Edición Nº27 - Octubre 1996
Ed. Nº27: A. B. Yehoshua habló
La intervención en la Asamblea del Congreso Judío Mundial celebrada en Jerusalén recientemente, del escritor israelí A. B. Yehoshuah causó estupor y sorpresa entre los centenares de personas que le estábamos escuchando. Muchos le hubieran abucheado, algunos quizás estuvieron de acuerdo con lo que dijo, pero lo que es evidente es que a todos los que estábamos presentes nos obligó a pensar, a reflexionar. Y eso ya constituye un mérito. Pues si algo deben de pretender los intelectuales, tanto en sus obras escritas como en sus declaraciones orales, es que sus palabras puedan tener la virtud de estimular, a los que le leen o le escuchan, a pensar.
No pretendo hacer un juicio de valor sobre las opiniones del ilustre Premio Jerusalén de Literatura, en el sentido que si lo que dijo está bien o está mal o que representa ima actitud más o menos condenable. Pero creo que es interesante analizar estas declaraciones con objetividad, —si esto es realmente posible, pero dentro de lo posible, al menos— y llegar a algunas conclusiones sobre el alcance de sus opiniones.
Debo de precisar que me baso también en mis reflexiones en el artículo publicado por A.B.Y. dos días después de su intervención, en el periodico israelí «Yediot Aharonot» y que de alguna manera completa sus palabras en el C.J.M. El orador pretende que la identidad judía en la Diáspora se basa en tres puntos. Todos ellos obsoletos y criticables. Primero: la caridad, o sea el óbolo que los judíos de la Diáspora dan voluntariamente al Estado de Israel. Segundo: el temor por la seguridad y la estabilidad de Israel que les hace sentir una constante preocupación y sienten algo así como un complejo de culpabilidad por no estar en Israel compartiendo los temores y las inquietudes de los israelíes, y tercero: el hecho del número cada vez más elevado de «Yoredim», israelíes que abandonan Israel para instalarse en el extranjero, de preferencia en los Estados Unidos y que, al disminuir la población de Israel, también inquieta a los judíos de la Diáspora, pues sienten que no cumplen con su deber, que debería ser hacer Aliá. Se sienten culpables de permanecer en la Diáspora. Según A.B.Y. los tres puntos están ya obsoletos. El primero porque Israel es un país considerado como los del primer mundo, con un P.N.B. por persona que sobrepasa los 14.000 U$S anuales. Además, por si esto fuera poco, casi una tercera parte de la población de Israel puede permitirse el lujo de viajar al exterior.
Voy a intentar analizar estos argumentos. En primer lugar el referente a las donaciones que los judíos de la Diáspora hacen a Israel. ¿Es correcto llamar a estas donaciones caridad? Dar por caridad es hacer entrega de dinero o de bienes porque el que lo va a recibir está en precarias condiciones de vida. Hace muchos años que los judíos de la Diáspora saben que Israel no necesita la caridad de nadie, y también saben que todo lo que los judíos de la Golá dan no representa casi nada dentro del presupuesto del Estado, A.B.Y. citó un 1,5%. Creo que hace ya muchos años que los judíos de la Diáspora saben que el montante de sus donaciones representa económicamente una minucia y que si no contribuyeran, nada cambiaría en el nivel de vida de los ciudadanos israelíes, ni afectaría a la economía del Estado. No es en absoluto por un sentimiento de caridad por lo que los judíos diaspóricos dan su dinero a Israel. Yo creo que el sentimiento que predomina es que al dar una suma de dinero, es algo así como sellar un compromiso de involucramiento con Israel. Esa donación anual es o representa un refrendo que sella y conecta al judío de la Diáspora con Israel. Pero si además esta donación puede servir a un fin específico como ayudar a instalarse nuevas ciudades de desarrollo, o a integrarse a nuevos Olim, o a mejorar las condiciones de los hospitales, o a ayudar a las Universidades o a las Yechibot, cada cual con sus preferencias, se tiene la convicción de que se participa y se forma parte aunque mínimamente, en la construcción y la solidificación del estado judío y de sus instituciones.
