Coloquio

Edición Nº17 - Septiembre 2012

Ed. Nº17: El conflicto que se convierte en abrazo

Por Belkis Rogovsky

Si buscamos el significado de la palabra “conflicto”, el Diccionario General Etimológico de la Lengua Española de Roque Barcia define el término como “lo más recio de un combate, lucha o pelea”. Lo hace derivar del latín conflictus, choque, colisión. En hebreo, “conflicto” se dice Maavák, de la raíz alefbet y kuf. Según el Diccionario de la Lengua Hebrea de Abraham Even Shoshán, proviene del arameo avak (esta raíz es polisémica y origina otros términos).

Visto el significado en estas dos lenguas, podemos definir al conflicto como una situación en la cual, dos o más individuos a causa de intereses adversos o contrapuestos, de opiniones diferentes o de deseos incompatibles, entran en desacuerdo. Es decir, que desde la aparición del hombre sobre la tierra surge el conflicto.

El conflicto, en relación a la fraternidad, entendiendo a la fraternidad como parte de una cultura de responsabilidad, aparece ya en los primeros capítulos del Génesis. Pareciera que el mundo comenzó siendo complejo, conflictivo y continuó siendo un mundo en el que los objetivos y las metas de los otros se enfrentan a los nuestros, donde frente a una escenario hay más de una mirada, más de un enfoque, lo cual significa a mi entender, que el conflicto estuvo, está y estará siempre presente.

En el Antiguo Testamento podemos encontrar hechos relacionados con el conflicto. Como ejemplo citaré el caso de tres parejas de hermanos cuyo nacimiento describe el Tanáj (Antiguo Testamento). Son tres parejas de hermanos, dos de ellos gemelos, que nos transmiten un mensaje de competencia, de odio, de envidia y de intrigas. El primer caso es claramente un problema de celos y envidia entre hermanos que conduce al asesinato. Los otros casos intentan explicar cuál fue el inconveniente que desencadenó el deterioro de los vínculos y cómo es posible liberarse de ello.

En el caso de las tres parejas citadas anteriormente, dos de ellas eran gemelos dicigóticos (dos cigotas o fraternos). El antiguo Testamento nos informa de las diferencias entre Caín y Hével y entre Iakóv y Esáv con respecto a su ocupación y a su apariencia. En ninguno de los dos casos se aclara que tipo de gemelos habla (monocigóticos o dicigóticos).

Comenzaremos con Caín y Hével (Génesis 4). Desde el abordaje de la literalidad, (pshát en hebreo), el conflicto surge “precisamente por el hecho de que la jerarquía preestablecida se revierte, ya que Dios prefiere al menor y no al mayor” según A. Baggio (pág. 207). De la ofrenda de Hével Dios acepta las primeras y mejores crías, en tanto que rechaza de Caín el producto de su cosecha. Esta elección de Dios enoja a Caín y a pesar de tener una pequeña plática con Dios, en donde de acuerdo a algunas interpretaciones El Señor le expresa que la transgresión le acechará, pero que estará en él sobreponerse a ella, decide matar a su hermano. Es interesante destacar que el Tanáj abunda en ejemplos en los que el menor es preferido al mayor, al igual que el hijo de la mujer amada.

Más allá de los límites que impone una lectura literal, ahondaremos en otras fuentes que intentan explicar el fratricidio en profundidad. En el Zóhar (Libro del Esplendor), uno de los pilares de la cabbalá, se sostiene que los vínculos entre Caín y Hével provenían de la zuhamá, de las impurezas, de lo infecto, que según el tratado de Shabbát (156 folio 1 ) la víbora colocó dentro de Eva (en hebreo Javá = Madre de todo lo vivo) al incitarla a comer del fruto prohibido; estas impurezas pasaron al cuerpo de Caín, estando aun dentro del útero infectado y afectado de su madre, lo cual lo convirtió en la persona que fue. De esta exégesis se deduce que quizás Caín no pudo torcer este camino trazado con anterioridad. Simultáneamente, la exégesis enuncia que discutieron por una melliza que había nacido junto a Hével. Uno decía, yo la tomaré pues soy el primogénito, y el otro decía, yo la tomaré pues nació conmigo y fue entonces que se levantó Caín y mató a Hével.

