Coloquio

Edición Nº25 - Octubre 1993

Ed. Nº25: El judaísmo latinoamericano a fines del siglo XX

Por Bernardo Kliksberg

Problemas estratégicos

I. ¿Cómo diseñar y gestionar políticas comunitarias en un mundo en in certidumbre?
La incertidumbre es el signo con el que termina este siglo, y se ha convertido en una cuestión central a nivel planetario. Estamos en la época de cambios más profundos y acelerados que ha registrado probablemente toda la historia del género humano. Hace unos pocos años, el asesor del Departamento de Estado de los Estados Unidos, Francis Fukiyama, lanzó su tesis sobre «el Fin de la Historia», señalando que la historia había llegado a una especie de escenario hegemonizado por un único país donde iba a quedar estacionada, y que en adelante la historia sería aburrida.

Esa tesis se convirtió en centro de discusiones de los medios científicos mundiales. Mientras se discutía sobre si la historia había terminado, la historia se aceleró más que nunca, se produjeron la guerra del Golfo Pérsico, la caída del Muro de Berlín, el desmantelamiento de Europa Oriental, la desintegración de la Unión Soviética, estallaron guerras nacionalistas que determinaron la destrucción de un país muy estratégico en Europa: Yugoslavia, y están en curso otros procesos ds carácter similar.

c Así todos los laboratorios más sofisticados de prognosis del futuro del mundo erraron gruesamente en sus previsiones y ninguno ellos siquiera rozó lo que iba a suceder.

Estamos inmersos en medio de una historia que se ha hecho menos predecible de lo que nunca probablemente conoció el género humano. Describiendo la situación global, plantea el gran pensador francés Edgar Morin que el mundo puede denominarse actualmente «el astro errante» con cursos de evolución inciertos en todos los planos; y enfatizó el «Club de Roma», en su reunión de enero de 1992, que ‘disponemos de más información que nunca, pero al mismo tiempo de menos sabiduría».

También el mundo judío se presenta con amplias áreas de incertidumbre. Los cambios a nivel planetario tienen direcciones contradictorias, opuestas y en muchos casos conflictivas. Lo mismo está sucediendo en el mundo judío. Por un lado estamos frente a procesos históricos que hemos anhelado durante décadas, pero en cuya concreción final muy pocos creían que se pudiera avanzar mayormente. Tal el casi milagroso proceso de reencuentro histórico del judaísmo soviético con el pueblo judío en su conjunto y con el Estado de Israel, el traslado en bloque de una diáspora entera —la comunidad judía de Etiopía— sobre cuya legitimidad discutíamos, al Estado de Israel. Estos son procesos de un carácter definitorio para el futuro de la historia judía, llenos de positividad, logros monumentales del Estado de Israel y del pueblo judío en su derredor.

Sin embargo, al mismo tiempo, la organización central de los judíos de los Estados Unidos informa sobre los resultados del último muestreo estadístico en gran escala de comportamientos del judaísmo más importante cuantitativamente del mundo, y señala que del año 1985 a la fecha, el 52% de los matrimonios celebrados en los Estados Unidos con un cónyuge judío fueron matrimonios mixtos, e indica que de cada cuatro hijos nacidos de matrimonios mixtos, tres o se han convertido a otras religiones o están fuera del judaísmo.

Las cifras revelan un proceso de intensa declinación nacional, que no sólo se está produciendo en la comunidad judía de los Estados Unidos, sino que es un proceso central que recorre toda la Diáspora judía. Entonces estamos en medio de la incertidumbre, de logros monumentales por un lado, de procesos de desintegración al mismo tiempo por el otro.

El tema es cómo se opera en un mundo en incertidumbre. Ese tema está planteado a nivel universal, a nivel de los grandes comandos de decisión política internacional, a nivel de los organismos centrales que tienen que ver con el futuro de la humanidad y el diseño de políticas económicas en todos los estratos políticos y sociales significativos.

Es hora que el tema sea encarado por nuestras comunidades. Tenemos que ver cómo se puede formular y gestionar políticas comunitarias en un mundo judío y general en incertidumbre y en un continente que, dentro de la incertidumbre global, tiene dosis de incertidumbre todavía mayores que el promedio, que es el continente latinoamericano.

Lidiar con la incertidumbre implica experimentar todas las angustias sociales e individuales que se derivan de un mundo que se mueve sin estabilidades conocidas. Pero, por otro lado, implica también oportunidades de construir cursos nuevos, distintos. Creo que los judíos tenemos un entrenamiento excepcional para vivir en medio de la incertidumbre. Lo enfatiza Erich Fromm, en profunda observación, cuando señala que cuando se iba a cruzar el Mar Rojo, en el Éxodo de Egipto y Moisés arrojó el bastón sobre las aguas para posibilitar que el pueblo pasara y no fuera genocidado por el ejército del Faraón que venía detrás suyo, las aguas se abrieron cuando el primer judío entró en el Mar Rojo, como queriendo simbolizar que el hombre decide la historia, que existe la libertad pero el hombre tiene que actuar para que la historia siga un curso positivo.

Nuestras comunidades están en la Diáspora casi en la misma situación que el Mar Rojo que enfrentaron los judíos que huían de Egipto. La cuestión es si seremos capaces de entrar en las aguas y ello implica, entre otros aspectos centrales, ser capaces de trabajar en un mundo en incertidumbre.

