Coloquio

Edición Nº24 - Octubre 1992

Ed. Nº24: Salomon Resnick, pionero de la cultura judía en Latinoamerica en lengua castellana

Por Rosa Perla Resnick

Presentación de don Salomón Resnick

El 27 de julio de 1946 dejaba de existir en Buenos Aires don Salomón Resnick, en la ciudad en la que vivió toda su vida y que lo vio florecer desde su primera juventud; la ciudad que siguió sus pasos por el camino ascendente en el campo de la literatura judía y latinoamericana, y que lo vio morir repentinamente, un día sábado que, según la tradición judía, es cuando el desaparecido es más santificado por Dios.

Y así fue: sabio, luchador, virtuoso, pionero y decidido, durante su corta vida de 52 años en nuestro mundo, vida valiosa y productiva, en que tanta labor intelectual difundió en el mundo de habla castellana para hacer conocer la esencia misma de la contribución judía a la civilización.

Con el correr del tiempo su obra parece agrandarse, embellecerse, perpetuarse en las nuevas generaciones del continente sudamericano. Pero no me corresponde a mí, su hija, elogiar su obra, pues como dice la Biblia en Proverbios, Cap. 27, 2:

«Deja que sean otros los que te alaben, no está bien que te alabes tú mismo.»

Por ello mismo, y para señalar los diferentes aspectos de su amplia, polifacética e intensa contribución a la cultura de la América Latina, mencionaré lo que destacadas figuras judías y no judías han dicho sobre D. Salomón Resnick y su obra, y lo haré de acuerdo a los siguientes aspectos: El judío cultural; el judaísta y el hispanista; el traductor; el escritor; el periodista; el conferenciante; el director de «Judaica»; el hombre de acción; el hombre y el amigo; el hombre de familia.1

Pero antes permítaseme dar algunos datos biográficos para ubicarlo en la perspectiva del tiempo y del espacio.

Salomón Resnick había nacido en 1894 en Rusia, en un hogar imbuido de sabiduría gentilicia, cuya actividad espiritual databa de generaciones y constituía como un acervo hereditario, adscripto o vinculado a la tradición familiar. En 1902, cuando no contaba sino ocho años de edad, sus padres con él y los demás hijos inmigraron a la Argentina y se radicaron en la campiña bonaerense, allá por Carlos Casares. Su nueva lengua materna, el castellano, en vez de desplazar como en tantos otros a la originaria, el idisch, vino a sumarse, por el contrario, a ésta. Resnick hablaba, escribía y pensaba tanto en idisch como en español, y su bilingüismo quedará como el rasgo más distintivo de su vida, de su personalidad y de su obra.

El judío cultural

Y así continuó a lo largo de su vida la senda que había iniciado en su juventud a través de la cultura judía, como fue comentado por el poeta Carlos M. Grünberg:

«El judaísmo es un sistema de valores, es una concepción del cosmos, es un estilo de vida, es una religión y una moral, un arte y una historia, una ciencia y una filosofía. Ser judío es hacerse, día tras día, más judío, asumiendo incesantemente nuestra cultura… Resnick fue un hombre así. Un judío cultural. Un judío, judío. Uno de los judíos más culturalmente judíos y más judaicamente judíos, más judío de su época y de su país».2

Y el mismo Resnick se autodefinió con las siguientes palabras:

«Yo soy argentino. Pero no puedo desligarme de la simpatía moral e intelectual por una cultura milenaria, interesante y fecunda, como la judía. Por eso me ocupo de introducirla en América. No creo en los privilegios de ninguna sangre, pero sí en la convivencia con todos los seres humanos.»

El judaísta y el hispanista

El Dr. Ricardo Latcham de la Universidad de Chile se refirió a Resnick en los siguientes términos:

«Su vida cultural abarcó a todo el continente americano. Hay que recalcar especialmente sobre la simbiosis que logró realizar entre las obras judías modernas y antiguas y los pensadores cristianos. Dio a conocer los escritores judíos bíblicos y también la literatura judeo-española…

«El valor de Resnick era insuperable cuando se trataba de tocar nuestra sensibilidad con cuadros del aporte judío a la cultura ibérica… Al hacerlo, divulgaba un patrimonio común a toda la humanidad, demostrando la universalidad de la cultura. Simultáneamente, revelaba la luminosa huella del pueblo judío en la evolución ibérica por conducto de su literatura… Creó en nosotros la añoranza por un glorioso pasado en el cual se enlazaba el canto de las sinagogas españolas con el «cante jondo»… Cuando Américo Castro estuvo en Chile y habló sobre cultura hebraica, me manifestó su gran admiración por Resnick.»

