Coloquio

Edición Nº27 - Octubre 1996

Ed. Nº27: Un "paladín vigoroso": El uruguayo Enrique Rodriguez Fabregat

Por Allan Metz
Traducción del inglés: Pedro J. Olschansky

y su apoyo a la causa del Estado de Israel

Introducción

Este trabajo se refiere al rol decisivo que el diplomático uruguayo Enrique Rodríguez Fabregat desempeñó en las Naciones Unidas en pro de la creación del Estado de Israel. Constituido el mismo, su continuo apoyo al Estado judío —apoyo que le siguió otorgando hasta su deceso en noviembre de 1977— también será considerado en este estudio.

Pero, ante todo, se ofrecerá alguna información biográfica sobre Rodríguez Fabregat, incluyendo observaciones efectuadas por sus contemporáneos, y acompañadas por el telón de fondo de la época.

Sobre Enrique Rodríguez Fabregat (1895-1977)

Rodríguez Fabregat, quien fue educador y ministro de Educación, nació en San José, capital del departamento homónimo, el 11 de noviembre de 1895. Sus padres fueron Enrique Rodríguez y María Fabregat.

Se graduó como maestro de educación primaria, aunque muchos de sus esfuerzos públicos estuvieron enfocados en la política nacional. Miembro del Partido Colorado1, desempeñó muchas posiciones de liderazgo en su estructura. Integró la Asamblea Representativa de Montevideo y más adelante la Cámara de Diputados del Uruguay. El 10 de marzo de 1927 fue nombrado secretario de Estado en la cartera de Instrucción Pública, cargo que desempeñó hasta que renunció al mismo el 10 de marzo de 1929. Durante un tiempo participó en la redacción del diario “La Razón” y en los primeros años de la década del treinta fue director de “El Imparcial”. Además escribió para otros periódicos del país y del exterior.2 Tal el panorama de su actuación hasta 1937, una década antes de que vinculara muy estrechamente su vida y carrera a los acontecimientos palestinenses.
Los conceptos expresados sobre Rodríguez Fabregat por tres contemporáneos muestran en gran medida la clase de hombre que él fue.

Moshé A. Tov fue secretario de la Agencia Judía para América Latina. Un observador con conocimiento de los acontecimientos anotó que Tov “…ha sido el hombre directamente responsable de haber atraído el interés de personas tan prestigiosas como Rodríguez Fabregat (…) y otros que libraron batalla por Israel cuando se decidió su destino en las Naciones Unidas”.3  De modo que cabe inferir que Tov tenía por lo menos cierto conocimiento del carácter de Rodríguez Fabregat. En sus memorias diplomáticas, Tov hizo la observación de que Rodríguez Fabregat fue una de esas personalidades singulares que inspiraron confianza y estaban destinadas a servir “una de las grandes causas de la humanidad” en la ONU. Tov conoció inicialmente al diplomático uruguayo a comienzos del año 1947, cuando éste acababa de ser designado jefe de la delegación del Uruguay ante las Naciones Unidas; y desde ese entonces hasta que se acabó el curso de su vida, en noviembre de 1977, ERF probó ser uno de los mejores amigos de Israel en el mundo. Adicionalmente, Tov ha relatado cómo estaba fascinado por la verba inspirada del uruguayo respecto de una amplia gama de tópicos, su claro análisis de los asuntos y su “curiosa mixtura” de realismo y optimismo, vale decir, de optimismo atemperado por el realismo.

Tov nos relata que Rodríguez Fabregat recordaba con ternura a sus progenitores, inmigrantes catalanes, ambos maestros en su pequeña ciudad natal, San José, cercana a Montevideo. Su padre le dio una temprana instrucción sobre prejuicio y discriminación racial cuando Rodríguez Fabregat niño le preguntó sobre el antisemitismo. Su padre le contestó que ese prejuicio equivalía a la obscenidad que nunca debe ser repetida, y esto él jamás lo olvidó. Tov también nos hace saber que ERF conocía mucho la Biblia y también la historia judía contemporánea; y que la aspiración sionista de crear un Estado judío en Palestina “excitó el entusiasmo del profesor”. Además, él bregaba por la vigencia en su propio país de la democracia e iguales derechos para todos, y comprendía la posición del Uruguay en el marco del amplio contexto latinoamericano. Su mentor político había sido el gran reformador José Batlle Ordóñez4, a quien Rodríguez Fabregat citó muchas veces y cuyas lecciones políticas aplicó más tarde.

El Holocausto causó un marcado impacto en su espíritu y, como una forma de consuelo personal por dicha tragedia, dedicó durante la Segunda Guerra Mundial cada día de su desempeño como comentarista radial de la CBS (Columbia Broadcasting System, de los EE.UU.) a la lucha contra el nazismo y el fascismo. Llegó a una gran audiencia con su constante mensaje de fe en el triunfo de la democracia en todo el inundo.

Tov cuenta que él discutió con Rodríguez Fabregat el desempeño del colonialismo británico en Palestina y cómo había frustrado la realización del sionismo; y que además ambos habían analizado el apoyo que podía esperarse de América Latina para la creación de un Estado judío.

También relata Tov que tanto él como Rodríguez Fabregat respetaban a los árabes y trataban en lo posible de tener en cuenta su punto de vista.