Trataré de aportar a través de las reflexiones que siguen, elementos que puedan ser de utilidad para esa tarea. Para ello recorreremos sintéticamente varios pasos sucesivos. Primero haremos algunas anotaciones sobre cómo pensar y actuar en general en un contexto de incertidumbre pronunciada y errores frecuentes al respecto en la vida comunitaria. Son anotaciones técnicas y se refieren a temas complejos, pero trataremos de simplificarlas al máximo y presentarlas esquematizadas.

En segundo lugar voy a entrar concretamente en los contextos de incertidumbre principales para llegar por último a ilustrar en la práctica cómo se puede pensar y operar en términos de incertidumbre en instituciones judías. Para tal fin creemos imprescindible hacer una referencia primero al contexto planetario, a qué está pasando en el contexto internacional que nos rodea y revisar luego el contexto inmediato, el de América Latina.

En base a esos dos marcos de referencia, haremos anotaciones sobre los problemas de nuestras comunidades de América Latina. Finalmente, trataremos de armar lo que podríamos denominar la agenda estratégica de las comunidades judías hada fines de siglo, y realizar algunos señalamientos sobre las perspectivas generales. Se trata de un trayecto conceptual muy amplio que, por las limitaciones de este trabajo, sólo pretendemos recorrer a nivel exploratorio.

II. Acerca de errores frecuentes en el liderazgo comunitario

Iniciamos el trayecto que nos proponemos. En primer término algunas anotaciones sobre qué significa vivir, pensar y actuar en un mundo de incertidumbre y errores usuales en el comportamiento del liderazgo comunitario al respecto.

Hay un sesgo en nuestras instituciones que yo llamo «el sesgo campana de cristal», que es exactamente lo opuesto a lo que se recomienda para un mundo de incertidumbre. Este sesgo denomina la tendencia usual en directivos comunitarios a desarrollar la reflexión sobre la vida judía a partir de ellos mismos, de su grupo de amigos, del grupo de activistas cercanos, de lo que ellos piensan sobre lo que está sucediendo y del entorno institucional «cerrado», sin tratar de ver qué es lo que está sucediendo afuera.

Esta conducta de reclusión en un entorno estrecho y de lectura de la realidad desde una óptica «monotemática», es todo lo contrario a lo que se necesita para un mundo de incertidumbre que exige tener en cuenta lo que está sucediendo en escala general, a nivel latinoamericano, el mundo judío global, porque todo eso va a afectar lo que sucede en nuestras instituciones. Si no se tiene en cuenta eso, ahí se comete un error muy grave.

En segundo lugar, esa percepción sesgada excluye también a la periferia de judíos que no forman parte de la actividad comunitaria. Esa periferia ha seguido creciendo e incluso una parte de ella puede llegar a trasladarse del todo fuera del mundo judío, si no se focaliza la atención hacia ellos y se adoptan políticas adecuadas.

Hay un tercer problema para trabajar en un mundo de incertidumbre, que sería casi el extremo opuesto, que es concentrarse solamente en el contexto externo. Eso ha sido un ejercicio de algunos intelectuales en el mundo judío que suelen no tomar como un dato central los problemas y comportamientos hacia el interior del mundo judío, ciertas cosas que son muy específicas de las características de nuestra historia, de nuestras instituciones, de nuestra gente.

Ninguna de las dos formas de análisis de la realidad —ignorar el contexto o hacer «puro contexto», solamente tomar los datos externos— conduce a conclusiones de utilidad frente a la complejidad de lo que actualmente constituye el mundo y el desenvolvimiento histórico. Necesitamos para trabajar con incertidumbre algo mucho más sofisticado, que es ligar permanentemente lo que pasa en el mundo judío a lo que pasa en el contexto latinoamericano y a lo que pasa en el contexto internacional, y cruzar permanentemente esos tres niveles.

Es mucho más difícil hacer eso que simplemente comentar el chisme que un dirigente le dijo a otro dirigente el día de ayer y tomar decisiones en base a eso, pero la posibilidad de error es muchísimo más grande por el «método del chisme» que tratando de ligar estos diferentes niveles de análisis que estoy mencionando.

En cuarto término, para trabajar estratégicamente y en condiciones de incertidumbre, se necesita tener una agenda muy precisa, muy sería, de los problemas a privilegiar.

El mundo actual será cada vez más un mundo «abrumador» en materia de datos, de información, de cosas que suceden, porque es un mundo donde todo se vincula con todo, cada vez más interdependiente, con una estructura de «aldea global».
En esa maraña, informativa, hay que tener la capacidad para discernir cuáles son los temas principales en los que deben concentrar la atención una comunidad y sus dirigentes. Si los dirigentes se pierden en ese asunto y la agenda se convierte en una agenda de menudencias o en una agenda sólo de respuestas a las presiones cotidianas, la comunidad carecerá de políticas reales.

He tenido oportunidad de estar en contacto con muchas comunidades de este continente, y es posible observar con gran frecuencia cómo la energía institucional y el tiempo de los dirigentes está dedicado a «menudencias», a cuestiones que frente a lo de fondo, a los grandes procesos en los que se nos está escurriendo parte del judaísmo latinoamericano, son intrascendentes y no van a influir en nada significativo. El tema es armar una agenda estratégica, concentrar fuertemente los esfuerzos en ella y tener el norte absolutamente claro.

En quinto término, manejarse en incertidumbre significa conceptos de tiempo que no tienen mucho que ver con los normales en nuestras instituciones y, más allá de ello, incluso en las organizaciones empresariales de la región.

