Coloquio

Edición Nº28 - Agosto 1997

Ed. Nº28: La temática judía en el cine universal

Por Salo Lotersztein

Encontraremos aquí una serie de films, correspondientes a diversas épocas de distintas cinematografías, que mostraron diversos aspectos de la vida judía: en forma tangencial, como centro temático, y dentro de ellos, los referidos a la sensible temática de la identidad judía y a la terrible experiencia del Holocausto. Están aquellos que han presentado desde un enfoque más bien descriptivo o pintoresco la vida judía en distintas épocas; el llamado género «monumental»; la veta humorística, donde junto a nombres de artistas mayores en obras muy importantes, se han deslizado películas menores; films relativos al antisemitismo o al accionar de grupos nazis. En fin, todo lo que he podido ver e investigar acerca de de este universo temático. 

Los títulos que se citan en este trabajo, tienen en cuenta la calidad de las obras y, por supuesto, no agotan todo lo que al respecto pudo ser realizado en el cine universal. Debido a la importancia del material y su significación para nosotros, y, teniendo en cuenta la extensión que tomaría este estudio, no he incluido el joven e importante cine israelí, ni la producción en lengua ídish, que se desarrolló especialmente durante la pre-guerra y contó con algunos producciones notables hechas en Polonia con apoyo norteamericano. En cuanto a la temática judía en el cine argentino, ha sido objeto de otro estudio mío, ya publicado.

Existe, material de cinematografías que no ha llegado al país y algún otro, que sí se presentó, pero sobre el cual me fue imposible hallar información en la bibliografía cinematográfica. Lógicamente, no me he referido a ninguno de estos dos.


Lo tangencial

Así, CABARET (BOB FOSSE -1972) es un excelente film que muestra el surgimiento del nazismo como una fuerza ominosa sobre una trama romántica y musical que ubica a sus criaturas en el Berlín inmediatamente anterior a la irrupción del nacional-socialismo. Realizado con el cuidado de orfebre que caracterizó al cine de dicho director, tiene el vigor de una advertencia, que, lamentablemente, fue desoída oportunamente.


El cine de Woody Allen

El cine de este realizador es uno de los más grandes ejemplos de una temática que, sin ser esencialmente judía, y, por lo tanto, encuadrarse en «lo tangencial» (con la gran excepción de CRÍMENES Y PECADOS), ha ido mostrando, prácticamente en todos los títulos algo que toca hondamente en lo judaico, aunque, muchas veces, se ha revestido de un humor ácido, cáustico que, en ocasiones, fue visto como una suerte de auto-odio.

Por ejemplo, ANNIE HALL, una obra de 1977, compara un hogar judío con otro, gentil, prototipo del WASP (White – Anglo – Saxon – Protestant), en la celebración de las fiestas tradicionales. Con el conocido recurso de la pantalla dividida, Allen describe su ruidoso hogar judío, discutiendo en medio de las comidas de recordación, pero evidenciando una gran calidez, en contraste con el grupo familiar de su novia, formal, frío y distante. Aprovecha, al mismo tiempo, para burlarse del psicoanálisis, en el que, evidentemente, tanto ha abrevado.

En ROBÓ HUYÓ Y LO PESCARON, de 1967, como excepción, es cristiano. Se le «escapa» el judaísmo en un rezo para el que adopta, en la capilla del presidio, los movimientos con que acompañan la oración los judíos ortodoxos.

En tanto que en DÍAS DE RADIO, de 1987, recuerda su infancia y hogar judíos en un Brooklyn aquilatado por el recuerdo. El «jéder», la celebración de de las fiestas, el tío ateo, la imagen del rabino, no siempre piadosa, la alcancía del KKL para recolectar fondos para la entonces Palestina (que termina con la compra de un anillo del personaje radial de «El Zorro»); todo desfila en una cálida evocación, que llena la pantalla de una pátina de nostalgia y cariño por ese tiempo de infancia transcurrido.

Todas sus obras mayores, con la excepción anotada, incluyen, como hemos dicho, alguna referencia a sus orígenes judíos. Pero, CRÍMENES Y PECADO, de 1989, es una obra de judaísmo total, vista desde los ojos de Dios. Esta obra nos plantea la problemática encerrada en la pregunta: ¿Puede un hombre quedar impune frente a un crimen que ha cometido? ¿Puede quedar indemne? Fe judía y trascendencia enfrentan la falta de culpa patológicamente psicopática. El ateísmo judío que se formula a través de algunos personajes (la tía y su marido), en la fiesta de Pesaj, se presenta como justificado frente a la falta de castigo a los horrores del genocidio perpetrado por los nazis y tanta persecución antisemita a lo largo de la historia. Woody Allen se pregunta si el universo contiene una estructura moral, que incluya el perdón. El final de esta película, con un texto muy próximo al Freud de «El malestar en la cultura», parece negarlo.

