Coloquio

Edición Nº24 - Octubre 1992

Ed. Nº24:El intelectual judío y su responsabilidad

Por Sergio Nudelstejer

Palabras pronunciadas por el escritor Sergio Nudelstejer al recibir el Premio al Mérito Intelectual Judío del CJL.

En solemne ceremonia efectuada en la ciudad de México, el presidente del Congreso Judío Latinoamericano, Dr. Benno Milnitzky, entregó al Lic. Segio Nudelstejer el Premio al Mérito Intelectual Judío del organismo, correspondiente al año 1989.

El CJL distinguió al Lic. Nudelstejer—escritor, periodista, crítico literario y dirigente judío mexicano— considerando que:

Ha consagrado su vida entera al cultivo y a la enseñanza de los valores perennes del judaismo y de su rica heredad intelectual y moral;

Se ha convertido en una figura respetada y admirada a todo lo ancho y largo del continente, en el seno de las comunidades judías y en círculos académicos y culturales en general;

Como escritor, periodista e intelectual ha contribuido poderosamente al enriquecimiento de la vida espiritual judía en América Latina, en u na acción constante signada por el amor al pueblo judío y a Israel y por una fina sensibilidad literaria y estética;

Su vida y su obra constituyen un ejemplo y una guía para las generaciones judías más jóvenes, consagrando al Lic. Nudelstejer como una personalidad judía de ribetes sobresalientes.

Sería una falta de sensibilidad de mi parte no aceptar que me ha emocionado y conmovido el recibir de manos del distinguido doctor Benno Milnitzky el Premio al Mérito Intelectual Judío, que otorga el Congreso Judío Latinoamericano, miembro del Congreso Judío Mundial. Presea que acepto con honor pero a la vez con la seria convicción de que me compromete aun más en mi responsabilidad como intelectual, como escritor, como judío, como mexicano y como ser humano. Este galardón será a la vez un aliento y una seria responsabilidad en los años por venir, años que espero nos permitirán ver un mundo lleno de cambios políticos, sociales y culturales en beneficio de la paz.

El acto de osta noche me resulta doblemente gratificante, con la presencia de un hombre, de una figura tan distinguida como lo es el Dr. Benno Milnitzky, por su trayectoria política y como dirigente judío. Su presencia hoy, me hace evocar una fecha, el año 1975, y una reunión internacional del Congreso Judío Mundial que se celebró en Jerusalén. Durante la conferencia y en presencia de delegados judíos del mundo libre y de algunos países de Europa del Este, que presidía entonces ese líder carismàtico que fuera Nahum Goldmann, entre la numerosa como valiosa delegación latinoamericana nos encontrábamos el Dr. Milnitzky, por entonces presidente de la Confederación Israelita del Brasil, y quien habla como presidente del Comité Central Israelita de México. Y por azares del destino se nos seleccionó a ambos para hacer uso de la palabra en una de las importantes sesiones plenarias e informar sobre la situación y perspectivas de nuestras respectivas comunidades así como las perspectivas judías en América Latina.

A partir de ese momento nos une una amistad personal, que se basa en la común responsabilidad judía y comunitaria, que yo aprecio y reitero con admiración.

Benno Milnitzky, presidente del Congreso Judío Latinoamericano ha sabido con gran altura estar atento al devenir de los yishuvim —pequeños o grandes— en el continente y estar alerta a su seguridad.

Pasando a otro tema, séame permitido señalar que no puedo dejar de mencionar la seria responsabilidad del intelectual judío en nuestro mundo. Una de las más importantes observaciones que cabe hacer respecto a los intelectuales independientes, es que son muy pocos. Y la disminución de éstos tiene que explicarse a base de factores tanto estructurales como ideológicos. Es parte de la siempre creciente institucionalización y, más en particular, de la academización del intelecto y es también resultado de la falta de polos de atracción por parte de la vida judía institucionalizada.

Es muy probable que, en ninguna época de la historia, el intelectual haya ejercido en la vida y las creencias de los demás la influencia directa que ejerce el día de hoy, pero lo hace en su calidad de catedrático, escritor, hombre de ciencia o crítico permanente.

¿A qué se debe que sean tan contados los intelectuales o académicos que se interesan en la vida judía o en tomar parte en las actividades desarrolladas por instituciones judías? Recientemente esta pregunta se ha hecho en círculos judíos y se ha convertido en tema de debate público y de ansiedad colectiva.