Han habido escritores y pensadores que han dicho que los judíos de la Diáspora, al dar un poco de dinero a Israel han encontrado la forma de tranquilizar su conciencia de judío. Soy judío porque doy dinero a Israel. Cumpliendo este compromiso pecuniario cumplo mi compromiso como judío con Israel y con mi conciencia. Quizá para aquél que le da ima connotación inmoral y negativa al dinero, como frecuentemente ha sucedido con intelectuales de la vieja izquierda, ese argumento es un poco indecente. Dar dinero, guste o no, es una expresión de que algo me interesa. Es verdad que se puede decir que algunos lo hacen por la vanidad o por los honores que pudieran recibir, —hay que reconocer que la gente de Keren Hayesod están muy bien organizados para vender su mercancía y lo digo sin ninguna intención peyorativa—, pero al fin y al cabo ¡qué importa!, lo importante es crear y mantener ese vínculo con Israel, que es un Estado Judío. O al menos esto es lo que dicen los no judíos, y creo que lo dicen en un sentido muy real. Simplemente Israel es y será siempre un Estado Judío. ¿Por qué no pensar que se da dinero a Israel porque se le ama? Recuerdo que Guershom Sholem, en una conocida respuesta a Hannah Arendt, a la que criticaba su libro sobre el proceso de Eichmann en Jerusalén, le decía que ella, Hannah Arendt, no había entendido lo que significaba «Ahabat Israel», amar a Israel1, a lo que Hannah Arendt respondió que amar a un pueblo no era para ella concebible ni pertenecía a ninguna categoría política que se pudiera entender. Pero nosotros estamos de acuerdo con Guershom Sholem, y sí creemos que se puede amar a un pueblo y que este amor se puede expresar de muchas formas.
Creo que dar dinero a Israel es una forma más o menos importante de sentirse unido al destino y a la permanencia de ese pueblo. No es la única forma, pero es una forma respetable y digna.
Aunque pueda parecer repetitivo, creo que la opinión de A.B.Y. corresponde bien a esa creencia de los intelectuales de izquierda, tan arraigada desde hace mucho tiempo, que el dinero es algo despreciable y por esa razón considera que sentirse judío porque se da dinero a Israel es tuia forma casi indecente, o, una forma inferior de sentirse judío.
A.B.Y. adelanta una solución a estas dádivas que no se justifican, ni como medio de identificación judía, ni tampoco se justifican por su eficacia. La mejor solución es dedicar ese dinero a las mismas comunidades en la Diáspora para que aprendan el hebreo, estudien y regresen a las tradiciones judías, etc. Esta opinión es evidente que es buena, pero éstas actividades no deben de hacerse en vez de, sino coincidentemente, e incluso que partiendo de esos bienes que recibe Israel se dedique una parte de ellos a mantener las necesidades espirituales y, porque no, materiales, de las Comunidades de la Diáspora, con lo que Israel también se beneficiaría. Pero de todas formas hay que distinguir bien que, una cosa son las necesidades de Israel y otras las necesidades de la Diáspora. No son excluyentes y sí pueden ser o sí deben de ser, complementarías. Quizás lo importante es definir las necesidades para el futuro de Israel y de la Diáspora. Tengo la impresión que se saben cuáles son las necesidades de Israel. Pero sabemos muy poco sobre las verdaderas necesidades de la Diáspora. Y es aquí en donde está gran parte de las debilidades de las comunidades que viven en la Golá (la Dispersión).