En todo el film, se ubica la mirada omnipresente de un Ser Supremo que observa nuestro accionar humano, sin indiferencia y otorga un vuelo místico y filosófico a esta singular y valiosísima obra artística del cine contemporáneo: texto, imágenes y montaje aluden a ello, como se nos presenta con gran claridad en la visita que hace el oftalmólogo Judah Rosenthal al departamento de su amante, que yace sin vida en el piso. La cámara recorre la distancia que va desde los ojos vacíos y acusadores de la mujer al rostro y la mirada del hombre y de ahí al racconto, donde el protagonista-niño interroga a su padre sobre el poder de la mirada de Dios. «Nada escapa a su mirada —dice el padre— El mal será, a la larga castigado».


Otros realizadores, otros títulos

GENTE COMO UNO (ROBERT REDFORD, 1975) hace sólo referencia a la figura de un psicoanalista sobre quien la abuela materna del protagonista apresura el adjetivo «judío» como algo sospechoso, aunque el desarrollo del film lo ubique muy cerca del camino hacia la luz del joven y su familia. Resultó un excelente film sobre los vínculos familiares.

EL COMISARIO POLÍTICO (ALEXANDER ASKOLDOV, 1967), es una película soviética que estuvo detenida varios años sin poder ser vista en la Argentina. Ello sucedió porque las autoridades soviéticas no querían exhibir algunos agujeros del poder que el régimen tenía y que la obra hacía evidentes.

El tema se centraba en la figura de una mujer comisario que queda embarazada y ve en peligro su «lugar» en la estructura formal soviética. El acogimiento que le ofrece una familia judía humilde de grandes valores humanos, implicaban un reconocimiento a los profundos vínculos familiares que pueden darse fuera de la ideología ensalzada por el régimen y a la capacidad de afecto y entrega del hogar judío.

En FANNY Y ALEXANDER, (INGMAR BERGMAN, 1982), el genial director sueco muestra a un amigo judío de la cristiana familia de los protagonistas, recibido con cariño por la dueña de casa, gran madre generacional múltiple, para las grandes fiestas navideñas. La pintura de dicho personaje no es la mejor del mundo. Se trata de alguien que, evidentemente no es par del exclusivo mundo familiar.

Ingmar Bergman, uno de los grandes directores, del cine de todos los tiempos, cuenta en su autobiografía que, en su adolescencia, tuvo simpatías por los nazis, las que, posteriormente, rechazó con arrepentimiento. Y esto último puede corroborarse en su espléndida filmografía que incluye films tan importantes como JUVENTUD DIVINO TESORO, CUANDO HUYE EL DÍA, NOCHE DE CIRCO, EL SILENCIO, DETRÁS DE UN VIDRIO OSCURO, PASION, etc.

El gran tema de la identidad

Aún cuando este grupo de obras es menos numeroso, incluye los títulos más valiosos, las obras más ricas y profundas, incluso algunas concepciones audaces en la temática y en la puesta en escena cinematográfica.

Paradigma de todas estas realizaciones son dos obras: EL OTRO SEÑOR KLEIN, (JOSEPH LOSEY, 1976) y la más reciente EUROPA, EUROPA (AGNIESZKA HOLLAND, 1992).

Con respecto al «otro Sr. Klein», recordemos que personificado con gran sobriedad por Alain Delon, es un buen ciudadano francés que un día, durante la ocupación alemana, recibe un periódico comunitario de la Kehilá de Paris, aparentemente dirigido a él por error, pues el protagonista no es judío. Pero, hay un otro Klein que sí lo es.

Siente compulsivamente la necesidad de aclarar la situación presentándose en la sección especial de la policía parisiense que se ocupa de los «Asuntos Judíos» y, simultáneamente, por su cuenta, intentará encontrar al otro Klein, el que es judío. No lo encontrará nunca, pero, en cambio, logrará que una malla intrincada de sospechas caiga sobre él.

En un momento dado, las autoridades nazis comienzan a exigirle que demuestre que sus antepasados holandeses de varios siglos atrás, eran arios. Cuando su amigo abogado le va a entregar los documentos que lo «eximen» de ser judío, el va marchando hacia los trenes que llevan a los judíos «auténticos» a los campos de exterminio.

El film cumple así una extraña parábola que culmina con una metáfora, en tanto este otro Sr. Klein va a ser quien asumirá la culpa de los cristianos, por su participación activa o por su omisión en la tragedia del Holocausto.

Esta gran obra fílmica tiene, amén de su grandeza conceptual, una estupenda realización cinematográfica de ese gran artista que fue Joseph Losey.

EUROPA, EUROPA, constituye un formidable alegato antibélico, al mismo tiempo que compele a una honda reflexión sobre la condición judía. Pese a las compulsivas negaciones y violentas distorsiones que Shlomo Perel se ve obligado a soportar en relación a su judaísmo, para salvar su pellejo, la película se yergue como una potentísima afirmación de la identidad judía. Comienza con un «Brit Milá» y termina con una convocatoria a todo los hermanos judíos para unir sus destinos en Eretz Israel (entonces Palestina), más allá de los hermanos de sangre, que se reencuentran al final del film (uno, con las ropas del campo de concentración; el otro, con el uniforme de los verdugos). Esta es una de las escenas memorables de la película, conjuntamente con el conmovedor paseo en tranvía por el ghetto, cuya desolación, Salek —el protagonista— atisba a través del vidrio deshumedecido de la ventanilla.

