Coloquio

Edición Nº17 - Septiembre 2012

Ed. Nº17: La relegitimación de Israel y la batalla por el consenso dominante

Por  Joel Fishman
I


El proceso de deslegitimación y el boicot: antecedentes y contexto

El propósito de la deslegitimación a nivel internacional consiste en aislar a una supuesta víctima de la comunidad de naciones como preludio para ocasionar su caída o, incluso, su destrucción. Este proceso niega a la víctima el derecho y las prerrogativas que otros miembros de la comunidad internacional gozan, especialmente el derecho a ser escuchados. 

 La parte que inicia una campaña de deslegitimación intenta eliminar la historia, la identidad nacional, la cultura y los derechos que el otro tiene como estado soberano; en particular, intenta eliminar el derecho de defensa propia. El responsable busca propagar una cultura de derrotismo dentro de la sociedad de la víctima y ocasionar una parálisis en la voluntad de defenderse. Esto no debe malinterpretarse: el objetivo final de la deslegitimación no es la reconciliación ni la paz, sino el politicidio.

Una guerra moderna y asimétrica opera en dos ámbitos: el político y el militar. Cuando un oponente más débil no puede afrontar el costo de una guerra convencional, puede intentar lograr sus objetivos estratégicos utilizando medios políticos. Entre éstos se incluyen el engaño y la subversión. La deslegitimación es el método central de una forma de guerra asimétrica, conocida como la “guerra de la gente”, que se utilizó con éxito en Argelia y Vietnam. Como los efectos son acumulativos, el partido que inicia el conflicto prolongado, lo hace durante un largo período de tiempo.1

Luego del fracaso de la Segunda Intifada para hacer colapsar a Israel, la Autoridad Palestina y sus aliados, en especial Irán, recurrieron a una guerra política intensa. Por consiguiente, asumieron un papel importante en la Conferencia Mundial contra el Racismo que se realizó en Durban del 31 de agosto al 8 de septiembre de 2001. Es posible encontrar ejemplos más recientes de esta campaña determinante de deslegitimación y difamación en lo siguiente: la acusación maliciosa respecto de la masacre por parte de Israel en Jenín por la campaña de Protección Defensiva (2002); El Informe Goldstone (2009), que fue publicado después de la Operación “Plomo Fundido”; los esfuerzos por destrabar el bloqueo israelí a Gaza; el esfuerzo palestino para que los reconozcan en las Naciones Unidas como el primer paso para revertir el reconocimiento internacional de Israel, forzándolo a salir de ese organismo y ocupar su lugar en la comunidad de naciones;2 y, finalmente, la campaña de Boicot, Desinversiones y Sanciones (BDS, por sus siglas en inglés).

Ehud Rosen, un importante investigador del Centro de Asuntos Públicos de Jerusalem, ha puesto la atención en el hecho que la Hermandad Musulmana de Europa ha estado participando en forma cada vez más activa en el esfuerzo cooperativo internacional para deslegitimar a Israel. Por su parte, los funcionarios del Fatah y PA también se unieron a esta iniciativa. Ambos grupos “comenzaron a dedicar más esfuerzo en los aspectos políticos/civiles de la lucha que sucedió de inmediato a la Operación Gaza de Israel en 2008–2009.”3 Además, activistas israelíes y extranjeros han aportado su experiencia y sus consejos. Ahora que la Hermandad Musulmana está comenzando a desempeñar un rol más activo en la coordinación y el apoyo a la campaña de deslegitimación contra Israel, de la cual la BDS forma parte, el conflicto tomará un carácter cada vez más religioso. El mensaje religioso y político de la Hermandad Musulmana se relaciona con sus ambiciones geopolíticas mundiales.

Bismarck usó el término “imponderabilia” para describir las consideraciones no materiales que forman parte de los asuntos políticos. Entre éstos, se encuentran los principios populares y las consideraciones éticas.4 Contrariamente a la moda actual, Bismarck sabía que había factores incontables (y a los que no se podía aplicar la métrica). Por lo tanto, se deben tener en cuenta estas consideraciones no materiales como el entorno existente de ideas, valores y opiniones públicas. Las actitudes ampliamente aceptadas pueden evolucionar con el tiempo, a veces como consecuencia de la agitación cultural. También pueden alterarse como resultado de iniciativas bien organizadas.