En América Latina se opera en todo tipo de organizaciones bajo la presunción de que el presente y el futuro van a ser parecidos al pasado. Entonces se hacen proyecciones presupuestarías, se hacen previsiones, en los mejores casos se planifica teniendo en cuenta lo que ha estado sucediendo. Pero resulta que a fines del siglo XX, el presente y el futuro tienen poco que ver con el pasado. En los principales campos de la actividad humana, los cambios son profundos y absolutamente acelerados; incluso hay un aspecto sustancial que es que el presente y el futuro se han acercado totalmente, por la altísima tasa de velocidad de los cambios. El presente y el futuro están casi juntos, la tasa de cambio es inmediata.

Eso significa que trabajar en instituciones judías hoy es trabajar con un presente y un futuro que se mueven a una velocidad absolutamente acelerada, y donde el pasado puede ser un dato altamente engañoso. Hay una ley que acuñó un pensador judío de la Universidad de Jerusalem, Yehizkel Dror, muy útil: dice que en el mundo de hoy la probabilidad mayor de que un líder Aricase, estriba en que haya tenido éxito en el pasado y repita los comportamientos creyendo que eso le va a significar nuevos éxitos, cuando el mundo cambia continuamente sus planos fundamentales.

Estas consideraciones, muy simplificadas y presentadas esquemáticamente, son fundamentales para líderes comunitarios judíos en América Latina. Primero, la idea de que no se pueden analizar los problemas fundamentales sin tener en cuenta el contexto internacional y el contexto latinoamericano, y ligar eso a los factores específicos de la vida de nuestras comunidades. Segundo, la idea de que hay que tener una agenda estratégica, una agenda de los temas fundamentales, que no pueden ser descuidados jamás, que deben ser el centro de la atención, y que deben ser monitoreados permanentemente en cuanto a qué sucede con esos temas. Y tercero, acostumbrarnos a un tiempo histórico en el cual el pasado no es una guía válida. Donde no hay tiempo como para nombrar una comisión que nombre una comisión, etc., etc., es decir, nuestro viejo ejercicio de reproducción infinita de comisiones, sino que tienen que haber ámbitos de decisiones vinculados con la celeridad en los cambios y estas características nuevas del tiempo histórico.

Estos serían algunos elementos sobre cómo trabajar en este mundo de incertidumbre. Vamos a ponerlos en práctica de inmediato. Vamos a avanzar hacia una agenda estratégica para el judaísmo latinoamericano. Para eso vamos, según lo previsto, a recorrer rápidamente la realidad internacional, la realidad latinoamericana y las realidades internas de ese judaismo, para tratar de llegar a esa agenda.

III. El contexto internacional

No es nuestro objetivo en este caso ingresar sistemáticamente al análisis de la realidad internacional, pero sí referirnos a algunos señalamientos básicos: los signos centrales de este tiempo, a nivel internacional, son los cambios acelerados antes mencionados en el orden geoeconómico y geopolítico.

Junto a ellos hay cambios tecnológicos, más silenciosos, pero muy profundos. Está cambiando la forma en que se producen, se distribuyen, se venden, se compran y se usan los bienes y servicios fundamentales que el género humano produce. Hay revoluciones tecnológicas potentes en la informática, la microelectrónica, la biotecnología, las comunicaciones, la gerencia. De acuerdo a un congreso reciente en Londres sobre estos cambios, dentro de veinte años tendremos buques dirigidos por control remoto, cura de enfermedades que hoy no tienen cura, satélites realizando cada vez más operaciones, los aviones se van a parecer cada vez más a los platos voladores, etc.

Todos los cambios fundamentales, políticos, económicos y tecnológicos, no son cambios en un área exclusiva del planeta. La característica de los nuevos tiempos es la interdependencia. Lo que sucede en cualquier lugar central del mundo, tiene impactos y ramificaciones muy pronunciadas sobre el planeta en su conjunto. Interdependencia en condiciones de cambio acelerado, significa crecimiento de la complejidad, y ello implica crecimiento de la incertidumbre. La incertidumbre tiene expresiones muy pronunciadas. Lo que viene no es una historia estable, lineal y tranquila, sino «turbulenta» y de limitada previsibilidad.

Se están produciendo los procesos de migración de pueblos enteros más importantes que ha conocido el siglo XX. La pobreza ha crecido explosivamente a escala mundial. Aumentan los desequilibrios ecológicos. El punto focal de la toma de decisiones en el mundo actual, los EE.UU., se halla en uno de los puntos de vulnerabilidad económica mayores que ha tenido a lo largo de este siglo. Entre otros aspectos, las estadísticas oficiales indican que la economía de los EE.UU. presenta agudos deterioros sociales. Existen 35 millones de pobres y 23 millones de personas retiraron cupones para poder comprar o sacar alimentos durante el año pasado.

En el marco de inestabilidades y cambios en curso, se observa un proceso que concierne muy directamente a las comunidades judías, y si ellas no lo perciben en su adecuada magnitud es porque están demasiado inmersas en su aislante «campana de cristal». Va en desarrollo una ola xenófoba y racista que está recorriendo numerosos países europeos. En solo tres meses han habido 500 atentados xenófobos en Alemania, la ola de racismo más grande que conoce la historia de ese país después de sus atrocidades infinitas durante la Segunda Guerra Mundial. Pogroms a la vista de las fuerzas de seguridad contra inmigrantes vietnamitas, contra griegos, contra turcos, contra minorías de distinto orden. A un anciano judío de 64 años lo apalearon en una de las ciudades principales de Alemania por su barba característica.

Al mismo tiempo que eso sucede en Alemania, Austria está invadida por videos racistas y nazis que están «disfrutando» numerosos alumnos del sistema de escuelas secundarías. Uno de los videos principales, un juego de computación, se llama «Administrador de un Campo de Exterminio». El adolescente juega a cómo mata a los judíos, se queda con los dientes de oro, con ellos compra más gas para mantener en funcionamiento permanente la instalación, y así sucesivamente. Un partido supuestamente liberal, encabezado por neonazis, ha avanzado electoralmente con fuerza.