El film de la directora polaca logra centralizar, sin grandes subrayados dramáticos, el tema de la identidad judía, fundamentalmente, y el de la identidad, en general, cuando el ser humano es sometido a situaciones de fuerte «stress» y sufrimiento, en las cuales se desdibujan sus fronteras psíquicas y se hunde como integridad personal.

Pese a que el instinto de conservación lo lleve a violentar su condición judía una y otra vez, al extremo de pasar por un «modelo» de heroico joven militar nazi, late en Salek una inextinguible llama: el mensaje de sus padres, que le llega a través de generaciones que le precedieron. Y aunque desgarre su carne, no podrá dejar de dar testimonio de ello.

LA LUZ ES PARA TODOS (ELIA KAZAN, 1970): Traída por la memoria y por el vigor de su planteo, nos llega esta obra de un nombre importante del cine y teatro norteamericanos: Elia Kazan. Narra la historia de un periodista —gentil, joven y viudo— encarnado por Gregory Peck, quien debe escribir un artículo sobre el antisemitismo y no encuentra un camino mejor que el de hacerse pasar por judío y sentir, en carne propia, qué es ser discriminado: él, en el edificio en que vive; su hijo, en la escuela pública a la que asiste; su novia junto a él, en el hotel de lujo en el que intentan pasar la luna de miel. Llega incluso a experimentar con un envío de solicitud de empleo, dando su nombre falso de judío, con el que se presenta en su nueva identidad, para notar que su presentación es descartada por su apellido claramente judío.

Realizada hace ya muchos años, LA LUZ ES PARA TODOS plantea con buena voluntad rescatar la letra de la Constitución que establece la igualdad para todos los habitantes del suelo estadounidense. Choca con el hecho social de que, en muchos países y, con respecto a la discriminación y el prejuicio, la Constitución es letra muerta y esto es algo contra lo que hay que luchar, más allá de los discursos y las buenas intenciones.

IDENTIFICACIÓN DE UN HOMICIDIO (DAVID MAMET, 1991): Este film norteamericano de más reciente data, nos trae el caso de Robert Gold, un policía de origen judío, totalmente desvinculado de su comunidad, e incluso con una importante cuota de auto-odio proyectada contra ella Gold se encuentra accidentalmente a cargo de la investigación de un crimen cometido contra una anciana judía que poseía un pequeño negocio minorista en un barrio difícil: de población predominantemente negra y antisemita. A uno de sus habitantes se le escucha decir, con respecto a la anciana: «Terna mucha plata en el sótano. Algún día tenían que matarla».

Adentrándose en la investigación el policía descubrirá que la anciana había formado parte, en la década del cuarenta, de un grupo de personas que ayudó con armas y dinero a la liberación de Palestina y tenía vinculaciones, en el presente, con gente que, amén de ser solidaría con Israel, intentaba frenar la acción de grupos nazis existentes y activos en los EE.UU.

En la medida en que investiga, Gold ve reactivarse su identidad judía, llegando incluso a colaborar con uno de esos grupos anti-nazis y pro-israelíes, participando también en un atentado contra un negocio de venta de artículos para la propaganda nazi. Su lealtad a la institución policial lo enemista con el grupo judío (se resiste a entregarles un documento confidencial de los archivos policiales, que contiene una lista de próximas víctimas de los nazis). Al mismo tiempo, sus dificultades con las autoridades del Departamento de Policía lo van a colocar fuera de dicha Institución. Se lo acusa de haber sido negligente en el manejo del caso principal, del cual se desvió para atender a un compañero policía, en una situación difícil en el negocio de la mujer judía asesinada.

Queda, así, en una angustiosa tierra de nadie que reproduce, de otro modo, su imposibilidad de identificación con la micro y macrocomunidad.

Brillantemente realizado como relato y de notable factura técnica, IDENTIFICACIÓN DE UN HOMICIDIO apunta a menudo como un contraluz moderno de aquel Sr. Klein, de Joseph Losey. Aunque Mamet no cala tan hondo, muestra incisivamente la telaraña de los prejuicios raciales (y de los otros) que rodean a los hombres en todos los ámbitos y sigue el debatirse de un hombre que no supo, que no pudo, asumirse en su integridad. Klein no era judío y debió asumirse como tal por culpas compartidas por la humanidad; Gold es judío y no pudo compartir su condición por sus propios problemas de identidad.

AVALON (BARRY LEVINSON, 1991): Se refiere a la gesta de la inmigración judía a los EE.UU., pero diluye la identidad de sus personajes, lo que puede darle un sentida pretendidamente pluralista, pero anula sus raíces, angostando el planteo central de la película. Desconoce, asimismo, diferencias étnicas, sociales y culturales que enriquecen al ser humano en lo auténticamente pluralista y coloca toda la rica trama en una vergonzantemente elegida «tierra de nadie».

