Coloquio

Edición Nº21 - Octubre 1989

Ed. Nº21: El movimiento Nacional Socialista

Por Mario Sznajder

Antisemitismo y movilización política en Chile en la década del treinta

En marzo de 1988, una docena de familiares y correligionarios de Jorge González Von Marées, el extinto jefe y fundador del Movimiento Nacional Socialista de Chile, se reunieron en el Cementerio General de Santiago, al cumplirse veintiséis años de su muerte1. En septiembre pasado se cumplieron cincuenta años de la fecha en que el MNS efectuó el golpe, conocido en la historia de Chile como la Matanza del Seguro Obrero, y pese a que tantos años han pasado, el aniversario de la muerte de “el Jefe” aún da lugar a una romería2.
El golpe nacista constituyó el cénit de la actividad de esta comunidad política que nunca descartó la violencia entre sus medios de acción3. Pero el golpe también señala el momento a partir del cual el MNS vuelca su apoyo a favor de Pedro Aguirre Cerda, candidato del Frente Popular, que es elegido presidente en las elecciones de octubre de 1938. Hasta el golpe, el MNS apoyaba la candidatura de Carlos Ibáñez del Campo, quien se vio obligado a retirarse de la contienda política a resultas de la actitud de sus partidarios nacistas que optaron por la vía violenta con la esperanza de desencadenar un golpe militar que terminara con la democracia liberal, personificada en la figura del León de Tarapacá, Arturo Alessandrí Palma y su candidato presidencial, Gustavo Rosa Santa María4.
Es así como este peculiar nacional socialismo criollo, teniendo que decidir entre sus enemigos de izquierda y de derecha, va a aliarse con el Frente Popular, y en contra de aquellos que considera como defensores de la oligarquía. Para González Von Marées, el 25 de octubre de 1938 no triunfó el Frente Popular, que según él constituía sólo “…una combinación táctica de partidos incorporada a la lucha política nacional por mandato expreso de la Internacional Comunista”, sino que triunfó “…el pueblo chileno… y gracias al sacrificio da loa mártires del Seguro, otra mística netamente chilena, extraída de cada una de las páginas de la historia nacional, logró imponerse sobre la mística importada y antinacional del frentismo”5.
Aquí el socialismo de los nacistas chilenos se enfrenta a lo que los comunistas de aquella época denominaban el fascismo rossista de la oligarquía y paralelamente encara, en su faceta nacionalista, a las ideologías basadas en el marxismo, de origen foráneo, que inspiran al Frente Popular. Para encuadrar el rol del antisemitismo dentro de la ideología del MNS, es necesario examinar primero el marco ideológico general de este movimiento dentro del contexto histórico en que actúa.
“El Estado liberal está en ruinas. La renovación política es antecedente necesario de la renovación económica y social6” . Los titulares de la primera página del semanario nacista chileno ‘Trabajo’, resumen parte de la posición ideológica del MNS, basándose en tres puntos: 1) antiliberalismo; 2) primado de la política y necesidad de cambio en sus estructuras; 3) necesidad de cambio y mejoramiento económico-social. En la primera asamblea nacista, celebrada en Santiago el 21 de junio de 1932, González Von Marées expone los puntos fundamentales sobre los que se basa la ideología del MNS7.
El nacismo chileno se establece en movimiento y no partido, ya que los partidos están ligados al sistema político liberal y excluyen la acción directa. Al ser movimiento y no partido, se adapta en forma dinámica a la realidad cambiante, alejándose de todo dogmatismo. El MNS pretende establecer una fuerza cívica de la cual emergerá una nueva concepción del Estado que armonice con las tendencias sociales, económicas e intelectuales modernas.
El nacismo debe ser un movimiento popular que abarque a todos los elementos sanos de la nación; las fuerzas creativas y productoras, empleados, obreros, industriales y profesionales encuentran lugar en sus filas, para trabajar por el bien común. Todo esto en oposición a los elementos sociales parasitarios, especialmente el capitalismo improductivo.