En Francia se ha desatado una ola xenófoba, y las huestes fascistas de Le Pen crecen. Una encuesta reciente informa que de toda la población de Europa Occidental, aproximadamente la mitad está de acuerdo con comportamientos discriminatorios, racistas y xenófobos, porque consideran que «eso es defender la propia nacionalidad».

Un estudio sobre el antisemitismo en Polonia, indica que cerca del 35% de la población tiene actitudes antisemitas. El gobierno post-dictadura de Ceaucescu en Rumania, reimplantó el culto nacional al dictador nazi Antonescu, que fue más allá de todo lo que le pedían los nazis en la masacre de judíos durante la ocupación alemana de Rumania. Han vuelto calles, plazas, estatuas a nombre de Antonescu por toda Rumania.

En un mundo absolutamente tumultuoso y en incertidumbre, hay una serie de signos de alarma en términos de racismo a los que deberíamos prestar atención. El contexto global se caracteriza por las dos tendencias. Comentes significativas de desarrollo tecnológico, la posibilidad del desarme mundial, la posibilidad de que se alejen los peligros de la destrucción total, y al mismo tiempo, explosiones de intolerancia, de racismo, de xenofobia, inestabilidades económicas de fondo.

IV. Latinoamérica: los graves problemas abiertos

Podría señalarse con fundamentos significativos, que cuanto más débiles sean los países, más le va a tocar en el «reparto de incertidumbre» a nivel internacional. La incertidumbre a la que nos estamos refiriendo, va a ser más aguda para los países más vulnerables y dependientes. Y este es el caso de América Latina. Desde ya, con una América Latina muy heterogénea, con muchísimas expresiones diversas dentro de ese universo muy amplio. Pero a nivel de tendencias generales, la inestabilidad y la incertidumbre están instaladas en América Latina muy significativamente.

El continente está atravesando por tres grandes procesos de transformación fundamentales. Uno es un proceso muy positivo y esperanzador, que es el proceso de la democratización de América Latina. Hay en curso cambios muy fundamentales en las estructuras políticas de países muy claves en América Latina, cambios que van a incidir en el mediano y largo plazo histórico.

Entre otros ejemplos, Chile es un modelo de cómo las fuerzas democráticas pueden concertarse para tratar—partiendo de condiciones bastante difíciles— de llegar a una democracia crecientemente afianzada; están cambiándose fuertemente las estructuras políticas básicas en países como Colombia, Venezuela, Brasil. Hay cambio de constituciones, hay descentralización del Estado, hay el afianzamiento de diferentes formas de participación de la sociedad civil. Se ha producido el caso de que dos gobernantes electos en México declinaron sus cargos y renunciaron ante la presión de la sociedad civil respecto al carácter viciado de esas elecciones.

Hay numerosos síntomas de avance hada la construcción de democracias descentralizadas, participativas, activas. Ello determina luchas y enfrentamientos muy significativos hacia el interior de los países. Al mismo tiempo, se está produciendo en América Latina una crisis económica de enorme envergadura. No me voy a detener en ella, que es ampliamente conocida, pero los síntomas estructurales, no los transitorios, desde ya con excepciones y matices según los países, no son alentadores.

Lo concreto es que actualmente la deuda externa total de América Latina no ha declinado y suma cerca de 460 mil millones de dólares. Esto significa, a las tasas de interés vigentes para la mayor parte de esa deuda, que América Latina paga anualmente cerca del 5% de su producto bruto anual solamente en concepto de intereses de la deuda. Esa misma deuda, antes que se iniciaran todos los procesos de refinanciamiento, era en los años ’80 de 220 mil millones de dólares. Esa deuda grava los de por sí difíciles problemas internos por los que atraviesan estas economías, entre ellos sus dificultades para acceder a los mercados con serias barreras proteccionistas de los países desarrollados.

En tercer término, hay un proceso muy alarmante, que está comprometiendo la vida cotidiana de buena parte de la población de América Latina: el crecimiento explosivo del problema social.

La pobreza ha crecido arrolladoramente en América Latina a partir de los ’80, alcanzando más de la mitad de población, y dentro de los pobres ha crecido especialmente lo que se llama «pobreza crítica». Eso ha provocado que la principal causa de muerte sea hoy en América Latina la pobreza y ha posibilitado que se hayan roto las barreras que existían para que entren enfermedades epidémicas, como el cólera, que sólo florecen en situaciones de extrema pobreza y de extremo desmantelamiento de los servicios fundamentales, agua por ejemplo. El deterioro social ha hecho viable que esas enfermedades, que no existieron durante todo este siglo en América Latina, reaparecieran.

La situación social está asimismo produciendo en la mayor parte de los países, un descenso agudo en los niveles de vida y la instalación social básica de las clases medias, fuertemente golpeadas y empujadas hacia abajo en la pirámide social general de la región.

La gravedad del tema es tal, que hoy en día se considera el tema de la pobreza y el tema de la penuria social que vive América Latina, como un tema de seguridad estratégica. Si no hay soluciones significativas, la viabilidad de los procesos de democratización corre serios riesgos.

Por otra parte, en un nivel mucho más amplio actualmente se considera esta cuestión un tema de derechos humanos.