EL CANTOR DE JAZZ: Existen dos versiones de esta obra. Una, de 1924, con Al Jolson; y la más moderna, con Neil Diamond y Lawrence Olivier, que fue realizada en 1981 por Richard Fleischer.

Ambas mantienen la misma temática central del joven cantor judío hijo de un jazán piadoso y observante, quien abandona su grey y su mujer judía por una gentil con más sex-appeal. Desconozco el final de la primitiva versión, pero la moderna busca una fórmula de compromiso, para el típico «happy end» feliz hollywoodense.

SOPHIE (LIV ULLMANN, 1992): Fue la primera película dirigida por la actriz preferida de Ingmar Bergman, y también una de sus esposas. Trae con especial respeto y fidelidad el retrato de una familia judía a través de varias generaciones, aunque está centrada en el rico personaje que da título al film. Sophie es un canto al fluir de la vida que transcurre y pasa con la fuerza de un río y la fugacidad del instante. En ese flujo, la tradición y las costumbres judías son asumidas y mostradas al espectador en forma natural, sin estridencias ni más indagación que la filosofía general. La presencia de un extraño en ese mundo estaba prohibida y Shopie debió resignar su verdadero amor. Su hijo adolescente, en cambio, se alejará de lo judaico, sin mayores fundamentos que la negativa a conservar el universo de las generaciones que lo precedieron.

UN EXTRAÑO ENTRE NOSOTROS (SIDNEY LUMET, 1993): es una suerte de contraparte judía de TESTIGO EN PELIGRO, de Peter Weir. Nos da una-visión profunda y humanista del mundo de los judíos jasídicos, frente a la incursión que en el mismo hace una mujer policía (Melanie Griffith), asignada por el Departamento de Policía a investigar un crimen cometido en el seno de dicho grupo, en el Bronx neoyorquino. Es excelente la mostración que hace el veterano director de la vida familiar de estos «jasidim» y el cambio que se opera en el personaje de esa muchacha gentil, frivola y superficial, al ponerse en contacto con las fuentes de sabiduría y alegría en las que se ve inmersa, sin poder haberlo siquiera imaginado.

Un poco de humor judío

Se han presentado una serie de films poco profundos usando, más que temática, personajes judíos, como por ejemplo, el de un rabino contemplado por OÍOS populares franceses. Así se vieron EL RABINO Y EL PISTOLERO, UN RABINO EN APUROS, LAS LOCAS AVENTURAS DEL RABINO JACOB, CONEXIÓN IDDISH, LEVY Y GOLIATH.

Nada tienen que ofrecer estas películas al lado de los grandes films de Chaplin, Sennet, Linder, los Hermanos Marx, o incluso los más cercanos títulos de Danny Kaye y Jerry Lewis. Todos ellos representaron formas distintas de una tradición, de una filosofía de vida, de una mirada humanística que incluía a los pobres y a los humildes, en sus desventuras y en su actitud generosa para con el hermano-hombre.

La nueva generación está signada por el talento mayor de Woody Allen y la creatividad de Mel Brooks, Gene Wilder, Marty Feldman, Zukerman y Abraham, Zero Mostel, etc.
En todos ellos late algo del humanismo judío, en mayor o menor medida; ese humor vital, sencillo y cantarino, esa alegría de estar vivo y aceptar los avatares de la existencia, no importa cuán grande sea su carga de amargura. Y en todos ellos el humor surge de esta mirada cálida y amplia hacia el universo, que no deja de observarse crítica y severamente.

El género monumental

Siguiendo los pasos del cine colosal, se han hecha vastas reconstrucciones —generalmente huecas— de temas bíblicos, entre ellas LOS 10 MANDAMIENTOS (DE MILLE, 1956), que contiene buenas secuencias, realizadas con destreza técnica, sobre todo si se tiene en cuenta, que fue filmada hace tantos años: el cruce del Mar Rojo, la entrega a Moisés de las Tablas de la Ley, la visualización de las plagas con que Dios asoló al pueblo egipcio, la construcción del becerro de oro, etc. Lo que no se detecta con facilidad es el misticismo, el soplo divino, la eticidad judía.

SANSÓN Y DALELA (DE MILLE, 1949), ESPARTACO (KUBRICK, 1960) han sido otros intentos de este tipo de cine, entre los cuales se destaca el talento del último director nombrado.

EL REY DAVID (BRUCE BERESFORD, 1984), lleva también el sello de un realizador importante y presenta cierta subjetividad (yo hablaría de distorsión) en la descripción del rey-poeta de los salmos y sus amigos cortesanos más próximos, disminuyendo la talla de la gran figura evocada.

Otros films de reconstrucción histórica han tocado tangencialmente o como fondo a Tierra Santa y sus gentes: los numerosos títulos dedicados a Jesús —BEN HUR, EL MANTO SAGRADO, etc.—.