La verdadera naturaleza de la revolución nacista es moral, espiritualista, antirracionalista y antimaterialista. En síntesis, se trata de la negación de los principios políticos que estableció la Revolución Francesa. Sobre esta base, el MNS se enfrenta tanto al liberalismo como al socialismo marxista, proponiendo otro tipo de socialismo, un socialismo nacional. “Mientras el marxismo es sólo una prolongación «ad absurdo» del racionalismo y del materialismo liberal, el socialismo, de acuerdo con la nueva concepción que de él se impone hoy en el mundo, constituye, en su esencia, una rehabilitación de los valores espirituales permanentes de la humanidad”8. Aquí González Von Marées nos habla de fuerzas anímicas superiores, no condicionadas por la realidad económica. Para este tipo de socialismo, el individuo no es el sujeto fundamental de la vida. Por lo tanto, el bienestar individual per se no es la meta principal. El grupo social en el cual el individuo funciona, y del cual depende, es un todo orgánico, para cuyo mejoramiento moral y material deben actuar loe verdaderos socialistas, ajuicio del Jefe. Para el MNS el propósito real es mejorar la sociedad, la nación y no el individuo, o la clase social. Rechazando las bases teóricas del socialismo marxista, el MNS propone una alternativa: “Propusimos la colaboración de los grupos sociales en oposición absoluta a la teórica, odiosa y nefasta «lucha de clases» propagada por el marxismo internacional”9. Por otro lado, proponen reemplazar el interés privado y la ganancia como incentivos, con la “función social”. Esto implica un tipo de economía que, sin eliminar la propiedad privada -mientras cumpla con su función social- sirva a todos los sectores de la población, de acuerdo a principios establecidos por el Estado. Se trata de una economía que “sirve” a la sociedad, a la nación en el marco de la cual actúa; por lo tanto, la posesión de bienes es privada o pública de acuerdo al criterio de servicio. Aquellos bienes que mejor sirvan en manos privadas, serán privados; los otros serán públicos.
En este tipo de visión orgánica de la sociedad, el Estado se encuentra, por sobre todo, en una posición de control total. Para que este tipo de control sea efectivo, el organismo debe regirse en base a una férrea disciplina y una clara jerarquía. El elitismo que esto implica está relacionado también con la visión orgánica de la sociedad, según la cual cada parte del organismo cumple su función específica y así contribuye al bienestar general. Naturalmente, en la cúspide de esta élite debe encontrarse el líder, que encarna en su persona la esencia y práctica del movimiento. A nivel nacional, la figura del líder es fundamental para encarar los problemas que afectan al país. Así lo expresa Carlos Keller, ideólogo indiscutido del MNS: “Como siempre, la solución dependerá de que se encuentre una personalidad fuerte y consciente de su misión, un verdadero endemoniado, que logre reunir un grupo de individuos de elección, con cuya ayuda pueda realizar una labor eficiente”10.
En el plano político, el nacismo chileno, pese a su definición ideológica, rechaza toda solución de orden teórico relacionada con dogmas utópicos -clara referencia a la influencia del marxismo sobre la izquierda -y se inclina por una solución de orden práctico derivada de un análisis de las realidades socio- económicas-políticas de Chile. Keller usa la metáfora “sismología social”, que asocia la volcánica naturaleza de parte del país con la inestabilidad política de las décadas del veinte y el treinta, reflejadas en “cuartelazos, levantamientos y revoluciones”11. Según Keller, “la situación del país ya no se puede arreglar sola, se necesita para ello la intervención del Estado, es decir, de la colectividad organizada”12.
Tanto Keller como González Von Marées proponen el establecimiento de un sistema de gobierno basado en el modelo político impuesto en Chile por Diego Portales a través de la Constitución de 1833. A éste, agregan las diversas correcciones derivadas de los cambios socio-económicos que el país había sufrido en el siglo transcurrido desde entonces. Henos aquí frente a un modelo presidencialista, que resta autoridad al Parlamento y da preponderancia política a los sectores directamente envueltos en los procesos de producción. “Es muy probable que sea necesario limitar los votos a aquellos que tengan alguna responsabilidad para con la sociedad y adoptar un sistema que permita dar una representación genuina a aquellos que laboran nuestra riqueza”13. Se trata aquí de organizar a la sociedad sobre una base sindical y corporativa, teniendo las distintas ramas de la producción, representación política propia en el Parlamento, a través de la instauración de una cámara corporativa, paralela a una cámara política14.