De esta manera Tov trataba de enfatizar la comunión de pensamiento existente entre él y Rodríguez Fabregat durante los largos años de lucha política que ambos compartieron dentro y fuera de las Naciones Unidas. Entre sus muchos atributos, el profesor uruguayo demostró una especial habilidad para trazar paralelos históricos entre personas y pueblos. Rodríguez Fabregat avizoró muchas similitudes entre la historia uruguaya y la judía, tales como José Artigas y el “Éxodo Oriental” y el Éxodo judío5. Al conocerse la carnicería humana del Holocausto, Rodríguez Fabregat emprendió una cruzada personal para tratar de salvar a niños sobrevivientes de la catástrofe. “Un millón de niños” fue su mensaje y requerimiento en todo foro público, a fin de mantener esta tragedia viva en la conciencia del mundo6. Tov deja constancia de que debido a este comportamiento singular, Rodríguez Fabregat era tremendamente querido y respetado por sus colegas en las Naciones Unidas, quienes sentían que les era imposible no asistirlo voluntariamente, ayuda que nunca él pedía directamente. Su actitud personal en la vida, más su abnegación y dedicación al trabajo tenaz, fueron ejemplares para sus colegas.7

David Horowitz, uno de los dos funcionarios de la Agencia Judía acreditados ante el Comité Especial de las Naciones Unidas Sobre Palestina (UNSCOP) que más adelante será examinado con mayor detalle, fue quien representó a la AJ en la sesión de la segunda Asamblea General de la ONU en 19478, describió a Rodríguez Fabregat como “un liberal de izquierda con un brillante pasado político” que había padecido prisión por sus convicciones y era “un revolucionario según la tradición latinoamericana”. Sus “ojos penetrantes” que “atisbaban medio satíricamente y medio puerilmente desde sus anteojos, reflejaban el misterio de una extraña mezcla de inocencia casi infantil y mentalidad brillante, un humanismo ferviente y una fina ironía punzante, haciendo de él una persona singular”. El Holocausto y especialmente la condición de los niños judíos en Europa tras la Segunda Guerra Mundial, influyeron grandemente su forma de pensar. Además, “su instrucción superior, su probidad, su cultivado hábito de pensar y sus incisivos impulsos humanos, ganaron el aprecio y la admiración de sus colegas, explicándose así la gran influencia que tuvo sobre ellos”9. También Horowitz relata que luego del acabamiento, forma y entrega del informe de la UNSCOP, Rodríguez Fabregat le dijo que “éste es el más grande momento de mi vida”10.

Finalmente, Jorge García Granados, quien era un buen amigo y colega en las Naciones Unidas de Rodríguez Fabregat, lo describió de la siguiente forma:

“Fabregat, excitable, entusiasta, era incansable en su admiración y disfrute de cada uno de nuestros encuentros con la Historia. Se trata de un profesional que parece extraído como personaje de una obra teatral moderna. Es un admirador apasionado de todo lo que es noble y bello y es tanto sentimental como romántico; pero su romanticismo está moderado por un sentido de humor que se refleja frecuentemente en su risa cordial que sacude todo su cuerpo y se evidencia —desde las gentiles aunque vivaces palmaditas que propina hasta las flexiones que hace con sus piernas en tanto bromea con muy buen talante tanto de los otros como de sí mismo, o relata alguna anécdota extravagante— que él es un cómico irresistible”.11

El trasfondo histórico

La Asamblea General de las Naciones Unidas, en una sesión especial efectuada en abril de 1947 por moción de Gran Bretaña, creó el Comité Especial de las Naciones Unidas Sobre Palestina (United Nations Special Committee on Palestine, UNSCOP), para que compilara un informe sobre la situación vigente y efectuara recomendaciones. Este comité estuvo compuesto por once miembros: J. D. L. Hood, de Australia; J. C. Rand, del Canadá; Karel Lisicky, de Checoslovaquia; Abdur Rahman, de la India; Nasrollah Entezam, de Irán; N. S. Blom, de Holanda; Emil Sandstrom, de Suecia; Vladimir Simic, de Yugoslavia; y tres miembros latinoamericanos: Jorge García Granados, de Guatemala; Arturo García Salazar, del Perú; y Enrique Rodríguez Fabregat, del Uruguay.

El UNSCOP fue investido con “los más amplios poderes para indagar y registrar hechos, e investigar todas las cuestiones y asuntos atinentes a los problemas de Palestina”, El informe de la UNSCOP fue publicado el 31 de agosto de 1947 y recomendó por unanimidad que el mandato británico sobre Palestina fuera terminado tan pronto como fuese posible y que se garantizase con celeridad la independencia a la región. La mayoría, compuesta por los representantes de Canadá, Checoslovaquia, Holanda, Guatemala, Perú, Suecia y Uruguay, propuso una partición de Palestina en un Estado judío, un Estado árabe y un arreglo internacional especial para Jerusalem y sus alrededores. La minoría, compuesta por los representantes de la India, Irán y Yugoslavia, recomendó la creación de un Estado federal binacional.

Las propuestas efectuadas por la mayoría fueron aceptadas en una sesión especial de la Asamblea General el 29 de noviembre de 1947, cuando 33 Estados miembros (incluyendo los Estados unidos, la Unión Soviética y la mayoría de los miembros latinoamericanos) votaron a favor, 13 en contra (incluidos todos los Estados árabes); y 10 (incluida Gran Bretaña), se abstuvieron12.

En su calidad de miembro del Comité Especial de las Naciones Unidas Sobre Palestina, el rol desempeñado por Enrique Rodríguez Fabregat será examinado en relación con las situaciones más significativas que afrontó la UNSCOP, la formulación de su informe final a la Asamblea General y el voto a favor de la Partición del 29 de noviembre de 1947.