Tradiciones… pintoresquismo

ROSA, TE AMO (MOSHÉ MIZRAHI, 1974): Esta película trae un caso de levirato, narrado con ternura y gran emoción. No sé cuánto se percibió, en el momento de su estreno, de esta historia que presenta en la Jerusalén de mediados del siglo pasado, el caso de una mujer cuyo joven marido muere y, de acuerdo con las costumbres bíblicas, respetadas, en ese medio, debe casarse nuevamente con el hermano de su desaparecido cónyuge. En este caso, el hermano es un niño de 11 años, a quien la mujer —de 20— decide esperar por su maduración. Primero, será cuidado como un hijo; irá más tarde a una suerte de exilio, para volver adolescente y elegir, en un clima de libertad, casarse con la viuda de su hermano mayor. Enamorado de ella, podrá, pues, decirle libremente: ¡Rosa, te amo!

YENTL (BARBRA STREISAND, 1983): En este film la conocida actriz hizo su debut como directora. Describe las penurias y aventuras que, para estudiar en una yeshivá, debe ocultar su femineidad y pasar por un varón. En la colorida y ágil descripción de sus avatares, en la pintura de una época y paisajes que hoy ya no están, la Streisand mostró su garra de directora talentosa, sin dejar de cantar.

EL VIOLINISTA SOBRE EL TEJADO (NORMAN JEWISON, 1971) fue también brillante testimonio del «shtetl» y la vida de gentes surgidas de las páginas de nuestros escritores talentosos como Scholem Aleijem. Tuvo mucho éxito en su versión cinematográfica así como en la teatral, que hizo Raúl Rossi, en el teatro argentino, como figura central.

Nazismo y Holocausto, la lucha por sobrevivir

Lamentablemente, es el tema más recurrente en la filmografía universal con temática judía, llegando a la monumental SHOAH, de Lanzmann.

EL GRAN DICTADOR (CHARLES CHAPLIN, 1940): del cine del pasado surge el gran nombre de Charles Chaplin, con su sátira a la vez profunda y desopilante sobre Hitler. Créase o no, este film, con tantos rasgos de genialidad y gran humanismo (recuérdese el discurso final), estuvo prohibido en la Argentina durante un buen tiempo, puesto que nuestro gobierno de ese entonces no había interrumpido sus relaciones con los nazis —lo hizo unos días antes de la finalización de la guerra— y se temía que la película molestara a gobiernos con los cuales se mantenían buenas relaciones. La obra utilizaba nombres ficticios como Hinkel, Napolini, aunque las referencias no eran ambiguas. Tampoco Chaplin usó nombres de lugares geográficos reales y así se hablaba de Tomania, Osterlich, etc. Aparte del hermoso discurso que cierra el film (un llamado al amor entre los seres humanos), quedaron otras secuencias antológicas como la atención del barbero a un parroquiano al compás de la Danza Húngara N2 5, de Brahms; cuando Hinkel juega con un globo que representa la Tierra y el mismo explota, etc.

MUJERES HEROICAS (WANDA JAKUBOWSKA, 1948): es «la última etapa» (título original), del triste destino que un grupo de mujeres pasa en el campo de Auschwitz. La directora trabajó el material con rigor y delicadeza, a la vez, pero el tema se impone por la brutalidad de esa gigantesca fábrica de muerte, instaurada en el corazón de Polonia misma.

Dos hechos vinculan mi memoria con este film. Estaba yo preparando un ciclo dedicado a la Kehilá (Comunidad Judía) de Rosario y el examen de la película, sus antecedentes, fue para mí una experiencia tremendamente dolorosa. Me encontré, entre el material investigado, con que una referencia de la película a una inspección de la Cruz Roja Internacional, muestra que habían sido cordialmente tratados por los nazis, previo lavado y «reacondicionamiento» del campo y de los prisioneros, que fueron higienizados y vestidos con ropas decentes, especialmente para la visita de inspección. Lo que sucedió, en realidad (lo leí en una revista de un cine-club del Uruguay, que obtuve en la Cinemateca Argentina) fue que los inspectores (holandeses), se pusieron muy «inquisitivos» y fueron gaseados, ellos también.

En segundo término, recuerdo que una parte del público rosarino que asistió a la exhibición del film, consideró que el mismo no era representativo de la temática judía que yo encaraba para ese presentación, porque mostraba grupos de mujeres de varias nacionalidades encabezando una rebelión contra las autoridades del campo de exterminio. Algo así como que la directora no habría mostrado ni el dolor ni el accionar específicamente judíos. (?)

NOCHE Y NIEBLA (ALAIN RESNAIS, 1955): Es un extraordinario mediometraje de otro talento excepcional del cine sobre los campos de exterminio, de muy difícil visión por el horror de las escenas que muestra. Como algunos cortos y medio metrajes exhibidos por la Embajada de Polonia, dejaban el espíritu totalmente embargado por el dolor.