Los cambios importantes en el consenso llevan tiempo. A continuación se enumeran algunos ejemplos de estos cambios: el desarrollo posguerra de la conciencia pública en los Estados Unidos respecto de que los derechos civiles necesitaban extenderse a los afroamericanos; la igualdad total para las mujeres; el peligro de fumar e ingerir polvo de asbestos; y el peligro de la contaminación para el medioambiente y la salud pública. Algunos ejemplos de campañas más específicas a mediano plazo fueron el movimiento estadounidense (de fines de la década de 1960 y principios de la década de 1970) para socavar el apoyo nacional a la guerra de Vietnam y la campaña soviética contra el desarrollo de la bomba de neutrones. Un manual de autoayuda para aquellos que buscan un cambio en la sociedad enumeró cinco ejemplos de “movimientos sociales”: el Movimiento por los Derechos Civiles Estadounidenses, el Movimiento de Energía Antinuclear, el movimiento de Gays y Lesbianas, el movimiento por el cáncer de mama, y el movimiento de globalización.5 En el contexto de la política israelí, miembros de la Izquierda, en colaboración con aliados palestinos de la misma opinión, tuvieron éxito en la construcción de un consenso público temporario a favor del proceso de Oslo. El objetivo de esta campaña bien planeada y ejecutada fue crear apoyo para este proyecto en Israel, convenciendo al público de que la PLO realmente deseaba la paz y que sería un socio negociador serio.

Más allá del cambio de consenso con respecto a Israel, la habilidad para causar grandes cambios culturales es un tema de gran importancia. Para provocar esta transformación y, finalmente, tomar el poder, algunas personas están preparadas para deshacer la estructura de la sociedad moderna y destruir el sistema democrático. Por ejemplo, esto explica por qué los ataques al cristianismo son parte de esta estrategia. Melanie Phillips, en su libro Londonistan, describe crudamente los resultados de estos esfuerzos en la sociedad inglesa.6

Cambiar un consenso existente o desarrollar uno nuevo es una tarea a largo plazo que debe diferenciarse del marketing y el branding (gestión de marca). Para utilizar la expresión de Fernand Braudel, este proceso cae en  la categoría “historia en cámara lenta”. Puede utilizarse tanto para los propósitos constructivos como para los propósitos destructivos. También es reversible. En nuestro esfuerzo por entender el proceso de deslegitimación – y, es más, de relegitimación – es necesario comprender el modo en el que las actitudes públicas y las políticas de los gobiernos pueden ser influenciadas o manipuladas. En efecto, el impacto de este proceso puede verse influenciado cuando los organismos gubernamentales internacionales, como las Naciones Unidas y varias de sus comisiones, deciden intervenir proactivamente.


Una de las herramientas perfeccionadas por los soviéticos durante la era posguerra fue el uso, tanto de forma abierta como encubierta, de la desinformación para manipular la opinión pública. Las técnicas utilizadas fueron refinadas por lecciones que se habían aprendido con anterioridad. Los soviéticos organizaron este programa de manera coherente y construyeron un aparato administrativo para apoyar su implementación a gran escala. Los soviéticos encargados de formular las políticas utilizaron los métodos de desinformación como un arma de guerra política, no sólo contra países, sino también contra individuos. Por lo tanto, el debate sobre el proceso de deslegitimación debería incluir alguna mención sobre la desinformación y su uso. En todos los sentidos, deben superponerse o igualarse eficazmente. Ilya Dzhirkvelov, un veterano de la KGB que desertó al oeste en la década de 1980, manifestó, “la desinformación no es sólo una mentira política bien presentada – que es, por cierto, fácil de reconocer – sino una compilación de hechos y eventos que no sólo deben ser difíciles de refutar, sino que también deben provocar graves consecuencias en el lado opuesto”.7