En el transcurso de su misión de compilación de hechos, Rodríguez Fabregat cuestionó la política británica en Palestina. En cierta oportunidad se refirió al “sentido discriminatorio de la Ley de Tierras (”Land Law“) y de la referente a la irrigación (”Irrigation Bill“)”, y en otra ocasión le preguntó a un testigo: “Me gustaría conocer algo acerca de la situación de los niños en una ciudad bajo la ley marcial”13. Como resultado de su participación en la UNSCOP, Rodríguez Fabregat adoptó la posición sionista sobre palestina, considerándola basada no solamente en fundamentos legales sino también en los aspectos humanitarios del problema, particularmente la posición sionista respecto del estrecho vínculo entre la situación de los refugiados judíos en Europa y la cuestión de Palestina. Rodríguez Fabregat urgió que el comité debería visitar campos de personas desplazadas en Europa. Fue así como fue seleccionado un subcomité de la UNSCOP para hacer ese viaje y en él se incluyó al delegado uruguayo. Dicho viaje ciertamente hizo impacto sobre Rodríguez Fabregat, puesto que David Horowitz, el representante de la Agencia Judía en la UNSCOP, hizo la observación de que “el destino trágico y el sufrimiento de los niños judíos en Europa se convirtieron en la piedra fundamental de su pensamiento”14. A tal grado que Rodríguez Fabregat esbozó un anexo al informe de la UNSCOP en el cual indicó que la delegación uruguaya ante la ONU introduciría un proyecto de resolución en la próxima segunda Asamblea General, abogando por la inmediata admisión a Palestina de 30.000 niños judíos y sus padres15. Como sus otros dos colegas latinoamericanos en la UNSCOP, Jorge García Granados, de Guatemala y Arturo García Salazar, del Perú, Rodríguez Fabregat aceptó el principio de soberanía judía en una Palestina particionada y rechazó tanto la continuación del control británico sobre el área como la idea de crear un solo Estado binacional16.

Mientras García Granados y García Salazar (y también otros delegados) recién arribaron a la convicción de la necesidad de partición bien avanzadas las deliberaciones en las Naciones Unidas, Rodríguez Fabregat estuvo convencido desde el comienzo de la pertinencia de la Partición. Cuando la UNSCOP se reunió en Ginebra a principios de agosto de 1947 para comenzar a esbozar su informe, él fue el primer delegado en enarbolar la idea particionista. La suya fue la primera propuesta detallada de partición que fue presentada al comité, y estaba basada en tres preceptos generales:

La “necesidad” del “pueblo judío” de poseer un Estado para refugio contra la persecución y discriminación; la “necesidad” de la terminación inmediata del mandato británico mediante el establecimiento de sendos Estados árabe y sionista con independencia completa a cada uno de los mismos; y ambos Estados gozarían de autodeterminación hasta realizarse en ellos sendos plebiscitos, en un lapso, de aproximadamente diez años, para decidir si seguían encuadrados en dicho status o se unían entre sí17.

En primera instancia Rodríguez Fabregat favoreció una triple partición de Tierra Santa: en un Estado judío, un Estado árabe y una “jurisdicción especial” para el distrito sur de Palestina (vale decir, el Neguev), el cual sería regido por un triunvirato compuesto por un judío, un árabe y un representante de las Naciones Unidas. Según esta propuesta “la inmigración… sería puesta en manos de las decisiones independientes de los Estados”18 a formarse en Palestina. Pero con el paso del tiempo, empero, el delegado uruguayo alteró su concepción inicial y presentó un memorándum oficial al comité (o sea, la UNSCOP) que incluía las siguientes ideas:

a.    Una solución territorial al problema judío.

b.    La creación de un Estado judío independiente y de un Estado árabe independiente en Palestina.

c.    Un sistema de cooperación económica entre ambos Estados.

d.    Un sistema especial para la administración de la ciudad de Jerusalem y otros Lugares Sagrados en Palestina19.

Como observó Rodríguez Fabregat en el informe de la UNSCOP, “el plan definitivo (de la partición de Palestina), en el que se ha transformado el informe de la mayoría, incluye precisamente esos puntos fundamentales”. Esto podría explicar por qué este uruguayo contenido en el hablar y circunspecto en sus maneras, declaró en cierta ocasión que él había sido “el autor de la resolución de partición”.

Mientras el peruano García Salazar abogó enérgicamente por la internacionalización completa de Jerusalem, no sostuvieron esto Rodríguez Fabregat ni García Granados. El uruguayo propuso un acuerdo por el cual la Jerusalem judía sería dada a los judíos y la Jerusalem árabe a los árabes, con un área autonómica confinada a la Ciudad Vieja20.

En lo que se refiere a las fronteras de la partición, como se ha señalado previamente, en una etapa primigenia de su concepción Rodríguez Fabregat había propuesto que el Neguev fuera encuadrado en un área autónoma. La mayoría en la UNSCOP sugirió una división de Galilea y que su región occidental formara parte del Estado árabe propuesto. Rodríguez Fabregat jamás estuvo completamente de acuerdo con tal posición. Cuando se presentó el informe de la UNSCOP, él introdujo una reserva formal en la que sostuvo que tal medida incluiría en el territorio árabe “una cantidad de importantes asentamientos judíos… que son resultado de los tenaces esfuerzos prodigados por sus habitantes. Es nuestra firme convicción que dichos asentamientos —que son importantes centros de progreso y constituyen una real obra de creación sobre una costa anteriormente desierta— deberían quedar en las manos de la nación judía que los trajo a la existencia”.21

Esta afirmación resulta de particular interés puesto que indica que la evaluación que hizo Rodríguez Fabregat de la cuestión de Palestina, estuvo en cierta medida influenciada por los logros judíos en lo agrícola, económico y social, especialmente en los establecimientos rurales.