LA COLINA 24 NO CONTESTA (THOROLD DICKINSON, 1955): Con gran destreza, el notable director inglés plasmó en vibrantes imágenes, diferentes episodios de la guerra por el logro de un Estado independiente para el pueblo judío. El resultado fue un excelente film, de hecho un homenaje al joven Estado de Israel, realizado por alguien que provenía de una tradición de cine aprendida en una cinematografía mayor.

EL VERDADERO FIN DE LA GUERRA (JERSZY KAWALEROWICZ, 1957), muestra también la degradación del ser humano en los campos de muerte creados por los nazis. El relato se focaliza en un ex prisionero de esos campos, obligado a bailar al compás de la música de una orquesta-de-muerte, quien, frente a circunstancias especialmente dramáticas vuelve a girar, como si el pasado ominoso tornara a apoderarse de él, sin que pudiera evitarlo.

Otros títulos son aquí importantísimos; algunos figuran entre los clásicos del cine de todos los tiempos, como es el caso de EL DIARIO DE ANNA FRANK (GEORGE STEVENS, 1951). Este director, uno de los talentos más singulares que produjera Hollywood, concretó un hermoso film sobre la honda y dramática historia de esa muchacha que asoma a la vida en el cautiverio protegido de una familia holandesa no judía, que los oculta en su negocio. La casa tiene un corte transversal a los efectos de la filmación, por el que cámara y grúa se deslizan con pericia y fluidez. Abundantes fundidos dan tersura al relato de ese gran artista que fue Stevens. Han quedado ciertas secuencias antológicas como la caza del avión nazi por parte de la fuerza aérea aliada, que se sobreimprime sobre una celebración de Janucá y, en especial, sobre una torta coronada por un estrella de David como adorno principal; el final de la película, donde Anna y su joven amigo, Peter, se acercan y dialogan sobre el mundo, sus afectos y creencias, en tanto sus miradas se dirigen, a través de la ventana del altillo, al pedacito de cielo que se atisba desde allí. Se besan con toda la fuerza adolescente, mientras la banda de sonido recoge el brusco golpear de la puerta, de parte de los nazis. Toda la estructura de la casa se sacude, mientras las nubes del cielo «funden» al rostro del padre de Anna quien, vuelto con vida de la pesadilla de los campos de exterminio, encuentra el diario de su hija querida.

ÉXODO (OTTO PREMINGER, 1960): Fue uno de los primeros films producidos por el cine norteamericano relativos a hechos vinculados con la reubicación de los judíos, víctimas de la persecución nazi y la incomprensión e inhumanidad de los gobiernos de varios países que se negaron a recibirlos, y las terribles peripecias que tuvieron que soportar, antes de llegar a la Tierra Prometida. La película, considerada, como la obra más lírica de este importante realizador, también enfoca diversos episodios referentes a la lucha por la independencia del Estado de Israel. Un importante elenco, encabezado por Paul Newman —uno de los grandes nombres del cine norteamericano— la gran destreza y creatividad de Preminger y el apasionante libro en que se basó, aseguraron a ÉXODO gran repercusión.

EL JUICIO DE NUREMBERG (STANLEY KRAMER, 1961): este film revivió hechos del juzgamiento de los criminales de guerra nazis, mostrados con la solidez y solvencia de las grandes realizaciones de este director norteamericano. Sus películas mostraron siempre su preocupación por la justicia, y él luchó por el respeto a los valores humanos y en contra de la discriminación de todo tipo.

EL JARDÍN DE LOS FINZI-CONTINI (VITTORIO DE SICA, 1970): el crepuscular film del gran realizador y maestro del neorrealismo, que describe las peripecias de dicha familia, cuyo acendrado apego a la tierra de Italia y a sus gobernantes no logra salvarlos del exterminio, a pesar de sus servicios y colaboración con el régimen fascista. Frente a la ceguera de los Finzi-Contini para ver la irracional furia y odio del nazismo, el joven que pretende a la protagonista, es un lúcido portavoz y testigo, que puede prever el posterior desarrollo de los acontecimientos (sin autoengañarse, como los adultos, entre ellos, su propio padre). El podrá sopesar el avance del nazifascismo en Italia, que culminará con las deportaciones de la gente de Ferrara, que cierran este conmovedor film de De Sica, mientras la banda de sonido deja oír una oración judía.

MASACRE EN ROMA (GEORGE PAN COSMATO): narra un episodio de la Italia entregada a las designios y dominio de los socios-amos nazis y la gesta y desigual lucha del pueblo partisano en defensa de su libertad. Un atentado contra un escuadrón nazi desata una terrible represalia (el episodio de las Fosas Ardeantinas), en la que se incluye el fusilamiento de cuanto judío estaba al alcance de las fuerzas de seguridad, junto con numerosísimos patriotas italianos. La presencia de Erich Priebke en la Argentina y su posterior extradición, reavivaron el interés por el film que fue exhibido nuevamente, sobre todo en cable.

EL ARCHIVO DE ODESSA (RONALD NEAME, 1974): Más lejos del nazismo como hecho histórico, más próximo a sus consecuencias postbélicas, esta película muestra el proyecto de un grupo de ex jerarcas nazis que intenta construir para Egipto una estación nuclear para destruir Israel, en una narración que incluye elementos de ficción.