Como parte de este debate, debe pensarse en el proceso de relegitimación, que se aplica al ejemplo del Hogar Nacional Judío. El profesor Efraim Karsh, en un discurso dado en el Centro Begin-Sadat de la Universidad Bar-Ilan (22 de abril de 2007), manifestó que el entendimiento cristiano hizo posible la Declaración Balfour. Explicó: “aunque posiblemente hubo consideraciones de presión inmediata relacionadas con la Primera Guerra Mundial, el entendimiento cristiano por el pueblo judío fue la base real para la Declaración Balfour, que dio el reconocimiento de la ley internacional para el proyecto del hogar judío. Fue más que política de poder. Existió la creencia común en el lazo judío con Eretz Yisrael [la Tierra de Israel].”8 Karsh enfatizó que “el apego judío histórico a la Tierra de Israel es el reclamo real para recibir la categoría de estado” y afirmó que “existe la urgente necesidad de volver a aclamar la verdad histórica y de reconstruir una estructura narrativa sobre hechos, no ficciones”.9 Por el bien de la perspectiva histórica, se puede recordar la primera premisa de Ben Gurión que, el 7 de enero de 1937, manifestó en la Comisión Peel: “En nombre de los judíos digo que la Biblia es nuestro Mandato, la Biblia que fue escrita por nosotros, en nuestro propio idioma, el hebreo, en este mismo país. Ése es nuestro Mandato. La Declaración de Balfour expresó únicamente el reconocimiento de este derecho”.10

En resumen, el reconocimiento cristiano de un reclamo histórico válido brindó la legitimación de la idea de un Hogar Nacional Judío. Existen dos elementos básicos en esta relación: primero, que el pueblo judío tiene un lazo histórico con la Tierra de Israel, que constituye la base de este reclamo legítimo de categoría de estado; segundo, el entendimiento cristiano por el pueblo judío que constituyó la base real de la Declaración Balfour. Por un lado, hubo un reclamo histórico válido y, por el otro, el apoyo de una opinión pública amigable en la elite del poder líder del momento, que lo afirmó.

La relegitimación y la deslegitimación son parte de un mismo espectro. Si revisamos la realidad actual de Norteamérica, todavía existe un gran apoyo del Cristianismo hacia Israel. Se basa en los valores centrales compartidos de la fe Cristiana y Judía, y en la creencia firme del excepcionalismo norteamericano. Cuando hablamos acerca de un amplio consenso nacional a favor del estado judío, podemos entender que los enemigos de Israel buscan destruir este consenso en los Estados Unidos y crear condiciones culturales similares a las del Reino Unido, Francia, Suecia o Noruega. Los métodos para esto son conocidos. Sin embargo, parece que hay sólo un jugador que no sabe cómo jugar.


II


“¿Nadie sabe jugar a este juego?”
            Casey Stengel en el equipo de béisbol New York Mets

Varios eruditos competentes han descripto la realidad de la deslegitimación. En 1984, cuando el Departamento de Información de la Agencia Judía lanzó una campaña para producir la revocación de la resolución “Sionismo es Racismo” (UNGA 3379), se llevaron a comisión varios estudios. Como parte de este esfuerzo, el difunto Dr. Ehud Sprinzak, en ese entonces profesor asociado de la Universidad Hebrea de Jerusalem, analizó el significado práctico de la deslegitimación. Como ejemplo de la deslegitimación deliberada de un sistema político desde adentro, Sprinzak se refirió al caso de la República de Weimar. El partido Nazi “pudo desencadenar un proceso para lograr la deslegitimación irreversible de la República de Weimar”. Luego, Sprinzak agregó: “como la deslegitimación se adoptó desde afuera, la Unión Soviética se ha convertido en una experta reconocida en el siglo actual”.11 Él además explicó que la característica particular de la nueva campaña de difamación contra Israel era un proceso de deshumanización, que negaba a Israelíes y Judíos los derechos comúnmente aceptados, tanto los colectivos como los individuales. Sostuvo que esto era parte de un nuevo desarrollo, y que sería más correcto hablar de un nuevo antisemitismo.12 Ésta era una forma de deslegitimación mucho más destructiva que iba más allá del nivel usual de las polémicas de la Guerra Fría, que dividió al mundo en dos bloques. Había un nuevo nivel de gravedad en el esfuerzo de árabes y rusos para tildar a Israel como un estado racista, ya que los dos estados racistas de ese momento eran la Alemania Nazi y Sudáfrica.

El otro desarrollo grave identificado por Sprinzak fue el intento de deshumanizar al Estado Judío. Ambos procesos eran dañinos: el primero porque intentaba quitar a Israel de la sociedad de naciones cultas, y el segundo porque convertía a Israel en el blanco legítimo de todas las formas de violencia, lo que incluía el terrorismo, designándola como objetivo legítimo que no tenía derecho a los recursos legales ni a la autodefensa.

