Coloquio

Edición Nº30 - Mayo 2015

Ed. Nº30: Un nuevo tiempo

Por Claudio Epelman

“Estaba el Papa con un judío, sentados conversando cuando de repente llegó un rabino…”
 
Este parece el comienzo de un chiste, pero también puede ser una historia de las tantas sobre las que hemos escuchado que ocurrieron en los últimos meses en Santa Marta, la residencia del Papa Francisco.
 
Sin dudas estamos viviendo una nueva época en la relación entre judíos y católicos, que podemos ver en esta historia: En marzo del 2012 el Congreso Judío Latinoamericano organizó un encuentro con el Arzobispo de Buenos Aires, Jorge Bergoglio, en sala que tenía para reuniones.
Participaron además del Cardenal, el Director del Congreso Judío, un grupo de jóvenes de dicha organización, curas y rabinos jóvenes, que habían regresado hacia algunas semanas de un seminario en Israel, en el que por una semana, además de conocer tierra santa, pudieron aprender de la historia de las relaciones entre judíos y católicos.
 
Tras las palabras de Bergoglio, en un ambiente muy distendido y poco formal, los curas y rabinos compartieron algunas anécdotas del viaje. El Director del Congreso Judío interrumpió los relatos con una pregunta al Cardenal Bergoglio: “Hace algunos años, en su época de cura joven, ¿era posible pensar en una reunión como esta, con rabinos y curas, hablando con un cardenal sobre cómo construir convivencia?”
 
La respuesta fue obvia. No hace falta ser un experto en historia para saber de las diferencias y prejuicios que separaban a judíos y católicos. Por aquellas épocas los judíos debían dejar el aula al momento de la clase de religión, y los encuentros entre la jerarquía católica y líderes de la comunidad judía, sino impensables, eran muy poco frecuentes.
 
Esta situación no era casual. 2000 años de antagonismo separaron a judíos y católicos. Desde la salida de Jesús de la sinagoga, los períodos de la historia fueron más o menos tensos, pasando por discusiones, la acusación de deicidio y de crimen ritual, debates para rebatir “la verdad judía”, conversiones forzadas, persecuciones, las Cruzadas, los ghettos, la Inquisición, las expulsiones.
 
Solo como un ejemplo de estos desencuentros, podemos recordar al Papa Paulo IV. Como dice el Rabino Marcelo Polakoff:
 
“me lo presentaron -casualmente- en el subsuelo de la sinagoga mayor de la ciudad, a unas 20 cuadras del Vaticano, adonde residiera en el siglo XVI, más precisamente entre 1555 y 1559, durante los cuatro años que duró su papado. No me cayó nada bien, por cierto, ya que una de las piezas más horrendas del Museo Ebraico di Roma es la copia del original de la bula que firmara a tan sólo dos meses de asumir, en julio de 1555, y que lleva por título (como toda bula papal) sus primeras tres palabras latinas, en este caso Cum nimis absurdum, cuya traducción sería “Cuán extremadamente absurdo”.
 
¿Y qué era lo “extremadamente absurdo”? Pues que los judíos vivieran entremezclados con los cristianos. Esta introducción no era más que el prólogo de la decisión papal que confinó a todos los judíos romanos a un gueto, del que podían salir sólo a determinados horarios del día con `un único paso de acceso y salida’. Y por si fuera poco, `que todas sus sinagogas, al margen de una sola, sean completamente demolidas y arrasadas, y los bienes inmuebles que actualmente poseen sean vendidos a los cristianos en el plazo que les fijen los magistrados’. No creo que valga la pena citar otros párrafos en los que se los obligaba a portar un gorro especial de color amarillo, o se les prohibía practicar ciertas profesiones o tareas, y otras barbaridades por el estilo. Pero el punto séptimo es absolutamente fantástico. Textual, dice así: `Que en modo alguno [los judíos] se atrevan a jugar o a comer o a mantener familiaridad con los cristianos’. En fin, el gueto romano que alegremente inaugurara Paulo IV en 1555 recién se abolió en 1870, y sólo se reinstaló fugazmente en 1943 durante la ocupación nazi.”
 
Sin embargo, a pesar de las historias, el tiempo pasó y un hecho clave dio lugar a un cambio en la relación entre judíos y católicos. El cardenal Angelo Roncalli fue elegido Papa. Eligió como nombre para sí mismo Juan XXIII, pero la gente lo conoció como el Papa Bueno.
 
