Coloquio

Edición Nº24 - Octubre 1992

Ed. Nº24: Las complejas relaciones entre padres mayores e hijos adultos en la comunidad judía argentina

Por Ramón Máximo Gutmann

La Comunidad Judía de la Argentina interviene, como comunidad organizada, en la temática social de la vejez, desde principios de este siglo. Es una Comunidad integrada por un cuarto de millón de personas. Más del 80% de las mismas residen en la ciudad de Buenos Aires y en sus alrededores. Es también el lugar de residencia del 100% de la población entrevistada para esta investigación. Tomamos solamente un limitado número de ítems de nuestro trabajo para esta presentación.

Estos ítems o temas aquí seleccionados apuntan a una indagación sobre la percepción que tienen tres generaciones sucesivas acerca de cómo han recibido los legados de la generación precedente y cómo la han transmitido a la generación de sus hijos. Los vínculos que examinaremos tienen por protagonistas a una generación de padres mayores con una edad promedio de 73 años y la generación de sus hijos entrevistados con un promedio de edad de 49 años. No haremos referencias, salvo unas palabras, a los nietos, debido a las pocas entrevistas mantenidas aún con ellos. Presentamos en este trabajo las conclusiones para alguno de los ítems que responden a 240 casos (180 padres y sesenta hijos adultos). En todos los casos los padres mayores son integrantes de los centros socio-recreativos para Adultos Mayores vinculados al Ente Coordinador de Instituciones Asistenciales de la Comunidad Judeo-Argentina. Fueron elegidos ocho de los 46 Centros que suman más de 6.000 integrantes entre 58 y 98 años.

 

Nuestro trabajo se origina en observaciones y cuestionamientos propios tanto como en formulaciones, preguntas y dificultades planteadas por nuestro staff de 200 profesionales en el marco de actividades intergeneracionales y de reflexión, fundamentalmente durante las horas de supervisión.

Sabemos asimismo que este tema es de interés para nuestros colegas que realizan trabajos de coordinación en Centros de esta naturaleza en la Municipalidad, y en Comunidades de otro origen.

El tema de los vínculos intergeneracionales, además de interesarnos desde la perspectiva de la programación para los centros, nos interesa desde la perspectiva de la convivencia diaria. También hemos puesto un énfasis especial en lo que llamamos “la especificdad judía”. Existen buenas razones para creer que los ancianos judíos tienen mucho en común con otros grupos de adultos mayores de otros orígenes que viven en la Argentina, en el presente marco de las dificultades económicas sumamente graves que atraviesa toda la población anciana judía o no judía.

No nos extenderemos sobre aspectos metodológicos, aunque si queremos hacer conocer que la investigación fue concebida para entrevistar a 1000 adultos mayores y un número similar de hijos adultos y nietos. El cuestionario compuesto por 65 preguntas se refiere a variados ítems pero sólo incluiremos acá los más trabajados hasta el presente (como son la percepción que tienen los adultos mayores del legado de sus propios padres, la percepción que tienen de sus modelos de educación recibidos, el tema de la demostración de afecto, el tipo de judaísmo que les fue transmitido y las sensaciones que tienen estos adultos mayores acerca de cómo se encuentran las relaciones con sus hijos de mediana edad.

En escala algo menor trataremos de introducir los pensamientos y los sentimientos de estos hijos de mediana edad sobre los mismos temas. El cuestionario fue elaborado por una socióloga, un médico terapeuta familiar, la directora del Servicio Social Central de la Comunidad Judía y el director ejecutivo del Ente Coordinador de Instituciones Asistenciales. Las entrevistas tuvieron una duración promedio de 100 minutos cada una, durante las cuales, más del 50% de las personas entrevistadas expresaron que la experiencia había sido como un viaje al interior de ellos mismos, una verdadera evaluación de sus vidas y que deseaban quedar vinculados a tareas posteriores de la investigación en cualquiera de sus aspectos, desde entrevistar a sus propios hijos o nietos, si se lo permitían, hasta establecer horarios de entrevistas para los profesionales involucrados en el trabajo de campo.

