Coloquio

Edición Nº26 - Julio 2014

Ed. Nº26: La relación Israel – diáspora: Un nuevo paradigma

Por Jack Drassinower

La aparición del sionismo en el siglo XIX, plasmó el anhelo del pueblo judío de volver a su tierra histórica en el marco de un Estado moderno, similar a los creados por los movimientos nacionales en Europa, que formularon el derecho a la autodeterminación, a través de conceptos como patria, himno, bandera, etc. El sionismo fue una de las respuestas al desafío de la Emancipación, que desde la Revolución Francesa expresó la igualdad de derechos que aparentemente permitía al judío integrarse al mundo moderno y hacer frente a los desafíos que la sociedad gentil ofrecía; el abandono del ghetto en el centro del cual estaba la autoridad rabínica y la necesidad de dar respuestas nacionales a los dilemas modernos sirvió de estímulo a la búsqueda del camino a la Modernización.

El fracaso de las soluciones que proponían las alternativas liberal y socialista que ofrecían la asimilación como solución, el Bund que expresó la exigencia de una autonomía cultural y organizativa en el marco de una revolución socialista en Europa y se convirtió en un acérrimo enemigo del sionismo y el Autonomismo que promovió Simón Dubnow que planteó la existencia judía autónoma en Europa, permitió al sionismo a través de sus diversas corrientes expresar su programa que se orientó a la creación de un Estado Judío en Eretz Israel.

 

Ninguna corriente sionista, salvo la plataforma del Sionismo Espiritual de Ajad Haam que planteó la creación de un centro espiritual y no un Estado judío según el modelo de Herzl, supo dar respuesta al interrogante central, la relación entre el futuro Estado Judío y la Diáspora que por diversos motivos no vendría a ser parte del nuevo Estado; Herzl tanto como Borojov, Jabotinsky y Aharon David Gordon entre otros, no analizaron ni concibieron las futuras relaciones entre el nuevo Estado y los judíos que decidieran seguir viviendo en los lugares de origen, tampoco plantearon como Ajad Haam que ese nuevo centro se convertiría en un marco que irradiaría cultura y permitiera a cada judío sentir su aporte al proceso de refuerzo de la identidad judía, menos aún, no pusieron énfasis en el rol que la Diáspora tendría en el desarrollo del nuevo Estado, preguntas que hoy se hacen relevantes ante la necesidad de definir un nuevo modelo de relaciones entre Israel y la Diáspora. La creación del Estado de Israel en 1948 constituyó uno de los acontecimientos más importantes del siglo XX, el pueblo judío concretó su anhelo milenario de crear un marco político en el cual pudo desarrollar una sociedad moderna, judía y democrática.

 

Este proceso tuvo un fuerte impacto no solo en la población que habitaba en el territorio que a partir de mayo de 1948 se constituyó en el Estado de Israel, sino también en la Diáspora que se identificó en su mayoría con este acontecimiento y para muchos representaba el concepto de redención sobre el trasfondo del holocausto que exterminó a casi la tercera parte del pueblo judío.

 

Casi inmediatamente se plantearon en Israel y en la Diáspora varios dilemas. ¿Cuál es el significado del sionismo después de la creación del Estado? ¿Acaso el sionismo finalizó su rol o tiene otras metas? La agenda política en Israel que tuvo que afrontar la guerra de Independencia en la que tuvimos 6.000 pérdidas lo que constituyó casi el 1% de la población, la absorción de los olim (inmigrantes) de África del Norte que casi triplicó la población israelí en menos de 20 años y el trauma del holocausto postergaron indefinidamente la toma de decisiones y no permitieron la necesidad de evaluar si hay necesidad de una redefinición del sionismo.