Roncalli sustituyó la oración los “pérfidos judíos” del Viernes Santo por otra más respetuosa y ecuménica. En una Audiencia con un grupo de judíos de Estados Unidos los saludó como José a sus hermanos cuando llegaron a Egipto: “Soy José, vuestro hermano”. Los pérfidos se tornaron hermanos.
 
El 25 de enero de 1959 hizo pública la convocatoria al Concilio Vaticano II, que representó el inicio de una nueva etapa de la Iglesia. A lo largo de los meses de deliberación se fueron elaborando varios documentos, todos ellos de gran importancia, pero uno fue sin dudas el más valioso para permitir un cambio en la relación de los católicos con los judíos: La declaración Nostra Aetate, que reformula la idea de religiones enfrentadas para comenzar el tiempo de fraternidad de católicos y judíos.
 
Este documento de pocas páginas, que fue firmado por Paulo VI por haber muerto en este tiempo Juan XXIII, en solo 8 párrafos hace referencia a las relaciones con el judaísmo, y sirve de bisagra para reformular casi 2000 años de historia. La declaración comienza afirmando la raíz común del cristianismo y el judaísmo — “el pueblo del Nuevo Testamento está espiritualmente unido con la raza de Abraham”. A continuación pone fin al antijudaísmo cristiano cuando afirma que la elección de Israel por Dios no ha prescrito, señalando que “los judíos son todavía muy amados por Dios a causa de sus padres, porque Dios no se arrepiente de sus dones y de su vocación”; por lo que rechaza que los judíos sean señalados “como réprobos y malditos”. Asimismo se refuta implícitamente la acusación de deicidio contra los judíos, base fundamental del antijudaísmo cristiano, al afirmar que la muerte de Jesús “no puede ser imputada ni indistintamente a todos los judíos que entonces vivían, ni a los judíos de hoy”. Finalmente menciona que el Concilio “deplora los odios, persecuciones y manifestaciones de antisemitismo de cualquier tiempo y persona contra los judíos”.
 
21 años después de esto, Juan Pablo II se convirtió en el primer Papa que en 2.000 años de historia del cristianismo visita una sinagoga. La ocasión, calificada de “acontecimiento que pasará a la historia”, sirvió al Papa Wojtyla para, parafraseando Nostra Aetate, deplorar el antisemitismo dirigido contra los hebreos “en todo tiempo y por quien quiera que sea” y para calificar a los judíos de “hermanos mayores” de los cristianos.
 
Este cambio de relacionamiento dio lugar a que surgieran en los más variados confines del mundo diversos grupos de católicos y judíos que comenzaron a pensar y trabajar juntos.
 
Tan auspiciosa fue el inicio de esta época que permitió reformular verdaderamente las relaciones y comenzar a ver, algunos años después, cosas que eran poco probables que sucedan, como es una kipá en una reunión de obispos.
 
La Conferencia Episcopal Latinoamericana (CELAM), es la organización que reúne a las conferencia episcopales de cada uno de los países de América Latina y del Caribe. Sus obispos se reúnen a modo de asamblea plenaria una vez cada 15 o 20. La última de estas se desarrolló en el año 2007 en la ciudad de Aparecida, en Brasil, con la presencia del Papa Benedicto XVI y más de 500 participantes de las 22 distintas conferencias episcopales que reúne CELAM, que durante meses trabajaron para llevar la ideas para el trabajo de la iglesia desde cada rincón de la región. Las deliberaciones, que duraron 3 semanas, en un hecho poco habitual por la jerarquía del evento, tuvieron la presencia de un observador por el judaísmo, el director del Congreso judío Latinoamericano, que a pesar de tener menos de 40 años, los obispos, cariñosamente, se refiera a él como “nuestro hermano mayor”.
 
Al inicio, el Papa pronunció su mensaje, que fue la directriz de las deliberaciones. En esos días, el “Padre Jorge”, el arzobispo de Buenos Aires, fue elegido en forma contundente para ser el responsable de la redacción del documento final de la conferencia, en el que se plasmarían los lineamientos de trabajo de la iglesia en Latinoamérica para los próximos años. Esta elección no fue el único aspecto de liderazgo que mostró Bergoglio en Aparecida. El principal logro fue haber podido articular las ideas de los participantes y plasmarlas en un papel, dejando satisfechos a quienes habían participado, poniéndose así en una fuerte posición de liderazgo regional. 
 
El marco de la Asamblea, los momentos libres, las charlas informales, las comidas, fueron momentos de encuentro y dialogo del Cardenal Bergoglio con el Director del Congreso Judío Latinoamericano, quien, por los vínculos personales construidos, lo acompaño los siguientes 6 años en la cena de Navidad, en la Sacristía de la Catedral de Buenos Aires. 
 
