Coloquio

Edición Nº27 - Octubre 1996

Ed. Nº27: Homenaje a la memoria del Prebístero Benjamín Nuñez

Por Jaime Weisleder

Palabras pronunciadas en el marco de la Conferencia de Comunidades Judías de América Latina celebrada en la Ciudad de México y convocada por el Congreso Judío Latinoamericano.

Hablar de un personaje como el presbítero Benjamín Núñez en un acto como este, me ha permitido la oportunidad de compenetrarme y comprender en toda su dimensión lo que significó la vida de un hombre extraordinario cuya influencia quedó impregnada permanentemente en la vida institucional de Costa Rica, en la importante y necesaria relación judeo-cristiana y en la vida del Estado de Israel.

Fue mi maestro en la Cátedra de Sociología de la Universidad de Costa Rica y, no obstante saberlo un hombre importante para la vida política costarricense, en aquellos tempranos días de mi carrera universitaria me era desconocida esa fase suya de profunda identificación con el pueblo judío.

Nacido en Pacayas, un hermoso pueblito ubicado en las faldas del volcán Irazu, su infancia en una aldea rural plasmó en él ese ser campesino, honesto, trabajador, tesonero, de profunda fe religiosa, que hizo surgir su vocación sacerdotal.

Su manera inquieta, inquisitiva y preocupada por el bienestar del trabajador, de hablar fogoso y vibrante, hizo que el arzobispo de Costa Rica, monseñor Sanabria, viera en él la persona indicada a quien encargarle la misión vitalicia de ser sacerdote al servicio de los pobres, de los trabajadores de las luchas sociales, de comprender e impulsar normas e instituciones para el progreso social.

Sus luchas sociales por los trabajadores costarricenses lo llevan a fundar la Confederación Costarricense de Trabajadores “Rerum Novarum” primer Sindicato de Orientación Cristiana (Católica) de Costa Rica, del cual fue su máximo líder.

Luego, en esos avatares, por su cuenta descubrió la necesidad de vincularse con la lucha por la democracia, la libertad y el respeto electoral del pueblo. Se unió así a José Figueres, “Don Pepe”, en ese entonces el revolucionario y luego el estadista.

En ese movimiento y con esa generación cumplió primero el papel de capellán de las fuerzas revolucionarías, luego ideólogo y conspirador intelectual.

Habiendo triunfado la revolución e instaurado la libertad electoral, el padre Núñez desempeñó importantísimos cargos: fue asesor de todos los presidentes de Costa Rica provenientes del Partido Liberación Nacional: José Figueres, Francisco Orlich, Daniel Oduber, Luis Alberto Monge, Oscar Arias y recientemente de José María Figueres.

Fue director de la Caja Costarricense de Seguro Social, ministro de Trabajo, fundador en Costa Rica de la sociología como disciplina académica: fundador y primer rector de la Universidad Nacional.

Fue embajador de Costa Rica en Israel, Rumania y en las Naciones Unidas. En la ONU fue destacado en varias ocasiones, en calidad de embajador plenipotenciario en misión especial, oportunidades en las que atacó, ardorosa y enfáticamente, en contra de la llamada “mayoría automática”, la cual recomendaba a los gobiernos retirar de Jerusalem la sede de sus representaciones diplomáticas.

Es célebre la anécdota en la cual, estando de visita en Israel el canciller de Costa Rica, Lic. Gonzalo Fació, ferviente amigo de Israel, éste le dijo a Golda Meir, en ese entonces primera ministra israelí, con el afán de complacerla: “He dispuesto que el embajador Núñez se traslade a la Asamblea General de las Naciones Unidas, para defender la causa justa de Israel”. Golda le replicó: “Lo que pasa es que el embajador Núñez no es amigo de Israel” lo cual obviamente desconcertó al canciller Fació. Después de una breve pausa, Golda agregó con una sonrisa placentera: “El embajador Núñez es un israelí”.

En su presentación ante las Naciones Unidas dice:

“Soy el padre Núñez, sacerdote católico por profesión y convicción, hombre de izquierda como que sin serlo, algunos en mi patria, me llaman «el cura comunista» y represento en este momento a un pequeño país, pero una gran democracia, que se llama Costa Rica.”

Seguidamente y de manera profética, refiriéndose al caso de Jerusalem, dice:

“Jerusalem, amigos, por más que mezquinamente lo nieguen algunos, es judía en primer lugar; y es por ser judía que es cristiana y es musulmana; por ser judía, cristiana y musulmana, es también universal.”

“Pero advierto que la universalidad de Jerusalem no requiere su internacionalización. Este último es un concepto jurídico-administrativo del todo artificial e impracticable, producto no de la veneración por Jerusalem sino del servicio a intereses políticos, jurídica y moralmente cuestionables. Universalidad, en cambio, es una dimensión espiritual y trascendental.”

Su verbo claro, su voz grave y su tono sentenciador, advirtió a los delegados del mundo representados en la Asamblea General, que se estaría cometiendo una injusticia y una afrenta de aprobarse la infame resolución 3379, a la que calificó como “la aberración histórica más grande que pueda imaginarse, una blasfemia a la verdad y al sentido común; ¡qué digo!, un insulto a la decencia humana”.