De los ancianos, el 56% nació en el exterior y el 44% nació en la Argentina. De los hijos el 96% nació en la Argentina. Dos palabras más antes de desarrollar los contenidos, referidos a educación formal, estado civil e ingresos. El 2% de los ancianos no posee educación formal alguna, el 17% ha asistido al «jeder» (estudios sinagogales), 61% ha asistido a la escuela primaria (el 39% la ha terminado), 1 8% ha tenido acceso a la escuela secundaria (un 13% alcanzó los años superiores o ha concluido), y el 2% ha tenido acceso a estudios universitarios. Sólo algunos pocos de los ancianos entrevistados han asistido a clases vespertinas o nocturnas para obtener un título técnico. Esto lo han hecho particularmente los que llegaron directamente a la Argentina antes de cumplirlos 14 años. A su vez el 90% de los hijos de estos ancianos accedieron a la escuela secundaria. Entre los ancianos, el 67% son viudos, el 29% están casados y el 4% son solteros o divorciados. Más del 90% de los hijos están casados. La información surgida de esta parte de la investigación nos condujo a considerar un eventual estudio acerca de la solidaridad y los conflictos suscitados entre los hijos divorciados y sus padres casados. Con respecto a los ingresos, el 68% de los ancianos son jubilados o pensionados, el 11% no son jubilados o pensionados y el 21% son jubilados y pensionados. Los que aún siguen trabajando y los que reciben ingresos de distinto tipo, o ambos casos, están incluidos en este último grupo (el del 11 %).

Nos gustaría recordarles o hacerle saber que el ingreso promedio de los jubilados en Argentina en mayo de 1989 fue de alrededor de 20 dólares debido a la hiperinflación. Alrededor del 10% de los jubilados que asisten a los centros de tercera edad tienen problemas especiales de vivienda, de salud u otro tipo de dificultades. Este 10% recibe un subsidio mensual de los Servicios Sociales de la Comunidad Judía. Finalmente queremos hacer una declaración importante: la mayoría de los entrevistados responden alguna preguntas mecionando más de un aspecto y, dado que consideramos relevante registrar estos diversos aspectos, el agregado de la frecuencia relativa supera el 100%. El primer tópico se refiere a los legados más valiosos que los ancianos recibieron de sus propios padres.

El 76% expresó, en proporciones similares, que tales legados valiosos fueron comportarse con moral y decencia, respetar a la gente, tener contacto con los valores éticos, de la religión judía, aprender a enfrentar la vida. 12% mencionó aspectos específicos de la formación cultural (música, idiomas, etc.) También expresaron, en una proporción menor: que las mujeres fueron preparadas para ser buenas amas de casa, esposas y madres, habiendo aprendido la noción de sacrificio y abnegación. Aproximadamente el 19% respondió que, en realidad, no existieron legados importantes o valiosos en lo que les fue transmitido por sus padres: muchos dicen que «no se preocuparon por nosotros o no pudieron preocuparse». De este último grupo, el 38% se refirió a la rigidez de sus padres y a una excesiva severidad no fácil de entender, un 20% de ellos se refirió a la falta de estímulo y empuje para el estudio e incluso a la oposición al estudio, así como una proporción menor mencionó «prejuicios diversos», «no me explicaron nada de la vida», el 11 % de este grupo habló de un trato muy malo y de violencia física y un 7% dijo que no era bueno para ellos estar sólo entre judíos, un 4% señaló la prohibición que tenían de relacionarse con no-judíos.