El Jefe propone poner en práctica la no fácil tarea de reforma creando “…una mística de sacrificio y de solidaridad por la causa del resurgimiento nacional…”que reemplace a los apetitos individualistas y a la…deformación materialista del espíritu… provocadas en las capas superiores de la actividad por la acción corruptora del capitalismo y en las masas proletarias por la prédica envilecedora del marxismo“15.
Una revolución de carácter moral, corporativa, activista y voluntarista, antimaterialista y antirracionalista, antiliberal y antimarxista, elitista y liderada por un Jefe -austero, sobrio, valiente y carismático-, constituyen el ideal del MNS de Chile en los años treinta. Las influencias del fascismo europeo son notorias, pero no se puede afirmar que sólo se trata de un proceso de extrapolación de realidades políticas europeas a un escenario latinoamericano. Si nos adherimos a la definición de Sternhell de ideología fascista -como la combinación de socialismo nacional antimarxista y nacionalismo radical aplicados a una sociedad que estuviera realizando un proceso de integración socioeconómica de la masa, conducente a su posterior movilización política- veremos que el caso del MNS de Chile encuadra dentro de la definición16. La realidad chilena es muy diferente de la europea en aquella ¿poca y loe procesos de industrialización y modernización marchan a diferentes ritmos en Chile, pero el hecho que la crisis económica mundial tuvo un impacto devastador sobre la economía chilena, que los marcos políticos habían sido convulsionados entre 1924 y 1932, más el avance de las izquierdas, crearon en Chile un clima propicio al florecimiento y recepción de una ideología como la del MNS. Es así que en Chile se produce el enfrentamiento entre tres marcos ideológicos: el liberal-conservador por un lado, el socialista- comunista por otro y el nacionalista-fascista que se incorpora a la lucha política en la década del treinta.
 
Antisemitismo y movilización política
 
Las características ideológicas del MNS, siendo paralelas a las de los movimientos fascistas europeos contemporáneos a él, indican que el tipo de camino que los nacistas chilenos quieren llevar a cabo es de carácter revolucionario, moral y movilizador de masas. El enfrentamiento con las élites tradicionales se da en el total rechazo del estado liberal democrático. De este punto deriva el imperativo revolucionario. La movilización de masas, pese a la visión elitista básica del MNS, deriva tanto de sus concepciones sociales orgánicas como de la necesidad de enfrentarse al oponente revolucionario que moviliza a la masa, es decir, al socialismo marxista.
La alternativa que el MNS presenta es un socialismo espiritual que rechaza el colectivismo económico propugnado por Marx y Engels. “La primitiva fórmula histórico-económica del socialismo marxista ha sido superada por lo que podríamos denominar la concepción espiritual del socialismo, cuyos fundamentos filosóficos han sido proporcionados principalmente por el pensador máximo de este siglo, Oswald Spengler”17. La influencia del autor de “La Decadencia de Occidente lleva al Jefe del nacismo chileno a identificar al marxismo como la última etapa del liberalismo, en base al materialismo común a ambas doctrinas. Spengler había establecido una clara distinción entre los términos cultura y civilización, asociando alma y espíritu a la cultura y definiendo a la civilización como el estado más externo y artificial que el género humano puede lograr. Este estado de desarrollo se manifiesta a través de lo material, que acarrea paralelamente la pérdida del alma cultural y espiritual18. Influenciados por este tipo de elaboración intelectual, los nacistas chilenos declaran que ”basar la política y la vida en el materialismo histórico judaico, es reconocer, desde luego, la ruina de nuestra civilización, cuyo formidable pedestal es el espíritu“19. En este caso, la esencia materialista que el MNS atribuye al judaísmo, está ligada al peligro que este movimiento ve en el comunismo. En este tipo de visión, el judaísmo representa el tipo de valores materiales propios de la civilización y antitéticos a los valores morales y espirituales propios de la cultura.
El rechazo del materialismo, de la civilización -artificial y exterior, según esta visión- implica un rechazo automático de todo elemento que se asocie a ello. Es así que el judaísmo, visto por el MNS como esencia materialista y racionalista calculadora, es rechazado a priori.