Cito algunas de sus palabras de aquel discurso:

“¿A quién, en realidad, va a perjudicar la aprobación de este proyecto de resolución? El principal herido de gravedad de esta batalla absurda será la propia institución de las Naciones Unidas, cuya carta es vejada en forma flagrante.”

“El Movimiento Sionista constituye históricamente la revolución auténtica de un pueblo que, cansado de tanto sufrir vejámenes y persecuciones por muchos siglos y de participar en las revoluciones del mundo que libertaron a otros pueblos, resolvió en su día hacer su propia revolución de redención nacional.”

“Hago un llamamiento (…) a los representantes que patrocinan la resolución de la infamia y de la provocación, para que la retiren del orden del día. Aún estamos a tiempo de evitar esta mancha a nuestra Organización, aún estamos a tiempo de ser dignos de la fe y la esperanza que los pueblos del mundo han depositado en nosotros.”

“En nombre de mi pueblo y gobierno, unas pocas palabras a mis hermanos judíos: si una mayoría de esta Asamblea llegara a aprobar ese proyecto de resolución diabólico que les condena a nuevas persecuciones, no desmayéis, seguid luchando, robustecido el corazón por los sagrados ideales y añoranzas, por vuestro inolvidable Sión. Nada ni nadie podrá detenerlos, pues vuestra lucha de redención nacional no es sólo vuestra, sino la de todos los hombres libres y de buena voluntad (…). No perdáis la fe ni la esperanza en un mundo mejor, ni en la decencia humana. Que vuestros hijos y los hijos de vuestros hijos sigan siendo un ejemplo de lo que es afirmación heroica y constante de la dignidad humana, hasta la redención total de la humanidad.”

Fue esa lucha incansable y esa convicción inclaudicable las que infundieron fortaleza y esperanza al padre Núñez para seguir luchando contra las manifestaciones y actos en contra de Israel y los judíos del mundo.

Fue entonces convocado por el gobierno de Israel para que junto con otros distinguidos pensadores y líderes de opinión pública, diseñaran estrategias que permitieran la derogatoria de la tristemente célebre resolución 3379 que enunciaba que sionismo era igual a racismo y discriminación. Después de dieciséis años, de intensa lucha, el 16 de diciembre de 1991 aquella infame resolución fue derogada por la Asamblea General de las Naciones Unidas.

En su incansable labor en pro de los judíos, a instancias de Benno Weiser, se incorporó de lleno a la lucha por los judíos de la entonces Unión Soviética. Fueron muchos los foros internacionales, congresos, reuniones, conferencias, en los que el padre Núñez actuó como abanderado de la causa con la proclama “Dejad salir a mi pueblo”. Integró la “Misión de estudio en la URSS” presidida por los escritores Andrés Henestrosa y Sergio Nudelstejer, que rindió —aquí en México— su informe de actos y hechos de los cuales fueron protagonistas y testigos presenciales; mensaje que se expresó en el lema: “No callar ni ahora ni nunca”.

Son de todos conocidos los favorables resultados obtenidos con la liberación de los judíos de la ex Unión Soviética.

En el plano interno de Costa Rica, él fue motor y orientador de las políticas hacia el Estado de Israel y las relaciones fraternales entre judíos y cristianos.

Fundó entonces el Instituto Cultural Costarricense-Israelí, encargado de alimentar la amistad entre Costa Rica e Israel, auspiciar la cooperación, mutua explicar a la opinión pública los puntos de vista de Israel y tratar que el gobierno de Costa Rica diera apoyo en los foros internacionales a las causas justas de Israel.

También creó la “Confraternidad Judeo-Cristiana” secundado por otros religiosos costarricenses, cuya tarea es iluminar la conciencia cristiana y judía sobre los valores espirituales y religiosos comunes a las dos y alentar una mayor unión entre ambas religiones.

No es de extrañar, entonces, las palabras pronunciadas por el arzobispo de San José, monseñor Arrieta, en setiembre de 1994, en el funeral del padre Núñez:

“Hay tres cosas en la vida sacerdotal del padre Benjamín Núñez que Dios habrá de recompensarle. Me refiero a su solicitud por mejorar la suerte de los trabajadores de nuestra patria, a la fundación de la Universidad Nacional y al esmero con que siempre cultivó las más fecundas y fraternales relaciones entre cristianos y judíos. No es exagerado decir que ningún costarricense hizo tanto como el padre Benjamín Núñez para poner delante de los ojos de nuestros compatriotas el íntimo ligamento existente entre el pueblo escogido de Dios, Israel, y cuantos formamos parte de la Iglesia.

Sepan que igual que el padre Benjamín, nosotros también los amamos.”

Por su obra, su entrega, su sinceridad, el bienestar producido y su inclaudicable lucha en pro del pueblo judío, el padre Benjamín Núñez Vargas, cuyos restos mortales descansan al lado de piedras y tierra santa de su amada Jerusalem, merece ser designado “Justo entre las Naciones”, “Jasid Umot Haolam”.