MARATÓN DE LA MUERTE (JOHN SCHLESSINGER, 1976): presentó el accionar de un ex nazi, intentando actuar como tal, después de la guerra, haciendo uso de la violencia, la crueldad y el terror para imponer su arsenal ideológico.

EL ÚLTIMO SUBTE (FRANÇOIS TRUFFAUT, 1980): trae nuevamente hechos de la Francia ocupada, de la mano y mente creativa de otro grande del cine francés. El drama describe aquí a una compañía de teatro hostigada por la represión cultural del ocupante sobre la cultura francesa. La situación se torna más persecutoria porque el director de la compañía, marido de la estrella de la misma, es judío. También el clima, las relaciones humanas, sofocadas por la represión de los ocupantes, tienen el tratamiento minucioso y la recordación respetuosa y cálida del notable director francés.

LA DECISIÓN DE SOFIA (ALAN PAKULA, 1982): es un excelente film sobre la tremenda carga dramática de una mujer no judía, hija de un profesor polaco, que en un campo de concentración es exigida de elegir entre sus dos hijos, entregando uno de ellos a la maquinaria de muerte nazi. El film cuenta luego la inserción de Sofía en EE.UU. postbélico, su relación con un escritor y un joven judío desequilibrado emocionalmente. El drama de la protagonista está, pues, próximo a los terribles avatares de los judíos en la Segunda Guerra Mundial.

POR AQUELLOS QUE AMÉ (ROBERT ENRICO 1985) configura un film-cabalgata de la vida de alguien que sufrió los estragos del nazismo, pudo rehacer su vida y fue víctima del infortunio nuevamente. Resurgió luchando tras un mensaje de fe y de vida que transmite la esperanzada llama judía. El protagonista pasa por el ghetto de Varsovia, Treblinka, el ejército soviético, el viaje a los EE.UU. y su posterior residencia en Francia. Allí, en un incendio forestal del sur, pierde a su mujer y sus seis hijos. La muerte, tan próxima en el ghetto y en los campos de exterminio, se adueñó de él en tiempos de paz.

1938 Y ÉSTO TAMBIÉN FUE VIENA (WOLFANG GLUCK, 1988) y PROHIBIDO (ANTHONY PAGE, 1986): sendas muestras de la persecución instaurada por los nazis en Viena y Berlín durante los años 1938 y 1939, respectivamente. Ambas ciudades, notorias cunas de la cultura y el arte, se habían tornado inhóspitas para vivir y amar, siendo judío.

ADIÓS A LOS NIÑOS (LOUIS MALLE, 1987): es un extraordinario relato del no menos estupendo realizador francés. También centra su historia en la persecución nazi, en Francia, en general, y en la figura de un niño judío protegido en un colegio de religiosos cristianos, hasta el cual llegará, denuncia mediante, la mano asesina del Reich. El mundo infantil y adolescente, la amistad entre el chico judío y el cristiano, la actitud de protección y lucha de los curas de la escuela, la atmósfera represiva y antisemita de la Francia de la ocupación, todo ello está trasladado al cine con la fina sensibilidad que distingue al gran director francés.

MUCHO MÁS QUE UN CRIMEN (COSTA-GAVRAS, 1989): es una obra seria que narra el accionar de una letrada cuyo padre, hoy respetable ciudadano norteamericano, es acusado de haber sido criminal de guerra nazi en Hungría. Convencida de su inocencia la hija será su defensora en el juicio que se inicia contra él. La historia va desenvolviendo, ante el estupor de ella, toda la violencia criminal de alguien a quien creyó, hasta entonces, amantísimo padre y abuelo, provocando tal descubrimiento la separación, por la magnitud del horror experimentado por aquélla.

ENEMIGOS, UNA HISTORIA DE AMOR (PAUL MAZURSKY, 1990): Este director, que alguna vez fue un niño rebelde, se basó en la novela de Bashevis Singer, de 1972 (seis años antes de obtener su Premio Nobel), para reconstruir los avatares de su personaje central, sus diferentes parejas (su esposa, que vuelve de la guerra; la mujer polaca, que lo salvó del exterminio y con quien convive cotidianamente-, y la tercera mujer, su proyecto nuevo de matrimonio judío). Este film, que también muestra la vida judía en Nueva York, es una cuidada realización (Mazursky obtuvo el premio de los críticos por su trabajo como director), pero el texto está concretizado, muy cerca de lo que le pasa a Hermán Broder, su protagonista, como hombre, y muy lejos del drama del Holocausto, que lo condicionó. E incluso, lejos del judaísmo como se lo recuerda, a menudo, su esposa cristiana que, aprendió, respeta y observa esos preceptos.

OPERACIÓN ENTEBBE: es una película que, como su título lo indica, versa sobre la famosa operación israelí de rescate de rehenes en Uganda, que se constituyó en un episodio espectacular por sus características, despliegue y estrategia utilizada.