El traductor

En 1919, al dar a la estampa del libro «Los Cabalistas» de I.L. Peretz, inició Resnick la serie de los veinte libros de los clásicos y de los modernos del idisch, que durante más de un cuarto de siglo vertería al español con entusiasmo siempre renovado y con exactitud siempre creciente, con cuya sustancia judía corroboraría y fertilizaría, respectivamente, al judaísmo y al gentilismo hispánicos y con cuya ejemplar realización y con cuya fuerte sugestión abriría la senda y marcaría rumbos a una escuela de traductores de la que sería el maestro indisputado.

Muchos se han referido a su labor como traductor y nada mejor que citar lo que D. Alberto Gerchunoff dijera al respecto:
«No debemos confundir a Salomón Resnick con el traductor mecánico, para el cual las literaturas foráneas no son sólo más que un material que requiere su industria. Resnick se sentía antes que nada, en esa labor sistemática, animado por un soplo de escritor que siente la necesidad de mostrar a la gente la belleza cuya percepción ha de enriquecer su vida espiritual y ampliar su visión del mundo…

«Leemos los cuentos y los relatos traducidos por Resnick, de Peretz, de Scholem Asch, de Scholem Aleijem, las páginas de Mándele Mojer Sforim, los ensayos filosóficos o los tratados históricos de pensadores e historiadores judíos, con la conciencia de que nos acercamos a su dominio sin que el paso del idisch al español los hayan despojado de su tono original o disminuido en algo de su esencia propia, su fuerte contenido intrínseco.»

El escritor

En 1931 inició Resnick la serie de sus cuatro libros originales, que son modelo de seriedad informativa, de método expositivo, de independencia y madurez de juicio y de diafanidad idiomàtica.

«Resnick no sólo fue un escritor virtuoso», escribió el rabino I.M. Maguenzo, de Chile, «sino que logró, gracias a su viva emotividad, investigarla razón de su propia labor; presentábalos fenómenos históricos y literarios como entes infinitos y completos. Su labor consistía en penetrar en el interior de dichos fenómenos y estudiar sus elementos, en sus acciones y reacciones mutuas, es decir, en investigar las manifestaciones literarias e históricas de una época atendiendo a las condiciones especiales de su desarrollo. Sus monumentos de rica historia literaria como «Esquema de la Literatura Judía» y «Dos Formas de Nacionalismo Espiritual Judío» presentan una característica común a sus trabajos: la racionalización armónica en la cual el elemento histórico deviene de un curso lógico.»

El Profesor Cecil Roth escribió lo siguiente desde Oxford:

«En mi opinión D. Salomón Resnick ocupó una posición única dentro de la historia de las letras judías. Durante los siglos XVI, XVII surgió en Holanda, en Inglaterra y en otros países de Europa, una valiosa y riquísima producción literaria, escrita por judíos en lengua castellana e íntimamente unida con la antigua tradición del viejo Sefarad. En el siglo XIX se quebró dicha tradición. Don Salomón Resnick entregó su vida entera a la tarea de hacerla revivir brillantemente en los países de Sudamérica, hoy herederos de las antiguas tradiciones de los judíos de habla española. Su nombre habré de quedar en la historia como el de uno de los fundadores de la nueva tradición hispano-judía.»


El periodista

Su pasión por el periodismo como una forma dinámica y más vivida de llegar a la juventud de su época, se reveló con sus primeras colaboraciones en la revista mensual Juventud, publicando artículos, ensayos y traducciones. En 1916 colaboró desde Buenos Aires en el diario anarquista en idisch Arfceier Fraint, que se editaba en Londres bajo la dirección del famoso dirigente no judío Rodolfo Rocker. Escribió allí una serie de «Cartas sobre la Argentina bajo el seudónimo de «Feterl».