El informe de la UNSCOP incluyó la Recomendación XII, que manifestó claramente que “en la evaluación de la cuestión de Palestina, debe ser aceptado como incontrovertible que toda solución para Palestina no puede ser considerada como una solución del pueblo judío en general”.22 Fue por esto que Edward Glick arribó a la conclusión de que la UNSCOP “hizo saber que no estaba de acuerdo con un principio fundamental de la ideología sionista, o sea con que la creación de un Estado judío en palestina resolvería automáticamente el problema judío en otros países”.23 Fue significativo que tanto Rodríguez Fabregat como García Granados disintieron enérgicamente con la mencionada recomendación: ambos rechazaron sus premisas y fueron los únicos miembros de la UNSCOP que formalmente registraron sus objeciones al respecto.24 En su declaración incorporada a modo de apéndice, Rodríguez Fabregat mantuvo que la cuestión de Palestina estaba “directamente vinculada al problema de la inmigración judía” y abogó por la “necesidad de hallar una solución territorial al problema judío y suministrar la base para una solución en Palestina”. Para él, el error básico de la mayoría había consistido en evaluar al status futuro de Palestina en base a su población actual, sin tener en cuenta “la población potencial, que puede ser fácilmente prevista”.25

Esta observación demuestra que las resoluciones definitivas de la UNSCOP y su consiguiente informe, seguramente hubieran sido muy diferentes si Rodríguez Fabregat y los otros dos miembros latinoamericanos no hubieran formado parte de ese comité sobre Palestina. Esta observación ha sido efectuada por personas conocedoras de este proceso.

Por ejemplo Benno Weiser, integrante en aquel entonces del Departamento Latinoamericano de la Agencia Judía, ha afirmado que el concepto mismo que moldeó el plan final de la UNSCOP sobre la partición, y una gran proporción del mismo, fueron “directamente atribuibles a García Granados y Rodríguez Fabregat”.26 Y en opinión de Howard F. Cline respecto a la influencia de Rodríguez Fabregat y los delegados de Guatemala y el Perú, “para cualquiera familiarizado con estos caballeros… resulta sencillo comprender que su dedicación a la causa de Israel sumada a su celo infatigable, probablemente determinaron el fiel de la balanza”.27

El rol principalísimo desempeñado por Rodríguez Fabregat en la consiguiente creación de Israel continuó cuando las recomendaciones efectuadas por la UNSCOP fueron adoptadas por la segunda Asamblea General de la ONU, la cual se reunió en Nueva York entre el 16 de setiembre y el 29 de noviembre de 1947. En el debate, Uruguay anunció su temprano apoyo a la formación de un Estado judío en Palestina. Rodríguez Fabregat declaró que Uruguay apoyaba la partición no solamente porque “la creación de un Estado judío es la consecuencia lógica de las decisiones adoptadas tras la Primera Guerra Mundial” sino también porque, al haber llegado el tiempo para la independencia tanto de judíos como de árabes, las significativas diferencias culturales que había entre ambos y sus distintos grados de desarrollo no eran propicios para que coexistieran juntos dentro de un Estado compartido.28

Evidenciando sus firmes creencias humanitarias, que habían sido evidentes en la formulación del informe de la UNSCOP, Rodríguez Fabregat combinó su defensa de la partición con una semblanza del sufrimiento judío en el Holocausto y un llamado por el pronto asentamiento en Palestina —sea cual fuere el debate que se estaba desarrollando en las Naciones Unidas— de treinta mil niños judíos junto con sus progenitores, y de todas las mujeres embarazadas que hubiera en los campamentos de personas desplazadas. El 8 de octubre presentó una declaración y un proyecto de resolución que incorporaron estas preocupaciones. Las citas que se insertan a continuación ilustran sus sinceros sentimientos a ese respecto.

“Todo los que han quedado, sumando miles de personas, son los sobrevivientes del exterminio de un millón y medio de niños (judíos), niños como nuestros propios niños, una cifra que representa un terror indecible y que es parte de la cantidad de seis millones de judíos de Europa que terminaron sus vidas en las cámaras de gas y crematorios del régimen nazi. Aproximadamente 4.000 de aquellos niños que están en los campamentos de personas desplazadas, son huérfanos de aquel crimen”.29

El 13 de octubre de 1947 Rodríguez Fabregat presentó un proyecto de resolución al Comité sobre Palestina, proponiendo los siguientes puntos: a) El Comité debería aceptar el informe mayoritario de la UNSCOP en calidad de base para su debate y, consecuentemente, descartar el informe minoritario; b) Jaffa (Iafo) debería ser otorgada a los árabes, Jerusalem dividida en sectores judío y árabe, y si Israel no incluiría la totalidad de la Galilea occidental, al menos debería recibir su franja costera; y c) La autoridad administrativa durante el período de transición debería ser las Naciones Unidas.30 Los esfuerzos de Rodríguez Fabregat en pro de la partición continuaron durante los últimos tres días del debate especial de las Naciones Unidas sobre Palestina, cuando todavía era incierto el resultado de la votación definitiva. Por ejemplo, el 26 de noviembre de 1947, él pronunció un discurso poniendo énfasis en los aspectos humanitarios y emocionales del caso de Palestina. Observó entonces que:

“Hoy en día el Judío es lo que era en la literatura antigua: el judío errante, perseguido y execrado. Cuando se multiplicó y prosperó, cuando parece abrirse camino, pues entonces un pogrom resuelve el problema, temporariamente, en una sola noche. En nombre de la raza superior y de su dios, no solamente ésta sino muchas otras inmolaciones han sido perpetradas en la historia de la humanidad”.

Y les pide a sus colegas delegados que consideren “¿por cuánto tiempo más y hasta dónde? ¿Es que vamos a consentir continuar con el prevalecimiento de las condiciones cómodas para nosotros aunque inconducentes (en los campamentos de personas desplazadas) que pudieran provocar la repetición de esos holocaustos tan sólo porque en el tratamiento político de este problema los sentimientos de humanidad quedan oscurecidos por una lógica árida? ¿Es que tenemos que recurrir a una especie de lotería internacional de caridad apelando a la ternura de corazón de los Estados miembros de las Naciones Unidas, para recibir y dar asilo a los remanentes de quienes han sobrevivido al exterminio nazi y todavía… están aguardando las palabras de revelación y verdad que sean… el cumplimiento de las viejas promesas… hechas por la Liga de las Naciones para crear un Hogar Nacional Judío en Palestina y promover la inmigración de las masas judías a ese país para que ellas puedan construir allá su destino?”.

