Coloquio

Edición Nº7 - Mayo 2011

Ed. Nº7: Comité Internacional de Enlace Católico - Judío

Por David Rosen

Una Retrospectiva de Cuarenta Años

El Cardenal Augusto Bea recuerda en «La Iglesia y los judíos» (Londres, Chapman, 1986) como el 18 de septiembre de 1996, el Papa Juan XXII comisionó a la recién creada Secretaría para la Unidad Cristiana, la labor de afrontar la relación con los judíos.

Como señaló el Cardenal Jorge Mejía («la creación y el trabajo de la Comisión para las Relaciones Religiosas con los Judíos», en «La Iglesia católica y los judíos», ed. Cunninghan, Hofman y Siervers; Fordham University Press, 2007), a partir de ese momento, las relaciones con el judaísmo fueron tratadas por la Iglesia Católica como con ninguna otra religión. Dejar la responsabilidad de las relaciones con los judíos bajo la misma autoridad encargada de las relaciones con el resto del mundo cristiano afirmó la relación única de la Iglesia con el judaísmo como algo diferente y aislado de las relaciones con otras religiones, a pesar de la estructura y la orientación de la declaración de Nostra Aetate.

La Oficina de Relaciones católico-judías, en la Secretaría para la Unidad Cristiana establecida en 1974 por la Comisión de la Santa Sede para las relaciones religiosas con los judíos, y presidida por el Cardenal Johannes Willebrands,  buscaba un organismo judío representativo (compitiendo por un reconocimiento para el nuevo diálogo emergente entre la Iglesia y los judíos) e igualmente representaría legítimamente la diversidad de judaísmo contemporáneo.

De hecho el establecimiento de una agencia de protección para preservar las diferentes organizaciones judías en conjunto como figura del Comité Judío Internacional para Consultas interreligiosas, fue sin duda uno de los milagros más trascendentales iniciados por la Iglesia Católica en tiempos modernos.

Al inicio de la reunión que dio lugar a la formación del Comité Internacional de Enlace Católico-Judío IJCIC, por sus siglas en ingles, fue representado y conformado por solo cinco delegados, incluyendo personas importantes como Gerhart Riegner, Marc Tannenbaum y Henry Siegman (siendo éste último el único participante de esta reunión con vida hoy).

Dicha Reunión en Roma produjo un comunicado histórico de entendimiento emitido el 23 de diciembre de 1970, con un preámbulo que bien podría tener dificultades si fuera llevado hoy al IJCIC para su aprobación, declara:

«En la relación entre católicos y judíos la preocupación está fundamentada en la religión, extendida en general a la complejidad de la gente dondequiera que vivan. Por tanto, un modelo de desarrollo práctico de esta relación debe estar basado en una estructura que tenga como premisa la fe religiosa. Debe estar organizada para respetar absolutamente la integridad de ambos credos y encuentre su justificación en una responsabilidad compartida en la fe bíblica del uno al otro y hacia el mundo».

El comunicado identificó una de las mayores inquietudes, como lo es la lucha del antisemitismo a través de la eliminación de material educativo y litúrgico, algo ofensivo e inadecuado a las enseñanzas de Nostra Aetate; y esto compromete a ambas partes a promover un mutuo entendimiento, en particular a través de la educación.

En este sentido, el comunicado hace un llamado de atención especial que debe darse de tal forma que la relación entre comunidades religiosas, la gente y la tierra, sean concebidas en las tradiciones judías y cristianas respectivamente.

Adicionalmente, el comunicado declaró que el fundamento del ILC ha de ser fomento de justicia y paz en el mundo, así como de libertad y dignidad; de lucha contra la pobreza, el racismo y todas las formas de discriminación: la protección de los derechos humanos, tanto de individuo como grupos y, en particular el fomento y salvaguardia de la libertad religiosa.