En tanto que LA CASA DE LA CALLE GARIBALDI (PETER COLLISON, 1981) que evoca los días del secuestro de Eichmann en la Argentina, tuvo que esperar para ser presentada, pues algún trasnochado nazi pensó que hacía apología del delito de secuestro, independientemente de que la persona que se sacaba del país, era el carnicero más feroz del Tercer Reich, vinculado a millones de muertes judías y convertido en el centro de un juicio legal, y que él no tuvo la conciencia moral siquiera para arrepentirse por sus víctimas. Hubo acciones judiciales en la Argentina contra quienes «pretendían» presentar la película, e incautación de la misma, pero todo fue desestimado por la justicia y el film finalmente se estrenó y no trascendió, porque no era una obra artística de garra.

UNA CHICA MUY REBELDE (MICHAEL VERHOEVEN, 1989) planteó el caso de una investigación que hace la «chica» del título, acerca de las responsabilidades, incluida la indiferencia y pasividad, del pueblo alemán coetáneo de la generación que vio construir y «habilitar» los campos de exterminio, y de aquéllos que, 30 años después, siguen encaramados en las estructuras del poder, desde las cuales entorpecieron las búsquedas de documentación, incluso con el apoyo de leyes alemanas que hubo que revisar. Se trató de una obra extraordinariamente valiente que no tuvo gran repercusión, porque la gente prefiere, muchas veces, películas más livianas.

SHOAH (CLAUDE LANZMANN, 1989): está por encima de todo lo que se ha hecho y visto cinematográficamente en relación a dicha temática, con su metraje de 9 1/2 horas, y sus 11 años y medio de filmación, que nos ofrecen el documento más completo y desgarrador sobre el Holocausto, aunque no descanse solamente en la mostración de escenas del horror del exterminio masivo, la tortura, los castigos físicos y la degradación moral. Basta ver la indiferencia del pueblo polaco, incluso la delación y colaboración de sus gentes, que estaban geográficamente tan próximas de esas fábricas de muerte y que vieron también su país devastado por la furia nazi. Por encima del dolor inmenso que suscita su visión, el estilo de esta monumental obra intenta ser periodístico y objetivo, basándose principalmente en la técnica del reportaje.

Existe también una miniserie norteamericana titulada HOLOCAUSTO, dirigida por MARVIN CHOMSKY, presentada por la NBC, cadena norteamericana entre el 16 y el 19 de abril de 1978.

LA LISTA DE SCHINDLER (STEVEN SPIELBERG, 1994): es asimismo un impresionante documento sobre algunos hechos vinculados especialmente con el Holocausto y, sobre todo, con la actuación del matrimonio Schindler, cuya noble y arriesgada intervención salvó la vida de más de 1000 judíos, que, de otro modo, hubieran hallado la muerte en las cámaras de gas.

Construido como un inmenso y desgarrador fresco sobre los años de la guerra, LA LISTA DE SCHINDLER describe la persecución despiadada y la deportación masiva de los judíos polacos, el tráfico de mercancías y seres humanos, considerados como objetos degradados y descartables que podían también ser términos de estas transacciones.

En ese accionar se inserta la actividad de Oskar Schindler para rescatar de los campos de exterminio a «sus judíos», el trabajo efectuado en su fábrica, el crecimiento del vínculo forjado con ellos, que se transformó en un ejemplo de la fuerza inmanentemente expansiva del bien que nos alcanza y sublima, trascendiéndonos de nuestra existencia cotidiana.

Spielberg entregó lo mejor de sí y de sus conocimientos cinematográficos, junto con los medios técnicos más modernos, al servicio de la realización de esta película, en la que aunó todo su sentir y amor judíos con la pasión por la narración en imágenes. Varias de las secuencias de esta magna obra son sencillamente conmovedoras: la deportación de los judíos de todo un pueblo; la confección de la «lista»; el servicio del «shabat» en la fábrica; la terminación de la guerra y el homenaje de los trabajadores, que llegaron a fundir el oro de una pieza dental extraída especialmente a uno de ellos, para hacer un anillo recordatorio a Schindler, y el homenaje final en el Israel moderno, junto a la tumba de su protector.

LA LISTA… contó también con el apoyo y organización de los medios de distribución del cine norteamericano, lo que permitió que su mensaje aleccionador llegara a grandes audiencias, sin las dificultades que encontró SHOAH para ser exhibida.

* * * * *

Es evidente que quedan más títulos, que siempre en enumeraciones tan abarcativas —toda la temática judía del cine universal— se nos escapará algo, como dijimos al comienzo de este trabajo. Por las razones apuntadas allí, quisiera simplemente concluir esta reseña, nombrando solamente, los films que se hicieron sobre el «affaire Dreyfus», «La tienda de la calle Mayor», «Código de Honor» (una buena producción norteamericana que bucea en el tema de la identidad y el antisemitismo), y un reciente estreno, «La virginidad de Freud», que es algo así como una muestra del «judaísmo a la sueca», con una actitud muy «posmodernosa», pero no tanta substancia… Y puede haber algo más.