Cuando entrevistamos a los hijos de estos ancianos pudimos observar que casi el 40% contestó que el legado principal que habían recibido de sus padres fue el de cuidar de su familia más que de cualquier otra cosa en el mundo y en una proporción similar se habló de «trabajar, trabajar y trabajar», como así «pelear y siempre mirar hacia adelante», y también «especialmente cuando existan antisemitas. Pero, por el contrario, un 28% se quejó de sus padres, especialmente debido a la falta de comunicación con ellos así como también por ser excesivamente estrictos esperando ser obedecidos sin dar a cambio ningún tipo de explicaciones. Cuando los ancianos fueron interrogados sobre las demostraciones de afecto que habían recibido de sus padres, el 31% respondió que nunca habían recibido expresiones físicas y concretas de afecto; el 30% las había recibido de un modo poco frecuente y no habían sido suficientes considerando sus necesidades de afecto (una quinta parte de este grupo se refirió a algunos gestos y estímulos pero no a besos o caricias, subrayando la falta de contacto físico), el 39% recordó algún tipo de contacto físico, de los cuales el 12%hablan de un contacto físico intenso. Un comentario reiterado en el primer grupo (formado por los ancianos que no habían gozado de ninguna demostración de afecto por parte de sus propios padres) fue que estos últimos habían sido judíos rígidos que podían llegar a ser muy sociables en la sinagoga y fuera de ella pero que se habían olvidado de acariciar a sus hijos. En forma similar, los hijos de mediana edad de estos adultos mayores destacan que han recibido demostraciones de afecto en un 60%, un 30% no muy frecuentes y un 10% prácticamente ningún tipo de demostración. El principal argumento de este último grupo fue que sus padres estaban siempre trabajando, siempre nerviosos pero algunos señalan a modo de disculpa que realmente nadie les había enseñado a ser padres.

Con relación a la transmisión de valores judíos, gran parte de los entrevistados, el 88%, señalaron que sus padres les habían transmitido tanto valores religiosos como los aspectos tradicionales importantes de la cultura judía. Sólo un 10% expresó no haber recibido ninguna forma de judaísmo de sus padres. Del primer grupo, una tercera parte observaban los principios del Kashrut (reglas dietéticas judías) en la casa de sus padres. Las variables más representativas en la transmisión del judaísmo eran la celebración de los principales fiestas, comentar preceptos religiosos, conocer gente judía, leer libros sobre judaísmo, entender en idish (entre los ashkenazis), los relatos orales de la historia y de la tradición judía, la prohibición de casarse con un no judío (un 8%), interesarse por la literatura judía.

Cuando fueron consultados los hijos adultos acerca de cómo percibieron ellos mismos la transmisión de valores judíos, un 70% afirmó que habían recibido educación judía a través de la escuela judía o a través de las tradiciones pero no a través de una práctica religiosa. Una tercera parte de los sefaradíes respondió espontáneamente que «somos sefaradíes y eso significa que somos instintivamente judíos» o «nos viene lo judío de adentro».

Hasta ahora hemos tratado básicamente los hechos descriptos por los adultos mayores relacionados con sus propios padres, de ahora en más nos abocaremos al estudio de sus respuestas con respecto a sus hijos. Cuando quisimos saber si habían criado a sus hijos de un modo similar al que sus padres los habían criado a ellos, un 44% respondió afirmativamente ya que pensaban que el modelo que habían recibido era básicamente correcto; un 35% dijo que los habían criado de un modo diferente que tiene como objetivo que los hijos fueran más independientes de lo que fueron ellos. Sus propios padres, explicaban, no habían tenido oportunidades suficientes como para pensar y decidir por sí mismos. Un 21% destacó que habían criado a sus hijos de un modo completamente diferente dado que recordaban amargamente la falta de amor recibido así como la mala relación entre la pareja de sus padres.

Un 15% del último grupo enfatizó que las mejores condiciones económicas les permitieron ver las cosas desde otro punto de vista. Cuando los hijos fueron preguntados, un 67% respondió que habían criado a sus propios hijos (es decir, los nietos de estos ancianos) de un modo similar al que sus padres los criaron a ellos o por lo menos era su percepción en ese momento. Un 22% dijo haberlos criado de un modo diferente, apuntando a hacerlos crecer más independientes y un 10% destacó que los habían criado de un modo completamente diferente.

La rapidez y la intensidad de los cambios los habían obligado a hacerlo así y sus padres habían sido demasiado conservadores. También puntualizaron que eran contrarios a los ocultamientos que hacían a sus hijos y que estaban a favor de transmitirles con más claridad la idea de que siempre podían contar con sus padres.

