Coloquio

Edición Nº13 - Noviembre 2011

Ed. Nº13: Desigualdad. El problema clave

Por Bernardo Kliksberg

En sus Informes de Desarrollo Humano la ONU llama a las desigualdades de las últimas décadas, «desigualdades groseras». En una reciente encíclica Caritas in Veritate la Iglesia advierte sobre «el escándalo de las disparidades hirientes».

Los datos justifican plenamente esos calificativos. En 1960, el 20% más rico del mundo tenía 30 veces lo que el 20% más pobre. En 1997, eran 74 veces, y la distancia siguió creciendo.

En el 2006 la Universidad de las Naciones Unidas mostró que en cuanto a patrimonios, el 10% más rico tenía el 85% del capital mundial, y el 50% más pobre sólo e1%.

La crisis generada en Wall Street, en causas como la desregulación, el fundamentalismo de mercado, y lo que el Presidente Obama llama «la codicia desenfrenada», empeoró aún más la situación.

Según los datos de The Economist aumentó el club de los billonarios que sobrepasan los 1000 millones de dólares. El 1% de la población del mundo es dueño del 43% de los activos del planeta. Para integrar la lista de los 400 más ricos de la Revista Forbes se necesitaba en 1995, 418 millones, actualmente se debe tener no menos de 1000 millones.

Se elevaron fuertemente las desigualdades en Estados Unidos, la primera economía mundial.

De acuerdo al Economic Policy Institute en 1980, el 1% más rico tenía 10 veces más que el 90% restante de la población. En el 2006 eran 20 veces más. Un grupo muy pequeño el 0.1% más rico fue el que tuvo las mejores ganancias. Tenía 20 veces más que el 90% de la población en 1980, y 80 veces más en el 2006.

Según los datos del New York Times, en los últimos 30 años el 1% más rico pasó de tener el 9% del ingreso nacional en 1979, a poseer el 23.5% casi una cuarta parte del mismo, en el 2007.
También empeoró el coeficiente Gini que mide la desigualdad en la distribución del ingreso en economías líderes como Alemania, y China entre los 80 y medados de los 2000. En Alemania pasó de 0.34 a 0.38 y en China de 0.28 a 0.40.

Forma parte hoy de la corriente económica central reconocer que la alta desigualdad es una traba fundamental para el progreso económico de los países y el bienestar de su población.

Las investigaciones son categóricas: genera «trampas de pobreza», reduce los mercados internos, baja la capacidad de ahorro nacional, crea circuitos diferentes en el sistema educativo, lleva a muchos alumnos a la deserción y a recibir educación de poca calidad, favorece la creación de inequidades múltiples en salud, genera altos grados de conflictividad, y degrada la cohesión social, promueve la criminalidad y facilita la corrupción.

América Latina debe ponerla en primera lista de sus prioridades porque es la región más desigual de todas. Mientras que la distancia entre el 10% más rico y el 10% más pobre es en Noruega, de 6 veces, y en España de 10 veces, en América Latina puede ir de 30 a 60 veces.
Las desigualdades son múltiples, en los ingresos, en el acceso a la tierra, en la posibilidad de educación de buena calidad, en el acceso a salud, en el contacto con el mundo de las nuevas tecnologías, en la posibilidad de formar una familia.

Cuando se pregunta por qué un Continente tan rico potencialmente, con un tercio de las aguas limpias del planeta, inmensas reservas de materias primas estratégicas en su subsuelo, fuentes de energía baratas, condiciones de excepción para la producción de alimentos, un gran potencial turístico, tiene más de una tercera parte de su población en pobreza, una respuesta central está en los altos grados de desigualdad.
¿Se puede derrotar la desigualdad? Todo fatalismo al respecto es infundado. Se puede, si se enfrenta.

Son claves así políticas que universalicen el acceso a salud y educación, que democraticen el crédito, que den apoyo activo a las PYMES y los emprendimientos, que favorezcan la industria nacional, que promuevan sistemáticamente la inclusión productiva de los jóvenes en un Continente donde uno de cada cinco está fuera del sistema educativo, y del mercado de trabajo, en exclusión severa, y otras semejantes.
Los países que hoy están aplicando esas políticas, como entre ellos Brasil, Argentina, Uruguay, han logrado reducciones significativas en sus coeficientes Gini.

La equidad es un potenciador fenomenal del desarrollo.

Los países que encabezan actualmente las tablas mundiales de progreso económico, y tecnológico, y esperanza de vida como los nórdicos, tienen los mejores coeficientes Gini del mundo.

No son fruto de la casualidad, sino de políticas orgánicas pro igualdad, que tienen uno de sus ejes en la supresión total de las discriminaciones de género.

Trabajar por la equidad es cumplir un mandato ético básico, es crear bases sólidas para el desarrollo y es mejorar la calidad de vida colectiva.
Hay un largo camino a recorrer en América Latina y el mundo, para conformar modelos económico-sociales inclusivos, basados en la equidad, donde quepan todos.

En encuestas reciente el 89% de los latinoamericanos están en alta disconformidad con la magnitud de la desigualdad en la región. La ciudadanía exige respuestas.