En dos de los casos citados aparece con relevancia el concepto de primero o primogénito. ¿Qué significado e importancia tenía la primogenitura? En las culturas mesopotámicas antiguas, el primogénito gozaba de privilegios pero a la vez estaba obligado a tener un comportamiento especial para con los demás. El padre bendecía a su primogénito con una bendición individual y específica. Esto era muy importante pues la palabra dicha tenía un valor muy importante. Lo dicho no podía ser repetido o cambiado de destinatario. Asimismo, el primogénito recibía el doble de la herencia normal, es decir la primogenitura tenía una dimensión espiritual y otra socioeconómica.

Si revisamos el significado de sus nombres, podríamos decir que están relacionados con los sucesos de sus vidas. Caín significa: creé un hombre con la participación de Dios o junto con Dios (en hebreo, kaníti ish me/Adonai), en cambio Hével, significa aliento, soplo, algo que al salir de la boca persiste muy poco. Así fue su vida, como un soplo, como un suspiro, en siete versículos transcurre toda su vida.

 Los acontecimientos mencionados anteriormente saben relacionarse con el simbolismo judío. Dentro de la mística judía se habla de diez sefirót, consideradas atributos o emanaciones de Dios sobre la tierra. Éstas forman el llamado árbol de la vida. Quisiera aclarar que estas diez sefirót son homologables a diferentes partes del cuerpo humano.

 Considero que en el caso de Caín y Hével, el conflicto podría ser explicado por medio de tres sefirót. Para una mejor comprensión diré que la primera sefirá, Kéter, que significa corona, es el punto cero. Es llamada ain, nada. La cabbalá explica que todo proviene de la nada, el principio de nuestra existencia es ain = nada, esa nada es la voluntad divina que nosotros debemos continuar. Esta sefirá se homologa con el cerebelo.

La segunda sefiráJojmá, que significa sabiduría, se homologa al hemisferio derecho del cerebro, en ella aparece la intuición. La tercera sefirá es Biná, discernimiento, donde se forma el pensamiento inductivo y deductivo y se homologa al hemisferio izquierdo del cerebro. Para acceder a la intuición, y con ella y a través de ella al discernimiento, tendremos que dejar de lado nuestro ego, nuestro “hay” que según Lévinas, es lo que nos permite relacionarnos “cara a cara” con el otro y en este acto, convertirnos en Humanos.

Considero que Caín entró en conflicto con Hével por no poder descorrer su hay, por no poder deponer su ego, quedándose sólo en la intuición sin pasar al discernimiento. Según Lévinas, para salir del “hay” es preciso no ponerse, sino deponerse, de-poner en el sentido en el que se habla de reyes depuestos. Esta deposición de la soberanía por parte del yo es la relación social con el otro, la relación des- inter- esada (Ética e infinito pág. 49- 50).

En el caso de Iakóv y Esáv, la exégesis bíblica sostiene que en conflicto comenzó dentro del vientre de su madre Rebeca. (Rivká, la atada con las riendas). El Génesis XXV 22-23 expresa: “pero como los mellizos se peleaban dentro de su vientre, ella pensó, si esto va a ser así ¿para qué seguir viviendo? Entonces fue a consultar el caso con el Señor, y él le contestó: “En tu vientre hay dos naciones, dos pueblos que están en lucha desde antes de nacer. Uno será más fuerte que el otro, y el mayor estará sujeto al menor”.

Desde los comienzos el conflicto entre ambos hermanos ocurre en el vientre. De esta profecía se desprende que el hijo joven superará al adulto y además que en el futuro cada uno de ellos dará origen a dos naciones diferentes. Sin haber mediado esta profecía se hubiera podido inferir que ambos hubieran pertenecido a la misma nación.