En 1917 empezó a publicar ensayos y traducciones en la inolvidable revista mensual Vida Nuestra. En 1918 fue uno de los fundadores, redactores y colaboradores del diario en idisch Di Presse de Buenos Aires. En 1923 fundó y hasta 1933 di rigió con D. León Kibrick el semanario Mundo Israelita, cuyas columnas nutrió de artículos y ensayos y cuya fisonomía y orientación contribuyó no poco a formar.

A los 30 años de su desaparición Mundo Israelita hizo el siguiente comentario:

 «… Sin duda alguna, la obra cumbre más notable y ennoblecedora de este espíritu que vio en el periodismo una vocación de genuina docencia, se condensó en la revista Judaica, nombre que señala una significante fase de madurez de la prensa judeo-argentina»3.

El conferenciante

Resnick no se conformaba solamente con la palabra escrita, sino que tenía la necesidad vital de comunicarse con el mundo judío y no judío a través de la expresión verbal, y por ello resonó su voz de elocuente expositor tanto en la Argentina como en todos los países de la América Latina.

«Salomón Resnick», comenta D. Lázaro Liacho, «fue un entero varón judío. Sabía exponer con la dialéctica propia del hombre de Israel: sabía narrar como lo hacen los criados en un hogar hebreo; juzgaba a los hombres con la agudeza de los educados en la lectura del Viejo Testamento; además, y esto como resultado de la influencia de los profetas —en quienes encontró sus maestros de pueblo, sus maestros en el estudio de la humanística, sus profesores de democracia— era implacable al juzgar la propia obra… Escucharle era un grato espectáculo de fina y profunda individualidad.» Y Da. Ana Albala-Levy, de Chile, agrega:

«Su oratoria, que era una fuente incontenible y profunda, se esparció por charlas y conferencias. Lo macizo de su caudalosa oratoria, tan rica de cultura general y del sentido universalista de la vida judía grabó, en la mente de aquellos que no lo eran, una definida claridad para desentrañar el alma antigua y anhelante del pueblo del Libro y de la Tierra y de la Esperanza.»

El director de «Judaica»

En 1933 fundó, y hasta su último día dirigió, la revista mensual Judaica. La llamó así por la voz latina «judaica», que significa «cosas judías». Alcanzó a publicar el N9 154 de ella, correspondiente a abril de 1946. Preparó, corrigió y ordenó la publicación del N9 155, dedicado íntegramente al pintor brasileño Lasar Segall, que no alcanzó a ver publicado, y que se dio a luz después de su muerte. La sostuvo durante trece años con tenacidad admirable, rayana en la abnegación y sólo explicable por la intensa pasión intelectual que lo ligaba a ella. No se limitó, ni mucho menos, a incorporarle artículos, ensayos y traducciones propias. La convirtió en la tribuna del pensamiento judío hispánico.

Efectivamente, en las páginas de Judaica los mejores escritores judíos y no judíos de todo el mundo y de todos los tiempos hallaron la más amplia tribuna para publicar sus trabajos, traducidos al español cuando éste no era su idioma nativo. Los ecos de los acontecimientos a la sazón contemporáneos, que hacían impacto en la vida judía, tanto de la América Latina como del Viejo Continente, quedaron reflejados con singular intensidad en las páginas de Judaica, a veces en tono polémico, pero siempre amistoso.

Una rápida mirada a la colección de Judaica nos presenta artículos sobre temas tan diversos como Sionismo, Medicina judía, la Medicina en la Biblia y el Talmud, Jasidismo, los falashas, Literatura, Filosofía, Historia, Filología, Folclore, y muchos otros relacionados con el acervo judío a través de los siglos.

Asimismo, Judaica publicó más de veinte números especiales totalmente dedicados a un sólo tema, como ser: Los Judíos de la América Latina, la Historia Judía, la Colonización Judía en la Argentina, la Nueva Cultura Hebrea en Palestina, la Cultura Sefaradí, IWO de Wilno, Scholem Aleijem, Raschi, Bialik, Maimónides en su octavo centenario, Yehuda Halevi, «El Nazareno» de Scholem Asch, todos los cuales llegaron a ser las más valiosas fuentes de consulta especializada en lengua castellana.