El ILC también se centró en «la manera en la cual el Judaísmo y el Cristianismo, como comunidades que derivan de la fe bíblica en un Dios como Creador, preocupados por la suerte de este mundo y el poder enfrentar juntos los problemas que aquejan a la religión en la edad moderna». El comunicado sugiere que podrían llevarse a cabo posteriores etapas de estudio del patrimonio común de los judíos y cristianos, con el fin de suscitar la comprensión de unos a otros y su responsabilidad común ante la humanidad y el mundo.

No menos importante, el comunicado declaró que el propósito del ILC fue también dirigir las relaciones del Cristianismo con otras religiones del mundo, especialmente el Islam.

La reunión previa del ILC pidió hacer convocatorias anuales, con el propósito de fomentar intercambios mutuos entre las dos creencias y exhortar al intercambio de información y promoción de cooperación en áreas de interés común y responsabilidad. Dichas reuniones anuales continuaron hasta el año 1985, pero a partir de 1990 se han celebrado cada dos años.

En consecuencia, la primera reunión del ILC, tuvo lugar en París en 1971, un año después de la reunión previa.

Inicialmente algunas de las metas del comunicado de entendimiento se llevaron a cabo con fuerza. A pesar de que el comunicado no mencionó el Estado de Israel como tal, la tarea de explorar «la forma en la cual la relación entre comunidades religiosas y la tierra son concebidas» en las respectivas tradiciones, fue la base de la primera y fundamental temática de la discusión en el ILC, llevada a cabo en Marseilles en 1972 y Antwerp en 1973. Éstas establecen la etapa del constante y permanente llamado del IJCIC ante la Santa Sede a través del ILC, para el reconocimiento oficial del Estado de Israel y el establecimiento de relaciones diplomáticas bilaterales.

Del mismo modo, las responsabilidades educativas fueron tratadas en Madrid en 1978; en Regensburg, 1979; en Ciudad del Vaticano, 1998; y en Nueva York, 2001.

Mientras que la lucha antisemita fue un tema constante, ésta tomó un tiempo antes que el ILC lo tratara oficialmente, lo cual se hizo ampliamente dramático en el año 1990 en Praga. La observación del Cardenal Edward Cassidy sobre el hecho que «el antisemitismo ha encontrado un lugar en el pensamiento cristiano y la practica requiere de un acto de arrepentimiento (teshuvah) y reconciliación por nuestra parte…» no fue contenida solo en la declaración conclusiva de la 13a ILC, sino que fue repetida también por el Papa Juan Pablo II, cuando recibió a los delegados del ILC un año después en Roma para una reunión celebrada en el 25to aniversario de Nostra Aetate. (Sin embargo, curiosamente esta frase dicha por Juan Pablo II, fue omitida en la publicación oficial del texto de las declaraciones del Papa). El tema del antisemitismo continuó en la reunión de 1994 en Jerusalén; y por supuesto, se destacó significativamente también en el ILC de 1998 en Roma, reunión que se llevó a cabo una semana después de la promulgación del «Yo recuerdo – Una reflexión en el Holocausto (Shoah)».

Los temas que surgieron desde un legado ético compartido y una responsabilidad moral. Fueron tratados a lo largo de los años incluyendo la libertad religiosa; los desafíos del secularismo; la santidad de la vida; los derechos humanos; la juventud y la fe. El ILC también discutió y publicó documentos conjuntos sobre el medio ambiente, la familia, lugares santos y educación.

Sin embargo, una nueva etapa se desarrolló en las reuniones del 2004 y 2006, en las cuales los temas éticos no solo fueron tratados conceptualmente, sino que fueron llevados a una nueva dimensión de cooperación conjunta. En el 2004, en la reunión de Buenos Aires en Tzedek y Tzedakah, y en la reunión de Ciudad del Cabo en la dignificación de la Imagen Divina, centrada en la salud y en el desafío del HIV/SIDA; los Servicios de judíos, los filántropos católicos y los servicios sociales fueron agrupados para conformar una organización más amplia que la suma de sus diferentes partes y cooperar para hacer frente a la crisis financiera en la antigua América Latina, y últimamente, los retos derivados de la pandemia del SIDA.