Sobre la tercera pareja (Génesis XXXVII 27-30), el Tanáj nos cuenta: “El día que Tamár dio a luz, tuvo mellizos. Al momento de nacer, uno de ellos sacó la mano y la partera le ató un hilo rojo diciendo: este salió primero. Pero en ese momento el niño metió la mano, y fue su hermano el que nació primero. Por eso la partera lo llamó Péretz pues dijo: te abriste paso. Luego nació el otro niño, el que tenía el hilo rojo en la mano y lo llamó Zéraj.” De aquí sus nombres, el verbo lifrótz significa irrumpir y Zéraj significa resplandeciente. Péretz se esforzó en el último momento por lograr la primogenitura. Péretz y Zéraj son quizás la pareja menos conocida pero no por eso menos importante, pues nos muestra que el conflicto fraternal comienza también dentro del vientre de su madre Tamár. Parece un episodio divertido el que Zéraj saque su manita del útero y la partera le coloque un hilo de color rojo púrpura, pero para la partera era importante saber quién era el primogénito. ¿Cómo continuaron sus vidas? El Tanáj no las recuerda. Más tarde nos informa que Péretz fue el hijo preferido y Zéraj simplemente fue borrado de las páginas de la historia y sus descendientes no son nombrados ni recordados. En contraposición a esto, Péretz aparece en el Rollo de Rut donde está escrito que de su familia desciende el Rey David.

El conflicto por la primogenitura suscitado entre Péretz y Zéraj tiene su origen en las manos. Dentro del árbol de la vida, la tercera y cuarta sefirá, Jésed, bondad y Guevurá valentía, representan el brazo derecho e izquierdo respectivamente. Jésed representa la piedad, la misericordia y Dios bajo esta sefirá, es nombrado como Adonai; es la entrega, la generosidad, la energía que sostiene todos los procesos creativos, espirituales y materiales. En cambio Guevurá es Dios como Elohím, Dios riguroso, Dios impartiendo severidad en la ley. Jésed acerca con el amor y Guevurá aleja con la Irá (en hebreo), con el temor reverencial. Ambas intentan guardar el equilibrio de la aproximación del alma al mundo exterior.

El conflicto por la primogenitura de Iakóv y Esáv surge de los pies, pues Esáv es el primogénito y Iakóv sale agarrado del talón de su hermano, talón que en hebreo se dice akév, de aquí su nombre. Algunos sabios dicen que al salir agarrado se su talón ya le estaba indicando que no le haría fácil y simple su vida.

Dentro del árbol de la vida ambas piernas están representadas por la séptima y octava sefiráNétzaj y Hod, piernas derecha e izquierda respectivamente. Nétzaj vence los obstáculos, es firme, puede dirigir u orquestar, tal como uno de los significados de la palabra lo indica y Hod (majestuosidad) avanza continuamente. Ambas piernas son consideradas las responsables del estado general del equilibrio del cuerpo, son los pilares del cuerpo, mientras Nétzaj reconoce, Hod concede.

Desde la simbología cabalística la letra kaf, cuyo significado es palma de la mano, funciona como un atril. En él podemos acercar a nuestros ojos la letra lamed, que es la letra que sigue en orden inmediato a la kaf. Esta es la letra del estudio, es la raíz del verbo lilmód, estudiar o aprender y el conflicto presentado aquí quizás tiene que ver con el conocimiento, con el aprendizaje, con la noción o el reconocimiento de la primogenitura. El conflicto entre Iakóv y Esáv puede estar relacionado con el reconocimiento y concesión de la primogenitura. No olvidemos que Dios cambiará el nombre Iakóv por Israel, después de que el patriarca soñara que peleó con un ángel (Israel significa sárti im haél, peleé con Dios) y de aquí nada más ni nada menos salieron las doce tribus que formaron el pueblo de Israel.