Al celebrarse el décimo aniversario de Judaica, Resnick escribía:

«Nuestra publicación, a pesar de su idiosincrasia específica, no está destinada solamente a la colectividad israelita, sino a todos los hombres cultos. Y esto lo comprobamos con legítima satisfacción tanto por los lectores no judíos con que contamos, como por nuestros colaboradores no judíos. Vemos en esta conjunción de fuerzas un símbolo de colaboración espiritual promisorio, un acercamiento destinado a rendir con el tiempo, muy buenos frutos. En la escala en que nos ha sido posible, hemos tratado de llegar a las esferas cultas no judías de América, no por medio del panegírico de la hipérbole, sino valiéndonos de estudios imparciales, de cuadros literarios reales. Estas páginas han estado siempre abiertas al debate sereno, cuando era preciso, orientado por un espíritu de absoluta tolerancia.»


Y don Alberto Gerchunoff comentaba:

«… En esa revista densa y varia hallaron la posibilidad de ahondar la vinculación judeo-continental escritores de todas las repúblicas de América. Durante trece años ha sido Judaica una tribuna prestigiosa y austera de la cultura judeo hispánica. En sus páginas se esclarecían obscuridades históricas, nociones curiosas de filología y ángulos remotos del antiguo pensamiento judío o hispano-judío. La obra que llevó a cabo Resnick en su revista, con su personal contribución, independiente de su tarea avasalladora de director, comporta un caudal enorme de inteligencia, de sabiduría, de insigne amor a las letras, de deseo valeroso de facilitar ese goce a la muchedumbre lectora.»


El poeta Lázaro Liacho se refirió a Judaica en los siguientes términos:

«Judaica fue la hija de su espíritu. Esa fue su preciada tarjeta de presentación en todos los países del continente. Con ella nos presentó ante Europa y desde allí ganó amigos y compañeros famosos, que se interesaron por conocer nuestro desenvolvimiento.» El escritor español Diego Abad de Santillán dijo:

«Envidiábamos la obra realizada desde las páginas de Judaica, ese incomparable archivo castellano de la cultura judía. Era algo que en otros aspectos nos hubiese agradado realizar, consagrando a una obra similar toda la vida y todos los afanes.»
Y    el novelista argentino D. Manuel Gálvez opinó:

«… No se imaginan ustedes con cuánto interés leí siempre Judaica. Esa revista y todas las publicaciones de Resnick han tenido un mérito que no es solamente cultural. Por ellas los argentinos hemos venido a enterarnos de lo que han sido y son los judíos y de cuánto este pueblo ha hecho. Conocer a los judíos en lo que valen es necesario, pues de otro modo se puede caer en la injusticia del antisemitismo.»

El poeta cubano Fernando G. Campoamor escribió desde su país:

«… La valija iba arracimándome los números de Judaica, cicerone que me paseó diez años por el espeso y sufrido peregrinaje del pueblo de Israel… A cuántos que no alcanzamos el idisch ni el hebreo nos llegó como un estado de gracia la semilla de Judaica en la fuerte lengua española. Si como antillano de esa isla debo a sus gentes judías el azúcar que nos trajeron de Madeira, a usted, bueno y laborioso Salomón Resnick, le debo el entendimiento cordial de su gran raza perseguida por las cruces de todas las inquisiciones.»

Y    desde Chile, el escritor José Santos González Vera señala:

«… No se conoce en español otra publicación que la iguale o que siquiera se le aproxime. Judaica es un archivo riquísimo de documentos sobre la historia judía, el pensamiento de sus grandes valores y la repercusión que este pueblo tenaz, endurecido por la incomprensión, ha tenido en la mente de los gentiles. Considero que Judaica ha orientado a muchos intelectuales indígenas respecto al valor del pueblo perseguido.»