Pasamos ahora a los principales hallazgos. Los ancianos consideran que lo más importante que transmitieron a sus hijos es la honestidad y el valor de la palabra empeñada (43%), ser respetuosos con la gente y estimularlos para estudiar y para trabajar consecuentemente.

La demostración de afecto, a través de besos, caricias y abrazos fue reportado por el 54%, un 19% expresaban sus sentimientos asegurando a sus hijos todo cuanto necesiten, un 17% satisfaciendo necesidades espirituales. Un 30% de los ancianos expresaron haber brindado a sus hijos información sobre sexualidad, un 70% dijo no haber brindado tal información, siendo que un 96,5% de los ancianos reportó no haberla recibido ellos mismos de sus padres. Pero del mismo modo, cuando fueron interrogados los hijos adultos al respecto, un 95% dijo no haber recibido ningún tipo de información sexual de los padres.

Cuando se los interrogó acerca del modo en que evalúan la actual relación con sus hijos, un 60%la define como muy buena mientras que un 20% como buena, un 8% como regular, un 6% como mala, un 3% como a veces buena y a veces mala.

Los que dijeron que era «muy buena» se basan principalmente (57% de los entrevistados) en que me quieren, me respetan, siempre me preguntan si necesito algo, un 33% dijo que hablan mucho y que son confidentes, un 10% alegó que los hijos los invitan a sus casas y que los visitan con frecuencia.

El 20% que expresó que era «buena» alegó cosas muy similares al grupo anterior pero admiten que tienen muchas discusiones no sólo sobre cuestiones personales, sino también discusiones en diverso tono sobre política, especialmente acerca de la Argentina y el Medio Oriente.

Aquellos que describieron las relaciones como «regulares» o «malas» expresaron básicamente lo mismo: que sus hijos no les demuestran afecto, que la relación es difícil y que tienen que pensar dos veces antes de hablar ya que temen producir malos entendidos, que no son buenos judíos, que no soportan a su yerno o a su nuera, y en una proporción menor pero interesante que sus hijos se han vuelto intolerantes y «que se han convertido en burgueses egoístas», algunos bordeando dicha noción y otros explicitándola.

Consultados los hijos, sobre las relaciones con sus padres, aparecen cifras similares, y es interesante destacar que un 15% expresa que la relación ha mejorado en los últimos años y que sienten que sus padres están más lúcidos e independientes desde que frecuentan los Centros de Tercera Edad de la Comunidad Judía.

Al hablar de las expectativas de los ancianos respecto de los estudios de sus hijos, un 75% querían que obtuvieran un título universitario, un 4% que pudiesen terminar la escuela secundaria. Un 3% destacó que las mujeres no tenían por qué estudiar, otro 3% respondió que no habían tenido ninguna expectativa en especial y un 15% que el tema del estudio de sus hijos no había constituido un problema para ellos. Con respecto a sus expectativas sobre el trabajo de sus hijos, un 9% expresó una cierta indecisión en general o en particular, un 11% que tuviesen meramente un trabajo honesto, un 19% un trabajo que les brindase una situación económica segura, un 21 % dijo que querían que tuviesen un trabajo que los haga sentir felices y un 40% manifestó que deseaban que fueran profesionales exitosos.

Al tratar las expectativas con respecto al casamiento y a la formación de una familia, un 5% respondió «que no se casaran sólo por interés», un 7% «quería que fueran ricos», cerca del 30% deseaba que «fueran felices y que tuvieran la suerte que se merecían» y en proporciones menores «que se casaran con buenas personas», otros «sólo que se casaran», otros «que tuviesen hijos» (entre los sefaradíes se agregó frecuentemente «que querían que fueran saludables, lindos y fuertes»). Un 38% expresó que deseaban que se casaran con personas judías.

Cuando se interrogó a los ancianos si las expectativas habían sido cumplimentadas, un 63% respondió que efectivamente se habían concretado, un 22% que parcialmente y un 12% que no se concretaron; un 3% no contestó.