La tesis central de Sprinzak consistía en que “un cambio cualitativo marcaba el comienzo del antisionismo de los ´70, un cambio que surgía del hecho de que el Sionismo había dejado de ser un objeto de deslegitimación y se había convertido en un objeto de deshumanización.”13 El uso del término “deshumanización” es muy significativo, porque según los eruditos del nuevo campo de los estudios genocidas, el peligro de la incitación y la deshumanización se ha documentado y aceptado. En un trabajo realizado en 1996 que presentó originalmente ante el Departamento de Estado, Gregory H. Stanton, el presidente del Genocide Watch describió lo que llamó “Las Ocho Etapas del Genocidio”.14 La deshumanización pertenece a la tercera etapa. Por consiguiente, existe un lazo potencial pero real entre el proceso de deshumanización y la violencia real. En ausencia de la dimensión de conquista y represión, la probabilidad de que la violencia, la destrucción y los asesinatos masivos puedan ocurrir sigue siendo baja. Sin embargo, la variable es el contexto. Un cambio abrupto de carácter o circunstancia puede ser todo lo que se necesita para que ese mal encuentre la expresión material y alcance el peligro potencial. El deseo de causar muertes masivas puede estar presente, pero es posible que los medios no estén disponibles. Sin embargo, si hay una conjunción de voluntad y medios, la situación puede convertirse en genocidio. En el momento en el que Sprinzak describió el proceso, el significado lógico de la “deshumanización” y las consecuencias prácticas eran inimaginables. Ahora, luego de Ruanda y las verdaderas amenazas de Irán, no pueden descartarse. Dado que este crimen es incipiente, muchos han ignorado sistemáticamente el peligro potencial del proceso de deslegitimación.

Después del pasaje 3379 de la Asamblea General de las Naciones Unidas  (UNGA, por sus siglas en inglés) del 10 de noviembre de 1975, Sprinzak describió la devastación política consecuente:

La deslegitimación es un proceso que incluye la manipulación ideológica y simbólica. Como consecuencia de este proceso, una entidad política aceptada y reconocida por tener derecho a existir, se transforma en una entidad no aceptada y sin ese derecho… Cuando se logra la deslegitimación… no sólo se comienza a ver a la entidad política que ha estado bajo ataque como errónea y equivocada, sino también se considera que no merece existir… En resumen, el proceso de deslegitimación se produce cuando una entidad política, antes considerada legítima, pierde ese estatus como consecuencia de una cadena de eventos a través del tiempo. Sólo al final de ese proceso la entidad ha perdido el derecho a existir.15


También observó que, como parte de la pérdida de estatus, a un estado deslegitimado se le niega el derecho a hablar y a ser escuchado:

…. La pérdida de legitimidad realmente significa la pérdida del derecho a hablar o debatir en ciertos foros. Cuando una entidad política está sujeta a una deslegitimación establecida, todo lo que su vocero pueda decir sobre un tema concreto, incluso cuando ningún principio particular está en juego, se percibe como irrelevante. Ya no se los acepta como miembros de un discurso legítimo, porque ellos en sí mismos son ilegítimos. Su posición es similar a la de pacientes de un instituto mental cerrado: una vez diagnosticados por la junta profesional de revisión, son tratados como incapaces mentales, sin importar cuán convincentemente puedan expresarse. El términos de las ciencias sociales, el paradigma básico de su pensamiento y acción es considerado defectuoso y, por lo tanto, aunque tengan cosas perfectamente razonables que decir, nadie los escuchará. En el mejor de los casos, serán considerados como miembros de una especie subhumana.16


Si uno va más allá de la terminología y pondera el significado eficaz de la guerra política librada contra Israel y sus seguidores, puede observar que la campaña de la BDS contra este país tiene muchas características idénticas a las del proceso de deslegitimación. Aunque la terminología pueda diferir, el contenido es casi el mismo. Cerca de dos generaciones después de lo que Sprinzak escribió, Anthony Julius, miembro estimado de la firma legal Mishcon de Reya de Londres, describió el significado de boicot en su estudio revolucionario, Los Juicios de la Diáspora. También debe observarse que el proceso que Julius describe es casi idéntico, en contenido, al de la deslegitimación, que debilita lentamente ciertos derechos, no sólo el de hablar y ser escuchado:
 