Rodríguez Fabregat arriba, en consecuencia, a la conclusión de que era necesario “proveer a la… solución requerida por nosotros”. En su opinión, pues, dicha solución consistía en “un hogar nacional para comenzar, y luego un Estado, una nación, una patria”.31 Según Glick, en el debate que condujo a la votación histórica, Rodríguez Fabregat “hizo las apelaciones más conmovedoras en pro de la partición, por razones humanitarias…”32 En suma, Rodríguez Fabregat fue el primer integrante de la UNSCOP en proponer aquella recomendación del comité para la creación de sendos Estados judío y árabe en palestina. Y en la sesión especial de las Naciones Unidas en ese otoño boreal de 1947, él fue uno de esos grandes líderes latinoamericanos (junto con García Granados y el venezolano Pedro Zuloaga) que abogaron por la partición. Pero además, Rodríguez Fabregat continuamente llamó la atención por la situación de los judíos sin hogar que sufrían en Europa, tanto en los campamentos de personas desplazadas como fuera de los mismos, predicando su conclusión de que solamente el establecimiento de un Estado judío sería capaz de terminar con tal situación.33

Después de la independencia del Estado de Israel

Enrique Rodríguez Fabregat continuó demostrando su apoyo a Israel después de la independencia de Israel, por su parte, expresó cuánto apreciaba su apoyo.

Después de la proclamación de la independencia israelí, se hizo costumbre —especialmente en la década del cincuenta, que el Ministerio de Relaciones Exteriores hebreo invitara a visitar Israel a figuras públicas latinoamericanas en calidad de huéspedes especiales del gobierno. Fue así, por ejemplo, que en 1952, este eminente uruguayo fue honrado en Israel como invitado estatal, se dio su nombre a una calle y él colocó una ofrenda floral ante la tumba de Theodor Herzl.34 Durante su visita fue objeto de una cálida recepción tanto del gobierno como del pueblo de Israel.35

Al año siguiente, Rodríguez Fabregat expresó —el 14 de abril de 1953— su preocupación por el antisemitismo en Polonia. Lo hizo ante la Asamblea General de las Naciones Unidas, cuando el delegado polaco negó que en su país hubiera persecución antisemita de cualquier tipo ni discriminación racial. Sin embargo, Rodríguez Fabregat, basado en la lección de la persecución nazi antijudía —la cual jamás debía ser olvidada— afirmó que las nuevas manifestaciones de discriminación o persecución contra judíos, no podían ser pasadas por alto en ninguna parte del mundo. Dijo que de la misma forma que los horrores sufridos por los judíos en el Holocausto habían sido negados por los alemanes, el representante polaco estaba negando la perpetración en su país de incidentes antisemitas pese a que se disponía de suficientes evidencias de lo contrario. Rodríguez Fabregat terminó su alocución formulando una advertencia acerca de un nuevo “fermento antisemita” dotado de potencial para resultar en renovadas persecución y odio, lo cual las Naciones Unidas no podían permitir que ocurriera.36

En 1955 Rodríguez Fabregat siguió dando expresiones de apoyo a Israel, en el séptimo aniversario de su independencia. Declaró entonces que el nacimiento y la existencia de Israel constituían sin duda “uno de los hechos más trascendentes de la vida internacional en los tiempos modernos”; y, desde la perspectiva de la tan antigua historia judía, la independencia estatal constituía “una afirmación de conciencia humana”. Era por esto que el apoyo uruguayo en las Naciones Unidas a la creación de un Estado judío, significó “más que una actitud y un voto”.

Rodríguez Fabregat resumió entonces el importante rol desempeñado por el Uruguay en pro de la independencia israelí, tan justificada tras el asesinato de 6.000.000 de judíos, lo cual constituyó una “expresión de la aritmética bestial del antisemitismo nazi”, tras lo cual siguió la inmigración de los sobrevivientes a Israel. Un esfuerzo admirable y sostenido había resultado en la construcción de una nueva nación. Sin embargo, tal logro no había venido fácilmente, puesto que Israel debía defenderse de sus vecinos árabes. A esto, él expresó su ferviente fe en que todas las naciones de la región podrían vivir en paz de modo que pudieran progresar y renovar su antigua grandeza.37

En otra visita que hizo a Israel, él se encontró con el ministro de Relaciones Exteriores y primer ministro interino, Moshé Sharett38, el presidente Ben Tzví, la ministro de Trabajo, Golda Meir; y el primer ministro David Ben Gurión. En una conferencia de prensa que tuvo lugar el 5 de setiembre de 1955, Rodríguez Fabregat hizo mención del rol que él y su país desempeñaron en la independencia de Israel. En lo que se refería al presente y al futuro, señaló que los israelíes, con su energía colectiva e inteligencia, habían creado y seguirían salvaguardando un Estado libre, democrático y progresista. Manifestó que la decisión adoptada por las Naciones Unidas para el establecimiento en Palestina de dos Estados, uno judío y otro árabe, todavía estaba en efecto, aunque la ONU no había adoptado desde aquel entonces ninguna otra acción en bien de la coexistencia. Según estimaba Rodríguez Fabregat, el mayor problema que se presentaba en esos momentos (vale decir, setiembre de 1955, cerca de un año antes de la guerra árabe-israelí de 1956) consistía en el logro de la paz y la coexistencia entre judíos y árabes. Para el logro de tal finalidad era necesario “concentrar toda nuestra atención y esfuerzos”.