 

Cuando se interrogó a los hijos acerca de lo que esperaban del comportamiento de sus hijos cuando éstos fueran adultos y ellos mismos ancianos, el 27% expresó que esperaban amor, el 24% pedía armonía, el 19% pedía que se preocuparan por él o por ella y en una proporción menor destacaron que esperaban «apoyo mutuo», respeto, gratitud, compañía, casi el 10% expresó no haber esperado nada y no haber pensado en ello.

La parte de la investigación que trata distancia y frecuencia en el contacto entre padres e hijos muestra una correlación entre ambas. Casi el 90% de los hijos viven en Argentina y de los que viven en el exterior, más de la mitad vive en Israel, una cuarta parte en los EE.UU. y el resto en los países limítrofes, en otros países latinoamericanos y en España.

De los hijos que viven en Argentina, el 8% vive en la misma casa o edificio, el 10% vive a una distancia no mayor de 5 cuadras, el 65% a más de 5 cuadras y hasta media hora de viaje y el 17% a más de una hora de viaje.

El 15% se ven casi todos los días y más del 72% ven a sus hijos por lo menos una vez por semana. El 60% tiene por lo menos un contacto telefónico diario, y sólo el 9% no tiene teléfono. Cuando se les preguntó si requerían ayuda de sus hijos en caso de necesitarla, el 76% respondió afirmativamente, el 19% negativamente y el 5% no contestó claramente. Entre los que contestaron que «no», 35% explicó que era por orgullo y los demás «porque era muy difícil para mí pedirles algo» o «porque siempre traté de arreglármelas sola o solo y no me gustaría pedirles nada» y un 13% «porque no encontraría respuesta». Cuando fueron consultados si actualmente se prestaban mutua ayuda, el 76% respondió que “sí” y el 24% que «no», el 67% refiere esta ayuda a dinero y el resto a consejos, cuidados, apoyo moral. A la pregunta si comparten sus alegrías con sus hijos, el 91% dice que «sí» y el 9% que «no». Y con relación a la respuesta obtenida sobre si comparten sus tristezas con sus hijos, el 50% respondió positivamente, el 48% negativamente y el 2% no respondió. En este punto el 30% de los hijos de mediana edad expresaron que comparten sus tristezas con sus padres. El 70% que no lo hace, destacó que no desean preocupaciones a sus padres ya que de todos modos no podrían ayudarlos a resolver los mismos o que ellos (sus padres) ya tienen sus propios problemas. El 30% que respondió afirmativamente lo hacen porque el padre o la madre suelen hacer comentarios adecuados.

Cuando se les preguntó a los ancianos si existen temas que no traten con sus hijos, un 75% señaló que «no» y un 25% que «sí», que efectivamente había temas que no trataban. Sobresalen como temas que no se tratan, la soledad, el miedo a vivir solos, el deseo de recibir más afecto, algunos problemas familiares.

Consultados a su vez los hijos sobre los temas que se fueron dejando para el futuro o que en general no tratan con sus padres, respondieron que les hubiese gustado hablar ahora de algunos temas como el sexo, tema que no pudieron conversar antes con ellos, hablar asimismo de la comunicación entre las dos generaciones sobre prejuicios en general y sobre el modo de ser buenos amigos en esta etapa de la vida, temas como los propios miedos por no saber manejarse adecuadamente con sus propios padres envejecientes. Acá los hijos mostraron dudas o ambivalencias sobre si tratar estos temas con profesionales o con sus propios padres.

Esta investigación incluye un número de preguntas sobre las relaciones entre los abuelos y los nietos y sobre cómo la generación intermedia puede ayudar, frenar, facilitar o dificultar estas relaciones. Encontramos estas conclusiones interesantes, pero no las incluimos aquí por el momento; no obstante, deseamos señalar que la generación intermedia (en un 39%) es percibida por los padres ancianos como facilitando esta relación entre abuelos y nietos, para un 3% parece trabar esta relación y para un 58% parece no tener influencia significativa en la relación entre la primera y la tercera generación.