Para los nacistas chilenos, las consecuencias políticas de lo antedicho son muy claras. El judaísmo, en el mundo, y también en Chile, está ligado a las doctrinas políticas materialistas y racionalistas, es decir al liberalismo democrático y capitalista y al socialismo marxista y colectivista. Esta visión encaja perfectamente con la visión antisemita, que ve frente a sí una conspiración judía mundial envolvente, que intenta controlar al mundo a través de las actividades de sus dos brazos: el financiero capitalista y el revolucionario comunista.
Para el MNS, el comunismo de origen soviético, está totalmente controlado por judíos. Según los nacistas chilenos, la conspiración judía capitalista financiaría ”…con el oro proveniente de sus repletas cajas…“ el asalto bolchevique20. El movimiento comunista soviético está, según el MNS, controlado casi totalmente por judíos, y como prueba se citan los nombres de Trotsky, Radek, Riasanoffy Kamenev, sin detenerse demasiado en la realidad comunista soviética de los años treinta. La conclusión, para los nacistas chilenos, es obvia: ”Claramente se observa que el comunismo es, lisa y llanamente, obra del malévolo y corruptor judaísmo internacional“21. Todo esto repercute sobre la realidad chilena ya que la ”conspiración“ alcanza los más remotos lugares y es así que ”Trabajo“ publica la noticia de la detención en Santiago de dos judíos polacos, comunistas, poseedores de una gran cantidad de propaganda marxista y de ”…dos máquinas para fabricar bombas“22. Recalcando el nexo conspiratorio judío y sus implicaciones para Chile, la noticia señala que en poder de los detenidos se encontró una tarjeta de don Abraham Schweitzer S., hermano del secretario general de la Presidencia de la República, Daniel Schweitzer S, que fue durante toda esa época blanco de los ataques del MNS, tanto por su asociación directa con el León de Tarapacá -Arturo Alessandri P.- como por el hecho de ser judío y nacido en Argentina.
Pero los judíos, según el MNS, encabezan también la punta de lanza capitalista de la ”conspiración“ y es así que, reflejando la propaganda alemana de la época, se señala que el control judío sobre las finanzas es tal, que en las cláusulas que rigen el funcionamiento de la Bolsa de Valores de Berlín se estipula que ”… se supriman las reuniones bursátiles durante las festividades judías siguientes: Año Nuevo Judío y Festividad de la Reconciliación“23. Los nacistas chilenos saben señalar que la conspiración funciona a todo nivel y que el medio de difusión y propaganda más moderno y más eficaz de la época también se encuentra en manos judías. Aquí, el MNS se refiere a la meca de la industria cinematográfica, Hollywood, donde los cinco principales estudios son dirigidos y controlados, desde el punto de vista económico, por judíos. Esto es, para los nacistas chilenos, no solo un síntoma del control y la penetración que llevan a cabo los judíos, dentro del marco conspiracional que se les atribuye, sino también un arma de propaganda visible, notoria, formidable y presente también en la realidad chilena24. El antisemitismo del MNS no era de tipo racial y tampoco podía serlo debido al lugar y las circunstancias en los cuales se desarrollaba y adquiría su forma exterior. Para el MNS, el judío representa una categoría social, con claras connotaciones políticas, a las cuales los nacistas chilenos se oponen. Es así que debemos encuadrar a este antisemitismo dentro de su verdadero carácter: conspiratorio ideológicamente, social desde el punto de vista analítico, movilizador en el plano político.