Después de la muerte de Don Salomón Resnick su familia y sus amigos continuamos publicando Judaica por dos años más hasta fines de 1948, y en esos momentos fue cuando se estableció el Estado de Israel. La revista se hizo eco del gran milagro en la historia judía con artículos y notas de todos y de todas partes, elogiosos comentarios sobre la ineludible importancia de este magno acontecimiento y sobre la decisiva influencia del voto de los países latinoamericanos en las Naciones Unidas, que llevó a la partición de Palestina en 1947. Al celebrarse este evento el poeta y jurista Grünberg pronunció un discurso en el Luna Park de Buenos Aires, que se publicó luego en Judaica bajo el título de «Israel, la Argentina, y el embajador Toff, en donde, además de entonar loas al nuevo estado, destaca con cálida emoción la importante intervención de nuestro distinguido compatriota en la histórica resolución de las Naciones Unidas.

En su página editorial Judaica comenta al respecto:

«El renacimiento de Eretz Israel se lleva a término sin la cruz y con el apoyo del mundo cristiano. Renace libre de culpa, para asegurar una justicia universal. En su renacer están en juego las posibilidades de la civilización, porque este intento de unidad judía demostrará si es posible la unidad espiritual del mundo».4

Con anterioridad y firme en su identificación con la Palestina de entonces, Judaica publicó un número especial dedicado a la «Moderna Cultura Hebrea en Palestina», en ocasión de la visita del poeta hebreo Natán Bistritzky a la Argentina. En su Editorial, Salomón Resnick declara:

«Hemos restringido deliberadamente a nuestro siglo esta reseña, primero porque ese lapso corresponde al renacimiento de los anhelos nacionales judíos y con la obra de reconstrucción de Palestina, y, en segundo lugar, porque este período, precisamente, es el menos conocido por los lectores de habla española…»

«… La Universidad Hebrea en el campo científico y humanístico, la obra de escritores y artistas en el ámbito de la literatura, de la música y del teatro, el esfuerzo silencioso del magisterio en el campo de la enseñanza y, sobre todo, la acción del morador judío de Palestina, que va plasmando día a día el idioma hebreo, transformándolo en instrumento vivo y dúctil; todo eso está llamado a rendir con el tiempo resultados fecundos, en un pueblo que, en ningún momento de su vida histórica, por angustioso que haya sido, jamás ha olvidado el cultivo de su espíritu».5

Y para concluir con este tema, nada mejor que citar las palabras del Dr. Juan Marín, a la sazón embajador de Chile en China:
«Fui un voraz lector de esa revista de alto humanismo en la cual siempre encontré alimento espiritual y enriquecimiento intelectual. Resnick no necesita de homenajes materiales pues el mejor monumento a su memoria es Judaica, en cuyas páginas él puso lo mejor de su alma y de su inteligencia. Ese monumento vivo perdurará en la historia de las letras y la filosofía de Hispanoamérica.»

El hombre de acción

En 1913 llegó a la colonia Narcisse Leven, de La Pampa, donde ejerció el cargo de maestro de castellano en una de las escuelas de la Jewish Colonization Association. Fue director de la Biblioteca de la Colonia, donde bajo su guía se realizaban conferencias, veladas literarias y musicales, lecturas explicadas y debates.

En 1923, Salomón Resnick junto con un grupo de las personalidades de aquel momento, entre quienes se encontraban las más destacadas figuras de la colectividad, fundó la «Asociación Hebraica», hoy «Sociedad Hebraica Argentina». Entre los propósitos de la nueva entidad figuraba el de fundar una biblioteca especializada en temas judíos. Salomón Resnick, como primer director de la misma, tomó a su cargo la tarea de incorporar a ella las mejores joyas de la literatura judía, para poder ofrecer a los estudiosos las más valiosas obras de consulta sobre esos temas.

En 1924 ocupó el cargo de director de la Oficina de Prensa de la Jewish Colonization Association, dependiente de la central de París desde su fundación, en aquel año, hasta su supresión en 1928, con el aplauso de la dirección nacional de Francia y de la Argentina.

En 1929 propició la fundación del Colegio Secundario Israelita, cuya presidencia ocupó y donde dictó en castellano las cátedras de Sociología, Literatura Judeo-española y Literatura Idisch. Al dar el nombre de Alberto Einstein a dicho Instituto dijo Resnick que se rendía así «un homenaje justiciero al judío contemporáneo más ilustre que personifica un concepto integral del judaísmo, sin desviaciones ni exclusivismos sectarios.»

