Coloquio

Edición Nº36 - Septiembre 2016

Ed. Nº36: Reflexiones desde Argentina

Por Boris Kalnicki
REFLEXIONES DESDE ARGENTINA
 
La palabra rusa “pogromo” significa tormenta, devastación, y se aplicó en Europa Oriental al linchamiento multitudinario o de acción violenta contra personas y/o patrimonios de minorías étnicas, culturales o religiosas. Si bien hubo actos de esta naturaleza contra los judíos desde las Cruzadas y aún antes – por ejemplo en York – el primer acto que identifica al pogromo en sus objetivos antisemitas se dio en los disturbios de Odesa en 1821. Tras los violentos altercados antijudíos ocurridos en el sur del imperio ruso en el año 1881, luego del asesinato del zar Alejandro II, se definió definitivamente como una acción de violencia extrema sobre los judíos y su patrimonio sin importar sexo o edad, y sin discriminar entre sinagogas, viviendas o comercios en el afán destructor. En los años sucesivos el Este europeo fue escenario de múltiples pogromos, pero quizás culminó al oeste de sus territorios originarios, en el pogróm alemán de Berlín del 9 de noviembre de 1938 denominado por sus perpetradores “Kristallnacht” que se estima como el comienzo formal de la Shoá.
Aunque no fue específicamente contra judíos, por sus características de violencia y muerte sobre una minoría poblacional diferente a la mayoritaria se considera como primer pogromo en Argentina el acaecido en Tandil en la noche entre el 31 de diciembre de 1871 y el 1º de enero de 1872. Gerónimo Solané, gaucho entrerriano o santiagueño, sanador y profeta según sus cercanos que lo denominaban Tata Dios o Médico Dios, con un discurso xenófobo sumó doce seguidores a los que llamó “los apóstoles” que a su vez encabezaron un grupo numeroso de gauchos desarraigados. En un país que intentaba dejar atrás el analfabetismo y el atraso económico, intentando insertarse en el mundo occidental de avanzada siguiendo la política del Liberalismo político y económico. Como una consecuencia abrió las puertas de la Nación Argentina a la inmigración europea, pero esto se adecuaba con mucha dificultad a la vida de los pobladores de un territorio semi-civilizado que aún recordaban las viejas consignas de “Viva la Santa Federación”, “Mueran los salvajes unitarios”, etc.. Era también el período de la peste de fiebre amarilla expandida en el país y su secuela de muertes. El Tata Dios reiteraba un discurso humilde y manso que atribuyó los males de la época a los inmigrantes italianos. En la “noche vieja” de 1871 desde una estancia cercana al poblado organizaron los “apóstoles” una montonera que a los gritos de “Viva la Religión”, “Mueran los Gringos” y “Muerte a los masones” (¿?) destruyó propiedades y masacró a 36 personas en Tandil entre hombres, mujeres y niños, en su mayoría italianos que eran el mayor objetivo de odio, pero también algunos vascos y unos pocos ingleses. Solané y algunos de sus seguidores fueron luego ajusticiados. Hasta sus últimos momentos de vida expresaron un sorprendente odio extremo a los italianos, sin causas ni razones inteligibles. 

El 2º pogromo de estas latitudes fue en el barrio de Once de la ciudad de Buenos Aires, durante la Semana Trágica del 9 al 14 de enero de 1919, difieren las versiones en su secuela de 500 a 800 muertes – en su gran mayoría judíos – y la destrucción de varias sinagogas, centros culturales y comercios. Atribuyendo los asesinos indiscriminadamente que los judíos eran bolcheviques o anarquistas, sin trato diferencial para rabinos, comerciantes, trabajadores, mujeres o niños. Por supuesto sin justificar, pero intentando establecer algunas relaciones posibles para este estallido irracional sumamos, a las circunstancias de psicología social antes expuestas, la ideología antisemita importada presente en la élite europeizante, el anterior asesinato de Ramón Falcón por un anarquista judío, la contemporánea revolución bolchevique, huelgas irreductibles promovidas por comunistas y anarquistas, etc.
 