El segundo punto que citó A.B.Y., se refiere a ese temor sobre el devenir de Israel que nos ha mantenido a los judíos de la Diáspora pendientes y solidarios con Israel, como argumento para justificar la identidad judía, y que a mí me parece extraordinario. No es verdad que los judíos de la Diáspora seamos todos unos llorones rezadores que temblamos ante un peligro que se cierne sobre Israel. Más que temblar como niñas miedosas, nos angustiamos hasta extremos que sólo el que lo siente es capaz de expresar y muchas veces no es ni posible expresarlo, pues no siempre los sentimientos pueden convertirse en palabras. Y esa angustia no nos produce ningún placer. A nadie le gusta no dormir, a nadie la agrada sentirse enfermo, inquieto y angustiado. Claro que nos sentimos muy judíos en esos difíciles momentos, pero ¿es eso criticable o es eso sólo lo que nos caracteriza como judíos? No. Eso es simplemente solidaridad y conciencia de un destino común. Los judíos no solemos ser masoquista8 en su mayoría. Hemos sufrido demasiado para que nos guste el dolor. Pero seguimos conmoviéndonos ante el sufrimiento de nuestro pueblo, haya sucedido en la Edad Media o en el siglo XX. Yo diría que en vez de considerarlo como un forma de sentimentalismo folletinesco es una forma de tener conciencia de la historia, y que éstos son factores que, a mi juicio, forman parte de la identidad judía, y probablemente uno de los elementos más importantes. Además la actitud de la Diáspora cuando Israel se ha sentido amenazada no se ha limitado a simples lloriqueos. También han actuado. ¡Cuántos judíos se han ofrecido en esos momentos para ayudar o trasladarse a Israel o a llevar a cabo cualquier otra forma de ayuda! Me viene a la memoria que un escritor y filósofo francés que se puede considerar como un judío asimilado, son expresiones de él mismo, Raymond Aron, ya fallecido, en el momento en que Israel tuvo que enfrentar la guerra de 1967 o cuando De Gaulle dijo la famosa frase en la que trató a los judíos de un pueblo dominador, reaccionó de una forma extraordinaria, e incluso violenta, en defensa del estado judío, publicando artículos y hasta un libro2. Y no se puede decir de Raymond Aron que era un judío sentimental. Pero lo que muestra este ejemplo es que ¡hay tantas formas de ser y de sentirse judío! Y no hay que caer en la tentación fácil, en la que creo que cae A.B.Y., cuando hace simplificaciones demasiados simplistas sobre temas de una enorme complejidad.
Y, por último, es evidente que en un momento preocupaba el aumento de los Yoredim, pero nunca a un grado tal como lo expresa A.B.Y. Y debo de confesar que no veo muy bien qué relación puede tener ese hecho evidente que fue la existencia de los «yoredim», con la identidad judía en la Diáspora. ¿Quizás ima mala conciencia? Puede ser. Pero esto no es importante. Y creo que en ningún momento lo ha sido. ¿Es el temor a que se confirme lo que nuestros enemigos decían sobre los sionistas, en cuanto que eran individuos que se encargaban de enviar a otros judíos a Israel, pero que ellos mismos no hacían Aliá? De todas formas esta acusación es la que debe de calificarse de opinión de mala fe y prejuiciosa y que se debe de despreciar.
Lo que evidentemente está detrás de todas estas especulaciones y quizás es el mérito de la intervención de A.B.Y. en la asamblea del C.J.M., es que plantea en toda su agudeza las relaciones de Israel con la Diáspora y viceversa. También porque plantea en toda su agudeza la definición de la Golá. ¿Qué significa y representa la Golá o qué significa y significará la Golá en el futuro del pueblo judío? ¿Cuál va a ser la responsabilidad y la actitud de Israel en su relación con la Diáspora? ¿Es bueno que la Diáspora exista y por qué? ¿Cómo definir esa simbiosis Israel-judaísmo-Diáspora? ¿Cómo debe de funcionar la relación Diáspora-Israel? ¿O, como alguien me dijo, siempre los judíos de la Diáspora, como nuevos colonizados, tendremos que esperar que esa relación sea siempre de Israel hacia la Diáspora? ¿Sólo existe porvenir para un judaísmo en Israel? Esta y muchas más preguntas son las que nos tienen que preocupar. Pues al fin y al cabo cualquier problema que nos planteemos y estudiemos, no debe de olvidar la realidad. Esta realidad es que existen millones de judíos fuera de Israel, que quieren continuar siendo judíos. Israel no debe ni puede desentenderse y es además corresponsable con nosotros de que no desaparezcamos.