 

En la Diáspora, especialmente en los Estados Unidos se plantearon varios interrogantes; si el Estado de Israel no fue creado solamente para aquellos que habitan en el, ¿cuáles son los componentes de la identidad judía hoy? ¿Y cuál es el rol del nuevo Estado en la identidad del judío americano? Por supuesto el dilema central se definió con respecto a la identificación con el nuevo Estado y el temor que se pudiera crear especialmente en la imagen externa un conflicto de lealtades. La firma del acuerdo Blaushtein, entre el Primer ministro israelí David Ben Gurion y el presidente del American Jewish Comittee en 1950 Yakov Blaushtein fue consecuencia de la presión de importantes sectores de la dirigencia judía americana preocupados por la posible acusación de doble lealtad, definió algunas importantes concesiones por parte del Estado de Israel y aunque el acuerdo casi no tuvo difusión en Israel, definió que este representa solamente a sus ciudadanos y aceptó el hecho que los judíos en los Estados Unidos deben fidelidad política únicamente a su país de origen, el acuerdo se refirió a que Israel no tiene la intención de intervenir en el proceso soberano de toma de decisiones de la comunidad judía en los Estados Unidos. El aspecto más importante del documento fue la percepción de Yakov Blaustein de no considerar a la comunidad judía americana como galut (exilio), lo que determina su condición de centro a la par de Israel y pone en tela de juicio la definición de Israel como Estado que representa a todo el pueblo judío y es centro de la vivencia nacional judía.

 

Aunque en la acción política Israel continuó expresando su derecho de representatividad de todo el pueblo judío (el juicio a Adolph Eichman en 1961 fue quizás el ejemplo mas ilustrativo), sin embargo Ben Gurion y la dirigencia política israelí continuaron definiendo la visión nacional que emana de su condición de centro nacional del pueblo judío sin que esta percepción afectara la vivencia judía en los Estados Unidos.

 

Esta política tuvo una clara definición en la ausencia de la exigencia de Alia, salvo en los países en los que la situación de las comunidades judías lo exigían y en el desarrollo de un amplio proceso educativo a través de la educación formal y especialmente no formal en la Diáspora, principalmente en Europa y en América Latina, donde Israel y la Alia fueron centrales.

 

La guerra de los 6 Días transformó no solamente la perspectiva en Israel, sino también en la Diáspora, reforzó la necesidad de plantear una clara identificación con el Estado de Israel en todas las comunidades judías, dejando en el archivo la discusión sobre la representatividad de Israel de todo el pueblo judío.

 

La consecuencia mas importante de la guerra fue la traducción de la identificación con Israel en un importante aumento de la Alia, pero especialmente en la adopción de una política de apoyo incondicional a Israel, sobre la base de las necesidades crecientes del Estado.

 

La problemática de esta relación es que está desarrollada en forma unidireccional, hacia Israel y no expresa en forma clara la dimensión e influencia del Estado Judío en la vivencia de las comunidades judías en la Diáspora, además no prevé la naturaleza de esa relación en un marco donde las necesidades militares de Israel pudieran tener en el futuro un rol menos central.

 

Esta relación está afectada por la existencia de dos agendas distintas y sin una aparente conexión. Por un lado la de Israel, cuya principal preocupación es la situación de seguridad física y la necesidad de mantener una sociedad democrática en un espacio geográfico hostil que no lo acepta como factor legítimo; y por el otro la realidad de confrontar un conflicto militar que se desarrolla en forma cíclica impidiendo a Israel dar suficiente atención a otros temas que son de cardinal importancia, como la brecha social, las relaciones entre religión y Estado, el desarrollo de la economía y el problema demográfico.

 

No es casualidad que en la agenda de Israel no se encuentra el tema de las relaciones con la Diáspora, esta no se aprecia en ninguna de las plataformas de los partidos políticos como parte de los temas a plantear al electorado israelí; tampoco se incluye en los programas de estudios en la red escolar y la apreciación de no pocos israelíes define al Estado de Israel como etapa final entre el Holocausto y la creación del Estado, sin dar importancia a la creación de cultura y vivencia judía en la Diáspora. Es más, cuando se trata de definir el significado de ser sionista en Israel para aquellos nacidos en el Estado, generalmente la respuesta se orienta principalmente a servir en el ejército, función que también realizan minorías no judías en Israel; observaciones como acaso la necesidad de contemplar las necesidades de la Diáspora como auténtica expresión del término sionismo, o ver la Shlijut en alguna comunidad en la Diáspora como parte de esta definición son opiniones expresadas solamente por una minoría.

