Edición Nº25 - Mayo 2014
Ed. Nº25: Una mirada sobre las juventudes de Iberoamérica
Por Alejo Ramírez
Vivimos en una región joven. Nunca como ahora fue tan grande el número de personas jóvenes que habitan el vasto espacio iberoamericano. Este fenómeno –que suele denominarse bono demográfico– presenta grandes desafíos y extraordinarias oportunidades para nuestras naciones. De esta afirmación, resulta fundamental que los gobiernos inviertan en juventud, apuesten a la colaboración intergeneracional y logren desplegar los mecanismos que permitan transversalizar la mirada de juventud en las políticas públicas. Ya no se trata de “pensar” a las juventudes al margen de los proyectos de país sino de aplicar estrategias inclusivas que resuelvan el desenvolvimiento de este amplísimo, complejo y diverso contingente de personas jóvenes.
El protagonismo juvenil de nuestro tiempo, su irrupción en la escena social y política, suponen redefinir los paradigmas de las políticas públicas y adecuar las estructuras institucionales a veces algo vetustas, para dar efectiva respuesta a los desafíos actuales. Fenómenos “de masas” como las manifestaciones juveniles que se han verificado en Chile, España, México o Colombia –sumadas a las del Norte de África, por citar otras fuera del espacio iberoamericano–, en los que sendos movimientos protagonizados por jóvenes han hecho oír sus voces y sus reclamos, ponen de manifiesto la actualidad juvenil y la perspectiva de transformaciones urgentes que el mundo precisa.
En este contexto de notable emergencia juvenil, la Organización Iberoamericana de Juventud (OIJ) se encuentra en pleno proceso de transformación institucional y redefinición de sus principales fines. Desde su creación, en 1992, la OIJ promovió la creación y fortalecimiento de organismos nacionales de juventud (ministerios, secretarías, institutos). No obstante, distintas crisis como la europea –y en particular la española–, sumada a la propia de la cooperación internacional, obligaron a repensar no sólo la finalidad del organismo sino también su quehacer. El contexto demográfico, social y político demandaba que el único organismo internacional que se dedica a los temas de juventud jugara otro rol.
En este contexto, se busca potenciar a la OIJ como un actor regional y global que propugne por una mayor visibilidad de las principales necesidades e intereses juveniles, a través de procesos consultivos y de investigación, que generen debate y acción política.
Durante 2012 se generaron las bases para “salir a la cancha” con dos grandes procesos, que a la postre acabaron siendo los grandes protagonistas de este viraje institucional: la 1ª Encuesta Iberoamericana de Juventudes y la Agenda de Desarrollo e Inversión Social en Juventud.
La Encuesta y lo que los jóvenes tienen
La mayoría de los estudios y análisis sobre la realidad juvenil giran en torno a lo que los jóvenes no tienen (empleo, educación, seguridad). Así, los índices que miden el empleo juvenil, la calidad educativa o, simplemente, los accidentes de tránsito, se transforman en verdaderas espadas de Damocles sobre la cabeza de muchos jóvenes, construyendo una imagen en la sociedad, que poco explica esa diversa, compleja y desigual situación en la que crecen, se educan, se enamoran, trabajan y viven.
Además, existe un relato dominante sobre los jóvenes como sujetos conflictivos, relato que ocupa la primera plana de los diarios y los informativos centrales de las televisoras y radiodifusoras; se trata de un aspecto cardinal que no sólo estigmatiza a las personas jóvenes sino que pone de relieve una única arista del acontecer juvenil, desconociendo el extraordinario aporte de las juventudes al desarrollo y su papel real en la escena nacional y regional.
Por lo tanto, la notable emergencia juvenil, la estigmatización que sufren en los medios masivos de comunicación y la falta de información sobre lo que estos sienten, piensan y reflexionan, es lo que motivó la 1ª Encuesta Iberoamericana de Juventudes.
Quisimos poner la oreja, escucharlos y traer la voz de los 150 millones de jóvenes. Por eso, en el marco de la 1ª Encuesta se entrevistaron aleatoriamente a 20.000 jóvenes de entre 15 y 29 años, lo que permitió comparar las opiniones de jóvenes de 20 países diferentes, consultados de manera simultánea, con base en un mismo cuestionario y a través de una metodología común. Algo que nunca se había hecho.
La ausencia (y necesidad) de un estudio de esta naturaleza quizá fue el principal motivo por el que recibimos un magnífico apoyo de diversas instituciones. Al fundamental soporte financiero de BID y de CAF, se sumó el apoyo técnico del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) y la Universidad Nacional de México (UNAM). Además, OIT, AECID, UNFPA y SEGIB fueron un puntal clave en temas específicos.