Una sociedad que no garantiza a los seres humanos que viven en ella la posibilidad de supervivencia en condiciones mínimas, está fallando en algo dramático. Se trata de garantizar derechos humanos elementales. Un importante informe reciente de las Naciones Unidas explica que éste es el tema crucial para las próximas décadas, y que se trata del tema de derechos humanos más desafiante y elemental que se haya afrontado contemporáneamente.

V. ¿Qué sucede con las comunidades?

En el marco de estos contextos —el contexto internacional de incertidumbre, complejidad e interdependencia y vulnerabilidad, y el contexto latinoamericano que a todo ello le suma la agenda de problemas que hemos esbozado, con tendencias conflictivas, avances considerables en el campo político, retrocesos importantes en el campo económico y en el campo social— se está desarrollando la vida de nuestras comunidades. Ellas significan cerca de 460 mil judíos, quienes constituyen el 1/1.000 de la población de América Latina, y la proporción tiende a ser cada vez menor, porque el crecimiento demográfico de la América Latina es uno de los mayores del mundo y nuestras comunidades están estancadas demográficamente, con tendencia al retroceso. Son una gota de agua en el conjunto demográfico de América Latina. Por lo tanto pueden ser muy sensibles a los impactos de las grandes transformaciones, como lo ha registrado la casi desaparición de varias comunidades judías en Centroamérica, rápidamente, en pocos años, en el marco de los cambios que operaron en una y otra dirección.

Estas comunidades han tenido una historia, en mi opinión, muy meritoria, de grandes logros. Considero un privilegio haber nacido en el marco de una vida judía absolutamente rica en América Latina, en Buenos Aires, como se debe haber dado en otras capitales, con una «calle judía» densa, con una agenda judía muy importante, con una vida cultural muy significativa, en los ’50, en los ’60 y hasta en los «70. Pero hoy están pasando por problemas que no podemos ocultar, porque si los desconocemos y nos escondemos debajo de las glorias del pasado, o de exhibiciones para turistas, no vamos a solucionar mayor cosa.

Entre esos problemas, en materia de antisemitismo no se observan indicios de explosiones catastróficas actualmente en la América Latina, pero sí signos alarmantes. Cuando se suman todos estos elementos que hemos mencionado, de cambios fundamentales y de tensiones económicas y sociales muy significativas, obviamente hay elementos como para que con mucha fluidez grupos racistas puedan impulsar procesos de identificación de los judíos con los culpables de la situación, aún cuando eso no tenga la menor verosimilitud.

El problema puede no reducirse a agrupaciones aisladas de antisemitas, grupos de choque, terroristas solitarios; sino que sectores sociales masivos, atrapados por la crisis económica, podrían votar a candidatos fascistas, buscando soluciones providenciales, y entrar en el juego de etiquetar a loa judíos como un centro significativo de los problemas que atraviesan los países.

Pero preocupan aún más profundamente los potenciales de dificultades internas y de debilitamiento de la vida comunitaria interna, que manifiestan actualmente las comunidades judías. Estamos sufriendo el impacto fenomenal de la crisis económica. Ese impacto, que es una de las corroboraciones terminantes de la necesidad de hacer estos análisis y examinar conjuntamente lo que está pasando en el contexto genera] con lo que pasa en la comunidad judía, está actualmente instalado en todas las instituciones judías significativas de América Latina. La mayoría presenta problemas serios de financiamiento no solucionables a través de las metodologías que han empleado tradicional- mente, y deben renovar imprescindiblemente el modo en que hacen las cosas.

Las dificultades no sólo se dan en el campo institucional, sino que hay procesos más silenciosos que deben ser enfrentados, entre ellos el proceso muy grave de la polarización de las estructuras sociales judías en América Latina. Esta crisis económica no se reparte de igual modo; las políticas de ajuste no llevan a distribuciones equitativas, donde cada uno hace su cuota de sacrificio en relación a su capacidad de aporte. No, los mecanismos que operan, llevan a distribuciones inequitativas y a desigualdades sociales mucho más pronunciadas, y eso se está dando en toda la sociedad general e igualmente en el interior de las comunidades judías.

El impacto de las políticas económicas actuales tiende a polarizar mucho más la vida judía de lo que estuvo nunca en América Latina. Hoy existe un creciente número de pobres judíos en varias ciudades significativas de América Latina, hay sectores masivos de clase media que no pueden pagar las cuotas del colegio judío en una cantidad de ciudades. Y por el otro lado, existe la situación inversa en sectores que han tenido otra situación en el conjunto del proceso económico.

Cómo manejar una polarización social y aguda hacia el interior de nuestras comunidades, es un problema fundamental. Si fuéramos boers y participáramos de la ideología sudafricana, no tendríamos ningún problema. Pero somos todo lo contrario de ello. El judaísmo se basa en la igualdad total de los seres humanos, y en cultivar sistemáticamente los lazos de solidaridad, de igualdad y de democracia. Entonces, tenemos ahí un problema extremadamente serio con el que estamos confrontados.

Por otra parte hay un problema serio de asimilación. Las cifras crecen en toda América Latina. Está planteado actualmente en numerosas comunidades un tema que no existía en la agenda, pero que se impuso solo: ¿qué se hace en materia de conversiones? Cuando los matrimonios mixtos ascienden crecientemente ¿qué se hace? ¿Se deja afuera a todo el mundo? ¿O se buscan estrategias que permitan mantener la continuidad, de alguna manera?

Y el debate allí está actualmente en ese segundo plano, exclusivamente: la cuestión no es no tener una política de conversiones, sino cómo hacer una política de conversiones adecuada, cuáles deben ser las bases que al mismo tiempo no desnaturalicen, desde ya, nuestros principios como comunidad.