 

Por otro lado, la agenda de la Diáspora, en donde la vivencia judía se desarrolla en torno a temas que no son conocidos en Israel, especialmente la asimilación que aleja del marco judío a crecientes sectores jóvenes que son producto de tercera o cuarta generación de judíos nacidos en los países de origen, para los cuales la relación con Israel no está sobrentendida y requiere ser cultivada. La forma de enfocar a Israel en las escuelas judías en la Diáspora se expresa casi exclusivamente a través de las guerras que se desarrollan, enfocando con menor atención otros aspectos muy importantes que caracterizan la sociedad israelí como sus adelantos tecnológicos, el nivel de sus universidades y el panorama de la democracia desarrollada a pesar del constante conflicto militar, debemos agregar también la reducción de las horas de enseñanza del idioma hebreo como parte de este proceso.

 

A partir de la guerra del Líbano en 1982 se acentuó un alejamiento de ciertos sectores del judaísmo americano, especialmente estudiantes universitarios que se educaron en un marco liberal, adoptando valores universales, que tienen un transfondo importante en la tradición judía como “Tikun Olam” (arreglar el mundo), pero que tienen dificultad en encontrar esos valores en su relación con Israel, donde el conflicto impone un orden de prioridades distinto.

Esta dicotomía refleja la relación de este sector del judaísmo americano en su relación con el establishment judío en los Estados Unidos; la dirigencia comunitaria en algunas de sus instituciones expresa posiciones conservadoras y un apoyo incondicional a las posiciones políticas de todos los gobiernos en Israel, casi sin permitir ninguna posición discrepante, lo que aleja a no pocos jóvenes del activismo comunitario y tiene una decisiva influencia en la falta de diálogo y la exclusión de instituciones que definiéndose sionistas, tienen una visión e interpretación distinta de Israel y su política. La actitud de la dirigencia judía americana frente a instituciones como JStreet por su visión crítica a la política oficial israelí es consecuencia de esta actitud.

 

Los marcos institucionales judíos se caracterizaron siempre en permitir un intercambio de ideas y la expresión de diversas interpretaciones del sionismo, si este no se realiza, podemos ser testigos de la pérdida de atractivo del quehacer sionista y comunitario en sectores que constituyen el reservorio de potencial de líderes futuros.

 

Diversos estudios realizados, expresan un descenso preocupante en el peso que tiene Israel en la identidad judía en el segmento de edad de a partir de 25 años en los Estados Unidos. El Prof. Steven Cohen del Instituto Melton de la Universidad Hebrea de Jerusalén analiza los resultados de dos encuestas realizadas en los años 2002 y 2004 donde se aprecia una tendencia en forma constante en la que Israel es menos relevante a la identidad judía de estos jóvenes de lo que fue para la anterior generación.

 

Por ejemplo, en la encuesta realizada en el año 2004, se aprecia que únicamente el 48% de los jóvenes encuestados (1448) en el segmento de edad de a partir de 25 años dieron importancia a Israel como factor importante en su identidad judía, mientras que en el año 2002 respondieron en forma afirmativa 58% de los encuestados.

 

En América Latina la situación es también crítica, basta analizar la situación de los movimientos juveniles sionistas que si bien es cierto cumplen un rol educativo primordial, especialmente en marcos de jóvenes que no asisten a las escuelas judías. Es preocupante el hecho que en comparación a épocas anteriores, han sufrido en su mayoría una reducción drástica en el número de janijim que participan en sus actividades, proceso que no se ha analizado con la debida atención. Tampoco la relevancia de la Alia como meta educativa, que a mi modo de entender requiere de un mensaje moderno que la dote de un estímulo y aumente su atractivo a la juventud de la Diáspora.

 

Aún en colegios con larga tradición sionista que siempre fueron fuente de janijim que asistían a las actividades de los movimientos juveniles, los ven hoy como menos atractivos, quizás porque no se ha planteado una renovación de la metodología educativa, no se aprovecha la tecnología moderna y quizás se empieza a apreciar una pérdida de atracción del Ken como centro de la actividad, que deja de ser para muchos lo que representó para las generaciones anteriores.

 

Un vistazo al futuro expresa varios desafíos; debemos definir la relevancia del sionismo en un mundo globalizado y postmodernista, sobre el trasfondo de la crisis que atraviesan las ideologías modernas; debemos recalcar que el sionismo en el siglo XXI debe expresar su validez en el marco de las relaciones entre Israel y la Diáspora.

 

Hay que afrontar el desafío de crear un nuevo modelo de ver la relación mutua de las dos partes del pueblo judío, especialmente la influencia y relevancia mutua, la creación de una agenda común que enfoque en forma global los temas que nos ocupan.