Aunque se conocen sobre estos dos “pogromos”, hay un velo conveniente en su consideración pública. Ambos son distintos en las metas buscadas y en sus consecuencias. Sin embargo tienen en común el desconocimiento del Otro diferente, el miedo a lo desconocido, la desconfianza a creencias distintas. Temor a hombres y mujeres que señalan su pertenencia social por su lenguaje incomprensible. Si se agregan circunstancias económicas o políticas desfavorables, también relatos añejos o recientes construidos para satisfacer intereses sectoriales perversos a expensas de la verdad, entonces el desconocimiento y temor se transforman, sintiendo que los otros diferentes, pueden ser agresivos ocultando intenciones estructuradas para sojuzgar y ante las cuales no hay defensa. Esto se previene con la destrucción del enemigo, que para el pensamiento inconsciente del antisemita – el Yo y el Ello señalado por Freud – es real y ve un peligro potencial a veces enmascarado detrás de una imagen bonachona. A los agentes nazis de la SS se les recomendaba que no permitan que sus sentimientos los debiliten en su acción a la vista de un niño judío porque éste usa su imagen pueril como arma de defensa, que oculta una segura y peligrosa agresión.
 
El Padre Edward H. Flannery sostiene que “El antisemitismo es a la vez un fenómeno objetivo y subjetivo, individual y social, antiguo y moderno, su etiología (sus causas) debe ser por fuerza multifacética, de modo que todas las interpretaciones aportan lo suyo”. A partir de lo señalado la singular persistencia e intensidad de la inquina antisemita obligan a disquisiciones interesantes a no dudar pero que exceden la intención de este artículo. Reiteramos: desconocimiento del Otro, desconfianza ante creencias religiosas distintas, temor por tradiciones culturales y expresiones del habla diferentes a las familiares, miedo atávico o instintivo a lo desconocido de carácter irracional. Todo estos sentimientos emocionales son a menudo alimentados tergiversando preceptos religiosos y reforzados por una profusa, centenaria y cerril literatura en la que “Los Protocolos de los Sabios de Sion” es paradigmática, cuyos conceptos recogen una herencia perversa y son de falsedad absoluta. La sumatoria conduce a actitudes de violencia individual o colectiva, siempre irracional.
 
Reflexionando sobre lo anterior considero que solo el conocimiento del Otro diferente enriquece e ilumina anulando tensiones oscuras inconscientes. El encuentro con el Otro exige un cambio en el intelecto y en el alma. Lo primero es posible mediante la investigación histórica veraz y la educación con espíritu abierto que enriquece las propias tradiciones culturales. El segundo cambio necesita reunir el estudio y la acción específica de iglesias, seminarios de estudios teológicos, sinagogas, madrazas, etc. Los genocidios del siglo XX y en particular el holocausto, despertaron conciencias que llevaron a acercamientos interreligiosos individuales y luego condujeron a los institucionales. Se sucedieron declaraciones de iglesias. En particular es relevante la encíclica de la Iglesia Católica Apostólica Romana “En Nuestra Era” (Nostra Aetate) del Concilio Vaticano II que inició en el mundo un fluir caudaloso de acciones de activo Diálogo Interreligioso. En 1970 se constituyó el “Comité Internacional de Enlace Católico-Judío” integrado por la Comisión de la Santa Sede para las Relaciones Religiosas con los Judíos y por el Comité Judío Internacional para consultas Interreligiosas (IJCIC) que está formado por el Congreso Judío Mundial, el Consejo de Sinagogas de América, el Comité Judío Americano, el Consejo para consultas Interreligiosas de Israel y la B’nai B’rith. La 18º reunión de este Comité de Enlace se efectuó en la ciudad de Buenos Aires en julio de 2004.