Hoy por hoy el intelectual judío debe actuar dentro del marco de la vida judía, se impone la abierta discusión y análisis de los problemas que afectan y habrán de afectarla vida y la existencia judía, incluyendo a Israel, donde se requieren nuevos enfoques, imaginación y vuelo, para que, partiendo de las experiencias del ayer, se asome a los inicios ya del nuevo siglo XXI.

Los intelectuales, por su profesión, contraen hábitos de pensar y de razonar, métodos de trabajo y de argumentación, esencialmente marcados por la preocupación de lo racional, que se cuestionan continuamente respecto al camino que toman las comunidades judías y sobre su futuro en la diàspora. Sabiendo por demás, que no hay respuestas simplistas.

A quienes nos ha tocado ser parte de la generación que ha estado cerca de esta traumática realidad que fue el Holocausto y que a la vez pudimos presenciar el renacimiento judío con el nacimiento del Estado de Israel, tenemos una perspectiva del pasado y por ello mismo nos preocupa el futuro. Y es que el mundo es indiferente a nuestra muerte, como también es indiferente a la suya propia. El mundo ha olvidado demasiado rápidamente.

Nosotros, los judíos, sabemos muy bien que nuestra reciente historia y la historia universal, están marcadas por un suceso que la mente aún no puede aceptar, ni comprender, ni describir adecuadamente. Un historiador de la talla de Isaac Deutscher admitió que la magnitud del genocidio, el hecho de que no puede comparársele con ningún otro evento en la historia de la humanidad, llega a hasta derrotar la mente del historiador.

Con mucha frecuencia tenemos la percepción de que la Historia está tratando de decirnos algo, quizá de formularnos advertencias, pero nos sentimos incapaces de interpretar tales señales.

Hace sólo poco más de un par de años no nos imaginábamos el cambio de la historia de nuestros hermanos en la ex Unión Soviética. Los cambios dramáticos que ahí se vienen dando y su masiva emigración al Estado de Israel, es unos los grandes sueños que hemos alentado por varias décadas y que hoy vemos como una realidad que todos debemos apoyar. No sólo su aliyá sino el regreso de cientos de miles a las fuentes de su judaísmo perdido. Esta es una de las grandes realizaciones históricas de nuestro tiempo.

Por el otro lado vemos cómo las tensiones en las fronteras de Israel aumentan nuestra propia sensación de inseguridad y preocupación. La soledad de un solo judío nos parece intolerable. Las dificultades y sinsabores de una comunidad nos afectan a todos. Porque inclusive cuando perdemos a algunos de nuestros miembros, hermanos o conocidos, nosotros proclamamos nuestra fe en nuestro pueblo. Este es nuestro secreto. Cuanto más fuertes las presiones, tanto más fuerte es nuestro compromiso. Cuanto más hostiles los alrededores, tanto más vigorosa resulta nuestra decisión de resistencia.

Vemos con seria inquietud cómo los incidentes y el asesinato infausto de ciudadanos israelíes por parte de palestinos en Jerusalén son uno de los hechos más indignantes, que han permitido una vez más que se ataque a Israel injustamente y se le juzgue con severidad en el Consejo de Seguridad de la ONU. Esto nos muestra la oscura cara de la sinrazón, de la incomprensión y del odio que rodea al Estado de Israel. Y es que el terrorismo como se practica en la actualidad es simplemente criminal y debe detenerse.

La historia judía está siempre entretejida con dolores y alegrías, con recuerdos del pasado y vivencias del presente. Después de cinco siglos de transcurrir en el recuerdo del judaísmo sefaradí, el año de 1992 marca un hito, cuando los Reyes de España deroguen jurídicamente esa negra mancha que fuera la Expulsión de los Judíos de España, y su posterior persecución, reconociendo así el significativo aporte de los sefaraditas a una España que floreció con su presencia y su aporte.

En el Quinto Centenario de la expulsión judía de Sefarad, recordemos el dolor, el sufrimiento, pero a la vez el estoicismo de todos aquellos que perseguidos, humillados y forzados, jamás renunciaron a su fe, ya sea abierta o encubierta.

Hoy por hoy somos testigos de la proliferación de signos inquietantes. Los cementerios y sinagogas son nuevamente profanados en ciudades como París, Londres o Montevideo. Los innumerables panfletos antisemitas, anti sionistas, antijudíos tergiversan nuestras esperanzas. Los símbolos del renacimiento del nazismo, el auge de grupos extremistas de ultraderecha y el conflicto del Golfo Pérsico, amenazan tanto a Israel como al pueblo judío e intranquilizan a hombres y mujeres conscientes del peligro que esto conlleva. Mas debe ser una campanada a la conciencia del mundo.