El MNS aclara ya en 1933, que su antisemitismo no es de carácter racial, en un artículo titulado ”El Movimiento Nacional Socialista y los Judíos“. Allí se sostiene que en Chile, en su calidad de país inmigratorio, no se puede imponer ningún tipo de ideal de raza pura25. En este artículo se da a entender que el MNS se opone a lo que considera como características clásicas de la idiosincrasia judía, naturalmente presentes en la mayoría de los inmigrantes de origen judío, ya que esta tipología, en general, ”…dedica su habilidad a explotar todas las fallas de nuestros sistemas económicos…“26. Aquí se proclama la necesidad de establecer criterios de inmigración selectivos que traigan a Chile inmigraciones como la alemana, cuyos miembros, debido a su honrada y laboriosidad, producen ”…inmensos beneficios a la colectividad nacional“27. Dentro de este tipo de esquema, cabe la posibilidad de integración individual, es decir, que el judío que se comporte -en términos nacistas- de una manera ”antijudía“, o sea adopte una idiosincrasia ajena a la que el MNS adjudica al judaísmo, entonces podría integrarse normalmente a la sociedad chilena, que necesita un tipo de inmigración ”…que nos venga a cooperar en la gran obra de hacer a nuestro país grande y feliz por el trabajo honrado y productivo“28. Este tipo de ideas constituyen el eco del pensamiento de Nicolás Palacios, que ya había mencionado las cualidades negativas de la ”raza israelita“, producto de una experiencia histórica plena de tribulaciones que convierte a los judíos en un pueblo caracterizado por la hipocresía, el egoísmo y la avaricia y, por sobre todo, incapaz de internalizar los conceptos de ”patria“ y ”nación“29. Palacios había asimilado preceptos evolucionistas preconizados por Spencer y las teorías sobre psicología social de Le Bon, cuya influencia sobre el desarrollo del pensamiento fascista ya ha si do señalada por Weber y Sternhell. En relación a las teorías de Palacios, el MNS, rechazando un racismo biológico imposible en un país inmigratorio, desarrolla teorías de identificación nacional y social, en base a su modelo ideológico antimaterialista y antirracionalista.
En Chile, en la década del treinta, la población judía no sobrepasaba en mucho las doce mil almas, habiendo en su mayoría inmigrado desde principios de siglo30. Aunque hada fines de la década la presión inmigratoria judía a Chile aumenta, hasta desembocar en el escándalo suscitado por la supuesta venta de visas chilenas a judíos europeos, se habla de una inmigración del orden de tres mil judíos por año31. Con esto queremos señalar que tanto la proporción, como la incidencia socio-económica de los judíos en Chile, en aquella época, sin ser nula, no era demasiado importante. Sin embargo, el MN S comienza a atacar a los judíos y a lo ‘judío”, en términos de idiosincrasia  y valores, desde el comienzo de su actividad política.
Sabemos que el fenómeno del antisemitismo en lugares donde la presencia judía es mínima o nula ya se ha producido con inusitada intensidad, por lo menos en dos casos recientes. En Polonia, en 1968, instigado por el entonces ministro del Interior, general Moczar, y en Japón, en los últimos años, en relación a la contienda comercial que enfrenta a este país con los Estados Unidos de Norteamérica. El caso de Chile es diferente, pero tiene en común con los antes mencionados el hecho de que los judíos estaban muy lejos de poder ejercer cualquier tipo de control sobre la política, la economía o la sociedad, en este caso la chilena de la época, y esto sin entrar en el debate sobre la validez de la utilización de los términos “judío”, “judíos” o “judaísmo” en los planos antes mencionados.
En Chile, como en todo país católico, existía un cierto nivel de antisemitismo cristiano tradicional, que se manifestaba en forma muy esporádica y nunca llegó a mayores. El MNS introduce los motivos antisemitas ya descriptos, con el objeto de lograr la movilización política necesaria para convertirse en una fuerza política de peso. El análisis ideológico del MNS lo lleva a enfrentarse con el imperialismo, que según los nacistas chilenos se presenta en Chile en sus dos facetas. El comunismo, como movimiento político de carácter internacionalista, es presentado como una amenaza para la sociedad y la nación chilena. La mejor manera de presentar al comunismo como doctrina ajena a Chile y sus objetivos nacionales, era describirlo como ligado a lo extranjero, y lo extranjero es el judío. Son aquellos inmigrantes de nombres extranjeros, nombres que suenan similares a los de los líderes de la Unión Soviética, quienes reavivando el eco del antisemitismo tradicional por el mero hecho de estar presentes en esa sociedad y en esa coyuntura, pueden ser útiles al nacismo criollo. Señala el MNS: “Los bolcheviques, que son quienes produjeron en Rusia la espantosa revolución que diezmó al pueblo ruso en la más salvaje masacre, fueron los judíos, y de esos mismos judíos que, antes de la revolución, habían formado la social democracia alemana”32. Aquí se asocia claramente el odio antijudío con el anticomunismo y el antisocialismo. O sea que el judío, en su calidad de ser materialista y racionalista, lleva, adonde quiera que vaya, potencial y prácticamente, la idea comunista. Pero no sólo el imperialismo internacionalista comunista significa un peligro para Chile, según los nacistas, sino que su análisis de las circunstancias económicas que vive el país, lo llevan a la conclusión de que el otro gran enemigo es el imperialismo económico que ya ha penetrado y ha logrado controlar las principales fuentes de riqueza del país. Se trata del imperialismo capitalista “…que ha transformado a Chile en un simple apéndice del sistema económico norteamericano…” y que, a través de su control, ha llevado a la economía chilena a una situación en la cual “…su dinamismo depende de la situación del mercado mundial en mayor grado que otros sistemas económicos”33. Ya hemos señalado el hecho que dentro de la teoría de la conspiración judía internacional, el movimiento de envolvimiento se hace a través de un brazo revolucionario marxista y a través de otro brazo liberal capitalista. Pero el MNS chileno no se contenta con declaraciones de índole general sobre el supuesto control financiero judío internacional sino que señala que la propia industria salitrera, tan importante para el desarrollo de Chile, “…agoniza bajo las garras del judaísmo internacional” -brazo liberal capitalista-, refiriéndose en este caso al control ejercido por la familia Guggenheim sobre las finanzas de esta industria34.