En otro plano, las políticas para trabajar con la periferia y para trabajar con la parte de la periferia que está dejando de serlo para abandonar las comunidades del todo, son muy débiles. Las estrategias actuales están concentradas en los que «están adentro», pero la capacidad de llegar a los que están fuera es muy limitada. Mejorarla implica temas como, por ejemplo, la necesidad de cambiar la imagen de las kehilot y otras instituciones, para tratar de llegar afuera de las propias filas del ámbito interior. Son dilemas de supervivencia. Si no se llega a la periferia, toda la continuidad peligra.

Junto a los temas que estoy mencionando, hay otro subterráneo sobre el que me he permitido llamar la atención repetidamente, en diversos trabajos, que es fundamental para lo que va a suceder, y es el tema de la «trivialización del judaísmo». Sectores de las comunidades están comenzando, en los últimos años, a vivir el mensaje judío de un modo cada vez más descomprometido, incoherente y convirtiendo al conjunto de lazos, espirituales, morales, de compromisos existenciales básicos que implica el judaísmo, en una especie de lazos muy laxos. Se limitan a practicar en oportunidades muy específicas, las festividades, algunos tipos de comportamientos sociales.

Están convirtiendo a los judíos en América Latina —de comunidades políticamente judías, nacionalmente judías, sionistas, vanguardistas desde el punto de vista ético, solidarías— en una especie de «club de los judíos», para llamarlo de algún modo, en donde ser judío pasa a ser una afiliación social con compromisos cada vez menores.

Ese camino, el reemplazar algunos de nuestros modos fundamentales de vivir, el casamiento por ejemplo u otros modos de marcar hitos en la vida, por contenidos totalmente superficiales, en donde aparece fundamentalmente la ostentación de bienes materiales como un eje, implican abaratar, degradar y trivializar, en definitiva, lo que significa el judaísmo, e ir transformando gradualmente a las comunidades en grupos cada vez más débiles y con capacidad de convocatoria decreciente.

Eso de seguir siendo «como ai» se fuera judío, pero en la realidad no estar practicando lo que son los compromisos reales, sustanciales, en términos colectivos, familiares y personales del judaísmo, aleja a los jóvenes y enferma la vi da comunitaria judía.

Ese conjunto de procesos internos de las comunidades, enmarcados por los contextos que mencioné anteriormente, son alarmantes y deben ser decisivos al conformar esto que llamé inicialmente la «agenda estratégica».

VI. ¿Cuál debe ser la estrategia de las comunidades?

¿Cuál puede ser la agenda estratégica para nuestras comunidades en esta década final de siglo?

Entre los temas centrales, probablemente deberían hallarse los siguientes, que sería preferible sean asumidos y no esquivados, porque de lo contrario le pasarán por encima al liderazgo comunitario y la falta de respuestas causará graves daños.

Hay razones de fondo para re-vincularse de otra manera con lo que está sucediendo en América Latina. La orientación tradicional, que tuvo mucha validez en su época histórica, de tratar de marginar a las comunidades y a los jóvenes de todo lazo mayor con lo que está sucediendo en el continente, no tiene hoy validez. Es hora de cambiar estrategias que no tienen vigencia, porque todo el mundo está cambiando a nivel planetario. Abandonar aspectos que ya no tienen validez. Los que no cambien quedarán definitivamente atrás.

Si las comunidades no tienen contacto serio y no toman posición frente a algunos de los temas sustanciales de América Latina, los jóvenes más valiosos se irán y los intelectuales significativos, los catedráticos y los escritores, van a estar cada vez más lejos de las filas comunitarias. Por ejemplo, hay dos temas con los cuales las comunidades debieran tener lazos activos, y algunas de ellas lo están desarrollando dinámicamente. Uno es el tema de apoyar seriamente la democratización de América Latina. Este proceso, totalmente positivo, de tratar de construir democracias cada vez más participativas, debería ser apoyado vigorosamente por las comunidades, sin ninguna bandería de ningún partido de ninguna índole. Dio el ejemplo en ese sentido la comunidad judía de Uruguay, que supo tomar posición y apoyar a la democracia cuando era riesgoso hacerlo, en medio de la dictadura militar. Desde entonces, todo el espectro político de fuerzas democráticas del Uruguay permanentemente exhibe su reconocimiento a la actitud judía.

En otros casos no fue así de ninguna manera. De todos modos, lo que importa es la historia hacia adelante. Este tema no se agotó, de ninguna manera, sino que está en la realidad actual con toda fuerza, y es fundamental que las comunidades se hagan sentir y escuchar al respecto, ya que esto será un factor de convocatoria para los jóvenes.

Segundo, las comunidades deben tomar posición y colaborar en relación al tema de la pobreza en América Latina.

Es imprescindible que haya líneas de contacto con este tema decisivo para el futuro de América Latina, desde la información hasta la solidaridad activa. No se trata de ningún tipo de corriente política, sino de coherencia básica con el amor judío, que exige preocupación y solidaridad con los demás. Este es un gran tema de derechos humanos. Hay ejemplos de instituciones como la Kehilá de Mar del Plata (Argentina), por ejemplo, entre otras, que ofrece almuerzos en su comedor a los niños de escuelas de zonas pobres.

Pero hay también lo otro, que es la absoluta indiferencia, insensibilidad y aislamiento al respecto. El tema de la democracia y el tema de la pobreza, atendidos como tópicos de derechos humanos, van a ocupar a América Latina como temas ejes, y las comunidades judías deberían tener niveles activos de vinculación con esos temas. Es importante que hagan cosas concretas en esta dirección.