En lo que atañe a la posición de los países latinoamericanos en las Naciones Unidas respecto del conflicto árabe-israelí, Rodríguez Fabregat señaló que esos países tendían a actuar como un bloque tratándose de asuntos fundamentales, en tanto que frente a tópicos menos importantes adoptaban posiciones mucho más independientes. En lo que concernía a su propio país, trazó algunos paralelos entre el Uruguay e Israel. Uruguay era una pequeña nación sudamericana, sí, pero la verdadera magnitud de un Estado no debía ser determinada por su tamaño, sino que la medida de un Estado y de su pueblo podía ser apreciada por sus instituciones democráticas y el espíritu que animaba a su gente. En este sentido, Rodríguez Fabregat expresó su convicción de que también Israel era un gran Estado con un gran pueblo, gozando de todos los derechos de ser parte de la comunidad mundial. Añadió que había consenso entre las naciones de América Latina sobre la necesidad de una paz definitiva entre Israel y las naciones árabes.

Se refirió, por otra parte, al himno nacional de su patria, que contenía una estrofa exhortando a los uruguayos a defender su país, al igual que Israel, poseedora de los Diez Mandamientos, también debía hacer. El diplomático uruguayo también indicó la similaridad de colores (azul y blanco) de las banderas de las dos naciones.39

En la sesión de la Asamblea General de las Naciones Unidas del 1° de noviembre de 1956, Rodríguez Fabregat, en su calidad de jefe de la delegación uruguaya, se refirió a la situación en el Medio Oriente siguiente a la Guerra del Sinaí librada aquel año. Él consideraba que la Carta de la ONU debía ser utilizada para evitar el uso arbitrario de la fuerza, la cual sólo podía ser ejercida al servicio del interés común. Quiso Rodríguez Fabregat hacer la distinción entre dos aspectos diferentes de ese conflicto: el ataque y penetración de fuerzas israelíes a territorio egipcio, y la acción que Gran Bretaña y Francia emprendieron contra Egipto. ERF creía que el tema de Israel y los países árabes debería ser evaluado en su propio contexto. Para aquellos en las Nociones Unidas que en una u otra función habían estado involucrados desde 1947 en el estudio y los intentos de resolución de los agobiantes problemas de aquella parte del mundo, el único deseo que acariciaban era lograr “la unidad y el progreso” de las naciones árabes y de Israel. No habían buscado su destrucción mutua, ni que los aquejaran divisiones internas, sino por el contrarío progreso y paz para las futuras generaciones. La conclusión de Rodríguez Fabregat fue que la Asamblea General no debía votar precisamente un armisticio, sino a favor de una paz duradera entre los países árabes e Israel.40

En 1970 Rodríguez Fabregat concedió una entrevista periodística a la revista judía de Buenos Aires, “Raíces”, publicada por la Organización Sionista Argentina. Dicha entrevista nos ofrece un valioso panorama de la posición mantenida por este diplomático uruguayo acerca de Israel y el Medio Oriente. “Raíces”, en su introducción a la entrevista, rememoró la participación de ERF en la UNSCOP y sus incansables esfuerzos para lograr la resolución de partición adoptada en noviembre de 1947, la cual sentó el precedente para la creación del estado de Israel. Aprovechando una corta visita de ERF a la capital argentina, “Raíces” aprovechó la oportunidad de conversar con él respecto de aquella época memorable y de su pensamiento actual (vale decir, alrededor de fines de 1969 y principios de 1970) sobre tópicos políticos.

Fue así que Rodríguez Fabregat fue preguntado primeramente acerca de su actitud general sobre los judíos. Respondió que su respuesta era muy sencilla. Su padre había sido español y republicano. Eso resumía su actitud: desde su infancia —como se ha señalado más arriba— él comprendió que el vocablo “antisemitismo” era muy malo, y por eso toda su vida había presentado lucha contra la discriminación y el racismo en el mundo moderno. “Raíces” evocó entonces el rol vital que Rodríguez Fabregat desempeñó en los debates en la ONU de 1947 y 1948 que precedieron al nacimiento de Israel. Sin embargo, los detalles de aquel proceso eran casi desconocidos para la nueva generación. Rodríguez Fabregat estuvo de acuerdo con esto y añadió que tal falta de conocimientos era especialmente lamentable puesto que lo que había sucedido en el período de referencia explicaba las raíces y causas del conflicto árabe-israelí que se seguía desarrollando. Con respecto a esto Rodríguez Fabregat relató que, en la época en que se le efectuaba este reportaje (o sea a fines de 1969 y principios de 1970) él estaba preparando un libro, de índole modesta, el cual ciertamente requeriría por lo menos 400 páginas para una explicación detallada de todos los sucesos acaecidos durante aquel período tan trascendental.41 Rememoró que la brega por la independencia israelí tuvo que ser librada en muchos frentes: contra el poder mandatario, Gran Bretaña; contra los países árabes, dirigidos en gran medida por oficiales británicos durante aquel período; y contra las maniobras de una fuerza internacional a la cual generalmente no se le prestaba la atención que merecía, y era la fuerza de los intereses petroleros.

“Raíces” indicaba entonces que Jorge García Granados, quien participó junto a Rodríguez Fabregat en las tareas de la UNSCOP, en su libro “El nacimiento de Israel” detalló las grandes presiones que ejercieron las delegaciones británica y estadounidense sobre él y otros delegados para que cambiaran su posición sobre la partición. En contraste, la propaganda antiisraelí (de la época en que se efectuó esta entrevista) presentaba a Israel como agente en el Medio oriente del imperialismo británico y yanqui. Esta clase de interpretación, replicaba Rodríguez Fabregat, mostraba la ignorancia de la historia. El creía que los judíos tenían igual derecho a su propio país como, por ejemplo, los uruguayos y los argentinos lo tenían para sus propias patrias, y añadió que él había centrado todos sus esfuerzos en el logro de tal objetivo. Pero, sin embargo, su apoyo al Estado israelí no implicaba en modo alguno una irrespetuosidad hacia los pueblos árabes, a los que sinceramente apreciaba y respetaba.