Cuando se les preguntó a los ancianos sobre qué modificarían y qué no con respecto a sus cuarenta años de paternidad y maternidad, un 70% respondió que harían todo del mismo modo, un 8% que serían menos severos o rígidos, el 6% que serían más demostrativos en lo que se refiere al amor que sienten por sus hijos, un 7% que no los sobreprotegerían tanto y un 2% que harían casi todo de un modo completamente diferente.

Primeras conclusiones

A la luz de la bibliografía gerontológica en lo referente al tema de la calidad de los vínculos entre la generación intermedia y la generación mayor se sabe poco, principalmente en lo que se refiere al campo afectivo. La importancia de los sentimientos y de los vínculos emocionales en las relaciones familiares es tratada por algunos autores.

Como Grunhild Hagestad señaló en la Enciclopedia de la Vejez (Maddox y otros), en el campo de la investigación se han utilizado temas simples globales para determinar el grado de cercanía emocional en las relaciones, mientras que los efectos de carácter negativo se han tratado muy esporádicamente.

El hombre mayor describe las relaciones de un modo más positivo que un hombre más joven y las cercanías reportadas son diferentes según el sexo. Las generaciones más jóvenes están más dispuestas a dar cuenta de las dificultades familiares y de los conflictos que los miembros más viejos de la familia.

Los padres describen más a menudo tales relaciones como buenas y cercanas y son menos propensos que los hijos a informar sobre cambios o dificultades en la relación.

En nuestra investigación, sólo el 19%, de los ancianos informó tener dificultades en relación con sus padres, un 28% de los hijos hicieron comentarios en igual sentido.

Los aspectos morales, los valores judíos y el aprender a enfrentar la vida son los principales legados que recibieron los ancianos. Sus hijos se refirieron a cuidar de la familia y a la dedicación al trabajo como los principales legados.

Asimismo señalan que recibieron la cultura judía no a través de la práctica religiosa pero sí a través de la escuela y del respeto a la tradición.

Todo esto está fuertemente relacionado con las principales instituciones judías que encontramos hoy en Buenos Aires, principalmente escuelas y «countries». Es muy interesante destacar que el 44% de los ancianos expresaron haber criado a sus propios hijos de un modo similar al de sus propios padres, cifra que se incrementa hasta un 55% en los hijos: tales cifras hablan de un continuum intergeneracional, pero también una diferenciación con relación a estos aspectos. Vemos aquí cómo los adultos y sus padres dan forma a las apreciaciones y los estilos de vida de la otra parte a pesar de la amplia variabilidad interfamiliar señalada por Bengston y otros (1985).

Recordamos a Ursula Lehr citando a Resenmayer acerca de la «intimidad a distancia» y con respecto a esto, nuestros hallazgos muestran que los mayores no se encuentran aislados o alienados de sus hijos, tal como señalamos anteriormente. A propósito de este 83% que vive hasta una distancia no mayor de media hora de viaje del hogar de sus hijos (aunque sólo el 8% vive con ellos) y de este 72% que se encuentran con sus hijos por lo menos una vez por semana, también queremos señalar que cuando se produce la co-residencia intergeneracional, las cifras en nuestro trabajo se acercan bastante a las internacionales, que muestran que cuando se produce esta co-residencia intergeneracional, es tres veces más frecuente entre las mujeres que entre los hombres.

También concordamos con Hagestad en que las ambivalencias inevitables en las relaciones familiares aconsejan tanto la distancia ecológica como la relativa a marcos e instancias de participación social. En esta etapa de nuestra investigación, no podemos acordar con la literatura gerontológica más reciente de los países desarrollados donde se señala que la cooperación económica y la interdependencia ya no son lo más relevante de la solidaridad familiar, o si el principal apoyo económico fluye de los viejos a los jóvenes, dentro de la familia, o en sentido contrario.

Pero sí podemos destacar que mas de las tres cuartas partes de los mayores entrevistados, un 76,4%, señaló la existencia de múltiples formas de ayuda recíproca.