En 1936 al celebrarse en Buenos Aires el XIV Congreso Internacional del Pen Club, Resnick fue el compañero inseparable del poeta H. Leivick, a quien tradujo al castellano cuando hizo sus ponencias en idisch, presentando de esta manera el gran aporte de la literatura judía a las letras universales.

A partir de 1936 y durante varios años hizo varias giras por los países latinoamericanos, en representación del Instituto Científico Judío (I.W.O.), primero cuando tenía su sede en Wilno, y luego cuando pasó a Nueva York. Esas giras constituyeron un éxito pleno, tanto moral como material, al punto que en el último año de su vida fue nuevamente invitado por el I.W.O. para realizar otros viajes similares. Desde 1938 hasta 1940 presidió la filial argentina del Instituto Científico Judío con sede en Buenos Aires. En 1938, cuando llegó al país el célebre escritor y poeta judío M. Ravitch, organizó con él la Primera Exposición del Libro y Prensa Judíos de la Argentina. Su intensa y fervorosa labor llevó al I.W.O. a la posición que hoy ocupa.

Desde 1944 y hasta el día de su muerte dirigió Resnick el Departamento de Publicidad de la Oficina Latinoamericana del American Jewish Joint Distribution Committee, y en tal carácter publicó el boletín «Hechos y Cifras» y realizó importantes viajes continentales de organización y de propaganda. Recorrió los países de América para esclarecer la labor del Joint y para unir a sus hermanos en la ardua tarea de salvar a los judíos de la Europa desgarrada por la guerra.

El hombre y el amigo

El respeto y el afecto que Resnick inspiraba en sus amigos están reflejados en el siguiente párrafo de Lázaro Liacho:

«Salomón Resnick era un hombre hermoso. Me agradaba observar sus grandes y serenos ojos llenos de dulzura; seguir su mirada cálida; escrutar su pupila de asombro. Sus ojos irradiaban esa sugestiva belleza que se admira en las mujeres que están a la espera de un gran advenimiento: eran ojos inquisidores y a la vez ingenuos. Es que Resnick no dejó nunca de ser un espíritu a la espera de un advenimiento. Con esa tranquilidad de quien aguarda soluciones del mañana, él defendía su manera de ser ingenuo ante la vida, porque la experimentaba como una forma heroica en lo cotidiano. Me confortaba escucharlo en sus apartes íntimos, durante conversaciones amigables, por la fluyente cordialidad de su discurso; me acogía a la dulcedumbre de sus pausas expresivas; sentía el agudo y tibio acento de su tono didáctico; me dejaba llevar por su gráfico humorismo —que sus manos retrataban en vuelo evocador de sugestiones— y me reía con placentera satisfacción, debido al tierno encanto con que animaba la figura de sus muchos improvisados amigos, que le acogían en sus viajes y le confiaban los pequeños secretos y diferencias en que se debatían. Yo gustaba ese zumo de madurez que Resnick desbordaba en el relato de los diálogos y situaciones de que fuera testigo, parte, mediador y crítico, y que siempre refería con chispeante, sutil y benévola recreación.»


A lo que el escritor y poeta chileno Luis Durand agrega:

«…Salomón Resnick tenía alma de apóstol. No era el fanático que reniega de todo lo que no se asimila a su credo y a su manera de ver, lo que es el derecho y la justicia a que es acreedor cada hombre. Era apóstol porque desde su pensamiento brotaba como un manantial cada vez más transparente el agua lustral de su sueño. De un sueño que era en él, cada vez más fuerte, cada vez más joven, cada vez más bello. Bello y grande como son todas las ambiciones de los hombres cuando están destinados a servir a la humanidad, cuando tienden a crear la armonía total y luchan por hacer desaparecer los prejuicios de raza que rebajan la condición humana…»

«… Recuerdo ahora la presencia de Salomón Resnick. Lo conocí una noche en una comida que se le ofrecía, aquí en este Santiago del Nuevo Extremo. Yo no le conocía y esa noche, cuando conversábamos, pude, apreciar su simpatía humana, pude apreciar su mentalidad vigorosa que, al expresar su pensamiento, hacía más intensa la luz de sus ojos y más despejada su frente de soñador que no sabía de otras alegrías que las de persistir en su aspiración suprema.»