¿Qué ocurre cuando la gente es boicoteada? Las cortesías comunes de la vida ya no les pertenecen. No son reconocidos en la calle; nadie compra sus bienes; nadie contrata sus servicios; las invitaciones que hasta el momento podían tener desaparecen; se encuentran aislados estando en compañía. El boicot es un acto de violencia, aunque paradójico, de retroceso y exclusión en lugar de ataque. La persona boicoteada es excluida por “el horror general y el odio común”. Es la negación de la libertad de expresión de la persona boicoteada, entre otras cosas… Limitar o negar la propia expresión es un ataque a las raíces humanas… El boicot es una actividad especialmente susceptible a la hipocresía. Implica juicios morales tanto sobre el boicoteado como sobre quien boicotea.17


Aunque la atención aquí se desvió a desarrollos relativamente nuevos, el rol de los antisemitas clásicos, tanto europeos como islámicos, no debe pasarse por alto. Por lo general no se sabe que en 1955 Gamal ‘Abd al-Nasir atrajo al impertinente Nazi Johann von Leers como propagandista antisemita, y fue uno de los primeros en negar el Holocausto. Von Leers era amigo del colaborador Nazi, el Gran Muftí de Jerusalem, Haj Amin al-Husseini, que lo trajo a Egipto desde la Argentina. No fue sorprendente que su viejo amigo le asegurara un puesto como consejero político en el Departamento de Información Egipcio.18 Cuando el ex Muftí dio públicamente la bienvenida a von Leers en El Cairo, proclamó “Le agradecemos que se aventure a llevar adelante esta batalla con los poderes de la oscuridad, que se han encarnado en el judaísmo mundial”.19 Además de sus obligaciones profesionales diarias, von Leers era “el hombre activo de contacto de la organización de ex miembros de la SS (ODESSA) en territorio Árabe”.20 Algo similar ocurrió con el Profesor Arnold Toynbee, como se informó en el debate con el embajador israelí en Canadá, Yaakov Herzog (31 de enero de 1961), en el que se comparó, “desde un punto de vista moral”, la actitud de Israel con los árabes en 1947 y 1948, con la matanza Nazi de seis millones de judíos. También siguió afirmando que los judíos no tienen derechos históricos respecto de Israel.21

Cuando se considera a los antisemitas clásicos, también se debe incluir al General Charles de Gaulle. En la conferencia de prensa infame del 27 de noviembre de 1967, atacó brutalmente al pueblo y al estado judío. Se refirió a los judíos como “un pueblo de elite, dominante y seguro de sí mismo”. Este arrebato bien montado terminó con el período de gracia que los judíos habían gozado después de la guerra. Luego de este evento, se aceptó nuevamente revelar públicamente visiones antisemitas.22 En 1968, el distinguido científico político francés, Raymond Aron, explicó la verdadera naturaleza del daño que de Gaulle había causado:

….Los antisemitas… habían recibido la autorización solemne del jefe de estado para hacerse escuchar nuevamente y emplear el mismo lenguaje que antes de la Solución Final.23

 

…. El General de Gaulle en forma consciente y deliberada dio inicio a una nueva fase de la historia judía y, quizás, del antisemitismo. Todo se hizo posible una vez más; todo comenzó una vez más….24


Tampoco cabe duda de que los motivos geopolíticos también influyeron en la actitud de los políticos franceses. Creían que la asociación de Francia con Israel se había vuelto demasiado estrecha y que, después del final de la guerra en Argelia, sería oportuno seguir una política más independiente, para restablecer sus “lazos tradicionales” en el mundo árabe y buscar mercados nuevos allí.25

Del mismo modo, la Unión Soviética procuró ganar una posición en la región y avanzar en sus intereses geopolíticos. Así, la campaña palestina de deslegitimación que apoyaba debía entenderse en el contexto de la rivalidad de la Guerra Fría que existía con los Estados Unidos, “el Enemigo Principal”, y Occidente. La victoria israelí en la Guerra de los Seis Días tomó a la URSS por sorpresa, y enfrentó una crisis. Como respuesta, sus líderes intentaron estigmatizar de inmediato a Israel como el agresor, pero fracasaron por una votación de 11–4 en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.26 Entonces, la Unión Soviética desató una campaña de propaganda anti-israelí (y antisemita) de gran importancia, cuyo propósito era falsificar los hechos y convencer al mundo de que Israel era el agresor. En este esfuerzo, alistaron a los propagandistas de la República Democrática Alemana, lo que incluyó una representación sólida de expertos Nazis de los medios. En una exposición, Simon Wiesenthal publicó los nombres de los “viejos camaradas”, las definiciones de trabajos y los números de membrecía en el partido Nazi.27 Por consiguiente, en la campaña para deslegitimizar a Israel, hubo una continuidad real de personal. La URSS, como Egipto, hizo uso de propagandistas profesionales del Tercer Reich.