Es así que el judío sirve al nacismo chileno para presentar una imagen próxima y real de los peligros que acechan a Chile en su lucha por la existencia como nación. El antisemitismo es efectivo como elemento movilizador político, pues el judío, extranjero de nombre extranjero, que como inmigrante muchas veces poco domina el idioma, que no se ha integrado aún a la sociedad chilena y apenas ha comenzado a conocer sus costumbres, presenta una imagen fácilmente ligable a la del imperialista, soviético o norteamericano, físicamente ausentes en Chile, o por lo menos ausentes para la masa, que no frecuenta los círculos financieros ni diplomáticos de Santiago y que no tiene ninguna relación con los emisarios del Comintern. El antisemitismo es un concepto-puente entre la realidad diaria, en la cual el judío está presente físicamente, y el etéreo imperialismo internacional, sea de izquierda y de derecha, en el cual el judío está presente en forma mítica. Poco importa que la gran mayoría de losjudío8 que habían inmigrado a Chile en las década recientes no se ocupasen de política o de altas finanzas. Tampoco importa si la Unión Soviética, y también el Comintern, en los años treinta van siendo dominados por la figura de Stalin, o que la teoría marxista desplace a un lugar recóndito la identificación religiosa y nacional que singularizan al judío como tal. Tampoco importa, para el MNS, que los Guggenheim sean o no judíos, ni que la mayoría de los judíos en el mundo de aquella época pertenezcan a la clase media o a la clase obrera. Para el nacismo chileno, lo importante es la supuesta naturaleza materialista y racionalista de los judíos, fácilmente asociable a los modelos democrático-liberal y socialista-marxista rechazados por ellos, y la mera presencia de los judíos en Chile, lo cual da una base concreta al uso propagandístico del concepto-puente.
Así es que también en el caso del MNS chileno, el antisemitismo, que poco tiene en cuenta los hechos reales, cumple su función movilizadora y así “enmascarando las realidades, creando de todas partes un mal mítico, la campaña antisemita permite superar las fracturas sociales, los conflictos de intereses, las contradicciones ideológicas. Sólo el mito del Judío -generador del mal- permite elevar un puente sobre el abismo que separa al Antiguo Régimen de la Comuna y del Socialismo”35. Porque, según este tipo de antisemitismo, social, el judío, en su faz capitalista, es responsable por la miseria obrera, mientras que, en su faz socialista, es el inventor de la revolución que ha destruido las bases de una sociedad tranquila, basada en la armonía de clases36. Si a todo esto agregamos la necesidad que tenía el MNS de concretar frente a sus posibles reclutas políticos, la actualidad de ambos tipos de imperialismo, podemos comprender por qué en un país carente de tradición antisemita y con una exigua población judía, el antisemitismo, como mito político de movilización de masas, -por así decirlo, en los términos de George Sorel, se convierte en una realidad, en la década del treinta.