Argentina, que albergó el primer partido nazi fuera de Europa y a criminales de lesa humanidad al fin de la II Guerra Mundial, que en diversas ciudades – resaltando Buenos Aires – se cometieron tropelías y políticas antijudías desde instituciones particulares y oficiales, hasta se interpretó que la Iglesia pudo ser “matriz de antijudaísmo y de antisemitismo” – también fue América Latina pionera en el diálogo interconfesional. Comenzó en acercamientos individuales que se incrementaron día a día de manera impetuosa luego de la publicación de “Nostra Aetate” en 1965, como una necesidad de aliviarse de una pesada mochila de prejuicios frustrantes. Hoy Argentina es un ejemplo de mutuo reconocimiento, respeto y convivencia entre católicos, cristianos evangélicos, judíos, islámicos y diversas visiones religiosas de origen no abrahámico. Quienes creemos en el diálogo interconfesional, que puede comprender el diálogo interreligioso, hemos trabajado por él durante décadas con la Iglesia Católica Apostólica Romana y diversas iglesias evangélicas. Asimismo hemos tenido encuentros con islámicos superando situaciones políticas del Medio Oriente, nos enriquecieron también los encuentros con el budismo y con las visiones del mundo de los pueblos originarios de América. Paradigmático sin duda es el trabajo concreto de encuentros de diálogo interconfesional durante más de una década con S. E. R. el Arzobispo de Buenos Aires, Sr. Cardenal Primado Jorge Bergoglio, hoy S. S. Papa Francisco. En nuestros encuentros en Buenos Aires brillaba la amistad fraternal y se reiteró luego en su nueva sede en Roma. Resalta por su sinceridad y calidez su amistad fraternal con el rabino Abraham Skorka, Rector del Seminario Rabínico Latinoamericano “Marshall T, Meyer” con sede en Buenos Aires.

En un balance somero podemos estimar que en el mundo de Occidente hubo logros significativos respecto a décadas anteriores en relación a la apertura espiritual e intelectual a través del diálogo interconfesional, aunque mucho aún es faltante. Nos unen el conocimiento de los documentos religiosos comunes o incluso similares entre todas las creencias, la investigación histórica-religiosa y los objetivos últimos. También los alejados de las tradiciones religiosas comparten los principios éticos que nos valorizan en nuestra Humanidad constitutiva. A veces vale estimar los dichos de nuestros enemigos: el ideólogo nazi Rosenberg comentó “la conciencia…ese invento judío” reconociendo así al antisemitismo como una transgresión ética fundamental por contgraposición, una “sublevación contra Dios” (Hanna Arendt, Jacques Maritain) teniendo como fin último sustituir el cristianismo por un paganismo nuevo de viejo cuño: si se destruye la raíz de Abraham el árbol muere y otra hierba puede crecer en su lugar. Lo que fue puede volver con diversos matices y disfraces, la conciencia judía puede aportar mucho para acotar y debe trabajar para erradicar la violencia cruel e irracional. Los horrores del siglo XX y los trágicos hechos de las primeras décadas del siglo XXI son razón suficiente para que la palabra de Israel deba tener buen lugar unida a otras valiosas en igual sentido y ser, al menos, escuchada.
 
Algunos trabajos consultados
• Juan Carlos Torre: “Los crímenes de Tandil”, revista “Todo es Historia”, 4, págs. 40, 1967.
• Pablo Kablan: “Tata Dios, la mayor masacre ritual en Argentina”, Diario Popular 8/7/2012.
• P. Edward H. Flannery: “Veintitrés siglos de antisemitismo”, Paidós 1974.
• N. W. Ackerman – M. Jahoda: “Psicoanálisis del antisemitismo”, Paidós 1962
• (compilación) “Juan Pablo II y el judaísmo”, Ediciones Paulinas 1988.
• Natan Sznaider: “La Memoria judía y el orden cosmopolita”, Capital Intelectual 2012.
• (compilación) “Holocausto – Shoá. Sus efectos en la teología y la vida cristiana en Argentina y América Latina”, págs. 105-144, Editorial Claretiana 2007.