III


Qui pensiamo in secoli [Aquí, pensamos en siglos]
                        Lema del Vaticano

En retrospectiva, queda claro que el pasaje de la Resolución 3379 de la UNGA del 10 de noviembre de 1975 (Sionismo es Racismo) representó el momento crucial en el ataque internacional a la legitimidad de Israel y que causó daño duradero.28 Incluso hoy en día la acusación de racismo sirve como base para la guerra política contra el Estado Judío. El programa de la Conferencia de Durban, el Movimiento de Boicot y el llamado para una tercera intifada derivaron directa e indirectamente de la UNGA 3379. Después de su adopción en las Naciones Unidas en 1975, la clase política de Israel permaneció en su mayoría sumisamente sin respuestas, sobre todo porque este grupo no logró captar su importancia. Abba Eban describió esta transformación con gran profundidad:

…. La reacción árabe ante la derrota [en 1967] no fue asumir que la política anti- israelí había fracasado, sino que no había sido aplicada lo suficiente. La esperanza de una venganza temprana se nutrió con virulencia mediante las organizaciones palestinas, en especial El Fatah. Después de algunos estallidos de acciones militares en 1968 y actos ocasionales de piratería contra las aerolíneas, estos movimientos cambiaron el énfasis al dominio político. El mecanismo consistía en elevar el concepto de “Palestina” a tal punto que “Israel” desaparecería. Mientras la lucha parecía ser entre Israel y el mundo árabe, la compasión era para Israel… Pero cuando no se presentaba como una lucha entre Israel y los árabes, sino entre Israel y los palestinos, la perspectiva cambiaba… Ahora se describía a Israel como poderosa, establecida y reconocida, mientras que los palestinos eran los desposeídos, amargados, insatisfechos e implacables. La corriente de la opinión mundial pasó del vencedor asediado al agresor derrotado. De la noche a la mañana, pasamos de ser David a ser Goliat.  Israel había cometido el pecado oscuro de sobrevivir….29


Muchos miembros de la elite israelí eran capaces de pensar sólo en términos militares y no tenían demasiada apreciación de la dimensión política que atravesaba el país. Luego de la Guerra de Yom Kippur (1973), emergió una conciencia preocupante respecto de que era posible ganar en el campo militar, pero perder en el político. Al mismo tiempo, con la incursión de 1982 en el Líbano, los estrategas israelíes descubrieron el difícil camino que tenían por delante para tratar las secuelas políticas por operar dentro de áreas densamente pobladas y la reacción subsiguiente de medios extranjeros hostiles. Décadas más tarde, la Operación Plomo Fundido presentó un desafío idéntico. Aunque era posible lograr ciertos objetivos militares bien definidos (pero no decisivos) en Gaza, Israel sufrió un contratiempo serio con el Informe Goldstone. Luego de que la opinión mundial se convirtió en crítica, muchos que habían sido complacientes y muy confiados se estancaron en un estado de desmoralización y derrotismo fatales. Por razones personales y culturales, la clase política no podía enfrentar el tipo de conflicto con el que Israel estaba comprometido. Le faltaba imaginación para adaptarse a la nueva situación.

El teórico militar preeminente de Prusia, Carl von Clausewitz, afirmó, “La guerra no es más que la continuación de la política por otros medios”.30 Según esta definición, la diplomacia pública es claramente otra forma de guerra. Agregó que “…las guerras tienen que variar con la naturaleza de sus motivos y las situaciones que le dan origen. El primer acto de juicio supremo y el más difícil de alcanzar que el político y el comandante deben tener en cuenta es establecer, por medio de esa prueba, el tipo de guerra en la que se están embarcando. No debe malinterpretarla ni transformarla en algo que es ajeno a su naturaleza”.31 Afirmó que evaluar la situación correctamente y comprender los motivos del oponente era la obligación tanto del político como del comandante. Si, por ejemplo, alguno de ellos entendiera mal o tergiversara la situación, toda decisión que siguieran sería ineficaz. Eso sucede porque es necesario formar el juicio sobre la base de hechos y, en lo posible, sobre la base de experiencias. “La estrategia deriva los medios y fines para que se examinen exclusivamente en base a la experiencia”.32 Una estrategia sólida se basa en la comprensión verdadera de los hechos históricos. Desestimar la importancia de la experiencia pasada, como fue el caso de la historia reciente de Israel, significa propugnar eficazmente la ceguera y la ignorancia: un salto al vacío.