¿Y qué respondieron los jóvenes? El principal emergente de la Encuesta es el carácter optimista de las personas jóvenes sobre su propio futuro en el próximo lustro, así como una altísima valoración de la educación como el diferencial de la inclusión en el mundo del trabajo y la consolidación de la propia ciudadanía juvenil. Pero junto con la alta valoración de la educación aparecen las dificultades en la interrelación con el personal docente y los directivos en los sistemas educativos; y a las variables de conflicto en las relaciones verticales, se suman otras en el plano horizontal relativas a la violencia en los ámbitos educativos y, en general, al relacionamiento inter pares, pero con una entidad mucho menor.
Asimismo, el delito y la violencia aparecen en el primer lugar de las preocupaciones juveniles, con diferentes énfasis subregionales (no es igual la percepción de las juventudes en Centroamérica que en el Cono Sur o en la Península Ibérica). Esa primera preocupación se traslada muchas veces al terreno económico y al mundo del trabajo (Península Ibérica y Cono Sur). También resultó destacada una mirada de entendimiento, comprensión y fomento a la integración regional y a la necesidad de articular políticas migratorias que estimulen la movilidad estudiantil y laboral, además de la solidaridad con los países más pequeños.
Se presentan a continuación los principales resultados de la Encuesta y un breve análisis de cada uno de ellos.
• FUTURO. Los jóvenes iberoamericanos tienen más confianza en su futuro (5 años) que en el de sus propios países. En casi todas las regiones, cuando se les pregunta por su percepción individual, más del 70% cree que estará mejor que ahora. Consultados por sus países, la respuesta “Mejor que ahora” no supera en ningún caso el 60%.
Esto refleja una cierta paradoja que merece ser reflexionada: que las expectativas y percepciones sobre el futuro personal no se alinean con la percepción de los contextos y situaciones que ocurren a nivel nacional. No parece darse una relación directa ni lineal entre contextos nacionales críticos y las expectativas personales. Así, por ejemplo, pese a un contexto económico deteriorado, los jóvenes españoles expresan una confianza en el futuro similar a jóvenes de otros países donde no existen condiciones análogas. Este optimismo individual pareciera subestimar la relevancia de la evolución del contexto en el que se desenvuelven los jóvenes para el logro personal futuro, fuente de frustraciones posteriores y sustancia de las paradojas y tensiones que afectan a la juventud.
• PRINCIPALES PROBLEMAS. La delincuencia y la violencia son el principal problema que afecta a los jóvenes iberoamericanos. Esa respuesta predomina en todas las subregiones y países consultados, por encima de otros problemas mencionados, como el empleo, la economía o el acceso a la educación, la salud y la justicia.
La violencia es un tema crítico para los jóvenes iberoamericanos: en todas las subregiones por lo menos 1 de cada 3 jóvenes reconoce la presencia de pandillas en su barrio. Esta cifra expresa con elocuencia la magnitud del problema, pero más aún, obliga a interrogarse sobre las causas estructurales que llevan a la proliferación de este tipo de organización juvenil en el mundo urbano iberoamericano.
• CONFIANZA. Los jóvenes de México y de Península Ibérica son los que menos confianza tienen en las instituciones sobre las que se les consultó (policía, gobierno, políticos, justicia, medios de comunicación, universidad, organizaciones sociales y democracia).
En el otro extremo se encuentran Centroamérica y la Región Andina, lo cual nos podría hablar de dos procesos distintos que se producen: el primero de deterioro y el segundo de resurgimiento de las formas institucionales.
La universidad, en todos los casos, es la institución mejor calificada. En los últimos lugares de confianza continúan, como ya ha sido consignado en las últimas dos décadas, los políticos y las policías.
• TEMAS CONTROVERTIDOS. Los jóvenes brasileños son los que muestran una mayor aprobación a temas controvertidos, como el matrimonio entre personas del mismo sexo, el aborto o la legalización de la marihuana. En la escala más tradicional sobre estos asuntos surge México, seguido muy de cerca por Región Andina.
El dato de las opiniones más liberales de los jóvenes brasileños tiene su correlato con la indagación acerca de las “distancias generacionales”. En la mayoría de las regiones, cerca del 60% de los jóvenes consultados manifestó estar de acuerdo con sus padres en temas de política, sexualidad y religión. El único país que observó un comportamiento diferente y consistente fue Brasil, donde sólo alrededor del 40% de los jóvenes manifestó su acuerdo con sus progenitores.
