Ed. Nº23: Educación judía o la inaguración del alma: Hacia una educación distinta
«Estoy de acuerdo en que la función de la escuela sea educar, mas de ninguna manera domesticar (…) Odio la escuela. Tú no le imaginas cuánto odio yo ese lugar. Primeramente, la atmósfera represiva que allí impera, los maestros, tan parecidos a comandantes de ejercito (…) Todos los alumnos aprenden allí como animales domésticos (…) Ahogan lodo talento y no permiten a ningún alumno desarrollarse de acuerdo con sus aptitudes, posibilidades y personalidad». Estas palabras, pronunciadas por el niño Albert Einstein de siete años a su hermana Maia de cinco, no expresan sólo un descontento y una protesta para con el sistema escolar (el mismo que aún hoy, luego de casi un siglo después, persiste), sino también una meditación acerca de la función y el objeto mismo de la educación.