Israel tiene una batalla importante en sus manos. Como Clausewitz amonestó, la primera obligación de un líder, militar o civil es reconocer el tipo de guerra que se está luchando. Es este caso, es un conflicto político con aspectos religiosos, del cual la guerra de deslegitimación forma parte. Para contrarrestar este proceso, es necesaria una campaña seria de relegitimación, para recuperar el territorio perdido y obtener territorios nuevos. Existe la necesidad de cambiar el consenso mundial de la opinión pública, que es un proyecto importante desde hace décadas. Una campaña de buenas noticias sobre Israel puede ser apropiada para el marketing y el branding (gestión de marca), pero no suficiente para abarcar el problema real. Dicha campaña tiene valor comercial más que valor político. Israel puede ser la “nación inicial” del mundo. Tiene playas espectaculares y la noche en Tel Aviv es fantástica. Es el hogar de súper modelos glamorosas y demuestra una actitud notablemente moderna respecto de los homosexuales. Aunque esto es acogedor, incluso un torrente de “buenas noticias” no movería la opinión pública de la elite, que está compuesta por intelectuales, editores de periódicos y televisión, profesores, docentes, hombres y mujeres de la iglesia, escritores de libros de texto y responsables de formular las políticas. Se necesita comprometer, desafiar y convencer a este grupo.

Si examinamos con cuidado los ejemplos mencionados anteriormente de los movimientos sociales que influyeron en las actitudes públicas durante largos períodos, sería posible desarrollar un programa de pasos concretos. El proceso de deslegitimación manipula las actitudes públicas a largo plazo y, para neutralizar esto, se requerirá un compromiso mayor, a una escala más importante que nunca antes. Es posible construir sobre el trabajo de varias ONGs que han logrado éxitos importantes, y aprender de los logros del movimiento Chabad y el proyecto Birthright.

Para Israel, ya no es suficiente proclamar que busca la paz y los límites defendibles. Aunque se ha quitado importancia al sujeto y no está de moda hablar en estos términos, también estamos comprometidos con una guerra religiosa. Debemos tener un mensaje para el mundo. Nuestros enemigos lo tienen, y no hay razón para seguir callando. El judaísmo es una de las religiones más grandes del mundo y ha sido una fuerza civilizadora. Debemos recordar al mundo, como lo hizo Josefo en su época, que el judaísmo dio al hombre el Sabbath; la idea de igualdad ante la ley (isonomía); la dignidad humana; las ideas refinadas sobre caridad, arrepentimiento y redención; y el rechazo al infanticidio y la crueldad hacia los animales.33

Si Israel pretende volver a ganar su legitimidad, debe proclamar los derechos históricos con dinamismo y convincentemente. El Estado Judío no puede permitir que otros definan su identidad o distorsionen su pasado. Es necesario desacreditar los reclamos fraudulentos del otro lado y exponer sus mentiras. Este esfuerzo debe incluir una larga campaña de relegitimación. Israel debe defender su soberanía y tomar su lugar legítimo en la comunidad de naciones. Estas son las responsabilidades de una nación.



Notas


Una versión preliminar de esta investigación se presentó en la reunión anual de la Asociación para el Estudio de Medio Oriente y África el 4 de noviembre de 2011, en Washington, DC. En ese momento, Eruditos por la Paz en Medio Oriente (SPME, por sus siglas en inglés) organizaron y patrocinaron un panel dedicado al “Poder de los Mensajes y la Percepción en Medio Oriente”. 