• INTEGRACIÓN. Los jóvenes latinoamericanos (esta pregunta no se hizo en Península Ibérica) mostraron su amplio acuerdo en temas de integración. Consultados acerca del libre tránsito de personas, una moneda única y la solidaridad con los pequeños países, el respaldo en todos los casos supera el 60%. La excepción en este caso volvió a ser Brasil, que no mostró aceptación general en ninguno de los tres rubros.
El otro elemento distintivo de la Encuesta fue que, con esos datos, la OIJ y el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) construimos el Índice de Expectativas Juveniles, un ranking que mide el grado de perspectiva positiva o negativa que tienen los jóvenes de cada país respecto del futuro, elaborado a partir de una serie de variables. Este Índice nos acerca a un nuevo modo de medir realidades y expectativas, ya no basadas únicamente en datos objetivos, como el ingreso, el empleo o el PIB, sino también en otras variables subjetivas, personales, blandas, asociadas a la felicidad y el bienestar, entre otras.
Ecuador, Costa Rica y Nicaragua surgieron como los países con los jóvenes más optimistas (seguidos por Uruguay, Venezuela y Panamá), con una amplia expectativa en el futuro. En el lado opuesto, aparecen Portugal, Guatemala y Brasil, quienes obtuvieron las opiniones menos alentadoras.
Como se dijo, el Índice de Expectativas Juveniles reveló que dos tercios de los jóvenes de Iberoamérica ven el futuro con una mirada optimista; las expectativas sobre el futuro son más optimistas que las evaluaciones sobre el presente y los jóvenes expresan más confianza en las capacidades propias que en el entorno en el que se desarrollan. Además, las mayores expectativas están ligadas a mejoras esperadas en medio ambiente, educación, corrupción y desigualdad.
El ranking quedó de la siguiente manera:
ÍNDICE DE EXPECTATIVAS JUVENILES |
||
1. |
Ecuador |
77,3 |
2. |
Costa Rica |
71,3 |
3. |
Nicaragua |
70,0 |
4. |
Uruguay |
68,9 |
5. |
Venezuela |
68,2 |
6. |
Panamá |
67,0 |
7. |
Perú |
66,8 |
8. |
España |
66,3 |
9. |
Bolivia |
65,2 |
10. |
El Salvador |
65,1 |
11. |
Argentina |
65,0 |
12. |
Chile |
65,0 |
13. |
Honduras |
64,3 |
14. |
Paraguay |
62,4 |
15. |
República Dominicana |
62,3 |
16 |
México |
61,6 |
17. |
Colombia |
61,4 |
18. |
Brasil |
55,9 |
19. |
Guatemala |
54,5 |
20. |
Portugal |
44,9 |
Para la realización de este índice, fue clave el vínculo con el PNUD. Su dilatada experiencia en este tipo de procesos –particularmente a través del Índice de Desarrollo Humano, principal baremo para medir el bienestar en el mundo– resultó indispensable para dotar de fortaleza técnica y académica un aspecto de la encuesta que sin dudas fue el más polémico.
“Medir las expectativas juveniles es fundamental para la región, especialmente en este momento en que América Latina vive muchas protestas callejeras, que son movilizaciones de las juventudes, de los que aspiran a más y exigen servicios públicos de calidad y trato digno”, dijo Heraldo Muñoz, en 2013 Director del PNUD para América Latina y hoy Canciller chileno.
La Agenda post 2015 y lo que los jóvenes quieren
La sensación que prima hoy en muchos espacios políticos vinculados a la política internacional es que los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) fueron, en realidad, una tarea que le asignaba el mundo desarrollado al subdesarrollado. Al momento de suscribir los ODM, la gran mayoría de los países más avanzados en materia social ya había logrado buena parte –si no la totalidad– de los 8 objetivos acordados en el año 2000 en el seno de las Naciones Unidas.
Esto no le quita valor al pacto pero sí obliga a repensar los acuerdos de cara a su vencimiento. Sobre todo en este tiempo en el que se discute la Agenda de Desarrollo Post 2015, a través de la cual los 193 gobiernos representados en la ONU buscarán nuevos nortes de desarrollo mundial, esta vez denominados Objetivos de Desarrollo Sustentable (ODS).
En particular, para el análisis de la materia que nos compete, el gran problema de los ODM fue la ausencia casi total del tema juventud. En sólo uno de los 8 objetivos aparecen los jóvenes, vinculado al desempleo juvenil. Otra vez subrayando aquello que los jóvenes no tienen.