Fue así como Bergoglio construyó uno de los tantos vínculos que tuvo con líderes judíos en Buenos Aires, donde muchos se atribuyen la prerrogativa de ser “el mejor amigo judío de Papa”. Tal vez algo de verdad haya en esto, porque su estilo era desarrollar relaciones con muchos líderes judíos, buscando, por medio del diálogo, encontrar conocimiento mutuo, construir respeto y desarrollar confianza como modo de vinculación.
 
Esta forma de relacionarse de Bergoglio hizo que al momento de ser elegido Papa, haya sido el único que tuvo, antes del inicio del Pontificado, una fluida relación con la comunidad judía, que, a lo largo de sus pocos meses como Papa, ha llenado de gestos y mensajes para cimentar esta relación. En septiembre de 2013, Francisco recibió al Presidente del Congreso Judío, y a pocos días del inicio del año nuevo hebreo, lo saludo de la forma tradicional judía, deseando “un buen y dulce año”. En este encuentro el Papa repitió una vez más su profunda convicción de que “un cristiano no puede ser antisemita, porque estaría negando sus propias raíces judías”. Pero Francisco en este encuentro fue más allá, y relató una historia para explicar éste postulado: “Se dice que había un cura que era profundamente antisemita, y que no dejaba pasar oportunidad alguna de atacar a los judíos. Un domingo, al momento de la homilía, comenzó su diatriba antisemita. En ese momento Jesús baja de la cruz, y mirando a los ojos de la Virgen le dice: Mamá, vámonos que acá parece que no nos quieren”. Al finalizar esta historia hizo a sus visitantes un nuevo llamado para profundizar el dialogo, buscado desarrollar sobre él la cultura del encuentro, como base de las relaciones entre las personas.
 
Bergoglio predicaba con su ejemplo que a la convivencia se la construye por medio del diálogo. La Argentina se caracteriza por ser un país donde lo interreligioso se convirtió en algo natural, y sirve de ejemplo en otras regiones donde la religión divide. Desde su lugar de Papa apoyó la organización de un grupo de argentinos -15 judíos, 15 católicos y 15 musulmanes – que peregrinaron por Medio Oriente y terminaron el viaje en Roma, emulando el viaje que el haría por los mismos lugares apenas dos meses después. En su tiempo de arzobispo de Buenos Aires, fue una de las personalidades que más aporto a la convivencia de las religiones en la Argentina. Visito sinagogas y mezquitas, acompañó festejos de las distintas religiones, abrió las puertas de la Catedral para actividades interreligiosas y especialmente para orar por la paz en Medio Oriente. Cultivo los vínculos personales con líderes judíos, islámicos y de otras confesiones, predicando la fraternidad con el ejemplo de vida. Con simpleza y humildad, como características propias, dio pasos muy importante para cambias la antiguas formas de relacionarse entre las religiones y sus líderes.
 
Fue así que conoció a un rabino y a un musulmán, Abraham Skorka y Omar Abboud, y los invitó, en un hecho sin precedentes, a ser parte de la comitiva oficial del Vaticano en el viaje que el Papa realizó por Medio Oriente. Ellos, sus invitados y acompañantes fueron testigos de una cantidad de gestos que probaron que la convivencia entre las religiones es posible, y que la sociedad argentina es una prueba de ello; pero no como resultado de la providencia divina, sino de la construcción que hacen entre sus líderes.
 
¿De la construcción de convivencia en Buenos Aires a la paz en el mundo?
 
A un fenómeno, cuando se le aumenta la escala de estudio, no necesariamente es el mismo fenómeno pero más grande. El cambio de escala conlleva muchas veces la aparición de nuevas variables más complejas de manejar, que se simplifica en modelos más pequeños.
 
Es por ello, que resulta difícil afirmar, que de la misma forma que hizo Bergoglio para afianzar la convivencia entre las religiones en Buenos Aires pueda hacer para alcanzar la paz en el mundo.
 
Francisco tuvo dos posicionamientos contundentes frente a dos de los mayores conflictos de nuestros días: Siria y la relación entre israelíes y palestinos.
 
La guerra en Siria lleva ya más de 150.000 muertos, destrucción de ciudades y la pérdida de esperanzas.
 