La visión fascista del primado de la política sobre la economía, una política controlada por una élite voluntarista y sobre ella, un líder carismático, una política de masas irracionales, una política basada en conceptos darwinianos sociales que definen la vida como un interminable conflicto, requiere que los enemigos sean definidos en términos claros. Aquí entra el antisemitismo a jugar su rol central pues, dentro del esquema irracional, es fácil y conveniente despertar en la masa el odio hacia el judío, transformando la desconfianza latente al extranjero -y el judío es doblemente extranjero, por su origen étnico y por su religión -en un instrumento de reclutamiento y canalización política. Así es como, en el caso del MNS, se produce la ecuación entre antisemitismo y antiimperialismo, cuyo resultado real debía ser el aumento de apoyo político al nacismo chileno. El antisemitismo sirve, en este caso, como punto de partida de la movilización política, basándose en el más bajo denominador común, que es el odio contra el extranjero débil que se encuentra cerca.
Aunque el antisemitismo del MNS de Chile no posea las características racistas basadas en el determinismo biológico que encontramos en la misma época en el NSDAP (Partido Nacional Socialista) alemán, no podemos concordar con Robertson cuando afirma que de todo lo antedicho y de la actitud general del MNS, no necesariamente se desprende una actitud hostil hacia los judíos. La identificación de lo judío con loe elementos que actúan en detrimento de Chile, es de por sí una acusación sumamente grave. El tipo de cualidades y actitudes que el nacismo chileno atribuye al judaísmo -sin definir nunca claramente cuál es el alcance del término- son totalmente negativas y no pueden generar sino hostilidad. La distinción entre civilización y cultura no es un mero entretenimiento intelectual sino que caracteriza, a través de Spengler y Móller van Bruck, a toda una línea de pensamiento relacionada con los orígenes intelectuales del Tercer Reich, en Alemania37. Ningún tipo de revisionismo histórico puede negar o marginar el rol del antisemitismo y su uso, en términos de propaganda y movilización política, con respecto al Movimiento Nacional Socialista de Chile, en la década del treinta.
 

(Ver “La inmigración judía a Chile durante 1929-1939”, por Moshé Net-Et, en ‘Coloquio“ N°7, pág. 73 – Nota de la Redacción.)

Notas

1 El Mercurio, 14/3/1988.
2 Más aún, el 17/3/1988 aparece en El Mercurio una carta firmada por Roberto y Rodrigo Allende González protestando por la forma “casi peyorativa” con que el cronista se refirió -el 14/3/1988- a los hechos de la vida de González Von Marócs, y recordando otros que enfatizan la parte positiva de su labor política.
3 No se trata sólo del violento golpe del 5/9/1938 sino del uso de grupos uniformados de choque y lucha callejera -Tropas Nacistas de Asalto, TNA- que se enfrentan a sus rivales políticos en repetidas oportunidades, a partir de 1933. Ver “Movimiento Nacional Socialista de Chile” en Cortés, L. y Fuentes, J., Diccionario Político de Chile, Santiago, Editorial Orbe, 1967, p.p. 331-335.
4 En qué medida Carlos Ibáñez del Campo fue partícipe de los preparativos del golpe, es tema de discusión, Ibáñez negó su participación. Ver Correa Prieto, L., El Presidente Ibáñez, La política y los políticos, Santiago, Editorial Orbe, 1962, p. 161. Por otro lado, el testimonio del auditor de guerra, Leónidas Bravo, indica claramente el previo conocimiento, por parte de Ibáñez, de los planes del golpe. Posteriores declaraciones de González Von Marées -La Hora, 25 y 31 de marzo de 1939- y de Cox, confirman la estrecha relación entre Ibáñez y el golpe. Ver Wurth Rojas, E., Ibáñez, caudillo enigmático, Santiago, Editorial del Pacífico, 1958, p.p. 203-214.
5 González Von Marócs, J, El Mal de Chile (Sus causas y remedios), Santiago, Talleres Grádeos Portales, 1940, p.p. 56-57.
6 Trabajo, 18/5/1933, p. 1.
7 González Von Marócs, J., El Movimiento Nacional Socialista de Chile, discurso pronunciado por el Jefe del MNS en la primera asamblea nacista celebrada en Santiago, el 21 de junio de 1932.