Como hecho interesante, casi cuarenta años antes se tuvo en cuenta la sugerencia del comunicado de entendimiento de 1970 donde el ILC se pronuncia sobre las relaciones judías y cristianas con otras religiones, especialmente el Islam. La reunión trilateral en Sevilla, en diciembre de 2009 instaurada en conjunto por el ILC y el Pontificio Consejo para los diálogos interreligiosos, fue el primer paso en esta dirección.

Una dimensión fundamental de la relación entre judíos y cristianos, que no fue específicamente tratada en el comunicado de entendimiento, pero si valientemente confrontada en la ILC de 1997, fue el tema de la Misión y el testimonio. Es decir, si la Iglesia debe hacer proselitismo entre los judíos.

El uso de la intervención editorial después de los hechos a los que me he referido, reflejando algo de tensión en los mismos pasillos del Vaticano ya era evidente a raíz de esta reunión. El difunto Dr. Geoffrey Wigoder, ex presidente del JCIC señaló que la presentación notable del Profesor Tommaso Frederici había sido apoyada por el Cardenal Willebrands. No obstante, el balance final de Fredericci de una relación de alianza con Dios, una posición reiterada posteriormente por el tercer presidente de la Comisión de la Santa Sede, la conclusión lógica de Nostra Aetate debe ser la de rechazar cualquier intento de llamamiento a los Judíos a aceptar la fe Cristiana, ya que ellos ya tenían relaciones religiosas con ellos y el Cardenal Walter – fue omitido de la publicación oficial del Vaticano en el texto de Fredericci.

Como sabemos, este tema del significado exacto de Nostra Aetate para la cristología, sin hablar de la comprensión de la alianza divina con los judíos en sí, continua siendo un debate esencial en la Iglesia, naturalmente teniendo un profundo soporte en la relación bilateral. En efecto, ha sido relacionado a un número de hechos que han preocupado al ILC a lo largo de los años, no menos importante y más recientemente en el tema de la oración para los judíos en la Tridentina Liturgia Latina para el triduo pascual.

Esto entonces trae consigo algunas controversias y dificultades tanto en la relación bilateral como en nuestros respectivos organismos que han desafiado el ILC en los últimos años. El más polémico de estos sorpresivamente no ha sido relacionado directa o indirectamente al Holocausto (Shoah) en el periodo de la Segunda Guerra Mundial.

No los examinaré todos, pero si no me equivoco, ha habido dos periodos particularmente difíciles, a finales de 1980 y 1990.

Podría decirse que la principal fuente de tensión a finales de los ochenta surgió de la creación del convento Carmelita en Auschwitz y sus reacciones al respecto, agravado por la acogida papal de Kurt Waldheim. Las consecuencias de dichas tensiones fueron tanto una pausa en las reuniones del ILC, como el compromiso del Papa para producir un documento sobre la Iglesia y el holocausto (Shoa).

Sin embargo, estos hechos y la pregunta sobre cómo dirigirlos de la manera más apropiada también generó tensiones en el IJCIC. Esto agudizó lo que algunos miembros sentían, que eran innecesarias las restricciones aplicadas por los Estados Unidos. Miembros ortodoxos al alcance de las deliberaciones del ILC.

Como resultado, dos de los principales miembros del IJCIC – AJC y ADL, renunciaron al organismo en 1989, y en conjunto con el Congreso Judío Americano, conformaron el Consejo Internacional para la Relaciones Interreligiosas, el cual declaró su intención de asociarse a la Santa Sede para tratar todos los asuntos de interés mutuo y de manera respetuosa, así como continuar un diálogo teológico formal.