Por otra parte, le era claro a Rodríguez Fabregat que las delegaciones británica y estadounidense le habían presionado a él y a otros delegados. Citó como la evidencia más clara de tales presiones el discurso del presidente Truman, cuando éste se presentó ante las Naciones Unidas y modificó la posición que había sustentado su propia delegación. Rodríguez Fabregat señaló a esto que, según Truman mismo, la delegación de los EE.UU. ante la ONU estaba integrada por petroleros que anteponían sus intereses económicos particulares por sobre los de su propio país.

También se le preguntó a Rodríguez Fabregat en la mencionada ocasión acerca de su opinión sobre las resoluciones unilaterales de las Naciones Unidas condenando a Israel y el hecho de que cierto país, Siria, el cual no obedecía los ceses de fuego y técnicamente continuaba en estado de guerra con Israel, formara parte del Consejo de Seguridad, organismo de las Naciones Unidas que denunciaba a Israel por supuesta agresión. Contestó Rodríguez Fabregat que él creía que, en lo que hacía a las Naciones Unidas, la ONU seguía siendo una organización principal y fundamental que debería abocarse a la solución del problema del Medio Oriente. La pregunta que no cabía plantear era qué podía hacer la ONU, sino “¿Qué podemos hacer nosotros por las Naciones Unidas?”, puesto que la ONU pertenecía a todas las naciones pese a la tendencia de que sirviera los intereses de las superpotencias. Por ejemplo, el diplomático uruguayo citó a Vietnam y Checoslovaquia como casos de países victimizados por las superpotencias, que no habían sido presentados ante las Naciones Unidas.

En lo que atañía a Israel, ERF siempre había creído que los líderes de ese país, especialmente durante sus momentos más dificultosos, serían aquellos mismos que habían peleado en 1948 con la Haganá y el Irgún: Ben Gurión, Aba Eban y “esa mujer extraordinaria de nuestro siglo”: Golda Meir; o sea un gobierno de unidad nacional, el cual en esos momentos, efectivamente, guiaba el destino israelí.

Rodríguez Fabregat también expresó en la ocasión su firme convicción en que la paz iba a ser conseguida y que tal vez sería impuesta, lo mismo que había sido impuesta la guerra. Judíos y árabes teman que vivir “por la vida y no por la muerte, para la realización y no para la frustración, avizorando el futuro y no mirando al pasado”. Enrique Rodríguez Fabregat deseaba y confiaba fervientemente en que la paz vendría pronto, pese a los enormes obstáculos de odio e incomprensión. Pero, tan paradójicamente como pueda parecer él creía que el camino de la paz era más fácil de recorrer que el de la guerra. Terminó sus reflexiones citando a Golda Meir, con palabras que le escuchó durante una visita a Israel: “Yo puedo perdonar a los árabes que matan judíos, pero no puedo perdonar a esos árabes que obligan a los judíos a matar árabes”.42

Conclusión

Además de los muchos logros que Enrique Rodríguez Fabregat cosechó en el Uruguay, él será siempre recordado por su apoyo a Israel, particularmente en aquellos años cruciales de 1947 y 1948. El fue el primer miembro de la UNSCOP que estuvo a favor de la partición, y su interés humanitario en los sobrevivientes del Holocausto alojados en los campamentos de personas desplazadas en Europa influenció el debate en las Naciones Unidas sobre Palestina, que culminó en la aprobación de la votación a favor de la partición del 29 de noviembre de 1947. Su apoyo a Israel y las causas judías continuaron por el resto de su vida.

Al mismo tiempo Rodríguez Fabregat fue un hombre imparcial, puesto que también simpatizaba con los árabes y con las aspiraciones de los palestinos. Se lo describió como un “paladín vigoroso” por su apoyo al Estado judío y su convicción en el rol permanente que las Naciones Unidas deberían tener en el mundo.43 Por más que se ha investigado, faltaba un estudio sobre la actuación decisiva que Enrique Rodríguez Fabregat desempeñó en la creación del Estado de Israel, y el relato de la misma. Este artículo ha tratado de suplir dicha falta.

 

