Coloquio

Edición Nº24 - Octubre 1992

Ed. Nº24: El castellano en Israel

Por Heriberto Heber

Era un kibutz del sur de Israel que a veces nos toca visitar a nosotros, los jugadores de Ashdod, para la anual confrontación ajedrecística entre los equipos de la zona. Antes de entrar en la sala donde nos esperaba la amistosa lucha de nuestros peones y caballos contra los alfiles y las torres del seleccionado local, alcancé a divisar a unos niños del kibutz, en la edad del jardín de infantes, que jugaban cerca de la puerta y que estaban hablando entre ellos… ¡en castellano!

Aquellos niños sin duda eran nativos de Israel, y el castellano que hablaban lo habían aprendido de sus padres, o más probablemente todavía de sus abuelos, los fundadores latinoamericanos de ese kibutz sureño.

Pero el castellano es una lengua muy usual en Israel, y si descartamos el inglés y el árabe —que junto con el hebreo son los idiomas oficiales del país— posiblemente sea la lengua europea más difundida aquí, junto con el francés hablado por quienes llegaron del norte de África, y el ruso de los «olim» que arriban en esta nueva oleada de inmigración desde comienzos de 1990.

No sólo los «olim» de Latinoamérica trajeron consigo el castellano — único idioma que conocen, posiblemente, pues es cosa sabida que en esa región del mundo el inglés no se estudia muy a fondo en las escuelas, ni se les tiene demasiada simpatía a las naciones que él representa— sino también los judíos sefaradíes venidos de Turquía, Bulgaria, Grecia, etc., llevan en sus alforjas y usan a diario el ladino, que no es, en su última esencia, sino la lengua española anterior en un siglo a la época de Cervantes, que ellos escribieron muchas veces en letras hebreas y no latinas, y a la que añadieron frecuentes vocablos locales en los países que recorrieron después de la expulsión de España en 1492.

Todo este público de muchos miles de personas de habla española —el idioma antiguo tanto como el moderno— no deja de ejercer su influencia en la lengua hebrea que se usa a diario en Israel.

* * *


En primer lugar hallamos aquellos vocablos típicos de las costumbres y del folclore de cada país, que simplemente no tienen equivalente ni tampoco podrían tenerlo en hebreo: el «gaucho» de las pampas argentinas (una red de restaurantes adoptó este nombre), el «poncho» con que él se cubre, el «asado» que come y la «yerba mate» con que irriga esa comida. En otras zonas de habla española las bebidas típicas son la «tequila» o la «sangría», mientras que la cabeza se la cubre con un «sombrero» de paja y de ala ancha, y el espectáculo nacional, anterior al fútbol y a otros deportes, era la «corrida» de toros, con su sangriento solista, el «torero» o «matador».

Todos estos vocablos han ingresado a la lengua hebrea, reproducidos lo más fielmente posible («ierba»y «corida» presentan pequeñas modificaciones, forzadas por la idiosincrasia del nuevo idioma), e incluso obligaron al hebreo a idear un nuevo signo gráfico para reproducir el sonido de la letra «che» en palabras como «gaucho», «poncho», «Chile», «Che Guevara» y «cha cha cha». Porque si bien hubo, a comienzos de este siglo, un poeta hebreo que resolvió el problema de la «che» inicial de su apellido ruso escribiéndolo T-SH (Saúl Chernijovsky, 1857-1943), hoy día esta solución que él halló presentaría diversos problemas de otra índole; por eso tradicionalmente sólo se usa esta combinación en la grafía de las calles, plazas o edificios de Israel que llevan el nombre de aquel hombre de letras. Pero en los otros vocablos donde aparece, se toma en cambio la letra hebrea «tzadei» y se le coloca un apóstrofo detrás, de modo que resulta «Tz’ile», «gautz’o», «pontz’o», etc. para términos como los arriba mencionados.

* * *


El antiguo español de los judíos sefaradíes aportó al hebreo la nomenclatura de un sinfín de especialidades culinarias, con que se denominan las comidas y los platos típicos de su cocina: «burecas», «huevos jaminados», etc.