Ya que vimos que los conflictos aparecen vinculados a la relación entre las personas ¿qué debería existir en las relaciones interpersonales que nos lleve a evitar o disminuir los conflictos? Parte de la respuesta se podría encontrar en el pensamiento de Emmanuel Lévinas, filósofo humanista para el cual la ética es la filosofía primera a partir de la cual se instala lo humano en nosotros. El filósofo de Kaunas sostuvo que la tragedia humana se origina con el olvido de la ética, la cual está basada en la responsabilidad por el otro sin esperar reciprocidad alguna. Si no fallamos en la responsabilidad que cada uno de nosotros tiene para con el otro, los conflictos mayores y posiblemente con pérdida de vidas, se evitarían. En este caso, sólo a través de la justicia se llegan a solucionar los conflictos que son tan antiguos como la creación. Asimismo, Lévinas enuncia que el lenguaje es el camino de contacto con el otro, y que a través de ese contacto, del “cara a cara”, caerá el velo del egoísmo y podremos cumplir con el primer mandato de Dios de “No matarás”. Marta Palacio nos ayuda a pensar al decir: A través de la palabra el yo puede recibir al otro, más allá de su capacidad. El diálogo determina que el otro no me es indiferente, que su presencia me importa y me conmueve desde un principio.

Para Lévinas, pensar ya no es contemplar, es comprometerse, es tener conciencia del otro pero no como alguien parecido a uno, sino como una total desidentidad, el otro como diferente a mí, desde la no violencia pues la violencia niega la identidad del otro. Con la violencia pretendo someter al otro, pretendo reducirlo, poseerlo, matarlo. Necesitamos negar, deponer totalmente el egoísmo, debemos preocuparnos más del otro que de nosotros mismos. Lévinas propone entregarse al otro como camino para ser uno mismo.

La consecuencia de la filosofía como ontología es el egoísmo. Un mundo donde todo se basa en uno mismo. Para Lévinas es no matarás luego existirás, no oprimirás luego existirás, no te robaré luego existiré, no adulteraré luego existiré, ayudaré aunque esto me cueste mucho, luego existiré.

Volviendo al texto bíblico, finalmente Iakóv y Esáv se reencuentran y se reconcilian (Génesis XXXIII): “Esaú corrió a su encuentro y echándole los brazos al cuello, lo abrazó y lo besó. Los dos lloraron”. Después de la emoción hubo preguntas de Esáv a Iakóv, hubo encuentro de las familias, hubo reflexiones. En conclusión, hubo diálogo y finalmente ambos hermanos se separaron en paz pues depusieron sus respectivos yos, dejaron la violencia de lado, no negaron la identidad del otro. Pudieron ser cercanos y a la vez diferentes.

Aquí me permitiré traer la última parte de la significación de la raíz enunciada al comienzo de la exposición “alefbet y kuf,” correspondiente al término Maavák, conflicto en hebreo. Y diré que según el diccionario antes nombrado esta raíz se considera cercana al verbo lajavók y lejabbék (jetbetkuf) abrazar en hebreo.

Sólo varía una letra de la raíz, cambia la jet por la alef, lo cual es perfectamente viable pues las letras que salen del mismo lugar del aparato fonológico son intercambiables, en este caso son ambas letras guturales.

El verbo lajavók, abrazar, aparece escrito así tal cual en el texto del Génesis, “vaiárotz Esáv likrató vaiejavkéhu”, corrió Esaú a su encuentro y lo abrazó, es decir: ya en este capítulo el conflicto, mediando el cambio de una letra, se convierte en abrazo. Maavák conflicto se convierte en hú javák = el abrazó

Es mi deseo que lo ocurrido en este capítulo del Tanáj pueda y sea imitado por todos aquellos que tienen conflictos, incluidos nosotros mismos, y que elijamos ser cercanos aunque seamos diferentes.

 

Amén séla= Así sea