En la agenda, junto a estos temas, debe figurar desde ya, el tema del antisemitismo, con un enfoque no catastrofista —en mi opinión— sino de esclarecimiento activo.

Si mañana hay convocatorias antisemitas, no se van a producir respuestas de las comunidades si están desinformadas y no activamente incorporadas al esclarecimiento.

El trabajo de esclarecimiento activo debe desarrollarse cotidianamente. Es imprescindible incluir en la agenda, el tema del financiamiento comunitario, y buscar modalidades no tradicionales. El tema del financiamiento debe estar ligado al tema de la solidaridad. Para el judaísmo, ayudar al necesitado no es algo que deba merecer medallas ni distinciones. Eso es así desde la época de la destrucción del Primer Templo de Jerusalem. Ningún premio. Se trata del cumplimiento de un deber esencial como judíos. Hace a la esencia misma del judaísmo. El que no hace eso es un mal judío, simplemente.

Entonces, es necesario vincular el tema del financiamiento al de la solidaridad. Sería mucho más fácil si fuéramos como otros grupos sociales, que no les preocupa lo que suceda con la mayor parte de sus semejantes. Pero no. Nuestra famosa «elección», como Pueblo, implica, entre otras cosas, esto.

Nosotros no podemos hacer financiamiento sin solidaridad ni igualitarismo, sin observar una serie de consideraciones que son esenciales para mantener el núcleo de nuestra identidad judía. Eso hace que el tema sea mucho más complicado, pero así es como debemos afrontarlo; si no, estamos desnaturalizándola situación. Eso implica tomar posición en la agenda frente al tema de la polarización social que mencioné anteriormente, y buscar ver qué es lo que se puede hacer.

Tenemos en la agenda, como un tema absolutamente estratégico, el de la relación con las nuevas generaciones.

La situación es crítica. No hay actualmente un puente donde fluya la continuidad hacia las nuevas generaciones. En buena parte de las comunidades ese puente es muy precario, en proceso de derrumbe en algunos casos, afectado por problemas muy serios en otros. Hace falta situarlo como tema estratégico de la agenda, y tomar medidas. Por lo pronto, ubicarse del lado de ellos. Del lado de la gente que nació en los años ’70, en los ’80, compartir su lenguaje, sus inquietudes, sus preocupaciones, que son de otro mundo distinto al de las generaciones anteriores.

Por otra parte, no hay nada que hacer con las nuevas generaciones si no se abren todas las puertas a su participación. El mundo de las próximas décadas será, en todos los planos, un mundo donde la gente ha de pelear con todo por participación.
Con el desarrollo absolutamente explosivo de los medios de comunicación, y con el nuevo tipo de estructuras que se van dando a nivel mundial, la participación es un derecho elemental del ser humano actualmente, y nuestros jóvenes judíos estarán a la vanguardia de exigir participación. Si no abrimos todo hacia esa participación, no a través de operaciones donde «todo cambia y nada cambia», de retoques, sino con una democratización muy profunda de toda la vida institucional judía, el problema será serio, y eso es un punto de agenda.

Es otro punto de agenda fundamental la lucha contra la trivialización, que hemos mencionado anteriormente, es decir, contra esta situación que corroe y deteriora nuestra misma fuerza interna. Y es también otro punto de agenda fundamental lo que implica la solidaridad activa, por todas las vías posibles, con el Estado de Israel, y con el monumental desafío que tiene Israel actualmente por delante con la perspectiva de la integración de miles de judíos ex soviéticos.

Esta agenda estratégica, señalada solamente, desde ya, en forma tentativa, debería estar en el centro de nuestras instituciones. No tiene que aparecer sólo cuando hay una crisis grave, sino constituir parte permanente de las discusiones cotidianas. La agenda estratégica debe ser el marco de referencia para el comportamiento de los dirigentes comunitarios, a fin de poder tener realmente eficiencia.

VII. Necesitamos «judíos de jardín» y no de «invernadero»

A pesar de todas las consideraciones que hemos formulado, sobre dificultades, restricciones, crisis, gravedad, en los tres contextos que hemos recorrido muy rápidamente: el contexto internacional, el contexto latinoamericano y el contexto comunitario, sin embargo yo, personalmente, mantengo una nota de optimismo hacia el futuro, pero un optimismo que está ligado a la acción en nuestras comunidades.

¿Por qué mantengo una nota de optimismo? Porque creo, en primer término, en la libertad, o sea, en la posibilidad de que los seres humanos construyamos nuestro futuro.

Hay un párrafo en el Talmud de una belleza maravillosa si se lo considera detenidamente, donde se dice que si un esclavo —el cual normalmente, tras siete años de servidumbre debe quedar en libertad— no acepta dicha liberación sino que decide seguir en servidumbre, pues entonces hay que marcarle la oreja, hay que hacerle un agujero en la oreja, como sanción porque no optó por la libertad. ¿Y por qué precisamente en la oreja? Pues porque no escuchó la Voz Divina que desde el Sinaí y desde los Diez Mandamientos exige que el hombre asuma su historia, que sea responsable por su persona, por su familia, por su comunidad, por su pueblo.

Creo en la libertad, la libertad judía, la libertad profunda que nos permite actuar contra los procesos más regresivos y hacer cosas concretas contra éstos. Y creo que tenemos el instrumento fundamental para ello. Tenemos una propuesta plena de futuro.

