Coloquio

Edición Nº47 - Marzo 2019

Ed. Nº47: Venezuela: Una tragedia con muchas implicancias

Por Pablo Mieres

El proceso venezolano ha desembocado en una tragedia interminable de proporciones monumentales. Seguramente no existe en las últimas décadas en todo el continente americano una crisis humanitaria de la proporción de lo que está ocurriendo en Venezuela.
 
Y todavía estamos muy lejos de conocer el alcance completo de la catástrofe que allí se está produciendo. Recién cuando caiga la dictadura chavista, que ojalá sea pronto, podremos acceder a una visión completa y verdaderamente abarcativa de lo que allí ha ocurrido.
Ciertamente, las referencias e historias de los millones de emigrantes venezolanos son una señal evidente de la magnitud de la situación que se vive en ese país.
 
El régimen de Maduro se ha convertido en verdugo de su pueblo, sin misericordia y asumiendo su cara más oscura. Persecución política, ausencia de independencia de los poderes públicos, elecciones fraudulentas, presos políticos, tortura, represión en la calle, asesinatos, una colección interminable de violaciones rotundas a los derechos humanos.
A su vez, la enorme mayoría de la población sufre la privación de sus necesidades básicas de acceso a la salud e, incluso las necesidades de alimentación se encuentran totalmente afectadas. La crisis humanitaria explota a todas luces.
 
Como si algo faltara, gravísimas acusaciones de corrupción envuelven a toda la conducción de la dictadura chavista. Nadie duda de que la cúpula del gobierno de Maduro, además de dictatorial, está involucrada directamente en hechos de corrupción de una magnitud que, también con el tiempo y más temprano que tarde, la opinión pública mundial conocerá.
 
Pues bien, ante este proceso escandaloso de profunda afectación democrática y humanitaria, se ponen a prueba los valores y reflejos de los dirigentes y partidos políticos de los diferentes países de América Latina.
 
En América Latina, afortunadamente, la enorme mayoría de los gobiernos de la región han asumido una postura de condena ante la barbarie de la dictadura venezolana. Sin embargo, algunos países mantienen su solidaridad ideológica con Maduro y su banda o, sin apoyar explícitamente, se mantienen en una postura inconcebible de “neutralidad” que cada vez es más complicidad.
 
¿Cómo se explica este posicionamiento? ¿Cuáles son las razones que han llevado a que algunos gobiernos y muchos partidos políticos de la región mantengan su solidaridad o su silencio cómplice ante el régimen chavista?
 
Pues bien, la ausencia de unanimidad en la condena se debe, además de posibles vinculaciones de negocios inconfesables que en algún momento se conocerán, a una postura ideológica que implica la elección entre dos dicotomías de filosofía política fundamentales.
 
En efecto, en el panorama político latinoamericano ante la crisis venezolana se cruzan de forma transversal dos ejes axiológicos fundamentales. De un lado, la distinción que separa a la denominada izquierda de la derecha y del otro lado la distinción filosófica entre democracia y autoritarismo.
 
Para unos la definición ideológica entre izquierda y derecha adquiere un valor superior que es capaz de subordinar, nada menos, que el valor de los principios democráticos. Por lo tanto, como se trata de un gobierno que se denomina de izquierda, entonces es prioritario defenderlo aunque su gestión sea oprobiosa.
 
Para ello son válidas todo tipo de excusas: la clásica amenaza del imperialismo yanqui, la conspiración de la derecha capitalista que quiere quedarse con el petróleo venezolano, la construcción de un relato que sustenta que es mentira que haya catástrofe humanitaria en Venezuela y varias invenciones más que se construyen para sustentar al régimen dictatorial.
 
Importa más que sea de izquierda a que sea democrático o autoritario.
 
Del otro lado se ubican todas aquellas fuerzas políticas que entienden que el valor de la democracia es un valor superior que está por encima del eje izquierda/derecha. No importa la definición ideológica de un régimen si viola los derechos humanos o las reglas de un Estado de Derecho.
 
Hay gobiernos de izquierda o de derecha democráticos y hay gobiernos de izquierda o de derecha autoritarios. Lo más importante es que sean democráticos porque este valor superior es el que permite que los ciudadanos sean libres y tengan la posibilidad de elegir su respectivo gobierno.
 
El horror venezolano ha permitido, entre tantas cosas, confirmar que dentro de la vida política latinoamericana subsisten importantes sectores y fuerzas políticas que son capaces de “defender lo indefendible” siempre que estos gobiernos se definan de izquierda; como antes ocurrió también en nuestro continente con fuerzas políticas de derecha ante dictaduras de ese signo ideológico.
 
Las circunstancias actuales prueban cuánto falta para alcanzar un consenso democrático en la región y cuánto riesgo existe de que las concepciones autoritarias, con su carga de violencia, sangre y muerte, se impongan en nuestros países.
Es el tiempo de luchar por la libertad y la democracia en Venezuela porque allí la gente está sufriendo y muriendo de manera inadmisible.
 
Pero, además, esta lucha es también reflejo de un duelo más profundo entre la defensa de los valores democráticos como componente superior y esencial de la convivencia de nuestras sociedades humanas y las tendencias nefastas de la intolerancia, el pensamiento único y el autoritarismo que tanta barbarie han producido en el mundo.