secreto de Hitler sobre el Plan Cuatrienal, 1934. Citado en Walther Hofer: El nazismo, Diana, 1966, pág. 89-91
3 Los preparativos para el ataque a Polonia. Citado en Walther Hofer (op. cit. pág. 240, 241)
4 Citado en Walther Hofer (op. cit. Pág. 242)
5 Klaus Hildebrand: El Tercer Reich. Cátedra, pág. 93
6 M.J.Thornton: El nazismo, 1918-1945. Globus, 1994. Pág. 132
7 Fueron emitidas el 15 de septiembre de 1935 y referían una, a la defensa de la sangre y el honor alemanes, prohibiendo el matrimonio entre judíos y arios para evitar la contaminación de la raza. La otra hacía referencia a quienes eran ciudadanos del Reich, condición que les fue negada a los judíos.
8 El más grave fue el de la noche del 9 al 10 de noviembre de 1938, conocido como “La noche de los cristales”, cuando los judíos de Alemania y Austria fueron atacados en represalia por la muerte del tercer secretario de la embajada alemana en Francia, Ernst Von Rath. 91 personas fueron muertas, 30.000 enviadas a campos de concentración, sinagogas y comercios propiedad de judíos fueron saqueados, incendiados o destruidos.
9 Los guetos fueron creados por orden de Reinhard Heydrich, jefe de la Oficina de Seguridad del Reich, en septiembre de 1939 y tuvieron por objetivo concentrar a los judíos y aislarlos del resto de la sociedad. Sólo los hubo en Polonia. Servirían luego como punto de deportación a los campos de exterminio.
10 Previsión de los diplomáticos del ministerio de Relaciones Exteriores. Nota sobre el trato a brindar a judíos de nacionalidad extranjera en poder de los alemanes, firmada por Rademacher, Berlín, 20 de febrero de 1943.
11 Informe Bene al ministerio de Relaciones Exteriores, La Haya, 13 de agosto de 1943.
12 Por esta acción, le fue otorgada la distinción de Justo de las Naciones por Yad Vashem.