Cuando en septiembre de 2013 se vislumbraba una posible acción militar liderada por los Estados Unidos, el Papa Francisco interpuso su mensaje, apelando a una de sus clásicas expresiones, como solución alternativa a la guerra: Dialogo, dialogo y más dialogo, como única solución al conflicto. Paralelamente, ante sus fieles en la plaza, anunciaba una jornada mundial de ayuno por Siria, como una forma de sensibilizar sobre los horrores de la guerra.
 
A israelíes y palestino en mayo dio un cabal mensaje: construir la paz es difícil, pero vivir sin ella es un tormento. Durante su gira al a Medio Oriente, en Belén y en Jerusalem, invitó a Shimón Peres y a Mahmud Abbas a rezar por la paz, ofreciendo para ello su casa. Ambos líderes aceptaron la invitación y con grandes esfuerzos lograron superar las dificultades para hacer esto posible, y reafirmar que a pesar de las diferencias, no aceptan la violencia en nombre de Dios, y la oración es motivo de unión y no de guerra. Así fue como ambos presidentes junto a Francisco y el patriarca ortodoxo Bartolomé I rezaron en los jardines del Vaticano, tal vez, mostrando que el conflicto entre israelíes y palestinos es básicamente territorial y no religioso, y en este caso, las religiones permitieron acercar a los líderes.
 
Con esta ceremonia en los jardines del Vaticano se generó una nueva imagen, ya que cuando escuchamos en Oriente Medio que religión se mezcla con política asociamos a la violencia en nombre de Dios, a terrorismo fundamentalista y a fanatismo. La iniciativa del Papa Francisco de convocar para orar por la paz, muestra que la religión puede unir y ser la plataforma para el encuentro y para la búsqueda de a la paz.
 
Con esta ceremonia, que reabre esperanza de un mundo de hermandad, Francisco prueba una vez más lo que predicó en Buenos Aires cuando fue arzobispo: el diálogo entre las religiones tiene una capacidad infinita de acercar, lograr comprensión y respeto, para así construir convivencia.
 
Ver juntos a Francisco, Peres y Abbas, invocando a un mismo Dios es la muestra de que lo que divide es la política, pero como en la religión, los políticos tienen la oportunidad de rechazar a los extremistas, a los terroristas, a los llamados a la destrucción y a la guerra y así poder hacer Paz.
 
Este encuentro de oración, que por muchos es visto con escepticismo, seguramente no será suficiente para mover las coordenadas de la relación entre los israelíes y los palestinos y dar una solución al conflicto. Tal vez no sea ni siquiera motivación para reiniciar las conversaciones de paz, pero sí marca una dirección inspiradora.
 
Francisco, reiterando que su iniciativa es sólo religiosa, incursionó en su estilo, que no deja de sorprender al mundo, en un terreno en el que las potencias y las Naciones Unidas vienen mostrando capacidad muy limitada de alcanzar el éxito. El Papa logró poner junto en una foto cosas que hasta hace poco parecían muy difíciles. En los jardines del Vaticano vimos que las religiones pueden dejar de dividir, y no solo esto, sino unir. Aunque esta ceremonia no resuelva el conflicto, ésta ya es una gran lección.
 
A pesar de que el cambio de escala no mantiene necesariamente el mismo fenómeno, aparecen en estos ejemplos dos elementos que caracterizaron a Bergoglio: Dialogo y encuentro. Estas características del Cardenal de Buenos Aires serán, tal vez, una forma de enfrentar los conflictos.
 
En ambas situaciones, con Siria y con la reacción de israelíes y palestinos, Francisco tomó “la brasa caliente” e hizo su aporte a la paz. El Pontificado de Francisco recién empieza, y está signado por su propio estilo de conducir la Iglesia, que mostró en Buenos Aires como Obispo. Francisco enseña que a los vínculos entre las personas no están predeterminados, sino que las mismas personas son quienes los construyen. Este será su aporte a la paz.
 
El director del Congreso Judío Latinoamericano visitó el Museo Ebraico di Roma junto al Rabino Marcelo Polakoff, allí donde conocieron a Paulo IV. A la salida fueron al Vaticano, a Santa Marta, la residencia de Francisco, junto a otros líderes de la comunidad judía de Argentina, donde el Papa los esperaba con un almuerzo kasher. Francisco, rodeado con sus hermanos judíos, almorzó mientras se intercambiaban ideas de las distintas tradiciones religiosas. Al terminar este almuerzo, sin precedentes en la historia, aun alrededor de la mesa, todos juntos cantaron en hebreo el Salmo 133: “que cosa más linda y agradable, los hermanos sentados juntos”.