Notas

1 El Partido Colorado es uno de los dos partidos políticos uruguayos más antiguos y principales. Sus miembros, denominados “colorados”, son generalmente liberales (en el sentido norteamericano). Este partido auspició importantes reformas sociales y económicas. (Jean L. Willis, Hlstorical Dictionary of Uruguay, Metuchen, N.J.: Scarecrow Press, 1974, pág. 65.
2 Arturo Sea roñe, Uruguayos contemporáneos: nuevo diccionario de datos biográficos y bibliográficos. Montevideo: “Casa A Barreiro y Ramos”, 1937, págs. 125- 126.
3 Edward B. Glick, Latín America and the Palestine Problem (New York: Theodor Herzl Foundation, 1958), pág. 31. Glick cita al Dr. Howard F. Cline, director de la Hispanic Foundation de la Biblioteca del Congreso de los EE.UU. De una carta a Glick del 15 de abril de 1954.
4 Para más información sobre este prócer nacional uruguayo, ver Willis, págs. 29-31.
5 El “Éxodo de 1811” se refiere al de “los orientales (vale decir, el del pueblo uruguayo) conducidos por Artigas desde la Banda Oriental a través del río Uruguay a la provincia (argentina) de Entre Ríos, tras el Tratado del 20 de octubre de 1811. Más de cuatro mil civiles, que sumaban cuatro quintas partes de la población de los distritos campesinos de la Banda Oriental, se sumaron a los cuatro mil milicianos de Artigas para emprender este largo viqje, al que prefirieron antes que renunciar a su nueva libertad y retornar al dominio español. Este dificultoso exilio perduró hasta setiembre de 1812” (Willis, pág. 102-103).
6 Moshé A. Tbv, El murmullo de Israel, primera edición, Jerusalem: La Semana Publicaciones, 1983. Págs. 47-49.
7 Ibidem, pág. 330.
8 Glick, pág. 31.
9 David Horowitz, State in the Making, traducido al inglés por Julian Meitzer (Nueva York: Alfred A Knopf, 1953), pág. 163.
10 Ibid, pág. 223.
11 Jorge Garcia Granados, The Birth of Israel: The Drama As i Saw It (Nueva York: Alfred A Knopf, 1949), pág. 37.
12 Encyclopedia Judaica, acep. “Palestine, Inquiry Commissions” y Glick, pág.60.
13 United Nations Special Committee on Palestine, Report to the General Assembly, 5 volúmenes, 1947, Supplement N811 de U.N., General Assembly Official Records, 2nd. Sess., Ill, págs. 120,214 (en adelante abreviado como UNSCOPReport).
14 Horowitz, pág. 163.
15 UNSCOP Report, II, pág. 47. Posteriormente Uruguay así procedió.
16 García Granados, págs. 144-234 y 236-239.
17 “3-State Proposal Submitted”, New York Times, 10 de agosto de 1947, pág. 41; “U.N. Group Studies 4 Palestine Plans”, New York Times, 8 agosto 1947, pág. 7.
18 New York Times, 10 de agosto de 1947, pág. 41.
19 UNSCOP Report, II, pág. 48.
20 García Granados, pág. 243.
21 UNSCOP Report, II, pág. 48.
22 Ibid., pág. 46 y Glick, págs. 68-69.
U N., G.A.O.R., Second Sess., Palestine Com., págs. 32-33.
23 Glick, pág. 69.
24 UNSCOP Report, págs. 23-24, 48-49.
25 UNSCOP Report, II, pág. 48. Glick observó cuán estrictamente similar fue la posición sustentada por Rodríguez Fabregat, a la respuesta inicial del 2 de setiembre de 1947 del Comité de Acción Sionista (Zionist General Council) reunido en Zurich, a la Recomendación XII de la UNSCROP: “El Comité de Acción proclama que sólo Palestina puede resolver el problema de la carencia de un hogar nacional del pueblo judío. No puede ser aceptado ningún acuerdo sobre el problema palestino por parte del pueblo judío, que no asegure el derecho de los judíos a retornar a su patria…”. Citado en el New York Times, “Palestine Report Held Agency Gain”, 4 de setiembre de 1947, pág. 8.
26 Entrevista de Glick con Benno Weiser, 31 de agosto de 1953.
27 Carta de Howard F. Cline a Edward B. Glick, 26 de enero de 1955.
28 U N., G.A.O.R., Second Sess., Palestine Com., págs. 32-33.
29 U.N. Document A/AC. 14/10, en ibid. pág. 235.
30 U.N. Document A/AC.14/20 y Corr. 1, en ibid., págs. 229-231.
31 U.N., G.A.O.R., Second Sess., Plenary, II, pág. 1381 y Glick, págs. 62-70.
32 Glick, pág. 97.
33 Ibid., pág. 157.
34 Ibid., págs. 36-37.
35 “Notas del continente”, Israel y América Latina 3 N“ 30 (abril de 1952), pág.
36 “Voces Latinoamericanas: Embajador E. Rodríguez Fabregat, de Uruguay (14 de abril de 1953)“, Israel y América Latina 4 N° 41 (mayo de 1953), págs. 11-12. Para más detalles véase United Nations, General Assembly, General Committee, 7° Session, Official Records, (599 Meeting), 14 de abril de 1953, v. 7, pt. 1, págs. 617- 618.
37 Enrique Rodríguez Fabregat, ”El glorioso recuento“, Israel y América latina 7 N° 65 (setiembre-octubre de 1955), págs. 12-13.
38 Luego de la independencia de Israel, Sharett fue su primer ministro de Relaciones Exteriores. En enero de 1954, con el temporario retiro de David Ben Gurión, Sharett lo sucedió al frente del gobierno reteniendo su cargo de ministro de Relaciones Exteriores. Cuando Ben Gurión reasumió sus funciones de jefe del gobierno en noviembre de 1955, Sharett continuó como ministro de RR.EE. hasta que presentó la renuncia en 1956.
39 “”El profesor Fabregat se refiere a la simpatía del Uruguay por Israel”, Israel y América Latina 7 N° 66 (noviembre de 1955), págs. 16-17.
40 United Nations, General Assembly, Plenary Meetings, 1st Emergency Special Session, Official records (562nd Meeting), 1° de noviembre de 1956, vol. II, prelim. 3, págs. 43-44, y Enrique Rodríguez Fabregat, “Perfectamente separables”, Israel y América Latina 8 N° 77 (Diciembre 1956-Febrero 1957), pág. 36.
41 Tras haber efectuado una búsqueda bibliográfica a fondo, desafortunadamente no se constata que Rodríguez Fabregat, haya publicado nunca tal tratado.
42 Enrique Rodríguez Fabregat, “La paz debe llegar”, Raíces 3 N° 14 (enero de 1970), pág. 62. El título completo de esa publicación era Raíces: Revista judía para el hombre de nuestro tiempo.
43  Moshé Tov, Jewish Agency for Palestine, Nueva York, a la Agencia Judía, Montevideo, 15 de mayo de 1948, Archivos Sionistas, Z5, file 11102. Otras referencias a Rodríguez Fabregat y el Uruguay pueden ser halladas asimismo en los “files” (legajos) 11009, 11019, 11123 y 11127.