Voy a referirme ahora a una de las soluciones que A.B.Y. propone con el fin de reforzar la identidad judía del judío de la Diáspora y de hacer que las relaciones de Israel con la Diáspora, y viceversa mejoren y que sean más creativas. Me refiero a la opinión que expresó el escritor sobre que los judíos de la Golá deben todos de dominar la lengua hebrea. Es evidente que este consejo es excelente. Servirá para que se establezca una comunicación fluida entre los judíos de uno y otro lado, pero esto no es lo esencial. Al fin y al cabo también ahora nos comunicamos en multitud de lenguas sin problemas. Sería mejor en hebreo, más bonito, más profundo, pero no es indispensable. Podría justificarse mejor diciendo que la lengua es la esencia de un pueblo. En el caso del pueblo judío creo que es así. Pero no se puede generalizar como idea. Muchos otros pueblos, como el suizo y español, se hablan muchas lenguas, aunque haya una que los unifique y sirva para facilitar la comunicación entre ellos. Pero en el caso del hebreo, siendo la lengua la base de tanto textos religiosos, históricos, filosóficos, etc., es la lengua la que le da sentido a estos textos, que son la esencia misma del judaísmo. El escritor judío francés Raphael Dray, gran hebraísta que ha publicado varios importantes libros sobre religión e historia judía3, insiste que para poder escribir y comprender los temas judíos es necesario conocer la lengua original en la que están escritos esos textos. Dray afirma que estudiar los textos bíblicos y tantos otros originalmente escritos en hebreo, a través de traducciones, con mucha frecuencia tergiversa y cambia completamente el sentido del texto. Incluso en algunas ocasiones Dray critica la ya clásica traducción de la Biblia del Rabinato Francés. Por lo tanto creo que lo importante de saber el hebreo, además de servir para comunicarse, es la única forma de llegar a conocer lo que es el judaísmo. Los religiosos dirían que hay que saber bien la lengua hebrea para poder estudiar la Tbrah. Y tienen perfecta razón al decirlo. Pero aun los no religiosos que quieren profundizar en lo qué es el judaísmo, deberán acudir a esos miles de textos para estudiarlos en la lengua original en que fueron escritos. Por todo esto es importante que los judíos de la Diáspora lleguen a dominar el hebreo. Y muy especialmente los jóvenes estudiantes judíos.
Y, sin embargo, la Diáspora ha fracaso en este empeño. La educación judía que se ha estado impartiendo en la Diáspora no ha conseguido hacer que una mayoría de los integrantes de las comunidades hablen, lean y comprendan el hebreo. Pero hay que establecer ciertas diferencias entre las distintas comunidades. Hay comunidades en las cuales el porcentaje de niños judíos que acuden a las escuelas donde se imparte educación judía, es pequeño. Ejemplo, en EE.UU. sólo el 15% de los niños acuden a escuelas judías. Algo similar ocurre en otras comunidades importantes. Pero aún en los casos en los que la mayoría de los niños judíos acuden a las escuelas y liceos comunitarios, también el fracaso en este sentido es casi completo, salvo muy honrosas excepciones. ¿Cuáles son las razones para explicar este fracaso? Son muchas y variadas, pero no creo que este es el momento para hacer un estudio detallado. Pero simplificando diré que la responsabilidad incumbe, en primer lugar, a las comunidades que, no pueden o no saben educar para conseguir este objetivo. Horarios reducidos, programas obsoletos, escaso interés de los alumnos y de los dirigentes escolares, escasez de docentes en materias y lengua hebrea y profesionales preparados mal y en muchos casos son sólo docentes ocasionales, problemas económicos muy graves, incapacidad profesional de la dirigencia comunitaria, exigencias de programas oficiales que limitan aún más la enseñanza del hebreo, etc. son algunos de los factores que contribuyen a este fracaso y que podríamos alargar mucho más. Pero también hay que decir que, si bien es la dirigencia comunitaria la principal responsable de este estado de cosas, pues son los que, en la mayoría de los casos dirigen las escuelas, existen muchas circunstancias atenuantes que pueden ser a mi juicio tan importantes que hacen que conseguir cierto éxito en un programa como el que preconiza A.B. Y., se convierte en una verdadera utopía, si solo las comunidades deben de realizarlo.