El judaísmo, en el año 2000, es absolutamente válido, y todavía más válido para las nuevas generaciones que lo que podía ser en otras épocas históricas, donde tenía una competencia mucho más intensa. Se han caído las principales propuestas que ha tenido el ser humano, y no se avizora una propuesta alternativa que las sustituya, cuando se observa que el cuadro existencial fundamental de las nuevas generaciones, judías y no judías, es un cuadro donde predomina una búsqueda desesperada de sentido de la existencia, donde predominan vacíos muy profundos, donde predomina la incomunicación, la soledad, la angustia, elementos de neurosis y, a través de múltiples formas, la incapacidad de vivir con calidad la vida.

Esto no es un slogan o una fantasía. Las observaciones científicas llevan a corroborar que si en los EE.UU. hay un significativo porcentaje de población drogadicta, que consumen 90% de las drogas que se consumen en el mundo entero, eso tiene que ver algo con la calidad de la vida en las sociedades contemporáneas y esto desde ya no se limita a ese país, sino que está extendido mucho más allá. Frente a la propuesta de «escaparse de la vida», está la propuesta judía, que es el de «entrarle» a la vida con alegría, a través de otros valores y por otros accesos completamente distintos a los tradicionales.

¿Qué supone esta propuesta entre sus aspectos centrales? Está escrito que hemos sido hechos «a imagen y semejanza de Dios», también que Dios implica centralmente los conceptos de amor y de justicia. Es una propuesta que comienza con el amor y con la justicia, y que los desarrolla por todas las vías. Una de ellas es la tzedaká.

Una noción que hoy orienta, a nivel de política, los trabajos de las Naciones Unidas y de otros organismos internacionales en el campo de la cooperación técnica, fue acuñada por un filósofo judío hace casi 1.000 años: Maimónides, quien explicó que hacer tzedaká, ayudar al prójimo, tiene ocho grados. El grado inferior atañe a aquél que da haciendo ver que da, y además da con desagrado, porque no le queda otro remedio. El grado superior de la tzedaká, lo practica aquél que da en forma anónima, y lo hace de un modo tal que está ayudando al otro a pararse sobre sus propios pies, a desarrollar sus capacidades. Esto hoy, en el lenguaje internacional, se llama «sustainability» («autosustentación»).

La política central de diversos organismos internacionales es ayudar a comunidades, pueblos, regiones, países, de modo tal que lleguen a una situación tal de autosustentación que no tengan que recurrir más a la ayuda externa. Eso fue acuñado por Maimónides a partir del judaísmo hace muchos siglos y orienta actualmente los esfuerzos de los organismos de cooperación internacionales.

El judaísmo cultiva el amor, cultiva la justicia, cultiva este tipo particular de relación, cultiva la libertad, y mucho más, y lo cultiva en la vida cotidiana; y esa es la diferencia central, en mi opinión, con otras propuestas que tienen contenidos humanos muy significativos.

Cultivar en la vida cotidiana, quiere decir que el judaísmo instruye, a través de la educación sistemática, a través de los miles de años de exploración, una y otra vez, de nuestros textos básicos, y a través de la transmisión de ello a las nuevas generaciones, que esto no es para lucirlo simplemente dos o tres veces por año, o para reclamarlo en las paredes, sino que es para practicarlo íntimamente, con los seres más cercanos de uno, con uno mismo, con su comunidad y con su pueblo, en la vida diaria.

El judaísmo ante todo es acción, trasladar todo esto a la vida cotidiana. De un modo maravilloso lo decía la cultura del shtetl cuando, por ejemplo, identificaba los conceptos de belleza y de espiritualidad.

En ídish se dice: «A sheiner man», es decir «Un hombre lindo». Un hombre lindo no quiere decir lo mismo en idish que en español. En idish eso no quiere significar la imagen de un astro de cine o de un cantante famoso, sino de un hombre lindo espiritualmente, interiormente. El concepto de belleza está asociado a este concepto de espiritualidad pura en el judaísmo.

Esta propuesta, con esta multiplicidad de aspectos, es nuestro instrumento para contestar, a fines del siglo veinte; pero no para contestar por vía de algunas estrategias tradicionales de sufrimiento, de convocatoria a los jóvenes bajo la argumentación de la presión, sino para contestar de otro modo. Uno de los maestros, a quien uno más respeta cada día más en la medida que vuelve a sus textos, Abraham Iehoshúa Heschel, señalaba en reflexiones que tienen más vigencia que nunca a fines del siglo XX, que el judaísmo no sólo es verdad, sino que es un placer. La respuesta es verdadera, pero además la propuesta es placentera, porque es una forma de vi vir la vida con muchísimas más posibilidades de desarrollar las potencialidades y con mucha más armonía interior. Y resaltaba que necesitamos judíos cuya vida sea un jardín y no un invernadero.

Estamos, desgraciadamente, a través de la trivialización, produciendo judíos «de invernadero» que no van a dar una gota más de creatividad, y he aquí que el judaísmo tiene toda la creatividad por delante, como la tiene el ser humano, de acuerdo a lo que dice el judaísmo. Cuando los judíos son jardín y no son invernadero, surgen ideas, surgen experiencias innovadoras, surgen maneras de abordar los problemas más difíciles.

Necesitamos ampliar cada vez más el jardín. Tengamos en cuenta una de las últimas advertencias del mismo Heschel.

Indicó que la situación, en definitiva, es la situación donde hay un tesoro incalculable, espiritual, que se fue acumulando durante milenios, que es el tesoro del judaísmo; la generación actual tiene la llave del tesoro, es la que tiene el acceso a abrir ese tesoro. ¿Qué va a pasar si la generación actual no es capaz de entregar la llave a las generaciones siguientes? Aunque el tesoro sea incalculable, puede perderse. Ahí está el desafío.