América Latina ha logrado sustanciales avances de 2000 hacia aquí. No sólo por su crecimiento económico, que implicó también una reducción brutal de la pobreza, sino sobre todo por haber sido la región del mundo que más ha disminuido la desigualdad social. Asimismo, durante este lapso, la región fue tomando decisiones de inmensa envergadura política, como fue el rechazo al ALCA (propuesto por EE.UU. ), la creación de la Unión de Naciones Sudamericanas (UNASUR), el ALBA y la recientemente constituida CELAC (Comunidad de Estados de Latinoamérica y el Caribe). Estos pasos –con sus más y sus menos– significaron una mayor integración regional y la paulatina consolidación de una voz latinoamericana en el concierto internacional.
Con todo, la Agenda Post 2015 plantea desafíos en materia de desarrollo y juventud, ante los que la región no sólo no puede quedarse callada sino que tiene mucho para decir y mostrar. Por ello, desde la OIJ buscamos consolidar la Agenda de Desarrollo e Inversión Social en Juventud, un proceso que se inició en 2013 y que ha significado un dilatado accionar consultivo, de debate e intercambio, del que han participado representantes juveniles de gobiernos nacionales y locales, organizaciones de la sociedad civil, movimientos políticos y sociales, empresas, los principales académicos y expertos, además de la cooperación internacional.
La Agenda tuvo entre agosto y octubre de 2013 tres encuentros, de diversos objetivos y alcances, en Montevideo, Cusco y Brasilia. Los intercambios realizados en estos tres escenarios fueron expuestos en la XXIII Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado y Gobierno, en la Ciudad de Panamá el 17 de octubre, en el marco del Seminario sobre Inversión en Juventud.
¿Para qué? Desde la OIJ buscamos consolidar a través de esta serie de reuniones, foros, debates y discusiones –presenciales y virtuales– las distintas miradas sobre el desarrollo juvenil, no sólo desde los principales protagonistas (que son los jóvenes) sino también desde las múltiples instituciones que trabajan con o para ellos en la región. Consolidar una voz regional que luche por la inclusión de las juventudes en los debates sobre los nuevos objetivos de desarrollo es el principal objetivo de la Agenda.
Establecer el bienestar juvenil como uno de los puntos centrales de los nuevos Objetivos de Desarrollo Sustentables (ODS) –ya sea de forma puntual o transversal– significará que el desarrollo del mundo se mida, entre otros aspectos, a partir de cómo les va a los jóvenes. No hacerlo, significará darle la espalda al colectivo con mayor capacidad de cambiar un mundo que exige ser cambiado.
Con todo, la Agenda significó un inmenso avance para la propia OIJ, desde dos puntos de vista. Por un lado, las distintas actividades contaron con la presencia de líderes políticos del máximo nivel: José Mujica, Presidente del Uruguay; Gilberto Carvalho, Secretario General de la Presidencia de Brasil; Nadine Heredia, Primera Dama del Perú; Daniel Olesker y Guillermo Ferrufino, ministros de Desarrollo Social de Uruguay y Panamá, respectivamente. Además, hicieron parte de las distintas presentaciones Enrique García (CAF), Alicia Bárcena (CEPAL), Marcela Suazo (UNFPA), Enrique Iglesias (SEGIB), Heraldo Muñoz y Rebeca Grynspan (PNUD). Y por otro lado, la Agenda –y en particular la actividad de Cusco– marcó un nuevo modo de actuación de la OIJ hacia los distintos actores juveniles de la región, especialmente hacia los movimientos sociales y políticos.
Lo que viene
Los procesos de Encuesta Iberoamericana de Juventudes y Agenda de Desarrollo e Inversión Social en Juventud fueron proyectos protagónicos en el viraje institucional de la OIJ. En 2014, ambos tienen desafíos distintos: iniciaremos, por un lado, el proceso de diseño de la 2ª Encuesta, procurando su mejora y perfeccionamiento. Y por otro, daremos cierre al proceso de Agenda acordando con los gobiernos de la región una estrategia política para que los países instalen el tema juventud en las negociaciones de la Agenda post 2015. No obstante, buscaremos explotar los acuerdos en torno a la Agenda como un instrumento para la generación de políticas y la visibilidad de las nuevas generaciones como sujetos estratégicos del desarrollo, consolidando la mirada de juventud en las políticas públicas, lo que importa un gran avance en clave de oportunidades y derechos.
La OIJ apostará durante este año a consolidar una campaña de visibilidad de las juventudes que resulte abarcativa de esa gran extensión que va desde los jóvenes en el medio rural, los jóvenes estudiantes o los integrantes de nuestros pueblos originarios. En definitiva, la construcción de una mirada que contribuya, con ese optimismo de las nuevas generaciones, a profundizar en el desarrollo, la inclusión y la integración sociales.
Sabemos que desde la OIJ no representamos a los jóvenes iberoamericanos. Pero sabemos también que podemos representar, al menos, sus intereses y expectativas. Ese camino intentamos recorrer hoy.