Fue un signo de la posición del Dr. Gerhart Riegner en Roma, que él y podría decirse que solo él, fue capaz de persuadir a la Comisión de la Santa Sede a abandonar su intención de trabajar con este nuevo organismo y afirmar que el IJCIC fue y seguirá siendo el único asociado judío oficial del Vaticano. Lo que finalmente conduce el retorno al IJCIC de AJC y ADL.

La eventual intervención del Papa en el controvertido convento Carmelita, condujo a esta controversia y el ILC trató de superar las consecuencias negativas y mal entendidos en el inicio de la primera misión en 1991, específicamente en el centro y oriente de Europa, Polonia, Checoslovaquia y Hungría para reunirse con los dirigentes tanto de las comunidades católicas como judías. Las reuniones en Polonia incluyeron un memorial de la visita a Auschwirz/Birkenau.

No obstante, esta visita no nació simplemente del deseo de reparar los vínculos deteriorados, sino por algo más que un reconocimiento destacado por los asuntos del convento Carmelita, de la ignorancia generalizada en el centro y oriente de Europa del trabajo del ILC y los logros en la reconciliación católico-judía a lo largo de décadas anteriores.

Fue esta misma inquietud la que llevó a la Comisión de la Santa Sede para las Relaciones con los Judíos, a proponer la conmemoración del vigésimo aniversario del ILC en Budapest – Hungría, en el 2008, percibiendo una necesidad de revigorizar las relaciones católico-judías en Europa Central y oriental.

La segunda pausa en los años 80 fue atribuida al Cardenal Cassidy, el entonces presidente de la Comisión de la Santa Sede para las Relaciones con los Judíos – la cual describió como «una intensa campaña de graves acusaciones contra Pio XII», que él identifico como precedentes dentro del Congreso Judío Mundial y la determinación del método del IJCIC, descrito como «agresivo». La canonización de Edith Stein en 1998, empeora aún más la crisis. La renuencia del vaticano a cooperar con la organización es vista como una confrontación que tuvo un impacto inevitable, y a finales de 1998, el Cardenal Cassidy informó el cese de las relación bilateral con el IJCIC, declarándolas inexistentes.

No obstante, el IJCIC fue reconstituido en noviembre de 2000 (en la actualidad una organización de 12 miembros a raíz de la disolución de la Sinagoga del Consejo de América años anteriores, y bajo el liderazgo de Seymour Reich (quien años anteriores también había estado como presidente), se buscó una manera de salir de esta polémica crisis con la Santa Sede, a través del establecimiento de una Comisión Histórica Internacional Católico-Judía en conjunto con la CRRJ. Esta prometedora iniciativa que tuvo un buen comienzo, terminó con la disolución y hostilidad, con acusaciones y contra acusaciones. Haciéndose evidentes expectativas que finalmente no pudieron ser cumplidas. Mientras se centraban en los aspectos técnicos para acceder a los archivos secretos del Vaticano, probablemente reflejaron las diferencias insalvables en relación con las percepciones sobre el periodo del Holocausto. Sin embargo, el ILC sobrevivió a esta crisis.

Por supuesto, la esencia de esta controversia mantiene y conserva su combustibilidad debido a la relación bilateral y el futuro del propio ILC. Mientras el IJCIC pide la apertura de acceso académico a los archivos secretos de la Santa Sede en el periodo del Holocausto y el consuelo dado por Roma en última instancia, es que esto será posible próximamente. Sin embargo, parece claro para mí que esta temática seguirá siendo la única en la cual se mantienen diferentes perspectivas de cada lado y lo mejor que se logrará, es estar o no de acuerdo.

Mientras tanto, en los años noventa, otros dramáticos acontecimientos en las relaciones católico-judías, afectaron fundamentalmente el rol del IJCIC generando un impacto inevitable en el ILC.