8 Idem, El Mal de Chile, p. 82.
9 Trabajo, 5/5/1933, p. 2.
10 Keller, C., Un País al Garete. Contribución a la Sismología Social de Chile, Santiago, Nascimcnto, 1932, p. 29.
11 Ibid., p. 5.
12 Ibid., p. 28.
13 Ibid., p. 31.
14 González Von Marócs, J., El Mal de Chile, p.p. 216-233.
15 Zeev Sternhell trata el problema do la ideología fascista en su artículo “Fascist Ideology”, Laqueur, W., cd., Fascism.AReader’s Guille, Middlcscx, Penguin, 1982, p.p. 326-406. En el mismo volumen en ol artículo “Fasciam and Populism in Latin America”, Alistair Hennesy Romero muy brevemente al MNS de Chile (p.p. 287-288).
16 González Von Marócs, J., El Mal de Chile, p.p. 77-78.
17 Sobre este punto ver Mossc, G.L., The Crisis of Germán Ideology, Inteüectual Origine oftht ThirdReich, N.Y., Schocken Books, 1984, p. 6y p. 283. También Hughes, HJS., Contciousness and Society. The Reorientation ofEuropean Social Thought, 1890- 1930, Sussex, The Harvester Press, 1986, p.p. 375-378.
18 “Nacismo y Civilización”, Trabajo, 6/7/1933, p. 2. Esto artículo editorial refloja superficialmente, aunquo con fidelidad, las ideas do Spengler.
19 Trabajo, 20/4/1933, p. 7.
20 Ibid.,
21 Trabajo, 13/4/1933, p. 8.
22 Trabajo, 27/4/1933, p. 8.
23 Trabajo, 4/6/1933, p. 8.
24 Trabajo, 28/10/1933.
25 Trabajo, 1/6/1933, p. 3.
26 Ibid.
27 Ibid.
28 Nicolás Palacios desarrolla una visión nacionalista chilena, ligada a la reacción intelectual antipositivista europea de finos del siglo XIX. Basándose en su experiencia en la Guerra del Pacífico, formula una teoría de miscigenación racial en la cual el “roto chileno”, heroico protagonista do aquella guerra, resulta ser el descendiente do la mezcla entre conquistadores españoles e indios araucanos. Estos antecedentes explicarían sus cualidades bélicas al proceder los españoles, en su gran mayoría, del norte de España y ser, por lo tanto, do origen gótico, es decir, germano. Por otro lado, los araucanos son los aguerridos indios que no se rindieron ante la conquista. Palados sostiene que la inmigración descontrolada, especialmente de elementos mercantiles, no integrables a la nación chilena -tal como él la desea- influye en forma destructiva sobre el futuro del país. Vea, Palacios, N., La Raza Chilena, libro escrito por un chileno para loe chilenos. Santiago, Editorial Chilena, 1918. También, Idem, “Decadencia del espíritu de la nacionalidad”, en Campos Menéndez, E. (compilador), Pensamiento Nacionalista. Santiago, Editorial Nacional Gabriela Mistral, 1974, p.p. 163-181.
29 Potashnik, M., Nacismo: National Socialism in Chile. 19321938, Los Angeles, University of California, Ph.D., inédito, p. 203. Esta tesis doctoral constituye una preñada fuente de información y análisis del nacismo chileno, aun cuando no se concuerdo con sus conclusiones.
30 “Ortega contestara á González Von Marées”, La Crítica, 1/12/1939, p. 1 y p. 16 y Trabajo, 30/11/1939, p. 1.
31 Trabajo, 20/4/1933, p. 7.
32 Keller, Un País al Garete, p. 39.
33 Trabajo, 27/7/1933, p.1.
34 Stornhell, Z., Maurice Darrés et le nationalisme franquía, Bruxelles, Editious Complexo, 1985, p. 243.
35 Ibid., p.241.
36 Robertson, E., El Nacismo Chileno, Santiago, Ediciones Nuestramérica, s.d. (1986), p. 28. El ejemplo de la actitud de González Von Marées frente al escándalo de la inmigración data de 1939 y en este caso hay que preguntarse si el ataque contra los funcionarios corruptos no tenía objetivos secundarios como, por ejemplo, eliminar también ose canal do inmigración.
37 Sobre este tema ver también, Mossc G.L., Germans and Jews, N.Y., Grosset and Dunlap, 1971, p. 119 y s.s.