Coloquio

Edición Nº42 - Noviembre 2017

Ed. Nº42: El poderío de Israel en la «nube»

Por Jorge Castro

El crecimiento vertiginoso de la plataforma global de computación (“cloud computing”/“la nube”) en los últimos años ha modificado la naturaleza de la industria de alta tecnología y les ha otorgado a sus núcleos decisivos -entre ellos, Israel- un poderío cualitativamente superior.

La estructura de costos de la industria de alta tecnología (high tech) cae 20% / 30% por año y en el horizonte de “la nube” se orienta hacia cero (0%). Este fenómeno está acompañado por una expansión revolucionaria del mercado consumidor, constituido por 1.500 millones de compradores (2/3 de ellos en Asia).

La aparición de “la nube” implica para Israel que ha dejado atrás su condición de innovador primario (“start-up nation”), dotado de una capacidad extraordinaria de creación de nuevas empresas, pero usualmente de vida efímera, prontas a ser compradas por las grandes firmas estadounidenses (Apple, Cisco, Google, Intel, HP).


Ahora se ha convertido en generador de compañías propias de proyección global, lo que ubica a Tel Aviv en el mismo escalón, sólo levemente por debajo de Silicon Valley.


El producto bruto israelí aumentó 5,5% anual entre 2003 y 2008, y un promedio de 4,5% por año desde 1993. Pero el PBI per cápita creció 3% anual en ese período, y es 60% del nivel de EE.UU y 80% del promedio de la OCDE.


Israel invierte 4,3% del producto en desarrollo científico y tecnológico (I&D), el doble que el promedio de la OCDE (1,8%); y la inversión extranjera en alta tecnología alcanzó a US$ 11.000 millones en los últimos 10 años, dos veces lo obtenido por India, y la mitad de China; y todas las grandes firmas high tech de EE.UU. han trasladado sus laboratorios de investigación y desarrollo al territorio del Estado.


La industria israelí de alta tecnología está centrada en las telecomunicaciones, ante todo en las aplicaciones móviles, y su especialización primordial son las tecnologías vinculadas con la seguridad comunicacional (cyber security).


Este sector reúne a 700 compañías, 1/3 de las cuales integran el Nasdaq (Wall Street), y constituye la punta de lanza de la relevancia de Israel en el mercado mundial. El núcleo del sector es el complejo militar/empresarial y su dispositivo central es la “Unidad 8200”, que concentra institucionalmente el sistema de inteligencia de las Fuerzas de Defensa (IDF).


Esta estrategia de desarrollo lleva a Israel fuera de Medio Oriente, y de su puja constante geopolítica y territorial, y lo inserta en una dimensión global, en la que su pujanza tecnológica deviene instrumento de poder, no para controlar los acontecimientos -tarea imposible- sino para orientarlos, y quizás conducirlos.


El conflicto entre Israel y los palestinos parece tener un carácter insoluble, al menos en los términos del Estado Nación, de carácter territorial.


Las dos principales debilidades israelíes son el bajo nivel de participación de la población en la fuerza de trabajo, y la elevada tasa de pobreza, causa fundamental de la extrema desigualdad del país.


Pobreza y desigualdad social

Israel tiene un alto nivel de pobreza y desigualdad social. El 20% de la población está por debajo de los niveles de pobreza establecidos por el Banco Mundial; y se concentra en la colectividad árabe-israelí (22% de la población), en la que supera el 50%, y también en la comunidad ultra ortodoxa judía (Haredim), que es 8% de la población y en la que supera el 60%.


Ha habido una ruptura, probablemente irreversible, de la comunidad árabe-israelí con el Estado de Israel. Se produjo en la segunda Intifada (entre 2000 y 2004), en la que murieron 946 israelíes y 3.100 palestinos. Los árabes-israelíes dieron en ella una solidaridad activa con sus hermanos palestinos en calles y plazas.


Las dos partes disputan el mismo territorio hace más de 100 años. No hay posibilidad alguna de retorno de la población palestina refugiada a los hogares perdidos en 1948, que hoy constituyen el núcleo existencial de Israel. Tampoco hay retorno posible de los 600.000 colonos judíos en Cisjordania.


En la política internacional del siglo XXI, el poder no depende del territorio, la población, los arsenales militares o el producto bruto.


La globalización es un sistema de flujos, no de stocks. De ahí que el poder dependa hoy de la participación que se logre en las tendencias esenciales -los flujos- de la economía global.


EE.UU. y China son las dos superpotencias mundiales del siglo, no por la magnitud de sus gastos de defensa, sino por su condición de actores globales, sobre todo en lo que se refiere a la tendencia central del comercio internacional y las inversiones.


Israel también es un actor global, sólo que con 8 millones de habitantes, pero lidera una de las corrientes fundamentales del siglo.


Por eso la solución del conflicto basada en la creación de dos estados territoriales es la cuadratura del círculo. Pero en la etapa post-globalización de alto crecimiento económico e integración mundial, quizá la cuadratura del círculo sea posible.