Voy a intentar ampliar la idea que escribí antes cuando expresé que las comunidades no saben o no pueden aplicar estos programas de educación judía. Analicemos, aunque solo sea superficialmente (aunque el asunto merece un estudio completo y muy detallado) la forma en que están constituidas las Comunidades en la Diáspora. Encontramos todo un abanico de Comunidades que difieren mucho entre sí. En primer lugar las grandes Comunidades como USA, o Francia o Argentina. Y después la multitud de Comunidades más pequeñas, algunas son tan pequeñas que tienen grandes dificultades para sobrevivir. Pero quizá lo que tienen de común todas las Comunidades es una falta de centralización y de definición jurídica, así como de poder político, social y económico. Es cierto que desde que terminó la Segunda Guerra Mundial, y después del desastre de la Shoah, se generó una nueva conciencia judía que hizo posible un cierto grado de unión en el seno de las comunidades, pero casi siempre más con fines políticos de defensa, con lo que han conseguido logros muy importantes, pero ha continuado existiendo una diseminación de esfuerzos y de actividades, múltiples iniciativas aisladas y desconectadas unas con otras, en los aspectos religiosos y educativos especialmente, que creo que son los responsables en parte del fracaso. Yo me atrevería a decir que, a pesar de la existencia de tantas buenas voluntades y de tantos proyectos que en los distintos países se están llevando a cabo o que ese han hecho antes, estamos aún por ver que esa idea de A.B.Y. pueda llevarse a la realidad. Creo que existe una falta de profesionalismo en el seno de las Comunidades, hay un amateurismo en los sectores de la Educación, que hace mucho daño. También existe amateurismo en la organización comunitaria. Una pregunta que siempre se han estado planteando los dirigentes comunitarios es la siguiente: ¿por qué aquellos que se ocupan de recolectar fondos para el Keren Hayesod u otras organizaciones tienen tanto éxito y a las comunidades les cuesta tanto llegar a equilibrar su presupuesto y viven en un constante estado de déficit que naturalmente repercute en el buen funcionamiento de las instituciones comunitarias? Creo que esa opinión que con tanta frecuencia escuchamos, que habría que exigir al KH que dejara una importante proporción del dinero que recoge para las necesidades comunitarias, me ha parecido que rehúye el verdadero problema. Pues la realidad pura y simple es que las comunidades son incapaces de generar los fondos que generan los askanim (colaboradores voluntaristas) del KH. Lo que hay que hacer es preguntarse el por qué. ¿No será quizá porque la organización comunitaria es ineficaz? ¿O porque a una mayoría de los correligionarios no les interesa mucho lo que hacen las comunidades? ¿O es qué no saben vender su mercancía con la misma profesionalidad que lo hacen los del KH? ¿O están más motivados los askanim del KH? Y sin embargo, si no tenemos comunidades fuertes tampoco tendremos KH.
Yo estoy convencido que sin una ayuda importante del Estado de Israel nunca llegaremos en la Diáspora a llevar a cabo un programa que haga que un alto porcentaje de los judíos de la Golá entiendan y hablen el hebreo. ¿Por qué lo pienso así? Porque Israel posee las estructuras pedagógicas, universitarias y económicas capaces de poner un marcha, junto con las Comunidades, grandes proyectos educativos en este sentido. Nunca, digo nunca, las Comunidades podrán ellas hacerlo solas. No lo han hecho antes y tampoco lo harán en el futuro. Pues hay que analizar con objetividad lo que son las comunidades de la Diáspora, quiénes las conforman, cómo se eligen sus dirigentes, qué estructuras poseen, cuál es su representatividad, cuáles son sus estatutos jurídicos, cuál es su fuerza real, política, económica y social, tanto dentro de la misma comunidad judía, como en relación con el entorno, la frecuente falta de coordinación entre las muchas instituciones judías existentes, el muy frecuente desinterés de los miembros de las comunidades para ocupar actos de responsabilidad gerencial. El examen de todos los factores citados nos lleva a una lamentable conclusión, la gran debilidad de las Comunidades de la Diáspora. Y esta debilidad que se manifiesta en los aspectos políticos, sociales, y económicos hace una empresa casi imposible pretender llevar a cabo con éxito el programa que sugiere A.B.Y. Y es por estas razones que la ayuda de un Estado organizado como es Israel es el que debe de aceptar su parte de responsabilidad, siempre en un estrecho contacto con las Comunidades, para poder llevar a cabo programas ambiciosos como éstos, y probablemente muchos otros.
Pero inmediatamente surge la pregunta sobre las razones por las que Israel haría este enorme esfuerzo. La pregunta es: ¿es del interés del Estado de Israel mantener una Diáspora fuerte y solidaría y que se sienta identificada con él? ¿le interesa al Estado de Israel difundir la cultura judía, en sus múltiples manifestaciones, en primer lugar entre sus correligionarios en la Diáspora y después incluso entre el mundo gentil? ¿Es un estudio proyectivo histórico, ocupa la Diáspora algún papel, importante? Si estas preguntas se respondieran afirmativamente, entonces sería del interés de Israel fortalecer a la Diáspora y programas como el que preconize A.B.Y. podrían ser viables.