1 Stefan T. Possony, People’s War: The Art of Combining Partisan-Military, Psycho-Social, and Political Conquest Techniques (Taipei, 1970), pp. 86–88. See also Joel Fishman, “Ten Years since Oslo: The PLO’s ‘People’s War’ Strategy and Israel’s Inadequate Response,” Jerusalem Center for Public Affairs, Jerusalem Viewpoints No. 503, September 1, 2003, www.jcpa.org/jl/vp503.htm.
2 Khaled Abu Toameh, “Abbas’s Intifada: Isolating Israel and Unilateral Steps,” Gatestone Institute, International Policy Council, February 18, 2011, www.gatestoneinstitute. org/1899/abbas-intifada.
3 Ehud Rosen, “The Global March to Jerusalem: Part of the International Campaign to Delegitimize Israel,” Jerusalem Viewpoints (JCPA), No. 588 (March–April 2012). Khaled Abu Toameh, “The Third Intifada is Here,” Gatestone Institute, November 8, 2011, www.gatestoneinstitute.org/2570/third-intifada.
4 Hermann Rauschning, Germany’s Revolution of Destruction (London, 1938), p. 99.
5 Bill Moyer, JoAnn McAllister, Mary Lou Finley, Steven Soifer, Doing Democracy: The MAP Model for Organizing Social Movements (Gabriola Island, 2001).
6 Melanie Phillips, Londonistan: How Britain has Created a Terror State Within (London, 2008), p. 25 et passim.
7 Ilya Dzhirkvelov, Secret Servant: My Life with the KGB and the Soviet Elite (New York, 1987), pp. 304–305.
8 Delegitimization: Notes of Lectures at BESA, April 22, 2007, Launching of “Project
1948” (text confirmed by  Efraim  Karsh, July 22, 2011).
9 Ibid.
10 Coner Cruise O’Brien, The Siege: The Saga of Israel and Zionism (New York, 1986), p225.
11 Ibid., 3. For Stalin’s very considerable contribution to abetting the rise of Nazism in Germany, see Robert C. Tucker, Stalin in Power: The Revolution from Above, 1928–1941(New York, 1992), pp. 228–232.
12 Ehud Sprinzak, “Anti-Zionism: From Delegitimization to Dehumanization,” Forum on the Jewish People, Zionism and Israel 53 (May, 1984), 2–3.
13    Ibid., 2.
14 www.genocidewatch.org/genocide/8stagesofgenocide.html. For general and historical background, see: “Incitement to Genocide in International Law,” Holocaust Encyclopedia, United States Holocaust Memorial Museum, www.ushmm.org/wlc/en/article.php?ModuleId=10007839.
15    Sprinzak, op. cit., pp. 2–3.
16    Ibid., p. 5.
17 Anthony Julius, Trials of the Diaspora: A History of Anti-Semitism in England (Oxford, 2010), pp. 482–483.
18    Robert Wistrich, Hitler’s Apocalypse: Jews and the Nazi Legacy (London, 1985), p. 176.
19     Bernard Lewis, Semites and Anti-Semites (New York, 1986), p. 207.
20 This quotation comes from the biographical sketch of von Leers that the Bundesarchiv posted (Bundesarchiv-Findmittelinfo) and is no longer online.
21    Misha Louvish (ed.), A People that Dwells Alone: Speeches and Writings of Yaakov Herzog (London, 1975), p. 23.
22    Raymond Aron, De Gaulle, Israel and the Jews, trans. John Sturrock (New York, 1969), p. 9 et passim.
23    Ibid., p. 24.
24    Ibid., p. 25.
25    For the official view, see Maurice Couve de Murville, Une politique étrangère (Paris, 1971), pp. 463–475.
26    Dore Gold, The Fight for Jerusalem (Washington, DC, 2007), p. 170.
27    The Same Language: First for Hitler—Now for Ulbricht,” Simon Wiesenthal’s press conference on September 6, 1968 (Bonn, 1968).
28    For the historical background and significance of UNGA Resolution 3379, see Joel Fishman, “‘A Disaster of another Kind’: Zionism=Racism, Its Beginning, and the War of Delegitimization against Israel,” Israel Journal of Foreign Affairs V: 3 (2011), 71–88, israelcfr.com/documents/5-3/5-3-6-JoelFishman.pdf.
29    Abba Eban, An Autobiography (New York, 1977), p. 453.
30    Carl von Clausewitz, On War, ed. and trans. Peter Paret et al. (Princeton, 1984), item 24, p. 87.
31    Ibid., Book I, Chapter I, item 27, p. 88.
32    Ibid., Book II, Chapter II, p. 144.
33    These basic arguments are taken from Flavius Josephus (37 – c. 100), Against Apion, c. 98–100 CE.