Mientras que el IJCIC y el CRRJ, conservan el comunicado de entendimiento original, se ha percibido el desafío de la lucha contra el antisemitismo como la existencia del mandato del ILC. El IJCIC ve el compromiso de respeto mutuo difícilmente relacionado al Estado de Israel y lo vio como su responsabilidad de dirigir el llamado al establecimiento de las relaciones internacionales entre la Santa Sede y el Estado de Israel,  usando, como ya mencioné, las reuniones del ILC como plataforma para este llamamiento. Mientras el CRRJ reiteró que este asunto estaba fuera de la competencia. Es decir, es un mandato; no obstante acordó en su debido momento, incluir este llamado en declaraciones finales.

Las negociaciones entre la Santa Sede y el Estado de Israel luego de la Conferencia de Paz de Madrid en 1991, y la eventual firma del Acuerdo Fundamental entre los dos a finales de 1993, dio paso a relaciones bilaterales plenas, se eliminó el tema de la agenda del ILC, y naturalmente significó que ya no había ninguna necesidad para que el IJCIC continuara con este rol como defensor del Estado de Israel, ya que no podría hacerlo por sí mismo. No obstante, el hecho de que el Acuerdo Fundamental incluyera un compromiso conjunto de la Santa Sede y el Estado de Israel para trabajar juntos y luchar contra el antisemitismo y otras formas de racismo e intolerancia, así como la promoción de mutuo entendimiento entre naciones, respeto a la vida y dignidad humanas, y al desarrollo de resoluciones pacíficas al conflicto; significó que esta relación bilateral invadiera áreas definidas por el ILC como de su propio ámbito y mandato.

Además, con la visita histórica del Papa Juan Pablo II a Israel como parte de su peregrinación en el año 2000, visita realizada gracias al establecimiento de relaciones bilaterales plenas, se inició un diálogo formal de la Santa Sede con el Máximo Rabinato de Israel, la cual fue también orientada por el Vaticano bajo el auspicio de la Comisión Pontificia para las relaciones religiosas con los Judíos.

Este no es el momento para insistir en la importancia, limitaciones, fortalezas y debilidades de esta comisión bilateral que he analizado en otra ocasión. Sin embargo, a pesar de los gustos y disgustos de la gente, no hay duda de que no son solo las valiosas relaciones entre los miembros, sino conservar esta comisión bilateral en muy alta estima por parte del Vaticano (como se refleja en los discursos del Papa Benedicto XVI durante su visita papal a Israel en el 2009 y en su visita a la Sinagoga de Roma el año siguiente). Además, esta comisión bilateral ha demostrado ser el canal más valioso para la comunicación y soporte como se manifestó particularmente en las aclaraciones tanto sobre la Misa en latín como la crisis transitoria en las relaciones con el Vaticano sobre el asunto con el Obispo Williamson y la Sociedad de San Pío X.

Adicionalmente, la visita del Papa Juan Pablo II a Jerusalén, destacó la notable contribución de su pontificado enfrentando el mal y el desafío del renaciente Antisemitismo. Aparte del nombramiento de tal intolerancia como «un pecado contra Dios y el hombre», su liturgia de la búsqueda del perdón que se ha convertido en algo ampliamente conocido como un resultado de su oración en el Kotel (Muro de los Lamentos) durante su peregrinación a Tierra Santa. Ambos enriquecieron el compromiso de la Santa Sede en la lucha contra el Antisemitismo, de manera más profunda en la estructura de la Iglesia y evidentemente en el mundo en general.

Todo esto significa que algunos aspectos destacados de la orientación del ILC (y en especial para el IJCIC), han perdido su relevancia en mayor o menor medida.

Esto ha hecho del campo de la cooperación ética social, la expansión del compromiso con otras comunidades de fe; y el desarrollo emergente del liderazgo judío y católico con su integración en el ILC, que comenzó en Budapest en el 2008, conduciendo a la Reunión de Castelgondolfo en junio de 2009 y prosiguiendo hoy aquí en Paris; aún de mayor importancia la especialidad del ILC, que continua como un testimonio notable de la bienaventurada transformación en nuestros tiempos de relaciones entre la Iglesia Católica y el pueblo Judío.