Para aquellos que hemos vivido la condición humana y judía hasta sus últimas profundidades, no cabe duda alguna: en este punto de la historia, el pueblo judío y el Estado de Israel están irrevocablemente unidos; uno no puede sobrevivir sin el otro. Y es que rara vez estuvimos tan unidos. Y tan solos.

Si bien es cierto que no nací en tierras mexicanas, ya que llegué siendo un niño, mi amor por este país nació de mi entrega a la cultura y a la historia de esta inmensa nación. Desde mi niñez mi identificación ha sido plena y abierta, reciprocando asila actitud amorosa, respetuosa, de libertad en la que me ha permitido vivir, realizarme como ser humano y a la vez alcanzar algunos de mis sueños.

México, tierra de arte, cultura y mestizaje, que sabe de revolución y sufrimientos, fue tierra pródiga donde mi ingenio pudo crecer con el aliento y el ejemplo de sus próceres y de los maestros y educadores que a través de los años cincelaron en mí su sólida cultura y su profundo saber. De ellos he aprendido a amar la cultura y a respetar la fuerza de la palabra, palabra que humaniza el pensamiento.

Hay una ocasión tan especial para mí, deseo agradecer de todo corazón a mis hijos, los presentes y los ausentes, por su tolerancia y su cariño, al permitirme distraer tiempo de nuestra convivencia y diario vivir, para aislarme por horas, días, en lo que ha sido una constante en mi existencia. En igual forma a mi esposa por su comprensión, ya que todos ellos me han mostrado tanto su apoyo como su indulgencia, lo que aprecio profundamente, ya que me ha permitido crear una obra en la que se reflejan mis hondas inquietudes de hombre y de judío del presente siglo.

Una vez más deseo expresar mi emoción por haber sido honrado con un galardón de importante presencia y prestigio en el ámbito del pensamiento y la tarea comunitaria, como lo es el Premio al Mérito Intelectual Judío.

Al recibirlo, siento que es también un reconocimiento a la colectividad judío-mexicana, una comunidad vibrante, organizada y consciente de su tarea, con una prolijidad de instituciones y centros educativos que la prestigian. El haber sido galardonado, significa indudablemente que nuestro yishuv, se distingue por el ímpetu y sus realizaciones. Hoy en día la gran mayoría de comunidades e instituciones judías tienen un liderazgo joven, talentoso, inquieto. Son ellos herederos de todo un grupo de hombres y mujeres que dieron lo mejor de sí mismos para forjarla y construirla; toca a los dirigentes jóvenes de hoy seguir y enriquecer esa herencia legada al amor y al respeto por lo judío, tanto en lo espiritual como en lo religioso, en lo sionista como en lo humano.

Al ser el primer judío mexicano que recibe esta presea al mérito intelectual, me siento muy halagado, pero a la vez considero que lo recibo en memoria de toda una pléyade de hombres de cultura, escritores, poetas, periodistas e intelectuales judíos que vivieron en México y que me antecedieron con su trabajo y con su obra intelectual, y ante quienes hoy, al recordarlos, me inclino con reverencial respeto.

Estoy absolutamente convencido que nuestro combate es justo. Creo que nuestra supervivencia, en Israel y en la diàspora, es necesaria y constituye un enriquecimiento para la humanidad.

Repito aquí lo que ya he dicho en el pasado: el milagro no es que hayamos sobrevivido, sino que fortalezcamos la esencia de un Israel fuerte y mantengamos una diàspora actuante que corresponda a un judaísmo con todos sus valores de ética, moral, cultura, tradición y de los grandes valores heredados, que han sido firmeza y sostén por milenios, que nos han permitido atravesar por todos los caminos de la historia y aportar grandes valores a este mundo y a su civilización.

Permítaseme concluir citando unas sabias palabras del Rabí Najman de Brazlav, él decía: «Hay una melodía en todo el Universo, el cielo y la tierra están plenos de canto. La fe en el Todopoderoso tiene su melodía propia. Hay una melodía en el alma de todo hombre. El que escucha esta melodía se siente purificado e inspirado para llevar una nueva vida». Escuchemos pues esa nueva melodía y hagamos de nuestro mundo judío, de Israel y de nuestra propia existencia un mundo nuevo, un mundo diferente.