El español moderno también llegó a Israel a través de la música, como en esa época del auge del cantante Julio Iglesias, por ejemplo, cuyas canciones —todas ellas, en su idioma original— eran escuchadas aquí y repetidas después por el público israelí, a pesar de que no conocía de cerca el significado de las palabras castellanas que tarareaba. Y las denominaciones musicales como «tango», «rumba», «pasodoble», etc., por supuesto también ya se usan en hebreo.

La literatura española e iberoamericana se conoce en Israel a través de las traducciones al hebreo que se hacen de las obras representativas de la misma, comenzando por el «Don Quijote» que ya tradujo Bialik en su momento, y hasta las últimas novelas del reciente «boom» latinoamericano («La Ciudad y los Perros» de M. Vargas Llosa, «El Túnel» de E. Sábato, «Cien Años de Soledad» de G. García Márquez, algunas narraciones de J.L. Borges, etc.)

Los dramaturgos clásicos españoles, tanto antiguos como modernos, son representados frecuentemente en los escenarios de nuestros teatros hebreos, como ser el «Habima» de Tel Aviv: «Fuenteovejuna», «Bodas de Sangre», «La Casa de Bernarda Alba», etc. En estos últimos años también se representan en Israel diversas obras en castellano, a cargo, por ahora, de diversos elencos de aficionados, y tomadas preferentemente de autores contemporáneos.

* * *


En Tel Aviv se publica un semanario en lengua española: «Aurora», que ya pasó su primer cuarto de siglo de existencia e imprime además libros en castellano, escritos por autores residentes en el país. En Jerusalem edítase el periódico «Línea Directa».

Desde hace varios años existe una entidad que agrupa a los escritores que se expresan en este idioma —A.I.E.L.C., siglas de «Asociación Israeli de Escritores en Lengua Castellana»— que organiza reuniones literarias, la presentación de nuevos libros, encuentros de poetas y escritores, etc., y también procura hacerle llegar al ancho público israelí selecciones traducidas al hebreo de la producción de sus asociados.

En ladino o «judeo español» también aparece algunos periódicos, y cada tantos meses se edita en Jerusalem una revista cultural titula «Aki Yerushalayim», redactada en parte por el mismo equipo de colaboradores y reporteros que tiene a su cargo, todos los días, el cuarto de hora de transmisión radial por «Kol Israel, la Voz de Israel» donde se brindan a los oyentes las últimas noticias del día, junto con comentarios de actualidad y música, poesías y canciones del folclore sefaradí. Cabe mencionar aquí la esforzada labor de creación idiomàtica que deben realizar todos los redactores de la prensa oral y escrita en esta lengua, puesto que tienen que inventar, a partir de un español anterior a Cervantes, todos los términos técnicos, económicos, científicos, etc., necesarios para poder ofrecer esas noticias y comentarios al oyente o al lector de fines del siglo veinte.

En ese sentido resulta más fácil la tarea de ese otro equipo radial que también transmite noticias todos los días por la radio israelí, pero en castellano moderno, tal como se lo habla habitualmente en Madrid, en Caracas o en Buenos Aires. Ellos ya tienen a su disposición todos los neologismos españoles necesarios, tomándolos de ese mundo hispánico que los usa a diario.

* * *


Y al margen de todas esas influencias que generalmente provienen de personas que llegan acá trayéndonos el castellano desde afuera, también hay quienes lo aprenden aquí mismo, en Israel. Y no son sólo esos niños del kibutz latinoamericano que hemos mencionado al principio. También lo aprenden aquellos alumnos de nuestras escuelas secundarias que lo escogen como lengua extranjera para sus exámenes de «bagrut» o bachillerato, o bien israelíes que se disponen a visitar España o Latinoamérica como turistas. Y finalmente también están aquellos hombres de negocios, técnicos, asesores agrícolas, etc. que necesitan conocer siquiera rudimentos de la lengua de Cervantes, para su futuro contacto profesional con quienes lo hablan allende el mar.

Y ni que hablar —por supuesto— de los estudios históricos, literarios, demográficos, etc., en nuestras universidades, en todo lo que atañe a los judíos que vivieron en España hasta 1492, o posteriormente, en otros países de habla castellana, hasta el día de hoy. Y del Instituto de Relaciones Culturales con España y Latinoamérica, que ya es, por su misma definición, también él un fuerte eslabón que une a Israel con el mundo de habla hispana, y al idioma hebreo con el español.