El hombre de familia

Permítaseme agregar desde un punto de vista puramente personal que la devoción de Salomón Resnick a los suyos fue admirable y que junto a mi madre y a mi hermano Moisés formábamos una encantadora familia.

Muchos han recordado el profundo afecto y el inseparable compañerismo entre mis padres, así como la firme solidaridad y el apoyo inquebrantable de mi madre a su labor. Como dijo D. Máximo Yagupsky al despedir sus restos en el cementerio de Liniers, a principios de diciembre de 1981:

«Sí, usted fue, en verdad una encarnación viva de la frase inolvidable del Cantar de los Cantares, del «Shir Hashirim», cuando declara sin ambages ni timideces: «Yo soy para mi amado y mi amado es para mí». Y recuerdo, para jamás olvidarlo, que cuando agradecí personalmente a Resnick el habernos dado a conocer el relato de Ash titulado «Una hija de Israel», él, sin titubeos ni circunloquios, me confesó: lo he traducido en homenaje a mi mujer que es ejemplo excepcional de madre, esposa y amiga.»

Mi hermano, que era apenas un niño cuando nuestro padre dejó de existir, siempre cautivado por las matemáticas y hoy prestigioso ingeniero, además de inspirarle el gran amor del hijo varón, lograba despertar en él su interés por aquellos temas, y al pasear por los parques de Buenos Aires iban creando juntos todo tipo de nuevos proyectos.

Y en mi memoria perduran hoy con clara nitidez sus interesantes comentarios sobre los temas de mis estudios en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires cuando analizábamos, por ejemplo, el aspecto judío del poema «Judith» de Lope de Vega, o del «Mercader de Venecia» de Shakespeare, o las luchas de los judíos en la España medieval, o la producción de Yehuda Halevi. Fue mi guía y mentor espiritual a lo largo de toda mi vida.

Y hoy, a los 42 años de su muerte al redactar estas líneas, siento que su dedicación a «Judaica», a las «cosas judías», se proyecta también a mis hijos, quienes al sentirse identificados con la tradición y los valores judaicos que su inolvidable abuelo tanto amó, están inmersos en ellos y en su continuidad.

Epílogo/Ultílogo

Como permanente homenaje a su memoria queda el legado de todos sus libros originales, traducciones y la colección de Judaica, que están alineados en muchas bibliotecas públicas y privadas, judías y no judías, de las tres Américas, de Europa y de Israel.

Su propia biblioteca, tan rica en tesoros judíos y universales, que donamos a la Universidad de Tel Aviv, es el más elocuente símbolo de su presencia vital en los anales de la cultura judía y en la Tierra de Israel.
Sirva este trabajo como humilde recordación filial a su memoria, recordación de la que seguramente también participa esta nueva generación de estudiosos judíos latinoamericanos, interesados en la temática judaica, que fue siempre la pasión de la vida de Resnick y de cuya labor esta Conferencia es una hermosa y promisoria realidad.

Junto a Lee Friedmann, destacado jurista e historiador de la Universidad de Harvard, Cambridge, Massachusetts,
«… devotamente, con el espíritu de nuestro antiguo Kadish, inclinemos nuestras cabezas agradecidas y roguemos al Todopoderoso que los seres de nuestra generación sean inspirados y guiados por el corazón y la acción de Salomón Resnick. Amén.»


Citas

1 Todas las citas de este trabajo provienen del #156 de Judaica, Junio 1947, publicado como homenaje a la memoria do Don Salomón Resnick en el primer aniversario de su desaparición, con excepción de las que a continuación se detallan:
2 Grünberg, Carlos M., Judaica, #167/168. Junio-Julio 1948.
3 Mundo Israelita, 24 de julio de 1976.
4 Judaica, #162/163, Enero-Febrero 1948.
5 Judaica, #116/117, Febrero-Marzo 1943.
(Ver «Salomón Resnick, escritor idishista en español», por Adolfo Dujovich, «Coloquio» N514, pág. 109)