Vale la pena recordar que muchos Estados gastan grandes sumas de dinero para la difusión de sus culturas respectivas. Francia, por ejemplo, incluso ha llegado a tener un Ministerio de la Francofonía, con el único objeto de difundir la lengua y la cultura francesas. ¿Por qué el Estado de Israel no dedicaría un importante presupuesto para dedicarlo a una educación judía integral en la Diáspora?
El problema existencial del judaísmo en la Diáspora es muy grave, como se ha demostrado ampliamente en multitud de trabajos e investigaciones. El Estado de Israel debe de plantearse muy seriamente si este problema es importante, e incluso esencial o, por el contrario, no le interesa o es un problema secundario. Yo pienso que las fuerzas vivas de Israel, las fuerzas políticas, intelectuales, religiosas y sociales, consideran que es muy importante y beneficioso para Israel el que exista una Diáspora fuerte. Y esa fortaleza tiene una de sus dimensiones en la educación judía, en ese proyecto que A.B.Y. reclamó muy acertadamente, pero a lo mejor más con un sentido teatral que con un sentido realista. No obstante, aún con los desacuerdos que ya hemos citado, al menos el escritor israelí nos ha hecho pensar y nos ha recordado que algo tiene que cambiar.
Notas
1 Hannah Arendt asistió como corresponsal de un diario estadounidense en Jerusalem al proceso contra Eichmann. Posteriormente presentó sus informes en un libro. Tanto las corresponsalías como el libro fueron muy polémicos y causaron una gran indignación en Israel y en todo el mundo judío. Guershom Sholem, que habia sido un amigo personal suyo desde los tiempos que eran estudiantes en Alemania, le escribió una carta abierta en la cual le reprochaba que en sus escritos sobre el proceso Eichmann demostraba que no tenía amor por Israel, Ahabat Israel. Este es un concepto que no todos son capaces de entender y creo que no hay que confundir con el chovinismo nacionalista. Es un concepto mucho más espiritual y profundo, que nace de las tradiciones, de la fe y de la historia judía. Se podría definir como amar el vivir juntos, que fue la experiencia de sociedad que Moisés quiso crear durante la Travesía del Desierto de los judíos.
2 Raymond Aron ha sido uno de los sociólogos y filósofos más notables e influentes desde la Segunda Guerra Mundial hasta su fallecimiento en el año 1978. Originario de una familia judía francesa asimilada, completamente alejado del judaísmo y de las tradiciones y la fe judías, sin embargo en los momentos en que Israel estuvo en peligro, durante la guerra de los Seis Días, mostró una actitud apasionada de defensa de Israel, hasta el punto de llegar a decir que no creía que podría vivir en un mundo en el que no existiera Israel. Como filósofo y escritor Raymond Aron está considerado como un liberal y racionalista analítico, y se le critica su a veces frialdad y poco sentimentalismo. Aron fue un caso muy significativo de un judío que nunca renegó de serlo, que tampoco lo consideró un privilegio, pero que en toda su existencia asumió su condición judía con dignidad. Por esta razón decimos que hay muchas formas de ser y de sentirse judíos y que hay que respetarlas. Sería muy interesante un trabajo sobre el judaísmo de las personalidades relevantes del siglo XX.
3 Raphael Dray es decano de la Facultad de Derecho y Sociología de Amiens, en Francia. Hebraísta y discípulo del rabino André Neher (Z.L.) ha publicado con gran éxito “La Sortie D’Egypte, L’invention de la Liberté” (La Salida de Egipto, La Invención de la Libertad), “La Traversée du Désert, L’invention de la Responsabilité” (La Travesía del Desierto, la Invención de la Responsabilidad) y dos obras más sobre las profecías y los profetas de Israel. Todas sus obras han sido editadas por Fayard, París. En ellas da una importada fundamental al hebreo como lengua y a su conocimiento profundo para poder entender los textos bíblicos y a sus comentaristas. Hace un interesante análisis comparando las interpretaciones de los sabios judíos con los nuevos conocimientos que han aportado las modernas ciencias sociales y humanas. El enfoque que da a los acontecimientos y hechos bíblicos, ha hecho que su libro sobre la Salida de Egipto es hoy día considerado ya como un clásico que se estudia en escuelas y universidades en Francia. Sus libros están siendo traducidos y su publicación en español se hará probablemente en corto plazo.