 

Israel debe seguir planteando su relevancia para la Diáspora especialmente en lo que se refiere a la lucha contra la asimilación, la oportunidad de representar para la juventud de la Diáspora un desafío importante, que en definitiva ayuda a afianzar la identidad judía y recalca su rol como marco nacional.

 

Este desafío expresa la necesidad constante de tener un diálogo con los marcos comunitarios, este debe expresarse no únicamente frente a la dirigencia comunitaria sino también frente a sectores que quizás puedan expresar alguna visión crítica que se traduce en un alejamiento del activismo, la legitimidad de la libre expresión de las ideas contribuirá a una redefinición del pensamiento sionista y a una apertura que contribuirá a revitalizar el sionismo.

 

No me cabe duda que esta misión genera en Israel la necesidad de reevaluar su política, especialmente en lo referente al status de las corrientes no ortodoxas del judaísmo que en ciertas comunidades representa a importantes sectores, inclusive mayoritarios, mientras que en Israel su status no tiene los privilegios de los que goza la rama ortodoxa.

 

En Israel debemos formularnos una pregunta esencial, a la que no hemos estado acostumbrados. Si bien es cierto que creemos saber en que podemos ser relevantes a la identidad judía de la Diáspora, los programas de Taglit, Masa y otros marcos de visitas de corta y larga duración a Israel así lo demuestran, no obstante no tenemos claro el verdadero potencial de relevancia que tiene la Diáspora para los que vivimos en Israel.

 

Esta percepción que no se planteó en la visión clásica del sionismo, se expresó desde la creación de Israel en el apoyo político que recibimos de las instituciones comunitarias, su solidaridad para con Israel, su participación activa en los proyectos sociales que realizamos. Sin embargo creo que llegó el momento de resaltar otros aportes que la diáspora ofrece, entre otros su potencial de impacto en la identidad judía de la población de Israel. En no pocas oportunidades entrevisté a Shlijim (emisarios) que luego de haber cumplido su misión en alguna comunidad, plantean que uno de los aportes personales que recibieron ellos y sus familias en su contacto con la comunidad fue el refuerzo de su identidad judía.

 

Es claro que fueron testigos de la vida en comunidad, que siendo minoría en sus países de origen expresan su identidad en una forma en la que en Israel siendo la población judía mayoría pero sin contacto con el medio que la rodea no tiene necesidad de ponerla a prueba, es evidente que lo que es nuevo y atractivo a los shlijim es la necesidad de adoptar una perspectiva activa frente a la identidad, a diferencia de la actitud pasiva que sectores importantes en la población israelí que no afronta el peligro de la asimilación adopta.

 

Es claro que en un futuro que parece hoy lejano, en el que tengamos en Israel la necesidad de definir nuestra identidad judía frente a los países vecinos, la experiencia de los judíos de la diáspora puede ser muy relevante.

 

Debemos abocarnos a una doble tarea, por un lado en Israel, debemos incluir programas sobre la diáspora en las redes de educación formal, en donde se deben tratar los temas de la vivencia judía en las comunidades judías, su aporte y le necesidad de analizar el término sionismo sin confundirlo con educación cívica que es un tema que todos los israelíes, judíos y no judíos deben desarrollar.

 

Es necesario que en Israel definamos el concepto sionismo en la relación con las comunidades de la diáspora, en el esfuerzo del entendimiento mutuo, sin que ello afecte en ninguna forma el rol central que Israel cumple como centro político, espiritual y vivencial judío.

 

También creo que en las comunidades de la diáspora se debe expresar una visión actualizada de Israel, que eduque a través de los diferentes aspectos de la democracia israelí, la importancia de la vivencia universitaria, los marcos sociales modernos que son nuevos como el kibutz urbano, la experiencia de la comuna urbana que atrae a juventud que busca en Israel el desafío que la define, esto incluye los marcos tradicionales y las nuevas experiencias que se pueden crear.

 

Si esta puede ser la nueva definición del concepto sionismo, depende de la convicción de sectores de la juventud de Israel y la diáspora que entiendan la urgencia de afrontar el desafío y de la dirigencia organizada en Israel y en las comunidades judías que permitan el espacio para que el diálogo se convierta en realidad.